Si el constructor de un imperio, Cecil Rhodes, pudo relacionar la inmensidad de la tarea de colonizar a Sudáfrica con la escasez de tiempo, entonces también cada predicador adventista alerta debería pensar en términos de dos concisas frases al relacionar la inmensa tarea del evangelismo con la inminente segunda venida: “¡Tanto por hacer! ¡Tan poco tiempo!”

La intensidad del esfuerzo humano no es el secreto de la terminación de la obra de Dios, por muy urgente que sea. Esta declaración que se usa con frecuencia: “Levantémonos y terminemos la obra”, es teológicamente errada, puesto que “el Señor hará su obra sobre la tierra” (Rom. 9:28, Versión Straubinger). “Por mi Espíritu”, es el método que utiliza el Señor, y no mediante el poderío humano.

Pero Dios obra mediante su Espíritu a través de seres humanos que se entregan a él. Pablo estableció esto definitivamente cuando le atribuyó a Jesús toda la gloria de su vida convertida: “Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20).

Todo, en la vida terrena de Jesús, se hizo con relación a la salvación del hombre. Jesús era un ganador de almas siempre alerta. En todas partes veía almas que debían ser salvadas. El ministro cristiano cuya vida está oculta con Cristo en Dios, es infatigable en el trabajo y siempre está alerta para encontrar a las almas que han de heredar el reino. Sin embargo, nadie debería considerarse demasiado alerta en la tarea de ganar almas. “Por un esfuerzo bien dirigido y perseverante puede haber muchas, muchísimas más almas traídas al conocimiento de la verdad” (Testimonios para los Ministros, pág. 146).

ALMAS QUE ESPERAN EL BAUTISMO

Los departamentos de la iglesia son campos fructíferos para la ganancia de almas, y puesto que la escuela sabática abarca a todos los miembros, desde el nacimiento hasta el fin de la vida, ninguno es más fructífero que ella para el ministro que procura que todos los miembros del redil estén bautizados y cada uno estabilizado y edificado sólidamente en las verdades del mensaje adventista. Aquí hay almas que esperan ser “encontradas en Cristo, y el hombre que no logre verlas, ciertamente necesita ser ungido nuevamente por el Espíritu Santo.

Si “por la gracia de Cristo, los ministros de Dios son hechos mensajeros de luz y bendición” (Los Hechos de los Apóstoles. pág. 201) para las almas que aguardan fuera de la iglesia, tendrían más poder para salvar a los que asisten a la iglesia mediante la escuela sabática pero que aún no se han bautizado.

Es posible ganar a los niños para Cristo mucho antes de considerarlos maduros para el bautismo. Los maestros dedicados y capaces, los pastores sagaces y amistosos, los miembros que son estimulados a mostrarse amigables con los corderitos de rebaño, y, por encima de todos, los padres que son comprensivos y vigilantes —todos contribuyen en cierta medida a la conversión de los niños y las niñas. Su bautismo más adelante es en esta forma una cosa segura.

Cuando un adolescente entra en juventud sin ser bautizado, el pastor debe tornarse doblemente alerta y debe orar con más intensidad por él. Cuando nuestros hijos pasan los 16 años sin bautizarse, entran en un área peligrosa. Después de esta edad disminuye la buena disposición de los jóvenes para el bautismo y cada año que pasa suele dificultar la decisión. El objetivo de los maestros y los ministros debería ser conseguir que cada miembro joven del rebaño se bautice mientras aún está en una edad cuando se pueden realizar con más facilidad impresiones en él. Los ministros acrecientan el valor de su utilidad cuando aprovechan cuidadosamente el momento psicológico para lograr que los jóvenes no bautizados den testimonio público confesando su aceptación de Cristo.

Siempre habrá quienes, por ciertas razones, pasan al grupo de los jóvenes sin haberse bautizado. No es fácil trabajar por ellos, y se requiere más tiempo para ganarlos que a una edad más temprana. El ministro prudente se mantiene muy cerca de este grupo. Los jóvenes que entran en la adultez sin haber sido bautizados están en peligro. Si se casan sin ser miembros de la iglesia, el peligro es mayor aún. Pero el ministro dedicado no los pierde de vista y procura inteligentemente obtener su decisión por el bautismo y la pertenencia responsable a la iglesia.

LA RELACIÓN CON LOS ADULTOS NO BAUTIZADOS

En toda iglesia hay adultos que no están bautizados. Por razones que no nos conciernen en este momento, hay hombres y mujeres que adoran con nosotros pero que no se han bautizado. El pastor trabaja con el supuesto de que la asistencia regular a la iglesia debería conducir lógicamente a la feligresía completa. Tales casos pueden tener antecedentes peculiares, y puede ser necesario relacionarse por bastante tiempo con ellos a fin de ganar su confianza. Pero en cada uno de esos casos hay un bautismo o rebautismo potencial.

Las personas que visitan la escuela sabática constituyen un buen campo para la ganancia de almas que los ministros pueden aprovechar. Conviene tener a todos los visitantes en una misma clase, la clase del pastor. Es lógico esperar bautismos de esa clase.

Es obvio que la escuela sabática es un campo misionero para cada pastor. “La escuela sabática, si se la dirige correctamente, es uno de los más grandes instrumentos de Dios para llevar a las almas al conocimiento de la verdad”, dice la sierva del Señor. Y el ministro está implicado en esta declaración, porque aunque otros tengan a su cargo la conducción de la escuela sabática, es él quien finalmente estudiará las doctrinas con los simpatizantes, y los bautizará.

El ministro inteligente, alerta y dedicado empleará la escuela sabática para activar el programa de la iglesia en favor de la ganancia de almas.

Sobre el autor: Presidente de la Comisión de Investigación de la Asociación General