Una evaluación de las corrientes políticas a la luz de la cosmovisión bíblica

La política es el escenario del poder. El poder es la imposición de una voluntad sobre otra. Toda vez que se sustituye la voluntad de alguien por la de otra persona, nos encontramos ante una manifestación de poder y, por lo tanto, de algún grado de política. Por lo general, las discusiones políticas giran alrededor de la búsqueda de un mundo mejor construido por el hombre. Sin embargo, de acuerdo con la cosmovisión bíblica, tal cosa es imposible.

 Como son un reflejo de nuestra realidad, las discusiones sobre ideologías políticas también alcanzaron a los líderes religiosos. Sin embargo, parece que ese tema no debería ocupar el tiempo de los ministros del evangelio. Elena de White escribió: “El Señor quisiera que su pueblo sepulte los asuntos políticos. Sobre estos temas, el silencio es elocuencia. Cristo llama a sus seguidores a que se aúnen sobre la base de principios puramente evangélicos, los cuales están claramente revelados en la Palabra de Dios”.[1]

 Como dirigentes cristianos, ¿podemos defender cabalmente una posición política? El propósito de este artículo es promover tal reflexión basándonos en los principios de la Palabra de Dios.

Izquierda y derecha

 El comienzo de la discusión entre “derecha e izquierda” tiene fecha, lugar y escenario conocidos: a finales del siglo XVIII, en Francia. Apenas se instauró la Asamblea Constituyente de 1789, quienes favorecían la continuación del poder del rey se sentaron a la derecha, para no mezclarse con los defensores de la Revolución. A partir de la caída del Muro de Berlín, en 1989, surgieron muchos otros conceptos sobre la “derecha” y la “izquierda”.

 Uno de ellos sostiene que quien está en el poder es la derecha, e izquierda es la oposición. Y que al final del mandato, los partidos y las personas que están de un lado pueden pasar al otro, dependiendo de quién tenga el ejercicio del poder.

 Otra postura dice que la diferencia está vinculada con la propiedad, donde la derecha promueve un mercado cada vez más libre de la tutela estatal, y la izquierda lucha por un mayor control de la economía por parte del Estado. Una tercera posición ve en esta polarización una concepción de la justicia. En el polo derecho están los que defienden que el dinero vaya para quienes más trabajan; y en el izquierdo, para quienes más lo necesitan. Otro punto de vista se fundamenta en las bases filosóficas de las ideologías, y al ver que los polos tienen tantas diferencias internas, prefieren denominarlas “las izquierdas” y “las derechas”, en plural. Y también hay quien dice que el debate entre derecha e izquierda ya no tiene sentido ante el escenario complejo de las ideologías políticas en conflicto, en tanto que otra concepción afirma que el escenario social llegó a un punto de complejidad tal que demanda una tercera vía, el centro. Finalmente, existen defensores de la idea de que la izquierda y la derecha existirán siempre que los Estados Unidos sea el país más poderoso del mundo.

  Hay dos frases que explican con claridad los fundamentos de cada polo: para la izquierda, los problemas del mundo son causados por las estructuras injustas de la sociedad; es decir, por factores ajenos al ser humano. Para la derecha, la fuente de todas las buenas realizaciones es la naturaleza humana; es decir, lo que está en el interior del hombre es bueno y el origen de toda cosa buena. Todo lo demás, de un lado y del otro, se deriva de esos dos conceptos.

  ¿En qué aspectos esas dos concepciones son compatibles con la Biblia? ¡En nada! Para la cosmovisión bíblica, el que puede ser transformado no es el mundo sino el ser humano. La causa del problema es el pecado, no algo que esté fuera de la persona. El objetivo de la acción de Dios es restaurar su imagen en sus hijos. Se debe amar a los enemigos, y los medios a nuestro alcance son la comunión personal con Dios, la enseñanza, el cuidado del otro y la predicación del evangelio. Nuestro foco no está ni a la izquierda ni a la derecha, sino ¡arriba!

La izquierda y la cosmovisión bíblica

 De acuerdo con la cosmovisión bíblica, el cristianismo no está alineado con las ideologías de izquierda; ni siquiera en los aspectos que a priori podrían parecer iguales, como, por ejemplo, la protección de los pobres. Cuando la izquierda presenta ideas semejantes a las de Cristo, se establecen puntos comunes, pero solo en apariencia. La protección de los pobres es un discurso muy atractivo, especialmente en regiones como Sudamérica, donde mucha gente vive en condiciones precarias. Sin embargo, si miramos con atención, se puede ver que tal discurso no es el núcleo de la ideología de la izquierda, ni está relacionado con la religión de Cristo, porque es una plataforma de acción política; es decir, algo que funciona según la lógica del poder y que está muy lejos del amor abnegado de Jesús. Además, aunque el objetivo de las izquierdas fuese liberar al ser humano de las injusticias del capitalismo (según Karl Marx), se ve con mayor claridad que no tienen el mismo objetivo que Jesús.

 Cualquiera que decida ayudar al prójimo encontrará en Jesús –y en ninguna otra persona o idea— la concreción perfecta del cuidado por el ser humano. Al atender las necesidades humanas milagrosamente, Cristo utilizó elementos conocidos para dirigir la atención a algo mayor: el amor y la justicia de Dios. De acuerdo con la cosmovisión bíblica, la religión de Cristo puede ser vista como la religión del otro. Por lo tanto, la misión de la iglesia abarca el cuidado de las personas, pero con el propósito de motivarlas a querer el Reino de Dios, que un día habrá de librar definitivamente al ser humano de la condición degradante del pecado; no para permanecer aquí.

 Creer que la izquierda es un reflejo del cristianismo es un error. No hace mucho, la religión bíblica era la expresión de Dios revelada en su amor y su gracia, teniendo a Cristo como la cumbre de su revelación. Pero, en pocas décadas, la propaganda de la izquierda sostuvo que era algo “social”, haciendo que la religión de Jesús perdiera sus propósitos, y dejara de transformar vidas y de anunciar las buenas nuevas de la salvación para dedicarse al tratamiento de las preocupaciones terrenales.

 El legado más grave que deja la izquierda es hacer que las personas crean que solo existe lo que se puede ver y tocar. Ese concepto adiestra el pensamiento para meditar en las cosas solamente a partir de factores externos y por categorías humanas de pensamiento, eliminando del razonamiento las explicaciones bíblicas.

La derecha y la cosmovisión bíblica

 Las ideologías de derecha son igualmente incompatibles con la cosmovisión bíblica. Si la debilidad de las izquierdas consiste en afirmar que los problemas son causados por un agente exterior al ser humano, y que la eliminación de las estructuras injustas de la sociedad haría desaparecer tales problemas, la de las derechas es construir su edificio sobre algo inherente al hombre, a saber, el egoísmo natural entendido como algo virtuoso y fuente de las realizaciones. Es ese núcleo el que da base a sus ideales sociales, económicos, políticos, jurídicos, científicos y artísticos. Parten del principio de que la ambición natural por acumular, el deseo innato de poder y la imagen de sí mismos como más importantes que el otro son las virtudes y los atributos que generan los mejores sistemas de organización de la sociedad. Todas las demás construcciones se derivan de eso.

 Hay vertientes teóricas que sostienen que las ideologías de derecha son la transición política del cristianismo o las que más se aproximan a él por defender valores como la familia, por ejemplo. Sin embargo, una mirada rápida nos permite ver que los temas de las ideologías de derecha provienen de algo que es absolutamente contrario a las enseñanzas altruistas de Cristo. Aunque algunos cristianos se aproximen a la derecha, la adhesión de los tales no la convierte en un estandarte del cristianismo.

 A pesar de no ser sinónimo del cristianismo, y de no tener la misma naturaleza ni su fundamento, la derecha cuenta, de hecho, con un ala cristiana, que se puede ver claramente en los Estados Unidos. En dos aspectos, esa ala cristiana de la derecha se asemeja a las ideologías de izquierda muy claramente: interpreta que el mundo puede y debe ser transformado, y hace de esa transformación su bandera de guerra. Si, por un lado, el cambio propuesto por las ideologías de izquierda es terminar con las estructuras injustas de la sociedad, por el otro, el del ala cristiana de derecha es instalar el Reino de Dios en el mundo, como si eso fuera posible y como si esa fuese la tarea para la cual el Señor nos hubiese llamado.

El cristiano y la política

 Pocos asuntos políticos son verdaderamente espirituales. La libertad religiosa es uno de ellos; y posiblemente sea el de mayor relevancia. También, el más recurrente en la historia. La Biblia muestra casos de violencia y de persecución dirigidos simplemente contra la libertad de las personas para adorar a Dios. Las historias de Sadrac, Mesac, Abed-nego, Daniel, Esteban y Pablo, dan testimonio de ello. Aunque los cristianos reconozcan el papel de la autoridad temporal (Mar. 12:13-17; Hech. 26:9-12; Rom. 13:1-7; 1 Tim. 2:1, 2; Tito 3:1, 2; 1 Ped. 2:13-17), continúan siendo objeto de persecución por parte de otras personas por causa de la libertad religiosa.

 Hay un segundo aspecto que también merece atención. Cuando alguien se convierte en cristiano, acepta la cosmovisión bíblica como normativa. La Biblia se vuelve el criterio por el cual juzga la realidad, incluyendo las ideologías políticas, filosóficas, científicas o de cualquier otra índole que se presenten. Por eso, en caso de que el cristiano quiera adoptar una ideología para su vida, esta competirá con la autoridad de la Palabra de Dios, y el resultado de ese choque mostrará qué es lo más importante para él, si las Sagradas Escrituras o las ideologías humanas.

 Además, si el Reino de Dios no es de este mundo (Juan 18:36), y si los hijos de Dios tampoco lo son (Juan 17:14, 16, 18), ¿por qué adoptar una ideología del mundo? ¿Es posible que quieran vivir en el mundo para siempre?

 La amonestación de Pablo parece apropiada en ese sentido: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8).

El pastor y la política

 La Biblia llama a las personas a arrepentirse y a creer en el evangelio, proclamando que el Reino de Dios está cercano, independientemente de las condiciones de vida del país. Esa es la esencia del mensaje divino en el AntiguoTestamento y en el Nuevo. Ese es el núcleo de la predicación de los reformadores del siglo XVI, de los milleritas del siglo XIX y de los Adventistas hasta la segunda venida de Jesús. Todos los mensajeros evangélicos de la historia vivieron en ciudades que tenían mejores o peores condiciones de vida, con gente que peleaba por el poder, pero no fijaron su atención en el sistema ni en las circunstancias. Por el contrario, predicaron un mensaje de juicio y de salvación, llevando a los oyentes a tomar una decisión sobre su destino eterno.

 Si no predicamos la Biblia, ¿quién lo hará? Si mezclamos la Biblia con la política, la Palabra de Dios será rebajada a la condición humana. Si los ministros de Dios se concentran en las cosas de este mundo, ¿quiénes serán los predicadores del evangelio de Jesús? ¿Quién anunciará la esperanza de la vida eterna? ¿A quiénes recurrirán las personas cuando quieran aprender de las Escrituras? “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Rom. 10:13, 14). “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mat. 5:13).

 Si un pastor supone que por medio de la política podría prestar un mejor servicio a la humanidad, debería ser coherente y dejar el ministerio pastoral para dedicarse a la carrera política por completo. Elena de White fue muy contundente sobre este tema al escribir que “todo docente, ministro o dirigente entre nuestras filas que está movido por un deseo de ventilar sus opiniones sobre asuntos políticos debería convertirse mediante una creencia en la verdad o, de lo contrario, dejar su trabajo”.[2] En definitiva, “No debería usarse el diezmo para pagar a nadie para que discursee sobre cuestiones políticas”.[3]

 Sin embargo, cada ministro debe recordar que “cada día termina el tiempo de gracia para algunos. Cada hora, algunos pasan más allá del alcance de la misericordia. Y ¿dónde están las voces de amonestación y súplica que induzcan a los pecadores a huir de esta pavorosa condenación? ¿Dónde están las manos extendidas para sacar a los pecadores de la muerte? ¿Dónde están los que con humildad y fe perseverante ruegan a Dios por ellos?”[4] Como dice el apóstol Pablo: “Téngannos los hombres por servidores de Cristo”(1 Cor. 4:1).

Sobre el autor: director del Departamento de Archivo, Estadística e Investigación de la Iglesia Adventista para Sudamérica.


Referencias

[1] Elena de White, Fundamentos de la educación cristiana (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), p. 529.

[2] Ibíd., p. 531.

[3] Ibíd.

[4] Elena de White, Patriarcas y profetas (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), p. 135.