El fundamento de nuestra fe.-La correcta comprensión del ministerio del santuario celestial es el fundamento de nuestra fe.

El centro de la obra de expiación de Cristo.- El pueblo de Dios debería comprender claramente el asunto del santuario y del juicio investigador. Todos necesitan conocer por sí mismos el ministerio y la obra de su gran Sumo Sacerdote. De otro modo, les será imposible ejercitar la fe tan esencial en nuestros tiempos, o desempeñar el puesto al que Dios los llama. Cada cual tiene un alma que salvar o perder. Todos tienen una causa pendiente ante el tribunal de Dios. Cada cual debería encontrarse cara a cara con el gran Juez. ¡Cuán importante es, pues, que cada uno contemple a menudo de antemano la solemne escena del juicio en sesión, cuando serán abiertos los libros, cuando con Daniel, cada cual tendrá que estar en pie al fin de los días!

Todos los que han recibido la luz sobre estos asuntos deben dar testimonio de las grandes verdades que Dios les ha confiado. El santuario en el cielo es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres. Concierne a toda alma que vive en la tierra. Nos revela el plan de la redención, nos conduce hasta el fin mismo del tiempo y anuncia el triunfo final de la lucha entre la justicia y el pecado. Es de la mayor importancia que todos investiguen a fondo estos asuntos, y que estén siempre prontos a dar respuesta a todo aquel que les pidiere razón de la esperanza que hay en ellos.

La clave para un completo sistema de verdad.- El asunto del santuario fue la clave que aclaró el misterio del chasco de 1844. Reveló todo un sistema de verdades, que formaban un conjunto armonioso y demostraban que la mano de Dios había dirigido el gran movimiento adventista, y al poner de manifiesto la situación y la obra de su pueblo le indicaba, cuál era su deber de allí en adelante.

Los ojos fijos en el santuario.- Como pueblo… no debemos descansar hasta que entendamos claramente el tema del santuario, que ha sido presentado en las visiones de Daniel y Juan. Este asunto arroja gran luz sobre nuestra posición y nuestra obra actual, y nos da una prueba irrefutable de que Dios nos ha dirigido en nuestra experiencia pasada. Explica nuestro chasco de 1844, mostrándonos que el santuario que había de ser purificado, no era la tierra, como habíamos supuesto, sino que Cristo entró entonces en el lugar santísimo del santuario celestial, y allí está realizando la obra del ángel comunicada al profeta Daniel: Hasta dos mil trescientos días de tarde y mañana; y el santuario será purificado. 

Nuestra fe con referencia al mensaje del primero, el segundo y el tercer ángeles, era correcta. Los grandes hitos por los cuales hemos pasado son inconmovibles. Aun cuando las huestes del infierno intenten derribarlos de sus fundamentos, y triunfad en el pensamiento de que han tenido éxito, no alcanzarán su objetivo. Estos pilares de verdad permanecen tan incólumes como las montañas: eternas, sin ser conmovidos por todos los esfuerzos, de los hombres combinados con los de Satanás y su hueste. Podemos aprender mucho, y debemos estar constantemente escudriñando las Escrituras para ver si estas cosas son así. El pueblo de Dios ha de tener ahora sus ojos fijos en el santuario celestial, donde se está realizando el servicio final de nuestro gran Sumo Sacerdote en la obra del juicio: donde él está intercediendo por su pueblo.

La verdad central de una teología sencilla.- Debe enseñarse en toda escuela establecida la más sencilla teoría teológica. En esta teoría, la expiación de Cristo debe ser la gran esencia, la verdad central. El tema maravilloso de la redención debe ser presentado a los estudiantes (Evangelismo, págs. 165 y 166)