Éxodo 31:12 al 17 y el modelo cognitivo-histórico de revelación e inspiración

En diferentes épocas y lugares, la teología judeocristiana utilizó la filosofía para desarrollar sus principios hermenéuticos. Desde Orígenes hasta Agustín, o desde Filón de Alejandría hasta Maimónides, la filosofía infiltro e influyó en la teología. El teólogo medieval Pedro Damian (c. 1006‑1072) afirmó que “la filosofía es sierva de la teología” (philosophia ancilla theologiae). Sin embargo, en muchos casos, sucedió exactamente lo contrario.

En su libro El principio cognitivo de la teología cristiana, Fernando Canale demostró

que los presupuestos filosóficos griegos, especialmente los platónicos, están en el centro de la actividad teológica. Sin embargo, la consecuencia de asumir que existe un mundo natural y un mundo sobrenatural es que surge una limitación a las interacciones entre Dios y la humanidad. ¿Sería posible que el hombre, que es material y temporal, alcanzara la perfecta esfera divina? ¿Podría un Dios inmaterial y atemporal –según la perspectiva griega– revelar a los seres humanos un contenido cognitivo basado en el flujo de la historia terrenal?

El modelo histórico-cognitivo, propuesto por Canale, revela que diferentes perspectivas sobre Dios impactan directamente en cómo se entiende el proceso de revelación e inspiración de la Biblia. Con respecto al sábado, un teólogo que apoye los presupuestos del teísmo clásico[1] puede cuestionar la literalidad del reposo de Dios en la Creación, ya que es una realidad histórica y temporal. De acuerdo con este punto de vista, la acción divina atemporal de crear el mundo y descansar el séptimo día solo pudo ser percibida por el profeta en una realidad material y temporal, por lo que la habría registrado mediante el relato de los siete días de la Creación presente en Génesis 1 y 2.[2] Veamos, por ejemplo, el comentario de Agustín sobre el relato de la Creación: “¡Oh, Señor! ¿Acaso no es verdadera esta Escritura tuya […]? ¿Por qué, pues, me dices tú que en tu visión no hay tiempos, si esta tu Escritura me dice que por cada uno de los días viste que las cosas que hiciste eran buenas […]? A esto me dices tú: ‘¡Oh hombre!, lo que dice mi Escritura eso mismo digo yo; pero ella lo dice en orden al tiempo, mientras que el tiempo no tiene que ver con mi palabra, que permanece conmigo igual en la eternidad; y así, aquellas cosas que vosotros veis por mi Espíritu, yo las veo; y asimismo, las que vosotros decís por mi Espíritu, yo las digo. Mas viéndolas vosotros temporalmente no las veo yo temporalmente, del mismo modo que diciéndolas vosotros temporalmente no las digo yo temporalmente’ ”.[3]

Como podemos ver en la afirmación de Agustín, las presuposiciones filosóficas sobre Dios condicionan la interpretación del texto, distorsionando el significado simple y literal que pretenden las Escrituras. En otras palabras, las premisas filosóficas se convierten en los lentes utilizados para leer la Biblia. Esto, por supuesto, tiene implicaciones para el concepto de revelación e inspiración, ya que los principios macrohermenéuticos y la exégesis se complementan entre sí en una espiral creciente.[4]

Con este panorama en mente, el relato de Éxodo 31:12 al 17 se convierte en un curioso objeto de análisis y reflexión. Al presentar el descanso divino en la semana de la Creación como paradigma de la celebración del sábado, el texto bíblico parece colocar tanto a Dios como a los hijos de Israel en la misma realidad espacio-temporal: “Además, el Señor dijo a Moisés: ‘Di a los israelitas: “Guarden mis sábados, porque el sábado es señal entre mí y ustedes por sus generaciones, para que sepan que yo soy el Señor que los santifico. Por eso guarden el sábado, porque es santo para ustedes. El que lo profane morirá. Todo el que haga algún trabajo en él debe ser eliminado de su pueblo. Seis días se trabajará, pero el séptimo día es sábado de completo reposo, consagrado al Señor. Todo el que haga algún trabajo en sábado morirá”. Guardarán, pues, el sábado los israelitas, celebrándolo de generación en generación por pacto perpetuo. Es señal para siempre entre mí y los israelitas, porque en seis días el Señor hizo los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó’ ” (Éxo. 31:12-17).

Considerando la relevancia de esta perícopa para la discusión hermenéutica que subyace al proceso de revelación-inspiración de la Biblia, este artículo se propone analizar Éxodo 31:12 al 17 desde el modelo histórico-cognitivo de Fernando Canale y responder la siguiente pregunta: ¿De qué modo el mandamiento del sábado en este pasaje nos ayuda a identificar el concepto de revelación e inspiración como un proceso cognitivo-histórico? Para lograr este objetivo, son necesarios al menos dos pasos metodológicos: (1) Presentar los principios elementales del modelo histórico-cognitivo; y (2) aplicar estos principios al pasaje bíblico en cuestión.

Principios elementales del modelo histórico-cognitivo

La premisa básica del modelo cognitivo-histórico es la temporalidad de Dios. Según Canale, “la Escritura no provee ninguna evidencia para la idea de un Dios atemporal. En un sentido positivo, sí presenta a Dios actuando directa e históricamente dentro del orden causal de la naturaleza y la historia”.[5] Al negar la atemporalidad divina y el intento filosófico humano de comprender a Dios a través de la revelación general (en este caso, la teología natural), Canale quiere decir que “Dios actúa históricamente en la historia”, relacionándose con los seres humanos en su realidad.[6]

Al afirmar esto, Canale contrasta su perspectiva con el concepto clásico de “acción histórica de Dios”. Según este modelo, Dios actúa en la historia, pero desde fuera de ella. Esta idea se puede comparar con una piedra arrojada a un lago. La piedra se lanza una vez al agua, pero su impacto forma una serie de pequeñas olas. Esta es, en debida proporción, la acción divina en la historia según el teísmo clásico: el acto intemporal de Dios repercute en acciones temporales.

Pero ¿qué es el tiempo? ¿Sería un contenedor en el que Dios debe estar dentro o fuera? Aunque el tema es demasiado complejo para abordarlo aquí, podemos decir con seguridad que el tiempo no es una cosa, sino una magnitud o medida. Por lo tanto, si el tiempo es una magnitud que sirve para registrar intervalos iguales entre acontecimientos, debe coexistir con el ser. En realidad, si algo existe, ese algo experimenta o vive una sucesión de acontecimientos.

En este sentido, la eternidad divina debe entenderse como una sucesión interminable de acontecimientos y no como la ausencia del tiempo. En otras palabras, para Dios hay pasado, presente y futuro (ver Job 36:26; Sal. 102:25-27; 103:15-17; Isa. 43:10). Aunque Dios experimenta el tiempo de una manera diferente de la humanidad (2 Ped. 3:8), él se relaciona con los seres humanos “dentro de la historia” y no solo “en la historia”.

Los hombres son finitos y mortales, mientras que Dios es infinito e inmortal. Pero tanto los humanos como Dios experimentan una sucesión de acontecimientos. Por ello, la relación entre Dios y el tiempo no debe entenderse unívocamente en las Escrituras, como en el teísmo abierto,[7] ni equívocamente, como en el teísmo clásico, sino de manera análoga.[8] Como destaca Canale, “la comprensión analógica de la temporalidad divina le permite a Dios experimentar el tiempo en toda su plenitud y al mismo tiempo experimentarlo dentro de las limitaciones propias de las criaturas”.[9]

La segunda premisa básica del modelo cognitivo-histórico de revelación e inspiración es la razón histórica. Para Canale, “el conocimiento opera cuandoquiera que un sujeto, una persona con capacidades cognitivas, entra en contacto con cualquier objeto dado”. Por lo tanto, “la relación entre el sujeto cognitivo y el objeto conocido es la estructura de la cual siempre se origina el conocimiento humano”.[10]

En el proceso de revelación e inspiración, el sujeto con capacidades cognitivas es el profeta, y el objeto conocido es el mensaje revelado. En tal proceso epistemológico de transmisión y construcción de conocimiento, algunas cosas pueden influir en el resultado final, como las presuposiciones del sujeto. Sin embargo, aunque el sujeto absorbe las categorías conceptuales del entorno en el que vive, estas no son determinantes, como enseña la filosofía posmoderna.[11] Al final, el objeto cognoscible es el que determina la realidad: “La información y las ideas basadas en hechos y realidades concretas dan a la razón histórica un ancla contra el relativismo cognitivo. No es el conjunto de presuposiciones que traemos al evento del conocimiento, sino los objetos que llegamos a conocer, que en última instancia determinan el contenido y la veracidad del conocimiento histórico”.[12]

Pese a ello, como agentes históricos y temporales, los seres humanos no somos capaces de procesar el objeto cognoscible de forma perfecta y completa. Nuestra memoria es defectuosa y nuestra percepción de la realidad es parcial. Y, como la revelación es una cuestión de comprensión, “requiere la correcta interacción histórica de presuposiciones y datos”.[13]

En definitiva, dado que Dios actúa en la historia y el ser humano razona históricamente, el proceso de revelación e inspiración debe entenderse como un fenómeno histórico-cognitivo.

Aplicación del modelo cognitivo-histórico a Éxodo 31:12-17

Después de presentar dos de las principales presuposiciones del método histórico-cognitivo, es posible pasar a su aplicación al texto bíblico. El objetivo ahora es verificar cómo estos dos presupuestos se aplican al mandamiento de guardar el sábado, según el texto estudiado.

El relato comienza con la palabra wayyō’mer [“y habló”]. Esta marca textual indica el grado cero de la narración y el paso al discurso directo, algo que reafirma la expresión lē’mōr [“diciendo”]. El siguiente versículo también indica discurso directo a través del mismo marcador. Dios hablo con Moisés para que pudiera hablar con los hijos de Israel.

Moisés, como vehículo lingüístico, recibió las instrucciones de Dios en el monte Sinaí durante cuarenta días (Éxo. 24:18) y solo entonces pudo comunicar el mensaje divino a los hijos de Israel. Como sujeto cognoscente, Moisés tuvo que procesar el mensaje que Dios le había revelado, el objeto cognoscible. Este acto de comunicar y transmitir el mandamiento refleja de alguna manera la interacción divino-humana en el proceso de revelación e inspiración de la Biblia. El mensaje perfecto revelado por Dios en una realidad histórico-temporal fue procesado (revelación) y luego transmitido (inspiración) a través de un vehículo imperfecto y falible.

En la secuencia del relato, hay un cambio en la narración. Los versículos 16 y 17 no son parte del discurso directo, ya que el lenguaje cambia a un comentario narrativo. Esto se puede ver por el cambio de la segunda persona del plural en verbos y sufijos pronominales a la tercera persona del plural. El texto cambia de “guarden” (tišmōru) a “guardarán” (wešāmeru) y de “tus generaciones” (ledōrōtekem) a “sus generaciones” (ledōrōtām).

Si el discurso de exhortación de Éxodo 31:13 al 15 invitaba a los hijos de Israel a guardar el sábado, el comentario narrativo de los versículos 16 y 17 les da una razón teológica para hacerlo: el sábado debía guardarse porque el Creador de los Cielos y la Tierra dio ejemplo. Por lo tanto, el mandamiento de Éxodo 31:12 al 17 es una invitación a celebrar el sábado a semejanza del Creador.

Dios no solo habló con Moisés, sino también mostró a los hijos de Israel cómo debían celebrar el sábado. Según el comentario narrativo de Éxodo 31:17, “el Señor hizo los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó”. El resultado natural de esta observación es que el sábado sirve como referencia histórica y temporal tanto para Dios como para los seres humanos. Es un santuario en el espacio-tiempo en el que el Creador y la criatura están unidos mediante un pacto.[14]

Si Dios no se hubiera manifestado directamente en la realidad humana, el proceso de revelación no podría llegar directamente a la mente del profeta. Por tanto, como afirmó Canale, “la temporalidad de Dios es una presuposición necesaria para la comunicación abierta con los seres humanos concebidos históricamente”.[15]

Conclusión

Después de aplicar, aunque sea brevemente, dos de los principales conceptos del método histórico-cognitivo (la temporalidad de Dios y la razón histórica) al texto de Éxodo 31:12 al 17, podemos concluir que el mandamiento del sábado en este pasaje, en términos generales, apoya la propuesta macrohermenéutica de Fernando Canale. Este análisis parece confirmar la idea de que el fenómeno de la Escritura es autosuficiente para extraer los principios hermenéuticos necesarios para la articulación de un concepto teológico de revelación e inspiración. La teología, ya sea sistemática o bíblica, no necesita un “servidor” que le suministre estos principios hermenéuticos y exegéticos, sino más bien un análisis profundo del texto bíblico mismo, el objeto cognoscible. Después de todo, como dijo Tertuliano, ¿qué tiene que ver Atenas con Jerusalén?

Sobre el autor: Editor en la CPB


Referencias

[1] Según Ronald Nash, hay ocho presuposiciones filosóficas sobre Dios en el teísmo clásico: (1) realidad pura; (2) inmutabilidad; (3) impasibilidad; (4) atemporalidad; (5) simplicidad; (6) necesidad; (7) omnisciencia; y (8) omnipotencia (The Concept of God: An Exploration of Contemporary Difficulties With the Attributes of God [Zondervan, 1983], p. 20).

[2] Fernando Canale, El principio cognitivo de la teologia cristiana: Un estudio hermeneutico de la revelacion y la inspiracion de la Biblia (Editorial UAP, 2019), pp. 135, 136.

[3] Agustín. Confesiones 13:29; en Obras de San Agustin: Texto bilingue, vol. 2: Las confesiones, ed. Angel Custodio Vega (BAC, 1979), p. 596.

[4] La exégesis debe extraer principios hermenéuticos de la Biblia, y la hermenéutica debe corregir y guiar la exégesis. Así, ambas se retroalimentan y mejoran mutuamente en una espiral continua y ascendente. Canale aplica el mismo razonamiento a la relación entre la hermenéutica y el concepto de revelación e inspiración. Véase Canale, El principio cognitivo de la teologia cristiana, pp. 17-20.

[5] Canale, El principio cognitivo de la teologia cristiana, p. 272.

[6] Canale, El principio cognitivo de la teologia cristiana, p. 107.

[7] Ver Richard Rice, The Openness of God (Pacific Press, 1980).

[8] Marcos Blanco, “The Function of Analogy to Interpret the Biblical Records of the Person and Works of God: A Hermeneutic and Methodological Approach” (tesis doctoral, Universidad AIIAS, 2019).

[9] Fernando Canale, Elementos basicos de la teologia cristiana (Editorial UAP, 2017), p. 63.

[10] Canale, El principio cognitivo de la teologia cristiana, p. 261.

[11] Canale, El principio cognitivo de la teologia cristiana, p. 261.

[12] Canale, El principio cognitivo de la teologia cristiana, p. 262.

[13] Canale, El principio cognitivo de la teologia cristiana, p. 266.

[14] Abraham Heschel describió el sábado como un santuario en el tiempo (The Sabbath: Its Meaning for Modern Man [The Noonday Press, 1951]. Si bien el título de este artículo está inspirado en su obra, los conceptos aquí presentados difieren de su visión parcialmente dualista de Dios y los seres humanos (Ver Dios en busca del hombre: Una filosofia de la religion [Ediciones Seminario Rabínico, 1984], pp. 237-244; 257-268. Teniendo en cuenta esto y la perspectiva temporal y cognitiva de la teoría de Fernando Canale, el sábado se presenta aquí como un santuario en el espacio-tiempo.

[15] Canale, El principio cognitivo de la teologia cristiana, p. 273.