“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”

Desde que comenzó la presente masificación de Internet, cada vez más personas me han hecho las siguientes preguntas, durante la realización de seminarios de pareja: La pornografía, en sí misma, ¿es adulterio? ¿Es admisible que me divorcie de mi esposo si tiene el vicio de la pornografía? En todos los casos con los que me he enfrentado, son las esposas las que han revelado una mayor preocupación y angustia, ante la conducta de sus respectivos esposos, al igual que por todos los conflictos morales, económicos, sexuales y de relacionamiento que este vicio puede causar.

Siempre que tengo oportunidad de conversar con personas enviciadas con la pornografía, el primer argumento presentado como justificación es que se trata de una conducta privada, que no afecta a nadie. Este argumento es inaceptable, por lo menos por dos razones: primero, en el caso en que la persona sea casada, ciertamente su conducta afectará al cónyuge, lo que lo quita del ámbito privado. Además de esta razón, existe un vínculo estrecho entre las conductas sexuales agresivas y delictivas y el consumo de pornografía. Esto hace de todo enviciado un posible candidato a delincuente sexual, aun dentro del matrimonio. Estos dos argumentos invalidan el justificativo de que la pornografía virtual no afecta nadie.

Consecuencias

Aislamiento. Las personas involucradas con la pornografía virtual acostumbran, paulatinamente, a aislarse del contacto humano real y concreto, lo que les causa problemas de relacionamiento en el círculo matrimonial.

Disipación de recursos. Las familias en las que existe un consumidor de pornografía se ven expuestas a una situación compleja relacionada con el uso de recursos, que habitualmente son desperdiciados para mantener el vicio. En algunos casos, el problema alcanza niveles dramáticos.

Espiral de estímulos. Por otro lado, al igual que sucede con otros vicios, el vicioso pornográfico se convierte en alguien que termina necesitando “novedades” que lo estimulen a medida que se acostumbra a las imágenes observadas. Entonces, pasa a exigir sumisión de la esposa a actos degradantes que satisfagan su imaginación enferma.

Círculo vicioso. En general, el consumidor de pornografía virtual sucumbe al hábito de la masturbación y, poco a poco, desarrolla disfunciones sexuales con su cónyuge, lo que lo lleva a consumir más pornografía, entrando así en un círculo vicioso.

Adulterio y pornografía

Finalmente, el consumidor virtual de pornografía ciertamente es un adúltero. Jesucristo estableció que la codicia es adulterio. Nadie que esté atrapado en este vicio puede afirmar que no se encuentra esclavizado por la lujuria. En este caso, se encuentra en adulterio y, en el caso de que no haya un cambio evidente que incluya arrepentimiento, confesión y reforma, la parte inocente de la relación conyugal tiene derecho al divorcio. Jesús dijo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mat. 5:27, 28).

¿Somos conscientes de la gravedad del problema? Busquemos amparo en la gracia y en el poder del Señor, a fin de que seamos protegidos contra los ataques del enemigo.

Sobre el autor: Profesor de Teología en la Universidad Peruana Unión, Lima, República del Perú.