La sofisticación tecnológica y científica ha permeado todos los aspectos de la vida moderna. La industria nos promete hacer más cosas en menos tiempo, por medio de la tecnología. Se hace mucho énfasis en la rapidez de estas tecnologías, por medio de las cuales podemos comunicarnos con muchos al mismo tiempo. Pero, a pesar de todo esto, al parecer pasamos menos tiempo con nuestra familia.

Jamás deberíamos menospreciar la importancia de la cantidad y la calidad de tiempo que debemos pasar con nuestros hijos. Somos los principales responsables por el uso de ese tiempo, involucrándonos con nuestros hijos en diferentes actividades. Esta es una forma de rescatar los valores familiares, inculcando en los hijos lazos afectivos que fortalezcan la unidad entre los miembros de la familia. Esto les enseñará y los preparará para vivir en sociedad.

Beneficios

El descanso con la familia trae beneficios a todos sus integrantes. En los padres, deja el sentimiento del deber cumplido; en los hijos, les confirma que son amados y especiales. Las repercusiones de esos momentos pueden ser eternas. Es una inversión que no requiere grandes recursos financieros y contribuye a la salud física y mental de toda la familia. Por otro lado, no hacer esa inversión puede tener efectos negativos en la formación del carácter de los jóvenes y en la salud emocional de los adultos. Debemos dar a nuestros hijos lo mejor, es decir, nuestro tiempo y a nosotros mismos.

Apuro perjudicial

Hoy, casi todo se mide en términos de productividad. Impera la ley del marketing, por la cual todo debe funcionar bien y contribuir para el crecimiento académico o financiero. En un ambiente tal, somos inducidos a transmitir ese mismo modelo a nuestros hijos, haciendo que se sientan solo como si fuesen una inversión para el futuro. Como resultado, el tiempo de muchos niños ya está comprometido desde el momento que se despiertan por la mañana. Su agenda incluye la asistencia al colegio, a clases de música y de inglés, a citas con el dentista, a la práctica de deportes y otras actividades extra curriculares. El tiempo que sobra se rellena con el televisor, Internet o los videojuegos. Hoy, los menores son criados para sobrevivir en un mañana próximo, pero se les priva del valor que existe en el presente. Les robamos el derecho de tener padres participativos y dispuestos a orientarlos en sus actividades.

El mayor legado que podemos dejar a nuestros hijos es un carácter recto; no solo un diploma que los capacite para ganarse el sustento en un mundo competitivo. Los logros del hogar deben sobrepasar la vida del éxito capitalista, y deben llegar hasta el cielo.

¿Qué debemos hacer?

En términos prácticos, ¿qué debemos hacer para prestar una atención adecuada a nuestros hijos? Cada hijo exige una cuota diaria de atención conforme a su edad y madurez. Aunque no pretendemos tener la última palabra, a lo largo de los años hemos descubierto ciertas reglas que nos han ayudado bastante, las que compartimos con ustedes. Se pueden adaptar de acuerdo con las características de su familia.

Evite el exceso de actividades extracurriculares. No pretenda convertirse en una gigante intelectual, en detrimento de sus hijos. No busque convertir a sus hijos en prodigios antes de que tengan la madurez necesaria. Cada edad y cada nivel de madurez otorgan nuevas oportunidades de aprendizaje; no atropelle las etapas de su desarrollo. Cuando equilibramos el uso del tiempo, alcanza para todo. El menor obstáculo al desarrollo cegará consecuencias desagradables en la adolescencia y en la edad adulta.

1. Minimice el uso de la televisión y de Internet. Durante los momentos de descanso, apague la computadora. Su uso no puede ser considerado una actividad de descanso. Los aparatos electrónicos y tecnológicos no son un sustituto para la interacción familiar saludable.

2. No imponga sus intereses en los momentos de esparcimiento. Al jugar con sus hijos, hágalo de una manera que les guste, dentro de lo aceptable, y conquístelos por medio del ejemplo.

3. Observe con cuidado quién está jugando con sus hijos. Si no puede participar frecuentemente con ellos, procure conocer quién esta dirigiendo sus momentos recreativos y cuáles son las actitudes de los participantes; si existen comparaciones peyorativas, ofensas verbales, entre otras.

4. Si tuvo frustraciones en la infancia, no espere que sus hijos las resuelvan. Si usted siempre quiso ser un buen jugador de fútbol, pero no lo logró, no exija que sus hijos lo sean; eso les causará gran frustración. No se burle de él si no satisface sus expectativas.

5. No transforme los momentos de esparcimiento en un tiempo de competencia. En aquellas ocasiones, todos deben crecer juntos. El descanso y el juego forman parte de la vida. /No se tome las cosas tan en serio.’

6. Evite mezclar el esparcimiento con el trabajo. Deje de lado los compromisos, desconéctese mentalmente. No use ese tiempo para “aprovechar de hacer algo útil”. Acuérdese de que jugar es útil para usted y para sus hijos.

7. Enseñe a sus hijos a que aprecien la belleza de la vida. Al demostrar agrado por estar con la familia, está expresando que eso es bueno. Destaque la belleza de la naturaleza, de actividades como pintar, tocar algún instrumento, cantar, etc. Demuestre la belleza de vivir.

8. Sea creativo, dentro de los parámetros divinos. Disfrute del descanso indicado por Dios. “Hay una diferencia entre recreación y diversión. La recreación, cuando responde a su nombre, recreación, tiende a fortalecer y reparar. Apartándonos de nuestros cuidados y ocupaciones comunes, provee refrigerio para la mente y el cuerpo, y de ese modo nos permite volver con nuevo vigor al trabajo serio de la vida. Por otra parte, se busca la diversión para experimentar placer, y con frecuencia se la lleva al exceso; absorbe las energías requeridas para el trabajo útil, y resulta de ese modo un obstáculo para el verdadero éxito en la vida” (La educación, p. 207).

Finalmente, debemos vivir la esencia del mensaje de Gálatas 2:20: “Ya no vivo yo”. Es decir, necesitamos destronar el “yo” de nuestro corazón, colocando a Cristo en primer lugar. El “yo” entorpece la vida en familia. Incluya a todos los miembros de la familia en las actividades de recreación y esparcimiento. Invierta tiempo con su familia. Usted será la persona más beneficiada.

Sobre el autor: Profesores de Teología en la Universidad Peruana Unión, Rep. del Perú.