La palabra “anciano”, traducida del término hebreo zcqenit, significa señores, mayores (gente de edad). La primera vez que aparece esta palabra en la Biblia es para designar a Abraham, que estaba por morir, como un hombre “lleno de años” (Gén. 25:8).

La ancianidad tuvo gran importancia en el origen y la formación de las sociedades antiguas. Se dice que todos los ancianos de la tierra de Egipto, inclusive los de la casa de Faraón, fueron al entierro de José (Gén. 50:7). Los ancianos de los moabitas y madianitas fueron por orden de Balac a visitar a Balaam, para convencerlo de que maldijera al pueblo de Israel (Núm. 22:7).

Su función en el Antiguo Testamento

Durante la primera etapa del desarrollo de los israelitas, éstos eran nómades y vivían en tiendas (Gén. 12:8), y viajaban con sus rebaños. Su organización era de tipo tribal, tenían un jefe por guía, a quien respetaban y obedecían. En tiempos de Abraham, Isaac y Jacob, a esos jefes se los llamaba patriarcas. Cuando crecieron las familias israelitas, surgieron nuevos patriarcas, es decir, jefes de familias (Gén. 45:18; Lev. 20:5; Jos. 22:14).

Durante el cautiverio egipcio ese sistema patriarcal no desapareció. Poco a poco esos jefes de familia se fueron volviendo ancianos. Cuando Moisés fue a Egipto para liberar al pueblo de Israel, reunió a los ancianos (Éxo. 3:16). En el desierto, por indicación divina, Moisés eligió setenta ancianos para que lo ayudaran a administrar y juzgar al pueblo (Éxo. 18:21-28). Posteriormente Dios derramó su Espíritu sobre ellos, y de esta manera los confirmó en su obra (Núm. 11:24, 25).

Después de la etapa del desierto parece que cada ciudad tema su propio cuerpo de ancianos gobernantes (Deut. 22:15-18; Juec. 8:14). La nación también llegó a tener su cuerpo de ancianos (1 Sam. 8:4). Éstos, reunidos, le pidieron a Samuel que les pusiera un rey. En los días de Jesús los ancianos todavía ejercían una gran influencia (Mat. 27:1).

Las prerrogativas de los ancianos en el Antiguo Testamento eran juzgar al pueblo (Éxo. 18:21, 22), representar a la comunidad (Éxo. 19:7, 8), administrar (Núm. 11:16, 17, 24, 25), proteger la ley y el testimonio (Deut. 31:9), preservar la tradición (Deut. 11:5, 6) y guiar al pueblo (Isa. 9:15, 16).

En el Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento al anciano se lo designa mediante el término griego presbúteroi, es decir, presbítero. Esa palabra se empleaba para designar a las personas dignas que gobernaban las ciudades, juzgaban y aconsejaban. Cuando la expresión aparece en el Nuevo Testamento, ya está relacionada con el liderazgo en la iglesia (Hech. 11:29, 30).

La primera elección de ancianos en la iglesia se llevó a cabo bajo la conducción de Pablo y Bernabé en las ciudades asiáticas de Listra, Iconio y Antioquía (Hech. 14:23). Pabló le pidió a Tito que hiciera lo mismo en Creta (Tito 1:5). En Mileto, el apóstol se refirió a los ancianos como obispos constituidos por Dios (Hech. 20:17, 18). La palabra obispo es la castellanización del término griego epískopos, que significa sobreveedor, superintendente, alguien que supervigila. En ese caso debían actuar como pastores (2 Ped. 5:1, 2), administradores (1 Tim. 3:4, 5), maestros (1 Tim. 3:2; 2 Tim. 2:2), predicadores (1 Tes. 5:17), guardianes de la doctrina (Tito 1:9) y evangelistas (2 Tim. 4:5).

Requisitos

De los escritos del Antiguo Testamento y el Nuevo podemos extraer las principales características de los ancianos. Debían ser hombres capaces, temerosos de Dios, veraces, exentos de avaricia (Éxo. 18:21). También debían ser irreprensibles, maridos de una sola mujer, sobrios, honestos, hospitalarios, aptos para enseñar, temperantes, mansos, generosos, equilibrados, pacíficos y pacificadores, con experiencia. También debían tener buen testimonio de los de afuera y ser buenos jefes de familia, en caso de ser casados (1 Tim. 3:1-7; Tito 1:6-9).

Como líderes de la iglesia, se los debía tratar con honra (Lev. 19:32) y respeto (Isa. 9:15). Pablo se refirió a ellos como dignos de doble honra en la comunidad donde vivían y en la iglesia a la cual asistían (1 Tim. 5:17). No se debían aceptar las acusaciones sin fundamento en contra de su carácter o sus procedimientos, a menos que fueran confirmadas por lo menos por dos o tres testigos (1 Tim. 5:19). Los que pecaban públicamente debían ser reprendidos en público con él a fin de que fueran ejemplo a los demás, pero sin parcialidades, ni negativas ni positivas (1 Tim. 5:20, 21).

En la actualidad

Hoy el anciano debe ser alguien que reúna todas las características que aparecen en los textos bíblicos a los que nos hemos referido. Elegido por una iglesia organizada, debe desempeñar esa función con amor y santidad, reconociendo la sagrada responsabilidad que se le ha conferido por medio de la imposición de manos.

“Los que ocupan el puesto de sub-pastores deben cuidar diligentemente la grey del Señor. La suya no debe ser una vigilancia dictatorial; en cambio, debe tender a animar, fortalecer y elevar. El pastorado significa más que sermonear; es un trabajo ferviente y personal” (Los hechos de los apóstoles, pp. 433, 434).

Es importante que reflexionemos en las palabras del fallecido pastor Robert Pierson, ex presidente de la Asociación General de la Iglesia Adventista: “La iglesia de Dios no necesita hoy líderes que estén luchando desesperadamente para marcar el paso de sus dirigidos. Lo que la iglesia necesita en esta hora es líderes que vayan adelante con el fin de mostrar el camino y dar ejemplo”.

Sobre el autor: Presidente de la Asociación de Minas del Sur, Brasil.