Una comisión de liturgia puede ayudar a mejorar la calidad de la adoración.

Al dirigirse a la casa de Dios, el adorador está en busca de algo que satisfaga las ansias de su alma. Participa del programa, canta, entrega sus ofrendas y escucha un sermón. Generalmente, también se deleita con las bellas presentaciones musicales. Pero, no siempre participa del beneficio que fue a buscar. ¿Qué deberíamos esperar de un culto de adoración? Este artículo resalta la importancia del culto, indica algunos beneficios personales y colectivos que proporciona, y presenta una sugerencia que puede hacerlo más efectivo.

Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, el culto a Dios es presentado como algo prioritario. La disposición geográfica de los diversos miembros de la comunidad israelita en el desierto ilustra la importancia del culto. Los sacerdotes, responsables de guiar al pueblo en la experiencia de la adoración, habitaban cercanos al Santuario. Después estaban situados los levitas, responsables por los servicios necesarios para el culto. Luego, se localizaba el pueblo en general. El mensaje era claro: la actividad central de una comunidad de fe debe ser el culto.

La lista de los héroes de la fe, en Hebreos 11, comienza mencionando a Abel, que priorizó la correcta adoración y fue elogiado por el Señor. A continuación, es mencionado Enoc como alguien que anduvo con Dios. Nuevamente, vemos resaltada la importancia de alabar a Dios, en una experiencia de afecto y compañerismo. Apocalipsis 14 revela que la iglesia del tiempo del fin tiene una misión: adorar a Dios, el Creador, y glorificar al Cordero divino que quita el pecado del mundo. “La obra de la iglesia es la adoración. Esta es su actividad principal”, afirma Holmes.[1]

Respuesta de amor

El ser humano fue creado para adorar. Como dijo Agustín, el hombre tiene sed de Dios. Tal ansia es solo el reflejo del intenso deseo que Dios tiene de relacionarse con nosotros. “Nuestro Redentor anhela que se lo reconozca. Tiene hambre de la simpatía y el amor de aquellos a quienes compró con su propia sangre. Anhela con ternura inefable que vengan a él y tengan vida”.[2]

El culto es una respuesta al amor divino. “Porque, ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crón. 29:14). Debemos alabarlo por lo que es y hace (Job 37:14), por su trato hacia su pueblo (Sal. 77:11-15) y también por la actuación maravillosa del Espíritu Santo (Hech. 2).

La prioridad, en el culto cristiano, es agradar al Creador. Todo lo demás que obtengamos será el resultado de ese acto. En las palabras de Harrison, lo que importa en el culto es que nos haga más parecidos a Jesús, de manera que las personas perciban que estuvimos con él.[3]

Para Dios lo mejor

El culto verdadero no está centrado en la gratificación de los sentidos, sino en ofrecer a Dios lo que él merece y espera de nosotros. Cada vez que nos aproximamos a Dios para alabarlo, debemos ofrecerle básicamente tres cosas:

  1. Alabanzas: himnos y cánticos (Heb. 13:15).
  2. Dádivas materiales: diezmos y ofrendas.
  3. Entrega personal: fidelidad y compromiso para servir (Rom. 12:1).

Cada congregación debe ofrecer a Dios el mejor culto posible. “Nuestras reuniones deben hacerse intensamente interesantes. Deben estar impregnadas por la misma atmósfera del cielo”.[4]

Algunas cosas afectan la calidad de la adoración que ofrecemos a Dios: promociones, algunos anuncios, invitados de última hora, falta de orientación de los oficiantes, partes inconexas, música impropia, entre otros detalles. Con respecto a eso, necesitamos ejercer mayor cuidado.

Beneficios

La iglesia que adora correctamente ofrece a sus miembros beneficios personales y colectivos. Entre los personales, podemos mencionar los siguientes:

  • Liberación de los pecados.
  • Claridad mental.
  • Visión espiritual.
  • Cura emocional.
  • Restauración de la personalidad.
  • Identificación con el prójimo.
  • Capacitación misionera.

Los beneficios colectivos son:

  • Relaciones satisfactorias.
  • Fortalecimiento de la fraternidad.
  • Desafío a la acción social.
  • Desarrollo cultural.

El liderazgo de la liturgia

A fin de alabar a Dios de manera más apropiada, muchas iglesias han descubierto la ventaja de indicar un director de liturgia.

Blackwood aconseja que “en cada ocasión de culto público, debería haber un líder de adoración que haya sido entrenado”.[5] Esa persona tiene a su cargo la planificación y la dirección del culto, en armonía con el pastor. Una de sus tareas es instruir a las personas acerca de cómo deben desempeñar bien las actividades a ellas confiadas. Las iglesias más grandes pueden establecer una comisión de liturgia, compuesta por entre tres y cinco personas.

El culto es prioridad para Dios. Y así debe ser para nosotros, individualmente, en la familia y en nuestras iglesias.

Sobre el autor: Traductor de TV Nuevo Tiempo, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] C. Raymond Holmes, Sing a New Song [Entonando un nuevo cántico], p. 48.

[2] Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 161.

[3] D. E. W. Harrison, Ways of Worship [Formas de adoración], p. 20.

[4] Elena G. de White, Joyas de los testimonios, t. 2, p. 252.

[5] Andrew Blackwood, The Fine Art of Worship [El delicado arte de la adoración], p. 20.