Lecciones que los predicadores pueden y deben aprender de la aviación.

Aprender a preparar sermones y aprender a pilotear aeronaves son actividades que requieren conocimiento preciso y sano juicio. Las similitudes entre preparar un sermón y pilotear un avión son especialmente esclarecedoras para los predicadores, pues tanto pilotos como predicadores tienen la responsabilidad de llevar a las personas con seguridad a un destino al que desean o necesitan ir. Como sucede en un vuelo rápido, en poco tiempo el predicador conduce a sus oyentes a elevadas alturas.

Los viajes aéreos y los sermones tienen fases y transiciones distintas, incluyendo la introducción, el desarrollo y la conclusión. El presente artículo extrae lecciones de la anatomía básica del vuelo, tales como preparación, destino, despegue, alcance de altitud y aterrizaje, aplicándolas a la preparación y la presentación del mensaje.

Preparación

Un vuelo seguro y un buen sermón comienzan, en verdad, con una buena preparación. Con el fin de obtener un óptimo desempeño, los pilotos y los predicadores necesitan adquirir una adecuada preparación física y mental para la labor. Evidentemente, los pilotos no deben volar cuando están cansados o enfermos.[1] Lo mismo puede ser dicho en  relación con el predicador que está cansado o enfermo. Aun el malestar más aparentemente insignificante, como el caso de un resfriado que afecta el tono de voz y la respiración normal, puede arruinar un buen sermón y debilitar las habilidades de comunicación.

  • Manual de operaciones. Se requiere de los pilotos que sigan las instrucciones que están contenidas en el manual elaborado para su plan de vuelo. Para el predicador de la Palabra de Dios, la Biblia permanece como su indiscutible e insustituible manual de operaciones y de predicación. En él, Dios, el Supremo Comandante, ordena a sus emisarios: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2). Esa palabra, útil para enseñar, reprender, corregir e instruir en justicia, nos asegura: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen” (vers. 17). Los predicadores competentes adoptan las Escrituras como su manual operativo.
  • Fuente de alimento para el crecimiento espiritual. Años atrás, una de las estrategias de mercadotecnia de las empresas aéreas, destinadas a atraer y mantener clientes, era ofrecerles alimento abundante y nutritivo; algunas compañías hasta disponían de servilletas de tela y cubiertos de plata. Pero ese buen tiempo ha pasado. Debido a la depresión financiera, el servicio de a bordo de las compañías aéreas decayó considerablemente. Hoy, los pasajeros deben contentarse con solo una bebida, algunos bizcochos o una barrita de cereales. Por otro lado, teniendo a la Biblia como la principal fuente de alimento y nutrición espirituales, ningún púlpito debería igualarse a la situación actual del servicio de a bordo de las compañías aéreas. Dios dio las Escrituras como un libro de recetas culinarias del Cielo, para el alimento espiritual de los “clientes” de nuestras congregaciones. Este alimento debe ser servido a la mesa del púlpito de modo tan abundante y atractivo que nuevas personas sean atraídas y continúen viniendo en busca de más comida.

* Trazar el recorrido. En la aviación, el éxito está centrado en torno de una cuidadosa planificación. Antes de la partida y antes de que los pasajeros entren en la aeronave, la tripulación revisa sus instrumentos electrónicos y mecánicos, y revisan la trayectoria del vuelo. De manera semejante, la predicación incluye planificación. “Los predicadores deben ser más que locutores que presentan la creación de otras personas”.[2] Necesitan componer sus propios sermones, nuevos y atractivos, para los oyentes.

Consumidos por los rigores del trabajo y de la vida diaria, aun los mejores predicadores pueden no disponer de tiempo suficiente para el “Ministerio de la Palabra”. Por ejemplo, los apóstoles estaban tan ocupados en ministrar las mesas que descuidaban la predicación de la Palabra de Dios. En vista de esa condición, los Doce reunieron a la comunidad de discípulos y le presentaron el problema: “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas” (Hech. 6:2). Escogieron entonces diáconos, cuyo trabajo asistencial los dejaba libres para que se dedicaran: “Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (vers. 4).

Destino

Al tener el destino del viaje como el punto central de la preparación del vuelo, los pilotos planifican un trayecto seguro, para llevar a los pasajeros al lugar al que necesitan llegar. Y se mantienen comunicados con la torre de control a fin de conocer las diversas circunstancias que pueden afectar el vuelo, las condiciones de aterrizaje, el tiempo de llegada y otros factores. Los buenos predicadores no solo inician y terminan el mensaje a tiempo, sino también permanecen en constante comunicación con Dios, que está en la torre de control, durante la preparación y la presentación del mensaje. Lloyd M. Perry escribió: “El hecho de seguir un método sistemático para la construcción del mensaje no excluye ni limita la guía del Espíritu Santo”.[3]

El autor Henry J. Eggold afirma que “todo sermón debe tener un blanco; tanto el predicador como la congregación deben conocerlo, si es que el predicador espera alguna respuesta. Cuando el oyente no sabe adonde quiere llegar el predicador, comienza a pensar en otras cosas y lo deja seguir, solitario, su camino”.[4] Sin un claro “destino”, el predicador se puede perder en el sermón y desencaminar al pueblo.

* Elección del destino del vuelo. Las personas viajan a lugares a los que necesitan o desean ir, al igual que muchos individuos van a la iglesia porque desean escuchar sermones que los ayuden a alcanzar los más elevados niveles de espiritualidad. Algunas ideas de sermones pueden ser teórica y bíblicamente correctas, pero pueden no ser relevantes para las necesidades del rebaño. Antes de decidir acerca de qué tema hablar, el predicador debe estar ligado a las necesidades de sus oyentes; necesitan saber que están yendo al aeropuerto de la vida a la que necesitan dirigirse. Todo sermón de éxito conduce a los oyentes de la Palabra a través de una trayectoria segura hacia un destino específico.

Despegue

Una de las maniobras más importantes de la aviación es el despegue, porque el error más insignificante cometido por el piloto puede resultar en un desastre. Comienza con el esfuerzo de la tripulación para llamar la atención de los pasajeros hacia las instrucciones específicas del vuelo, luego se hace el posicionamiento y, finalmente, se toma vuelo, o despegue propiamente dicho. De manera semejante, la introducción del sermón puede ser comparada con el despegue, en la aviación. Las personas toman asiento, antes del inicio del sermón, y el predicador capta la atención de todos y el mensaje despega.

Captar la atención de los viajantes es algo de gran importancia, incluso por razones de seguridad. Algunas personas que viajan frecuentemente tienden a ignorar los avisos y las demostraciones de las medidas de seguridad transmitidos por la tripulación. De igual modo, ciertos predicadores tienen dificultad para captar la atención de los adoradores que asisten regularmente a la iglesia. Muchos de esos hermanos están presentes en el culto las 52 semanas del año y, para captar su atención, son necesarios mucha ingeniosidad y cuidado, para evitar que la introducción haga previsible el sermón.

Durante el proceso de posicionamiento y de vuelo, los pilotos miran alrededor, para evitar la colisión con otra nave o cualquier otro obstáculo que pudiera surgir. El contacto visual también es muy importante en la predicación; y los buenos predicadores evalúan a su audiencia con los ojos. Una lágrima, una expresión de satisfacción, una frente fruncida; todo eso revela algo acerca del efecto del sermón sobre los oyentes. Los predicadores son “ordenados para predicar el evangelio, no solo para leerlo”.5[5]

En algunos aeropuertos mayores, el proceso de posicionamiento se demora tanto que da la impresión de que el piloto está llevando a los pasajeros a su destino por tierra y no por aire. Igualmente, la introducción de algunos sermones deja a los oyentes preguntándose si el predicador terminará alguna vez. Algunos eruditos de la predicación creen que la introducción de un sermón no debería representar más del 10 o el 15% de este. “Los predicadores no deberían emplear tanto tiempo preparando la mesa, de modo que le reste tiempo para comer”.[6]

En un despegue normal, la aeronave se zambulle en el aire[7] y, gradualmente, va ganando altitud, elevándose sola.[8] El sermón efectivo, a su vez, zambulle a la gente en su contenido, permitiéndole comprender y asimilar el mensaje.

Tomando altitud

Los pilotos y los predicadores pueden llevar a sus pasajeros a increíbles alturas. Cuanto mayor sea la altitud y menos el oxígeno disponible, más difícil será el vuelo. “El récord mundial de altitud para un avión fue establecido el 22 de agosto de 1963, cuando un X-15 alcanzó 107.960 metros”. [9] La mayoría de los aviones comerciales vuelan con cabinas presurizadas porque, de otro modo, los pasajeros no podrían sobrevivir a la falta de oxígeno. Cuanto más elevado sea el contenido de un sermón, más alto será el nivel de concentración y la capacidad de retención que la congregación necesita conseguir. Así, los predicadores deberían predicar a una altitud adaptada a su congregación.

La hipoxia es la condición producida por la falta de oxígeno. Payne Stewart, jugador profesional de golf, y otras cinco personas perdieron la conciencia debido a la hipoxia y murieron en un accidente aéreo cuando volaban de Orlando hacia Dallas, en 1999. A veces, el predicador es capaz de volar tan alto que su alocución deja a la audiencia sin aire. Además, este tipo de “hipoxi-homilética” no comunica el evangelio de modo apropiado. Algunas veces, las personas dejan a la iglesia bien impresionada con la elocuencia del predicador, pero sin una clara comprensión de la Palabra de Dios. No hay algo más inútil en la predicación que decir nada con elegancia.

Una agencia gubernamental que establece los procedimientos del vuelo, enfatiza fuertemente la necesidad de que los pilotos se formen el hábito de volar horizontalmente, en línea recta, sin desvíos. Aplicar este procedimiento a la predicación no ha sido tan fácil, aun cuando parezca lo contrario. Al comenzar con una buena preparación, la mente se convierte en un depósito repleto de ideas que vienen a la mente durante la presentación del mensaje. Para el predicador que no está preparado, que necesita de contenido para llenar los treinta minutos del sermón, es grande la tentación de insertar nuevas ideas a la disertación, aun cuando no estén totalmente relacionadas con el asunto abordado.

Los pasajeros y el piloto son beneficiados por la visión panorámica ofrecida por la ventana del avión. Así, la importancia de una ilustración, considerada la “ventana del sermón”, ha llevado a algunos especialistas a declarar que un sermón sin ilustraciones no debería ser predicado.[10] Las ilustraciones despiertan el interés de los oyentes, facilitan la comprensión de las verdades teológicas y pueden persuadir a la acción. “El tipo adecuado de ilustración provoca un cuadro mental en el que el oyente realmente ve el punto de aplicación”.[11]

Los registros de aviación describen el trayecto cubierto por una aeronave y lo cotejan con el combustible disponible. El récord mundial de un vuelo sin escalas ni reabastecimiento fue establecido en 1986, por un planeador que circundó el globo terrestre.[12]Por otro lado, a fin de que sea considerado inmortal, un sermón no necesita ser infinito; la capacidad humana de retención y concentración tiene sus limitaciones. Por eso, un sermón largo puede representar una sobredosis impuesta a la congregación, que puede quedar saturada de conocimiento e información.

Aterrizaje

Todo lo que sube, tiene que bajar. Los sermones y los viajes aéreos también deben tener comienzo y fin. En la aviación, el aterrizaje permanece como una de las fases más importantes del vuelo. Aproximadamente la mitad de los accidentes aéreos sucede en el momento del aterrizaje.[13] El vuelo no termina hasta que la aeronave es estacionada con seguridad en la terminal aérea y todos los pasajeros, juntamente con la tripulación, salen de ella. La conclusión del sermón y el aterrizaje del avión comparten semejanzas admirables cuando sermones y vuelos memorables llegan a un final feliz. En realidad, un aterrizaje perfecto ayuda a los pasajeros a olvidar cualquier otro problema que pueda haber surgido durante el viaje.

La conclusión del sermón y el aterrizaje en la aviación pueden ser divididos en tres fases íntimamente relacionadas entre sí: descenso, apoyo y cierre. El piloto y la tripulación informan a los pasajeros la proximidad del destino, proveen orientaciones de seguridad para el descenso y, una vez en el suelo, agradecen por haber escogido a la respectiva empresa aérea e invitan a volar juntos en el futuro. La conclusión del sermón, particularmente, resume lo que fue presentado y exhorta a la congregación a responder a lo que aprendió, produciendo frutos cristianos. Los oyentes, satisfechos, volverán al lugar en el que obtuvieron inspiración y recibieron mensajes relevantes para su vida diaria.

Algunos sermones electrifican a los oyentes; otros no hacen menos que electrocutarlos. La aviación ofrece a los predicadores excelentes ideas que les permiten producir sermones inspiradores y, por eso mismo, inolvidables. La próxima vez que se coloque junto al púlpito para alimentar espiritualmente a los santos con un sermón, condúzcalos en un viaje inspirador e inolvidable; después del cual nunca más volverán a ser los mismos hombres y mujeres.

Sobre el autor: Profesor del seminario de Teología de la Universidad Andrews, Estados Unidos.


Referencias

[1] Richard L. Collins, Flying Safely [Volando con seguridad] (Nueva York: Delacorte/E. Friede, 1981), p. 313.

[2] Michael Duduir, ed., Handbook of Contemporary Preaching [Manual de predicación contemporánea] (Nashville, TN: Broadman and Holman Publishers, 1991), p. 135.

[3] Lloyd M. Perry, Biblical Preaching for Today’s World [Predicación bíblica para el mundo de hoy] (Chicago, IL: Moody Press, 1979), p. 44.

[4] Henry J. Eggold, Preaching Is Dialogue [La predicación es un diálogo] (Grand Rapios, MI- Baker Book House, 1980), p. 23.

[5] H. M. S. Richards, Feed My Sheep [Alimenta mi rebaño] (Washington, DC: Review and Herald Publishing Association, 1958), p. 124.

[6] Floyd Bresee, Ministry (enero de 1991), p. 24.

[7]Airplane Flying Handbook [Manual de vuelo de un aeroplano] (U. S. Department of Transportation: FAA, 2004), pp. 2-5.

[8] W N. Hubin, The Science of Flight, Pilot-Oriented Aerodynamics [La ciencia del vuelo, aerodinámica orientada al piloto] (Iowa: Iowa State University Press/AMES, 1995), p. 208.

[9] David E Anderson e Scott Eberhardt, Undert’ tanding Flight [Comprenda la aeronavegación] (New York: Mcgraw-Hill, 2001), p. 185.

[10] Michael Duduit, Ibtd., pp. 199, 200.

[11] Lloyd M. Perry, Ibíd., p. 142.

[12] David F. Anderson, Ibíd., p. 189.

[13] John Ernsting y Peter King, Aviation Medicine [Medicina de la aviación] (Londres: Butterworths, 1988), p. 697.