Nunca se debe confundir las enfermedades, mentales o físicas, con la posesión demoníaca. Las Escrituras establecen una diferencia entre ambas.

La Biblia reconoce que es muy difícil para los seres humanos conocer el funcionamiento de la mente normal (Jer. 17:9). Más difícil aún es conocer una mente que presenta ciertas alteraciones. Una idea muy difundida entre las religiones populares es que una fuerza maligna es la causa de las enfermedades mentales. ¿Será realmente así?

La posesión demoníaca se produce cuando un demonio habita en una persona, ejerce influencia sobre ella y la controla directamente, con lo que se producen ciertas alteraciones en sus funciones psíquicas o físicas. Es necesario diferenciar la posesión demoníaca de la influencia o actividad demoníaca sobre alguien. En este último caso, el demonio obra desde afuera hacia adentro, mientras que, en la posesión, obra desde adentro y hacia afuera. De acuerdo con esta definición, el demonio no se puede apoderar de un creyente fiel, ya que en éste mora el Espíritu Santo. Además, no encontramos en la Biblia casos de fieles hijos de Dios que hayan sido afectados de esta manera; pero pueden sufrir de tal manera que causen la impresión de que están poseídos.

Clases de posesión

Generalmente se acepta el hecho de que existen tres clases de posesión demoníaca.

Pasiva interactiva. Es el caso de alguien que vive en pecado y que está dominado por ese poder. A esta clase se la llama pasiva, porque no aparece ningún trastorno visible; también es interactiva, porque la persona participa del mal consciente o inconscientemente. No es necesario realizar un rito especial para que alguien caiga bajo el poder del enemigo. El simple hecho de que no se entregue a Dios lo somete pasivamente al dominio del otro poder.

“A menos que nos entreguemos al dominio de Cristo, seremos dominados por el maligno. Debemos estar inevitablemente bajo el dominio del uno o del otro de los dos grandes poderes que están contendiendo por la supremacía en el mundo. No es necesario que elijamos deliberadamente el servicio del reino de las tinieblas para pasar bajo su dominio. Basta que descuidemos de aliarnos con el Reino de la luz”.[1]

“Todo aquél que rehúsa entregarse a Dios está bajo el dominio de otro poder. No es su propio dueño. Puede hablar de libertad, pero está en la más abyecta esclavitud”.[2]

Activa interactiva. Esta clase de posesión demoníaca se manifiesta en el espiritismo. En él, la gente entrega su voluntad al enemigo en forma activa. Un ejemplo de ello es el candomblé, religión y culto afrobrasileño, en el que se le rinde culto a los oríxos[3] por medio de cánticos y danzas, acompañados por ofrendas y el uso de instrumentos de percusión. En esta y otras formas de culto se les da preeminencia a las emociones, en detrimento de lo intelectual. Esos grupos se jactan de que Dios hace milagros en favor de ellos, cuando en realidad esos fenómenos son la obra de otro espíritu.[4]

Posesión abrupta. Se produce cuando el espíritu maligno toma posesión de la mente y el cuerpo de alguien que carece de defensas racionales y espirituales. Éste fue el caso del endemoniado gadareno (Mar. 5:1-17). Mateo menciona esta clase de posesión (Mat. 4:24). En los casos anteriores, el individuo de alguna manera presta su consentimiento, tanto para someterse como para librarse del poder del maligno. En la posesión abrupta, ciertamente no es así.

Los efectos de la posesión

De vez en cuando, según el registro bíblico, la posesión puede desencadenar una enfermedad física, como en los casos mencionados en Mateo 9:32 y 33, y Lucas 13:11 y 16. Elena de White explica que “los espíritus del mal procuran activamente controlar las mentes humanas. […] Satanás […] Hará enfermar a la gente y después quitará repentinamente de ella su poder satánico”.[5]

También se pueden manifestar disturbios mentales ocasionales, como en el caso del joven lunático que se arrojaba al fuego y al agua (Mat. 17:15). Eso no significa que necesariamente sea siempre así, o que cualquier perturbación mental o emocional se deba atribuir a los efectos de una posesión demoníaca. Nabucodonosor es un buen ejemplo de esto: pasó por una situación momentánea de alteración mental cuando Dios intervino; y el enemigo no tuvo arte ni parte en el asunto (Dan. 4:31-34).

A veces resulta muy difícil distinguir entre una posesión demoníaca y algunos cuadros típicos de psicosis. En estos casos, los pacientes, a veces, atribuyen su conducta a una orden divina, llevan a cabo actos violentos, se hacen daño a sí mismos y a sus familiares, y suelen llegar al homicidio. Por eso, es importante prevenir el agravamiento de una psicosis mediante un tratamiento profesional adecuado, que pueda evitar el desenlace violento e irreversible del caso.

Muchos cultos carismáticos, que apelan fundamentalmente a las emociones y a los sentidos, son un peligro latente para el frágil equilibrio psíquico de algunos enfermos psicópatas, que pierden totalmente el sentido de realidad y cometen actos irracionales que atribuyen a un mandato divino. Cualquier enfermedad orgánica o mental no siempre se puede atribuir a las fuerzas del mal, pues la Biblia establece una clara distinción entre ambas (Hech. 5:16). Esa actitud es incorrecta, porque reduce la importancia de la parte que cada cristiano debe ejercer en cuanto al cuidado de su propia salud; después de todo, muchas de las enfermedades que afectan a la gente en nuestros días son consecuencia del estilo de vida de cada cual.

Una clasificación de las enfermedades mentales

Las enfermedades mentales se pueden clasificar de la siguiente manera:

Originadas en trastornos de origen vascular, pueden ser causadas por un accidente vascular cerebral hemorrágico, más conocido como derrame cerebral, o accidente cerebral vascular isquémico.

Originadas en trastornos neuroquímicos de la función metabólica. Como ejemplos de este tipo de afección, tenemos la epilepsia, las depresiones, la esquizofrenia y las diversas psicosis.

Enfermedades cerebrales degenerativas. En este grupo se encuentra el mal de Alzheimer, una atrofia cerebral que da como resultado una pérdida paulatina de las funciones cerebrales. Hay otras formas de desórdenes neurológicos, como casos de esclerosis múltiple y el mal de Parkinson.

Muchas veces se nos ha alertado acerca del hecho de que gran parte de las enfermedades que hoy nos afligen tienen su origen en la mente, y que ésta debe ser bien protegida, pues, por medio de ella, Dios se comunica con nosotros.[6]

Síntomas que se prestan a confusión

Durante la actuación de un coro en un culto de adoración, una de las participantes cayó al suelo ante la sorpresa de los fieles. Dos robustos diáconos entraron inmediatamente en acción, y un médico que se encontraba en la congregación corrió en dirección de la sala pastoral, adonde habían llevado a la dama, dispuesto a socorrerla. Al entrar, vio a un grupo de hermanos orando, con las manos sobre la dama, reprendiendo al (supuesto) “enemigo” que habría causado esa incómoda situación.

El médico se acercó a la paciente, la examinó y, abriendo una botella de jugo de uva, del que se usa para la Santa Cena, le dio a beber un poco. Inmediatamente, ella recobró el conocimiento y reveló su problema de hipoglucemia; hasta ese momento no había ingerido ningún alimento, porque estaba ayunando ese sábado.

Tanto las enfermedades mentales como los casos de posesión demoníaca presentan síntomas parecidos, que se conocen como síntomas confundibles; por lo tanto, debemos tener mucho cuidado al evaluar a un paciente con aparentes señales de posesión. Cuando en alguien se produzca un disturbio mental, hágase, ante todo, una evaluación pastoral responsable, seguida de un diagnóstico médico clínico, psicológico o psiquiátrico.

La posesión demoníaca es diferente, y normalmente no aparece en los exámenes médicos, porque el cerebro está sano y la enfermedad es espiritual. Cuando equivocamos el diagnóstico en una afección mental o física, y la calificamos de dolencia espiritual, hacemos sufrir al paciente y a sus familiares. Una evaluación pastoral minuciosa, previa al examen médico, evitará que se produzcan diagnósticos equivocados. Agotadas esas instancias, se podrá presumir un caso de posesión demoníaca para administrar el tratamiento adecuado.

No es raro que los familiares y el mismo paciente sufran a manos de creyentes indoctos que intentan exorcizarlo y que, en definitiva, lo dejan librado a su propia suerte. La salud mental no sólo tiene que ver con la locura. Tampoco se debe atribuir a fuerzas satánicas la manifestación de cualquier alteración. Un enfermo mental debe ser examinado por un médico psiquiatra, pues la mayor parte de esas enfermedades se puede curar o controlar mediante un tratamiento adecuado, administrado por un profesional competente. Nadie que conozca a alguien que sufra de un desorden mental debe vacilar en buscar ayuda especializada.

Nadie que frecuente la iglesia y mantenga una relación normal con Dios podrá ser poseído por el demonio. El cristiano activo está unido a Dios, y rechaza la atracción del enemigo, que no tiene ningún poder sobre él. Mientras más cerca estemos del Señor, más lejos estaremos del enemigo. Una vida espiritual activa es la mejor prevención contra este flagelo.

El silogismo que todo cristiano debe recordar es éste: “Yo, como ser humano, soy frágil; el demonio es poderoso, pero Dios es el Todopoderoso. ¡Aleluya!”

Sobre el autor: Pastor del distrito de Puerto Iguazú, Misiones, Rep. Argentina.


Referencias

[1] Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 291.

[2] Ibíd., p. 431.

[3] Orixás: cada una de las divinidades de los cultos afrobrasileños que personifican aspectos de la naturaleza y/o las actividades humanas.

[4] Elena G. de White, El conflicto de los siglos, pp. 607-618.

[5] Maranata: El Señor viene, p. 146.

[6] Mente, carácter y personalidad, t. 1, pp. 72, 73.