Se convirtió por la Palabra

En Argentina llegó por casualidad a las manos de un hombre un ejemplar del Nuevo Testamento. Lo leyó, se convirtió y se volvió muy activo en conducir a otros a Cristo. Uno de los hermanos que convirtió fue llevado más tarde a un hospital. Durante su convalecencia estaba estudiando ávidamente su Testamento, cuando de repente, un asistente de mentalidad clerical se lo arrebató y lo arrojó por la ventana. Al caer, el Nuevo Testamento golpeó el hombro de un soldado que pasaba. Este se detuvo, recogió el libro del pavimento y comenzó a leerlo mientras continuaba su camino. Le interesó, lo llevó a su casa y finalmente, como consecuencia de esto llegó a ser un buen cristiano. — Missionary Review of the World.

Un ancla de esperanza

El Dr. Campbell Morgan relató el caso de un hombre que tenía un negocio que se le quemó en el incendio de Chicago. Llegó a las ruinas a la mañana siguiente trayendo una mesa consigo; la colocó entre los carbonizados escombros, y encima de ella puso esta optimista inscripción: “Todo se ha perdido excepto esposa, hijos y esperanza. El trabajo será reanudado como de costumbre mañana temprano.”

 El optimismo del cristiano se asemeja a éste; se eleva por encima de las circunstancias desfavorables: tiene su origen en el mismo Dios.

Huyendo del Pecado

En los días cuando la conversión de los niños no era objeto de tanta oración como ahora, una niñita solicitó ser miembro de una iglesia bautista.

 —¿Eras pecadora tú—preguntó un anciano diácono—antes de la conversión de que me hablas?

 —Sí, señor—contestó ella.

 —Bien, ¿y lo eres ahora?

 —-Sí, señor, siento que soy más pecadora que nunca?

 —Entonces, ¿de qué conversión me hablas.

 —preguntó él.

 —No sé cómo explicárselo—dijo ella, —pero antes era una pecadora que corría tras el Pecado, y ahora espero ser una pecadora que huya del pecado.

 La recibieron y por años fue una alegre y resplandeciente luz. Ahora se encuentra donde no necesita huir del pecado.