Parte II

El pastor debería ser un promotor de ocasiones especiales en su iglesia, con el propósito de que ésta se relacione más y mejor con el mundo, a fin de atraerlo a sus actividades e interesarlo en su mensaje. Estas oportunidades deben ser para que se conozca al pueblo de Dios y surja en el corazón de la gente el deseo de conocer también su razón de ser, que debe ser necesariamente considerado como evangelismo.

EL BAUTISMO

No puede haber una ocasión más importante que la de un bautismo. Es privilegio y sagrado deber del ministro el planear una ocasión tal con suficiente anticipación y con sabia prudencia a fin de que el mejor de los testimonios pueda impresionar el corazón de los presentes, haciendo que la iglesia rebose de asistentes, tanto de su seno como de fuera de ella de modo que, al hacerse el llamado, pueden responder con espontaneidad aquellos que hayan sido tocados con el poder del Espíritu Santo. Debe ser preocupación especial el que la gente sienta gozo en ponerse de parte del pueblo de Dios.

En la Iglesia Central de Montevideo hemos tenido recientemente una ocasión muy especial con motivo del bautismo de un preso. No hemos contado con gran presupuesto para obra evangélica, pero un bautismo tal, debidamente planeado y publicitado con la cooperación de los predicadores laicos, ha hecho conocer a la Iglesia Adventista y sus creencias, mucho más que abultados presupuestos en otras actividades.

En efecto, el bautismo debe ser una ocasión especial y como tal hay que planearlo y desarrollarlo, para alcanzar el mayor número posible de almas con el poder del mensaje, además de sentir la presencia divina en el rito.

CUMPLEAÑOS

A todo ser humano le resulta simpático que se recuerde su cumpleaños, y de manera especial a los niños y a los ancianitos. La iglesia suele celebrar a través de las divisiones de la escuela sabática los cumpleaños infantiles, pero rara vez lo hace con los veteranos. A través de los años, hemos creído que puede ser una oportunidad especial el que la iglesia fije una fecha en el año —preferiblemente un domingo—, y por la tarde se tenga una fiesta en la que se celebre el cumpleaños de todos, rindiendo homenaje especial a los que tienen 60 o más años. Una mesa preparada para ellos con flores y una torta especial hacen el lugar atractivo. Todos los miembros son invitados a participar y a traer algún comestible. Algunas hermanas preparan la torta de cumpleaños que puede tener un número 60, como indicación del número de años de los mayores, a quienes se agasaja especialmente. Si se hace el anuncio con suficiente anticipación, y no se hace el plan de que sea solamente para los que son miembros de iglesia, pueden ser incluidos los padres de quienes son adventistas, aunque no hayan abrazado nuestra fe; y viceversa, se puede invitar a hijos de hermanos que tienen 60 o más años, que no estén bautizados. Una ocasión tal despierta un espíritu de simpatía, aprecio y respeto hacia la iglesia; y si además de cantarles el clásico “Cumpleaños feliz”, se tiene un par de números especiales, esa velada puede ser una ocasión social y cristiana sumamente provechosa para trabar relaciones de lo más oportunas a fin de hacer conocer el mensaje y animar a quienes ya nos conocen, aunque sea parcialmente, a que miren hacia la iglesia como su iglesia.

DÍA DE LOS MUERTOS

Con toda seguridad creemos que los muertos nada saben, pero es igualmente cierto que como adventistas muchas veces hemos pecado en considerar que para los muertos no se debe hacer nada, y que cualquier cosa que se haga para ellos es idolatría. No siempre la iglesia ha sido bien mirada por los de afuera frente a esa posición nuestra. Hemos creído, no obstante, que manteniendo invariable nuestra posición y creencia de que los muertos nada saben, podemos sí, hacer algunas cosas en ocasión del día de los muertos, que pueden prestigiar a la iglesia, y presentar una oportunidad, de hacer conocer nuestra bienaventurada esperanza.

Es indiscutible que no debemos hacer nada por los muertos, pero también es indiscutible que debemos hacer mucho por los vivos. Y si bien es cierto que el mundo en esa fecha hace por los muertos cosas con las que no estamos de acuerdo, nosotros podemos aprovechar de la ocasión para recordar a los muertos, con el mensaje de esperanza y vida a los que están vivos, pero sin Dios y sin esperanza en el mundo.

En diversas ocasiones hemos ensayado la posibilidad de celebrar en los primeros días de noviembre un “acto in memoriam”. Invitamos a todos, adventistas y no adventistas a recordar a sus queridos que descansan. Ofrecemos llenar una tarjeta en la que consta el nombre del fallecido, fecha de fallecimiento y el nombre y dirección de quien lo recuerda. Al mismo tiempo tenemos preparado un buen ramo de flores y una persona encargada de depositarlo en el lugar indicado a su debido tiempo. Así, luego de comenzar el acto, decimos que en esta ocasión recordaremos la memoria de los seres queridos que nos acompañaron con su cariño y con su amor durante los días de su vida. Bajamos entonces a la plataforma en que se encuentra la mesa de la escuela sabática, y vamos leyendo los nombres de las tarjetas: Fulano de Tal, fallecido en tal fecha, le recuerda Fulano de Tal. Y así, mientras se van leyendo los nombres, se van colocando las tarjetas en círculo sobre esa mesa, mientras el órgano toca suavemente. El silencio que reina es impresionante. Una vez terminadas de colocar todas las tarjetas, mientras continúa el órgano, la persona encargada entra con el ramo de flores y lo coloca sobre la mesa, en el centro de ese círculo, de modo que las tarjetas rodean el ramo. La persona que colocó las flores permanece un momento en silencio mientras el órgano se silencia, y pasado un instante, se da por terminada esa parte. Los corazones están enternecidos, el alma tiene hambre y sed de promesas celestiales, y entonces presentamos un sermón sobre la esperanza de la segunda venida de Cristo y la resurrección de los fieles. Terminamos con una oración pidiendo que el Señor nos ayude a ser verdaderos cristianos para que en aquel día podamos encontrarnos con estos amados cuyos nombres hemos recordado, y que el Señor nos ayude a orar como nos enseñara el Maestro: “Venga tu reino”. Esta resulta una ocasión extraordinariamente feliz para que la gente se lleve de la iglesia remanente la mejor impresión, y la mire como el lugar en que su alma encuentra alivio, y su corazón esperanza. Habiendo quedado en nuestro poder las tarjetas con las direcciones, contamos con un potencial evangelístico de primera.

Compañero en el ministerio: ser pastor de la iglesia es privilegio maravilloso. Disponer de los talentos y ayuda de la feligresía es un don de posibilidades ilimitadas. Dios quiere usar a su iglesia, y usarnos a nosotros para aprovechar de tantas y tan buenas oportunidades que nos presentan las ocasiones especiales para anunciar el Evangelio. Quiera Dios que sepamos aprovecharlas al máximo. Quiera el Cielo que no sólo las que hemos presentado en estos artículos, sino muchas otras más, sean empleadas para representar dignamente ante el mundo y ante la iglesia misma, el poder transformador que Dios ha puesto al alcance de todos, para que, conociendo a Cristo, por nuestra influencia, puedan ser salvos.

Sobre el autor: Pastor de la Iglesia Central de Montevideo.