Sustitución

Un ministro alquilaba una granja cuyo dueño no era cristiano. Bien temprano una mañana, el granjero llamó al ministro para que lo acompañara al gallinero. En uno de los nidos había una gallina echada, y varios pollitos piaban bajo sus alas.

—Tóquela, pastor —le dijo el granjero.

El ministro obedeció y descubrió que estaba rígida, muerta.

—Mire la herida que tiene en la cabeza —continuó diciéndole el granjero—. Una comadreja le chupó toda la sangre de su cuerpo, y ella no se movió ni una sola vez por miedo de que la alimaña matara a sus pollitos.

—Oh, Jonás —dijo el ministro—, ¡así fue como hizo Cristo! Soportó los sufrimientos de la crucifixión, aunque pudo haber descendido para salvar su vida. Pero no lo hizo, porque nuestra redención dependía de su muerte. Si él se hubiera librado de la muerte, nosotros habríamos estado perdidos.

El granjero comprendió la lección. Lágrimas de arrepentimiento comenzaron a correr por su rostro, mientras con el corazón agradecido reconocía delante de Dios el valor de su don inefable.