El evangelismoha sido siempre la fuerza impulsora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. El evangelismo es esencial para el crecimiento y la supervivencia de la iglesia. Se ha dicho que si la iglesia dejara de evangelizar estaría a sólo una generación de su extinción. “Rescatad a los perdidos” es el santo y seña del evangelismo; y es también el objetivo fundamental de la educación adventista, porque el ministerio de la educación está diseñado para “restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor”.[1]

La educación adventista tiene el fin de llevar a cabo lo que implica la comisión evangélica (Mat. 28:19,20). No es mera coincidencia que los objetivos de la educación adventista estén inseparablemente unidos con los objetivos y propósitos de la iglesia, porque “en el sentido más elevado, la obra de la educación y la de la redención, son una”.[2]

Haga atractiva la verdad

Los seres humanos se sienten atraídos hacia las cosas hermosas y agradables. Por eso los perfumes costosos se envasan en frascos atractivos. Este principio se aplica también a la experiencia espiritual.

La verdad es siempre hermosa porque es creación de Dios. Pero, a fin de acentuar su belleza, debiera guardarse como una joya en un atractivo recipiente vivo, el vaso humano. Lamentablemente, el comportamiento pecaminoso de las personas empaña demasiado a menudo la pureza de la verdad de Dios. Los rasgos de carácter que exhiben los profesos seguidores de Cristo es lo que atrae o alejan a los hombres de Dios. La sierva del Señor expresó esta preocupación así: “Una de las maneras más eficaces de ganar almas para él consiste en ejemplificar su carácter en nuestra vida diaria. Nuestra influencia sobre los demás no depende tanto de lo que decimos, como de lo que somos. Los hombres pueden combatir y desafiar nuestra lógica, pueden resistir nuestra súplica; pero una vida de amor desinteresado es un argumento que no pueden contradecir. Una vida consecuente, caracterizada por la mansedumbre de Cristo, es un poder en el mundo”.[3]

A fin de atraer a otros y ganarlos para Cristo, los cristianos deberían vestir el traje más apropiado, lo que el profeta Isaías denomina “vestiduras de salvación” y “manto de justicia” (Isa. 61:10). Hay pocos lugares donde la presencia del fulgor divino es más esencial que en el ambiente escolar. Mientras que las instituciones seculares luchan básicamente por la excelencia académica, para las escuelas adventistas la excelencia moral y espiritual debiera ser lo principal. Notemos la siguiente observación: “Es el grado de poder moral que satura una escuela lo que constituye una prueba de su prosperidad. Es la virtud, la inteligencia y la piedad de las personas que componen nuestras escuelas, no su número, lo que debiera ser motivo de gozo y gratitud”[4]. La fortaleza moral de la institución no es sólo la prueba del clima de una escuela cristiana genuina, sino una poderosa fuerza evangelizadora.

Objetivos evangelísticos en las escuelas

Los estudiantes de las escuelas adventistas representan una amplia gama de intereses, creencias religiosas y actitudes. Esta mezcla constituye un desafío evangelístico que debe ser afrontado con el poder del Espíritu Santo.

Según el Informe Estadístico Mundial del Departamento de Educación de la Asociación General, en 1988 los estudiantes no adventistas constituían aproximadamente un tercio de los 737.630 que estaban inscritos en las 5.430 escuelas adventistas alrededor del mundo. Esto abarca tanto a no cristianos como cristianos de otras afiliaciones religiosas. La afluencia de estudiantes no adventistas en las escuelas adventistas prevalece especialmente en aquellos países donde la ley prohíbe hacer de la religión un factor determinante para aceptar o rechazar estudiantes. Esta situación presenta a los miembros adventistas de la familia escolar el gran desafío de reflejar la vida de Cristo, por precepto y ejemplo, ante los estudiantes no adventistas. Sólo así podrán conocer a Jesús, el autor de la vida eterna.

En la antigua cultura hebrea había hombres “consagrados a Dios”, que seguían normas éticas, sociales y religiosas prescritas; eran los nazareos. Algunos servían durante cierto tiempo, y otros durante su vida. Sansón fue declarado nazareo desde el vientre de su madre (Juec. 13:5).

En la moderna cultura académica adventista hay estudiantes que pueden ser llamados “nazareos adventistas”. Son hijos de padres adventistas que, en cierto sentido, son “consagrados a Dios”. Han vivido, por así decirlo, en un capullo espiritual, sin pasar por la dolorosa experiencia de la conversión. Sí, ellos creen en Cristo como su Salvador personal, pero no han pasado por las refinadoras “aflicciones del Evangelio” (2 Tim. 1:8). No han tenido que sufrir para dejar de beber, de fumar o abandonar compañías o entretenimientos cuestionables. Necesitan fortalecer su experiencia religiosa sobreprotegida de modo que puedan soportar las pruebas y las tentaciones. Como niños en la carne necesitan la nutritiva leche espiritual de la Palabra de Dios. A los “bebés en Cristo” Pablo les dijo: “Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía’ (1 Cor. 3:2).

Hay también un buen grupo de alumnos que casi han olvidado su primer amor por su Señor. Están atados a la iglesia por una hebra muy delgada. Están en nuestras escuelas sólo por los fervientes esfuerzos de sus padres, ministros y amigos cristianos. Muchos padres consideran a las escuelas adventistas como “ciudades de refugio” para sus hijos e hijas que están atrapados en el torbellino mundanal.

La ambivalencia religiosa y la incertidumbre que se observan en muchos jóvenes estudiantes de nuestras instituciones adventistas suponen un tremendo desafío para los educadores y los dirigentes educacionales de la iglesia. ¿Cómo podemos orientar a estos jóvenes para que sigan a Cristo? ¿Qué se puede hacer para que la verdad y el Autor de la verdad sean atractivos para ellos? ¿Qué estrategia evangelística podemos aplicar para ganarlos, conservarlos y elevarlos de modo que lleguen a ser vasos dignos de la verdad, poderosos predicadores del Evangelio y “conciudadanos de los santos”? (Efe. 2:19).

Enfoques Evangelísticos

Evangelismo en el aula de clases. Cada maestro debería llevar la perspectiva del evangelismo a su ministerio de la enseñanza. El aula de clase ofrece las mejores oportunidades para que los maestros adventistas impartan el conocimiento de Dios a sus alumnos.

Un maestro de primaria estaba dando instrucciones sobre la alimentación y citando algunos pasajes bíblicos para apoyar el punto de vista adventista acerca de la nutrición. La presentación no era, en ningún sentido, una crítica a lo que otras personas comen o beben. Los alumnos podían sentirse libres de hacer preguntas con respecto a los puntos que no alcanzaban a comprender bien. Un niño no adventista regresó a su casa esa tarde decidido a compartir con su familia lo que había aprendido en la escuela acerca de la sana alimentación. Se negó a comer ciertos alimentos preparados para la cena porque su maestro los había descrito como algo que no era saludable. Es fácil imaginar la confusión que se produjo en el seno de la familia. El incidente llevó al padre a hacer preguntas con respecto a la Biblia y eventualmente la familia entera aceptó el Evangelio. El maestro estaba ocupado en la enseñanza evangélica, un arte evangelístico que gana almas para el reino.

Predicación, estudios bíblicos, adoración y música. Se nos ha dado la responsabilidad de predicar la Palabra de Dios. Todo cristiano tiene el deber de compartir el amor de Dios con otros. Los pecadores deben oír la invitación divina a venir a él para hallar su perdón. Debemos presentar a Cristo como el mejor amigo y el Salvador de la juventud de nuestras escuelas. Sin embargo, Pablo nos advierte que debemos predicar la Palabra “con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2).

Es posible que no siempre sea placentero oír la verdad. Sin embargo, no importa cuán radical parezca la verdad para el alma irregenerada, será aceptada si se la expresa con amor (Efe. 4:15) y se la demuestra con amor (Jer. 31:3). Elena G de White describió la potencia del amor como “conmovedora y transformadora en su influencia”, y dijo que “tomará posesión de la vida de los pecadores y afectará sus corazones donde todos los otros medios han fracasado”.[5] La simpatía divina y la gentileza es la marca distintiva del método evangelístico de Cristo. Isaías lo describe poéticamente con estas palabras: “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare” (Isa. 42:3).

Las reuniones devocionales en las escuelas y en las iglesias son excelentes ocasiones para instruir a los estudiantes en los principios del sano vivir y de cómo establecer una sólida relación con Cristo.

La música también posee un atractivo especial para los jóvenes. A ellos les gusta cantar. Muchos estudiantes creen que su conversión se debe a algún himno que escucharon o a la influencia de un grupo coral al que se unieron en algún momento. En el Instituto Adventista de Saléve, en Collonges, Francia, y en la Unión Franco Belga, se han organizado varios coros con propósitos de testificación. Y esos coros no sólo han ayudado en esfuerzos evangelísticos, sino que 30 de sus miembros también iniciaron así el camino que los condujo hacia el bautismo. Este melodioso enfoque ganador de almas es practicado por muchas instituciones adventistas alrededor del mundo.

Relaciones personales. Los administradores de la institución y los miembros del personal docente tienen muchas oportunidades de cultivar buenas relaciones personales con los estudiantes. Establecer puentes entre los profesionales y los estudiantes es muy importante en la obra de ganar almas.

Yo sólo tuve la oportunidad de estudiar en una escuela cristiana hasta mi último año de nivel superior, y nunca olvidaré a mi maestro de Biblia que se interesó en mí cuando era un estudiante nuevo en el colegio. Yo no era un alumno problema, pero en mis tres años de estudios de preparatoria adquirí algunas ideas que, si hubieran florecido y fructificado, habrían impedido mi desarrollo y mi éxito. Este excelente maestro cristiano me demostró su paternal preocupación al respecto. Algunas noches, cuando pasaba cerca del dormitorio de varones, me invitaba a que le acompañara a estudiar el misterio del cielo estrellado. Yo sabía que él no estaba interesado tanto en las estrellas como lo estaba en mí. De hecho, su capacidad para identificar las estrellas era bastante limitada, pero logró infundir en mí el deseo de que la bondad de Cristo brillara en mi corazón. ¡Qué sentimientos más reconfortantes me invadían cuando este hombre de Dios oraba fervientemente para que la misericordia y la dirección del Señor se manifestaran en mi vida!

Puedo dar testimonio de que el ministerio personal de ese maestro de Biblia hizo una diferencia en mi vida, y de que sus esfuerzos han sido ampliamente recompensados. Elena G. de White lanzó un desafío a los maestros de las escuelas adventistas. Dijo: “Desde el grado más elevado hasta el más inferior debiera mostrarse especial interés en la salvación de los estudiantes y debiera tratarse, por medio de esfuerzos personales, de conducir sus pies por sendas de rectitud”.[6]

Algunas escuelas adventistas han formulado un plan para facilitar la interacción personal entre estudiantes y maestros a través del sistema que se ha dado en llamar Relaciones Sociales para Salvar. A medida que los maestros y los alumnos conviven socialmente, establecen lazos de amistad que facilitan la comunicación en asuntos más serios, como por ejemplo, sus relaciones con Cristo.

Adopción de fin de semana en un hogar cristiano. El método evangelístico más eficaz para ganar almas es la relación o el trabajo personal. Esto se puede realizar mejor en un ambiente familiar.

En un colegio con internado los maestros invitan a los estudiantes a pasar con ellos el fin de semana. Así, los estudiantes se convierten en miembros adoptivos de la familia durante el fin de semana y participan de las tareas del hogar y en las actividades religiosas de la familia. Por supuesto, las relaciones no terminan con el fin de semana. El estudiante se identifica con la familia como miembro sustituto del hogar. El cultivo de las afinidades con la familia de Dios en la tierra ayuda a despertar el deseo de estar con la familia de Dios en el cielo.

Programas pastorales. La Universidad Adventista Coreana de Sahmyook (UAC), en Seúl, Corea, ha aceptado en el pasado un gran número de estudiantes no adventistas porque la discriminación por causas religiosas es ilegal en Corea. Para hacer frente a este desafío la institución ha desarrollado el “Programa Departamental del Pastor” (PDP) y el “Programa de Pastores Asociados” (PPA).

En el PDP se asigna a un pastor de teología como pastor de uno o más departamentos académicos. Sus responsabilidades pastorales son adicionales a su carga académica regular. El profesor de teología tiene como asistente a un profesor laico dentro del departamento, quien aconseja, da estudios bíblicos y orienta a los estudiantes para que aprecien los valores espirituales.

Los estudiantes de teología participan en el PPA. Estos se hacen amigos de los no adventistas, luego los invitan a asistir a algunas clases de camaradería donde se dan estudios bíblicos. A través de estos programas para ganar almas UAC logra una excelente cosecha anual de almas.

“La educación cristiana no puede ser cristiana a menos que sea evangelística. Consiste en ganar, conservar y afirmar en la fe a todos aquellos que han sido puestos bajo nuestra responsabilidad”.

Algunas instituciones adoptan el enfoque “amistad”. Estudiantes adventistas maduros, sin importar su nivel académico, protegen a los estudiantes no cristianos o no adventistas, ayudándoles en su búsqueda de comprensión del problema religioso y de cómo establecer una relación con Cristo.

Adiestramiento de discípulos para el servicio

Un ministro preparado es una honra para Dios. Por causa de la diversidad de grupos y personas que un moderno testigo del Evangelio tiene que afrontar, una preparación formal para el ministerio se hace necesaria. Tenemos un claro mensaje dado a la iglesia: “Deben trazarse planes sabios para fortalecer la obra hecha en nuestros centros de educación. Hay que dar estudio a los mejores métodos para habilitar a hombres y mujeres jóvenes para que puedan llevar responsabilidades y ganar almas para Cristo”.[7] Más adelante Elena G. de White aconsejó: “La educación de estos hombres y mujeres jóvenes es de importancia fundamental en nuestros colegios y bajo ninguna circunstancia debería ignorarse o considerarse como un asunto secundario”

Nuestras escuelas tienen la capacidad para preparar obreros que puedan hacer frente a los desafíos de nuestros tiempos. El objetivo de nuestro sistema educativo debería ser, como lo expresó Charles Oliven “Cada alumno un cristiano; cada cristiano un obrero; cada obrero bien preparado”.

Si bien consideramos que el adiestramiento ministerial es importante como preparación para testificar, no deberíamos olvidar el papel y la importancia del poder del Espíritu Santo. Dios puede usar a cualquier persona —independientemente de sus logros académicos— si se consagra totalmente al servicio del Señor.

Las escuelas adventistas como centros de evangelismo

Los colegios adventistas son centros de evangelismo donde los administradores, los maestros y los estudiantes, no importa cuál sea el curso que estudien, pueden funcionar como evangelistas. Estas instituciones son fuentes de inspiración espiritual que despiertan en los jóvenes un fuerte deseo de relacionarse con Cristo.

En el Colegio de Mountain View (CMV) en las Filipinas, y en el Colegio de la Unión Indonesia (CUI) varios estudiantes musulmanes se han convertido al cristianismo. Un joven musulmán que estudiaba en CUI llegó a ser presidente de la Unión Indonesa y los jóvenes que terminaron sus estudios en CMV ocupan ahora importantes puestos de responsabilidad en la obra denominacional. Un educador cristiano destacó con claridad la importancia del evangelismo en estas breves palabras: “La educación cristiana no puede ser cristiana a menos que sea evangelística. Consiste en ganar, conservar y afirmar en la fe a todos aquellos que han sido puestos bajo nuestra responsabilidad. Fallar aquí es fallar en la razón fundamental de nuestra existencia y de nuestro servicio. El evangelismo en la escuela es un evangelismo que se hace a través de la enseñanza. Supone vivir la vida cristiana. El evangelismo es la gran razón de ser de la educación cristiana”.[8]

Las instituciones adventistas no deberían usar todo su tiempo y recursos para ministrar a su propio rebaño. Tienen la responsabilidad de compartir las buenas nuevas más allá de las fronteras de sus planteles. Cada sábado por la mañana sale del Colegio de Mountain View, en las Filipinas, una flotilla de jeeps y camiones viejos de la segunda guerra mundial llena de estudiantes y maestros que se esparcen por las carreteras y caminos rurales para predicar el Evangelio en las comunidades que rodean al colegio. Otros estudiantes toman las tortuosas sendas de las montañas, a pie, para reunirse con los grupos que se congregan en lugares inaccesibles para los vehículos motorizados. Actualmente hay veintenas de iglesias que salpican las laderas de las colinas y los valles alrededor del CMV como resultado de los esfuerzos evangelísticos de los estudiantes y maestros. Pero esta experiencia no es exclusiva de este colegio. Es un ejemplo de lo que los educadores adventistas y sus estudiantes están haciendo para esparcir el mensaje de salvación en muchas otras partes del mundo.

Sobre el autor: Agripino C. Segovia, PH. D., es director asociado del Departamento de Educación de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día.


Referencias

[1]Elena G. de White, La Educación (Mountain View, Ca.: Publicaciones Interamericanas, 1974), pág. 13.

[2] Id., pág. 27.

[3] El Deseado de todas las gentes (Bogotá: Asociación Publicadora Interamericana, 1955), pág. 115.

[4] Testimonies for the Church, tomo 6 (Mountain View, Ca.: Pacific Press Publishing Association, 1948), pág. 143.

[5] Id., tomo 2, pág. 135.

[6] Id., tomo 6, pág. 152.

[7] Consejos para los maestros (Mountain View, Ca.: Publicaciones Interamericanas, 1971), pág. 510.

[8] H. W. Byrne, Christian Education for the Local Church (Educación Cristiana en la Iglesias local) (Grand Rapids, Michigan: Zondervan Publishing House, 1973), pág. 24.