Nada es más necesario que un precioso “esqueleto” para que nuestros sermones no se vengan al suelo.

Los huesos tienden a repeler antes que a atraer. Solemos retroceder ante la horrible mirada de un cráneo, y a veces utilizamos esqueletos para asustar a la gente. Hablamos de los ominosos “secretos vergonzosos” (skeletons in our closets), sugiriendo que un esqueleto es algo que debe estar oculto y de lo cual debemos avergonzarnos.

Los huesos no atraen. Sin embargo, póngales piel y músculos y los encontrará hermosos. En realidad, sin huesos, la piel y los músculos del atleta perfectamente proporcionado y de la bella dama se caerían al piso; serían un bulto inútil y sin atractivos. Los esqueletos no son hermosos, pero sin ellos no habría belleza humana.

En la predicación, llamamos esqueleto al bosquejo o a la organización del sermón. Sobre este esqueleto enganchamos los músculos de nuestra evidencia bíblica, nuestros argumentos lógicos y nuestro contenido práctico. Luego le agregamos la piel de nuestra manera de expresarnos y lo llamamos “sermón”.

Como predicadores, algunas veces estamos tentados a tratar como más importantes el contenido y la exposición del sermón, mientras consideramos que el esqueleto o bosquejo no es importante e incluso es innecesario. Debemos recordar que los músculos y la piel son de poco valor sin los huesos.

Observe las tres maneras como el esqueleto del sermón se parece al esqueleto humano.

  1. Ambos son necesarios. Los huesos hacen que el cuerpo trabaje, y la buena organización hace que el sermón funcione.

La buena organización ayuda a que los oyentes escuchen. La diferencia entre una comida de cinco platos y un salpicón está en su organización. Los comensales prefieren que el cocinero sirva por separado y en su debido orden el aperitivo, la sopa, la ensalada, el plato principal y el postre. Si el cocinero mezcla los ingredientes que componen estos cinco platos y los sirve como un salpicón, los comensales se quejarán.

La naturaleza humana instintivamente desea el orden. En realidad, escuchar un sermón desorganizado puede ser tan frustrante para la ama de casa que tiene un lugar preciso para cada cosa en su cocina, y para el hombre que guarda todas sus herramientas con un orden determinado en su banco del taller, que pueden pasar por alto el mensaje y perder la bendición.

La buena organización ayuda a que los oyentes entiendan. Observe los capítulos de un libro o los artículos de una revista. Casi invariablemente los subtítulos dividen y simplifican el contenido. Si los escritores muestran sus esqueletos para hacer que su trabajo sea más comprensible, es doblemente importante que los oradores también lo hagan. Los lectores pueden retroceder y releer lo que pasaron por alto o entendieron mal. Los oyentes no.

Por eso, el titulo de un sermón no debería estar totalmente desconectado de lo que vendrá después. Antes bien, cada parte aumentará la comprensión de los oyentes al explayarse sobre los puntos previos.

 La buena organización ayuda a que los predicadores sean lógicos. Organizar un bosquejo fuerza al predicador a determinar qué idea es el árbol, cuáles son las ramas del árbol, y cuáles son las ramas de las ramas.

La buena organización ayuda tanto al predicador como a los oyentes a recordar, lo que

proporciona ventajas adicionales. Gracias al uso del bosquejo fácil de recordar, un predicador puede incluso predicar sin notas. Y cuando los oyentes se marchen recordando el bosquejo del sermón o sus partes, el sermón permanecerá en ellos más tiempo.

  • Ambos son poco notables. El esqueleto es esencial para la belleza humana, pero usted no lo exhibe por todas partes. Antes bien, da importancia a los músculos y a la piel. El esqueleto es esencial para un sermón, pero usted no deberla permitirse mostrarlo demasiado. Antes bien, centre su atención sobre el contenido y la exposición.

 Haga sermones, antes que títulos de sermones, con lecciones inteligentes y únicas. Cuídese de títulos como “Tibia, pechuga, espinazo” o “Comentador, dictador, titubeado.” Use tales títulos solo si dicen exactamente lo que usted desea decir, y no solo porque son originales. Incluso la aliteración (“Prermanencia, precio, poder”) puede ser una exageración.

La originalidad es buena, pero es secundaria. Siempre debe primar la claridad antes que la originalidad. Sus oyentes necesitan pensamientos profundos expresados con sencillez y aplicados prácticamente.

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  • Ambos son variados. Los esqueletos humanos varían ampliamente: desde el alto hasta el corto, desde el ancho hasta el angosto. Los esqueletos que varían considerablemente de semana a semana impiden que los oyentes se aburran de sus predicadores.

Varíe la forma en que hace las transiciones dentro de sus sermones. Algunas opciones son:

a. Numérica: “Primero…” “Segundo…” “Tercero”.

b. Retórica: “¿Por qué Dios nos ama?” “¿El ama más a los cristianos que a los no cristianos?”

c. Expositiva: “Lea la siguiente porción del texto o pasaje”.

d. Geográfica: “Aposento alto”. “Getsemaní”. “Patio de Caifás”.

e. O simplemente anunciar cada división: “Siguiente, notemos…”

Los huesos no son hermosos, pero no existe belleza humana sin ellos. La próxima vez que predique, sostenga su contenido espiritual y ferviente exposición con un esqueleto simétrico, y así hará que la carne de su sermón atraiga a sus oyentes hacia Jesús.

Sobre el autor: Floyd Bresee es secretario ministerial de la Asociación General.