¡Con la asistencia de todas estas oraciones, sentí que podía manejar cualquier desafío durante el año que se aproximaba! Y así fue.

El año que pasó fue el año más productivo para el evangelismo que jamás hemos tenido. Nuestra iglesia también prosperó financieramente. Grandes milagros están ocurriendo gracias al ininterrumpido apoyo de mis socios en la oración.

¡Apenas puedo creer que hayan ocurrido dramáticos cambios en mi ministerio! Todo comenzó hace un año cuando aprendí por experiencia propia el concepto del compañerismo en la oración personal.

Por años había anhelado que los hermanos varones de la iglesia oraran por mí. Podía contar con dos dedos de la mano a los hermanos varones que habían tomado tiempo para apoyarme como su pastor mediante la oración. Un anciano se detenía en mi oficina de vez en cuando para orar conmigo. Otro oraba conmigo después de una reunión administrativa difícil. Estas eran experiencias muy valiosas para mí, pero no significaban mucho, si consideramos que ya habían transcurrido diez años de mi ministerio.

Hice una encuesta informal entre mis compañeros y descubrí que yo no era el único pastor de mi asociación que carecía de comunión a través de la oración con los ancianos locales. Aunque todos expresaron su necesidad en ese sentido, pocos habían experimentado poco más que instancias esporádicas de apoyo en la oración. Un pastor me dijo que siempre sintió la necesidad de que los ancianos oraran con él justo antes de pasar al pulpito para predicar. Él les había expresado su deseo de que oraran para que el poder del Espíritu Santo lo ungiera al hablar, pero ellos no parecían sentir esa misma necesidad.

Base bíblica para el apoyo en la oración

El concepto de apoyo en la oración para el liderazgo espiritual tiene sus raíces en la Escritura. En el libro de Éxodo hallamos a Moisés yendo de una situación desesperada (necesidad de agua para su pueblo) a una solución milagrosa (agua de la roca). Pero de repente se halló frente a otra crisis mayor: los amalecitas atacaron el campamento. Inmediatamente comisionó a Josué para que dirigiera a los hombres de Israel en la batalla mientras él subió a la cumbre de una colina y elevó sus manos en oración. Los resultados fueron notables:

“Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalee” (Exo. 17:11).’

Aarón y Hur entendieron lo que estaba ocurriendo. Rodearon a Moisés y sostuvieron sus manos en alto a fin de que Josué pudiera prevalecer en la batalla contra el enemigo.

“Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra; y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalee y a su pueblo a filo de espada” (vers. 12,13).

Creo que ya se dio cuenta usted que Aarón y Hur fueron los primeros socios en la oración de un líder espiritual. La asistencia que brindaron a Moisés capacitó a éste para que continuara orando de modo que Josué pudiera ganar la batalla.

Un simbolismo apremiante

Permítanme sugerir algunas aplicaciones para nosotros en la actualidad. Veo a Moisés como representante de nuestro liderazgo, ya sea que sirvamos como pastor, maestro, administrador, evangelista, o anciano local de iglesia. Al igual que Moisés, debemos mantenernos dependientes de Dios a través del vínculo de la oración. Observemos que Moisés no salió a pelear contra el enemigo. Él se apresuró a orar.

Ahora, ¿a quién simboliza el guerrero Josué? En hebreo el nombre Josué significa “Jehová es salvación”, y en griego se traduce como “Jesús”. ¡En realidad, el que pelea nuestras batallas es Jesús! Sólo él puede conquistar y vencer al enemigo. Mientras nos mantengamos orando, Jesús peleará nuestras batallas. Si dejamos de orar, la batalla se perderá.

Ahora veamos el tercer símbolo, el apoyo sostenido de Aarón y Hur. A pesar de las deficiencias de estos dos colaboradores Moisés necesitaba su apoyo en la oración. Sin él, hubieran experimentado grandes pérdidas. El liderazgo espiritual de hoy necesita gente que brinde su apoyo en la oración como lo hicieron Aarón y Hur. Elena G. de White observó: “Feliz es el ministro que tiene fieles Aarones y Hures que fortalezcan sus manos cuando se cansan y las levanten por la fe y la oración. Un apoyo tal, es una poderosa ayuda para los siervos de Cristo en su obra y muchas veces logrará que la causa de la verdad triunfe gloriosamente”.[1]

“Al soster Aarón y Hur las manos de Moisés, mostraron al pueblo que su deber era apoyarlo en su ardua labor mientras recibía las palabras de Dios para transmitírselas a ellos. Y lo que hizo Moisés también fue muy significativo, pues les demostró que su destino estaba en las manos de Dios; mientras el pueblo confiara en el Señor, él combatiría por ellos y dominaría a sus enemigos; pero cuando no se apoyaran en él, cuando confiaran en su propia fortaleza, entonces serían aún más débiles que los que no tenían el conocimiento de Dios, y sus enemigos triunfarían sobre ellos”.

“Como los hebreos triunfaban cuando Moisés elevaba sus manos al cielo e intercedía por ellos, así también triunfará el Israel de Dios cuando mediante la fe se apoye en la fortaleza de su Poderoso Ayudador”.[2]

Comienzo

Cuando comprendí este concepto de la asociación personal para la oración, decidí ponerlo en práctica. Mi esposa y yo buscamos por separado socios dentro de la congregación que estuvieran dispuestos a dedicar un año a orar por nosotros, la iglesia y sus proyectos. Sabiendo que la oración une a las personas, mantuvimos a los hombres y las mujeres separados. Yo elegí a seis hombres y ella a siete mujeres.

Lanzamos el proyecto con un retiro espiritual para los hombres y otro para las mujeres. En sendos grupos separados, mi esposa y yo expusimos la importancia de asociarse para la oración, y les confiamos algunas de nuestras necesidades y debilidades. Abrimos nuestra alma ante nuestros asociados, y ellos a su vez, hicieron lo propio con nosotros y entre ellos.

El retiro espiritual de los asociados, con énfasis en la oración, fue un momento cumbre de mi ministerio. Nunca antes los hombres y las mujeres habían orado tanto por mí y mis necesidades como en aquella ocasión. Un fuerte lazo de unión se formó en el retiro espiritual y perduró a través del año.

A cada uno de los participantes se les asignó un día de la semana para que oraran por mi esposa y por mí. El sábado los hombres se turnaron para estar conmigo a las 7.00 a.m. en la iglesia para orar por el departamento de niños, por las clases de la Escuela Sabática de adultos y el culto de adoración. Los socios también oraban por mí y mi mensaje. Su poderosa intercesión me capacitaba para comenzar cada sábado con el debido “espíritu”.

Durante el año los asociados en la oración se reunían una vez por trimestre para desayunar juntos. Hablábamos acerca de la forma en que se iban desarrollando los programas y considerábamos peticiones especiales de oración de los miembros de la iglesia y de los unos por los otros. Además de su responsabilidad de orar por mí, cada uno seleccionaba a su socio personal dentro del grupo. Cada pareja se reunía durante la semana para orar juntos.

¡Con la asistencia de todas estas oraciones, sentí que podía manejar cualquier desafío durante el año que se aproximaba! Y así fue.

Ataques satánicos

Permítanme hacerles una advertencia. Siempre que nos unimos para demandar la fortaleza de Dios, Satanás trata de destruirnos. Durante el tiempo en que yo trataba de reclutar socios en la oración, tuve que afrontar fuertes críticas de facciones separatistas dentro de la iglesia. Fue un tiempo difícil, pero tenía a mis socios orando por mí. Los problemas que antes podrían haberme destruido, ahora parecían fáciles de manejar. El año que pasó fue el año más productivo para el evangelismo que jamás hemos tenido. Nuestra iglesia también prosperó financieramente. Grandes milagros están ocurriendo gracias al ininterrumpido apoyo de mis socios en la oración.

El poder que se obtiene por medio de la oración tiene su precio. Satanás trabajó duro para desanimar a nuestros socios en la oración durante el año pasado. Uno tuvo problemas con su matrimonio. La madre de otro fue intervenida quirúrgicamente para extirparle un terrible cáncer, y su padre quedó paralítico. Otro socio se accidentó en su bicicleta y fue preciso hacerle una cirugía; como resultado, tuvo que abandonar la universidad, y perdió la ayuda económica que recibía. Luego su esposa perdió el empleo, y consecuentemente perdieron su automóvil. Otro socio se divorció y sufrió mucho al perder a sus hijos que se fueron a vivir con su ex esposa a otro Estado.

Y la lista sigue. Pero mientras los socios en la oración continuaban reuniéndose regularmente, fueron fortalecidos por medio de la oración para afrontar todas estas difíciles situaciones.

Paz y poder para usted también

Tras orar durante un año en grupo, casi olvidé cómo habían sido las cosas antes; cómo anhelaba encontrar personas que estuvieran dispuestas a orar conmigo. Ahora mis socios pasan por la oficina de la iglesia para orar conmigo cada vez que tienen la oportunidad de hacerlo. Puedo dar testimonio acerca de la paz y el poder que esta experiencia le reporta a un pastor.

Si usted está cansado de permanecer de pie solo, también puede tener un ministerio de socios en la oración dentro de su iglesia. Nuestras congregaciones han preparado materiales para ayudarle a comenzar.

Yo estoy decidido a procurar que mi ministerio cuente siempre con el apoyo de un programa de socios en la oración. En ese sentido, ahora ya no tengo que hacerle frente solo a ninguna situación.


Referencias

[1] Elena G. de White, Testimonies for the Church (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1940), tomo 4, pág 531.

[2] Elena G. de White, Patriarcas y profetas (Bogotá: Asociación Publicaciones Interamericanas, 1955), pág. 306.