La forma como la esposa del pastor encara el trabajo de él contribuirá mucho a la felicidad de ella.

     Desde niña he admirado el trabajo del pastor. Soñaba: “Cuando sea grande, quiero casarme con un pastor”. Dios hizo que mi sueño se convirtiera en realidad, y hoy estoy casada por segunda vez con un pastor. Perdí prematuramente a mi primer esposo en un accidente, y eduqué a los dos hijos que quedaron, de cinco y ocho años. Después de 16 años Dios me dio un nuevo esposo, un pastor que, como yo, también perdió a su esposa en un accidente automovilístico.

     ¿Por qué me estoy refiriendo a esos acontecimientos a manera de introducción? Porque es muy importante desear ser esposa de pastor, y gustarlo. Quiero, en este artículo, analizar algunos puntos esenciales que contribuyen a la felicidad de la esposa de un pastor.

LA MOTIVACIÓN

     A los pastores la Biblia les dice: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros… voluntariamente” (1 Ped. 5:2). Otra versión dice “con ánimo pronto”. Ese ánimo también se refleja en la esposa que vibra, que es entusiasta, optimista y tiene una reacción psicológica positiva ante el trabajo de su esposo, el pastor.

     Hoy se sabe de sobra que la gente optimista tiene mejor salud física y se relaciona mejor con los que la rodean, que reacciona de forma madura frente a los desafíos de la vida de todos los días. Esas personas producen endorfinas con facilidad, y por eso se sienten bien.

     Es oportuno que nos preguntemos: “Como esposa de pastor, ¿con qué ojos veo su trabajo? ¿De forma positiva o negativa?” Querida amiga: eso implica una enorme diferencia para nuestro yo interior, ese campo de la vida que sólo Dios y nosotras conocemos. Dígase cada día: “Mi esposo coopera con Dios para librar a la gente de las garras del mal y traerla a la luz del evangelio. Amo este trabajo, admiro mucho a mi esposo y jamás me gustaría verlo en otra actividad.

SALUD MENTAL

     Como esposa de pastor, puedo decir que no existe nada especial en nosotras. Somos tan susceptibles al desánimo, la tristeza y la depresión como cualquier otra mujer. Al pensar en esto puse este párrafo como algo sumamente importante para la felicidad de la esposa del pastor: cuide su salud mental.

     Escuche a su cuerpo. ¿Está cansada? Descanse. Haga ejercicios físicos: caminatas cotidianas, por ejemplo. Cultive algunas aficiones. Eso es muy saludable. Controle sus pensamientos. No permita que haya pensamientos negativos. No se asome a la ventana del pasado para recordar cosas tristes. Ejercite su mente para que abrigue pensamientos de paz, alegría y amor, pues eso es bíblico, tal como Pablo les escribió a los filipenses: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8).

     A medida que el ejercicio mental pase a ser parte de su vida, tendrá más fuerza para superar crisis interiores y exteriores más grandes, que tienden a derribarla. Lograr una buena salud mental no es obra de la casualidad, sino que depende, también, del ejercicio espiritual diario.

EL EJERCICIO ESPIRITUAL

     Así como nuestro cuerpo necesita alimento, lo mismo ocurre con la vida espiritual. “Eso es muy obvio”, dirá usted. Pero corremos el riesgo de que, al cuidar de la vida espiritual de los demás, descuidemos la nuestra. Tenga cada día un encuentro personal con Dios, usted sola. Presente al Señor todo lo que la incomoda. Hágase una “almohada de oración”, tómela, y váyase a algún lugar tranquilo a orar y meditar.

     La meditación, el estudio de la Biblia y la oración son elementos que están a nuestra disposición y que podemos usar. Tenga una lista con los nombres de otras personas por las que debe orar, además de los de los familiares. Manifieste todos los días un espíritu de gratitud a Dios por las bendiciones recibidas. No sería malo que eligiera un día de la semana para que sea su día de acción de gracias. En ese día no pida nada; sólo agradezca, enumerando las bendiciones recibidas.

     Cultive un espíritu perdonador, olvide las pequeñas faltas ocurridas en las actividades diarias de la familia. Eso favorece una mejor relación con el círculo mayor de los vecinos, los amigos y los miembros de iglesia, y tenga siempre la disposición de perdonar.

LA RELACIÓN FAMILIAR

     Creo que los muchos quehaceres a veces impiden a la esposa del pastor ejercer las funciones que le son propias, y que contribuyen a su felicidad y la de su esposo. Sea “mujer” para su marido. No se olvide que la entrega de su vida a Dios incluye la entrega física a su esposo. Encuentre tiempo para enamorar a ese hombre de Dios que también es suyo. Sea usted misma, natural, espontánea, flexible y “mujer”.

     Aparte tiempo para amar a su marido. Cree situaciones para conversar, para estar con él, para hacerle su plato preferido, romper la rutina de las relaciones íntimas, hacer cosas nuevas cada día.

     Recuerde que un gran amor se construye cada día con pequeños gestos de atención, cortesía y cariño; con una mirada, con una sonrisa. Déle valor a su esposo y demuéstreselo. Piense que usted, su esposo y sus hijos son personas como las demás, y pueden tener problemas que necesitan solución con la ayuda de un profesional especializado, si es necesario.

Sobre la autora: Maestra jubilada. Reside en Curitiba, Paraná, Rep. Del Brasil.