La Biblia es única; no hay otro libro semejante en la tierra. Ha sido dada no solamente para esclarecer la mente sino para educar el hombre en su totalidad —mente, corazón y voluntad; para darle instrucción “en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16, 17). Pero para entender la Escritura debemos estudiar y continuar estudiando. Nunca debe haber un momento cuando sentimos que hemos llegado. A los cristianos hebreos del primer siglo, por ser “tardos para oír” se les dio la siguiente amonestación:

“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Heb. 5:12-14).

Por lo tanto debemos estar continuamente activos en el estudio personal de la Palabra de Dios, buscando constantemente un mayor conocimiento de Dios, como “tesoros escondidos” (Prov. 2:4, VM).

“Como pueblo somos llamados individualmente a ser estudiantes de la Palabra de Dios, y como tales a avanzar para recibir la luz aumentada y siempre creciente que él desea impartirnos” (Problems in Bible Translation, citado en The Ministry, enero de 1962, pág. 9).

La mensajera del Señor dice a cada uno de nosotros:

“No cavamos en forma suficientemente profunda para escudriñar la verdad” (Testimonios para los Ministros, pág. 116).

“Si tomáis sobre vosotros la sagrada responsabilidad de enseñar a otros, asumís el deber de ir hasta el fin en cada materia que tratáis de enseñar” (Evangelism. pág. 479).

LLAMADO A UN ESTUDIO DIRECTO

Estas palabras se aplican a todos los libros de la Biblia, especialmente a Daniel y el Apocalipsis. En cierto sentido estos dos libros han influido grandemente en nosotros como pueblo, así que deberíamos darles un estudio particular y profundo.

El solo recuerdo de los que estudiáramos hace diez, veinte, treinta o más años no hace que estemos listos a dar razón inteligente de nuestra fe. Las visiones anticuadas y las máximas petrificadas no ejercerán una influencia santificadora. “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Prov. 4:18).

Elena G. de White establece una profunda verdad con las siguientes palabras:

“No hay excusa para nadie que toma la posición de que no hay más luz para ser revelada, y que todas nuestras presentaciones de la Escritura están sin un error. El hecho de que ciertas doctrinas han sido tenidas por verdad por muchos años por nuestro pueblo no es una prueba de que nuestras ideas son infalibles. El tiempo no transformará el error en verdad, y la verdad no necesita temerle a la justicia. Ninguna doctrina perderá nada mediante la cuidadosa investigación” (Counsels to Writers and Editors, pág. 35).

“Y en la investigación cuidadosa de cada jota y tilde de lo que nosotros pensamos que es la verdad establecida, al comparar escritura con escritura, podemos descubrir errores en nuestras interpretaciones de la Escritura. Cristo quisiera que el investigador de su obra profundizara al máximo en las minas de la verdad. Si la investigación es llevada correctamente, se encontrarán gemas de inapreciable valor” (Review and Herald, 12 de julio de 1898).

El pueblo de Dios debería estudiar cuidadosamente las profecías no cumplidas, especialmente la séptima plaga de Apocalipsis 16.

“Necesitamos estudiar el derramamiento de la séptima plaga. Los poderes del mal no se rendirán en el conflicto sin una lucha. Pero la Providencia tiene una parte que desempeñar en la batalla del Armagedón” (SDA Bible Commentary, Comentario de Elena G. de White, Apoc. 16:14-17, pág. 983).

“Cuando los libros de Daniel y Apocalipsis sean mejor entendidos, los creyentes tendrán una experiencia religiosa completamente distinta… Al acercarnos al fin de la historia de este mundo, las profecías que se relacionan con los últimos días exigen especialmente nuestro estudio” (Testimonios para los Ministros, págs. 114, 116).

“Si nuestros hermanos estuvieran medio despiertos, si se dieran cuenta de la cercanía de los sucesos descriptos en el Apocalipsis, se realizaría una reforma en nuestras iglesias, y muchos más creerían en el mensaje” (Id., pág. 118).

“El conocimiento de Cristo y las profecías referentes a él aumentarán grandemente al acercarse el fin de la historia de esta tierra” (Manuscrito 176 de E. G. de White, 1899, citado por L. E. Froom en The Prophetic Faith of Our Fathers, tomo 4, pág. 1143).

LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LAS ESCRITURAS

Siendo que la Biblia es la Palabra de Dios, las Escrituras no pueden ser interpretadas arbitraria o particularmente. Claros y firmes principios fundamentan las Santas Escrituras. Jesús consideró a las Escrituras como una unidad, como “la Escritura” que “no puede ser quebrantada” (Juan 10:35).

Como la Biblia es esencialmente una unidad y trae un solo gran mensaje es útil “para corregir” (2 Tim. 3:16) las falsas interpretaciones.

Pedro afirma que deberíamos saber en primer lugar, “que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada” (2 Ped. 1:20).

La Escritura es, pues, su propio intérprete; este es un principio fundamental. Jesús aplicó este principio al rechazar al diablo que interpretaba falsamente un texto de la Biblia. (Véase Mat. 4:6, 7.) La Escritura debe ser comparada con la Escritura, no solamente en el mismo capítulo o con pasajes del mismo libro. La Biblia entera debería arrojar luz sobre un texto definido, y entonces se verá que la interpretación del texto no necesita razonamientos especulativos ajenos a la Biblia.

He aquí de nuevo un consejo inspirado:

“La Biblia es su propia expositora. Se ha de comparar un pasaje con otro. El alumno debe considerar la Palabra como un todo y ver la relación de sus partes… El Antiguo Testamento, no menos que el Nuevo, debe recibir atención… El Antiguo Testamento derrama luz sobre el Nuevo, y el Nuevo sobre el Antiguo” (Consejos para los Maestros, págs. 354, 355).

Por consiguiente, deberíamos vacilar en dar una interpretación de cualquier profecía del Nuevo Testamento sin antes descubrir la luz que pudiera venir del Antiguo. Esto, repetimos, es un principio fundamental. Cualquier conclusión que podamos sacar, especialmente en las áreas de las profecías no cumplidas como la sexta y la séptima plagas, debería ser objeto de profundo estudio, permitiendo que la luz de la Biblia entera arroje luz e ilumine el caso particular. Estas palabras a la vez de ánimo y de desafío deberían inspirarnos a un estudio más profundo de las Escrituras.

“Cuando la investigación se realiza correctamente. todo esfuerzo es hecho para conservar un entendimiento y un corazón puro. Cuando se conserve la mente abierta y se investigue constantemente en el campo de la revelación, hallaremos los ricos depósitos de verdad. Las antiguas verdades serán reveladas en nuevos aspectos, y aparecerán verdades que se habían pasado por alto en la investigación” (Manuscrito 75 de E. G. de White, 1897, citado en The Ministry, junio de 1953, pág. 26).

“Ciertos pasajes de las Escrituras revestirán nuevo significado, como iluminados por un relámpago; comprenderéis la relación entre otras verdades y la obra de redención, y sabréis que Cristo os está guiando; que un Instructor divino está a vuestro lado” (El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 24).

“En cada época hay un nuevo desarrollo de la verdad, un mensaje de Dios al pueblo de esa generación. Las viejas verdades son todas esenciales; la nueva verdad no es independiente de la vieja, sino un desarrollo de ella. Es únicamente comprendiendo las viejas verdades como podemos entender las nuevas” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 116).

Sobre el autor: Pastor de la Asociación Neerlandesa del Sur, Holanda