Puesto que estas preguntas se refieren mayormente a Daniel 9, consideraremos este capítulo a fin de obtener una visión general de su contenido, y un marco para las preguntas. Esta profecía de las setenta semanas de años es una de las más fascinantes y vitales que se encuentran en toda la Palabra profética. Trata del plan de Dios para la redención del hombre, y predice el tiempo del primer advenimiento de Cristo como el Mesías, y también el tiempo de su muerte, cuando él realizó un sacrificio vicario completo por los pecados del mundo.

La profecía de las setenta semanas tiene que ver con los judíos, la Tierra Santa, la Ciudad Santa y el santuario. Veamos el marco: Darío el Medo estaba en el trono. Daniel estaba orando e intercediendo con Dios debido a la condición descarriada y desobediente de su pueblo, y la desolación de Jerusalén y el santuario. (Vers. 3-19.)

  1. Daniel 9 es la clave que revela el capítulo 8.—Los símbolos proféticos de Daniel 8: 2-14, a saber el “carnero” que representaba a Medopersia, el “macho de cabrío” que representaba a Grecia y el “cuerno notable” que representaba el terrible poder que los sucedería, el cual era Roma, todos habían sido explicados por Gabriel, el mensajero celestial, en los versículos 15 a 26. Esto es, todo excepto el tiempo simbólico implicado en los 2300 días, con los acontecimientos que señalaban su final y el tiempo de su comienzo.

Debido a la repentina enfermedad de Daniel ocurrida mientras se le explicaba la visión del capítulo 8, Gabriel no había podido explicarle la cuestión del tiempo, los 2300 días de los versículos 13, 14 y 26. La temible perspectiva de una terrible persecución que sobrecogería al pueblo de Dios, evidentemente hizo desfallecer repentinamente al anciano profeta (vers. 27). De manera que la explicación se interrumpió bruscamente en ese punto.

Esta porción que había quedado sin explicar, se observará, se refería al “santuario” y al “ejército”,, que serían “hollados” durante 2300 “días” (tardes y mañanas), con acontecimientos especiales que ocurrirían a su final (vers. 13, 14, 26). Implicaba un poder perseguidor que se levantaría contra el Príncipe de los príncipes y que actuaría y prosperaría contra el pueblo de Dios, pero aquello finalmente sería desbaratado sin ayuda de manos.

Esta revelación impresionó profundamente al profeta, y bien podría haber sido la causa de su enfermedad. El capítulo 8 termina con algunas cuestiones que quedan sin resolver. Posteriormente, cuando Daniel meditaba sobre la visión y su relación con la condición de su pueblo, rogó fervientemente a Dios por la terminación de la cautividad de Israel y su regreso a Palestina. Su oración produjo una rápida respuesta, porque Gabriel fue enviado a proporcionarle consuelo y a revelarle más plenamente el plan de Dios.

Gabriel había explicado todo previamente a Daniel, menos la parte del tiempo de la visión simbólica del capítulo 8. Ahora vuelve a aparecer para completar la explicación en términos literales (Dan. 9: 21, 22) y para aclarar la parte restante. El ángel emplea estas notables palabras: “Considera la visión”. Esta expresión proporciona la clave de la explicación, porque el término “visión” aparece diez veces en el capítulo 8. Pero debe notarse que en Daniel 8 y 9 se utilizan en el texto original dos palabras hebreas de significado algo diferente: chazón y mar’eh. En la traducción se ha utilizado solamente una palabra, “visión”, para expresar ambas variantes, y como resultado, no siempre se ha percibido la intención original exacta del texto.

  • Los términos indican conceptos diferentes.—Las palabras hebreas empleadas para expresar el concepto de “visión” pueden ser significativas. Es posible que cuando se utiliza la palabra chazón se haga referencia a la visión como un todo. Por otra parte, cuando se emplea la palabra mar’eh, puede referirse, a las cosas particulares vistas y oídas en la chazón. Una característica vista en la chazón total fueron los “dos mil y trescientos días” de Daniel 8: 14. Esta escena especial se considera como “la visión [mar’eh] de las tardes y las mañanas” (vers. 26).

Cuando el ángel Gabriel, “a quien había visto en la visión [chazón] al principio” (Dan. 9:21), regresó para completar su explicación de la visión, dirigió la atención de Daniel específicamente a la visión (mar’eh) cuando dijo: “Considera la visión [mar’eh]” (vers. 23).

Debería recordarse que, según Daniel 8:26, 27, fue la mar’eh de las “tardes y las mañanas” que Daniel no comprendió. No fue la visión como un todo, porque todo, excepto la escena de las tardes y las mañanas, había sido explicado.

No puede haber error en cuanto a esta identificación de “la visión”. S. R. Driver, el notable crítico (The Book of Daniel], pág. 133; 1936), reconoció esto y escribió acerca de “la visión al principio”, diciendo que se refiere a “viii.16”. El modo de emplear la terminología en el capítulo y las vinculaciones del capítulo 9 parecen ineludibles, y resulta evidente por sí misino el tema idéntico de ambos capítulos. Lo que sigue en el capítulo 9, por lo tanto, no es una visión nueva e independiente sino la continuación de la explicación literal de la “visión” simbólica del capítulo 8.

Queremos insistir en este, punto: en el capítulo 9, Gabriel no inició una nueva profecía. Sencillamente continuó y completó su explicación interrumpida, tomando el hilo justamente donde lo había dejado en su presentación anterior delante del profeta, registrada en el capítulo 8. Sus últimas palabras, en esa ocasión, se referían a que “la visión” (mar eh) de las 2300 tardes y mañanas era “verdadera” y que el período implicado debía extenderse durante “muchos días” en el futuro.

A la luz de estos hechos, que nos parecen ser concluyentes, los adventistas —juntamente con veintenas de eruditos de días pasados— creemos definidamente que Daniel 9 proporciona la clave que aclara la característica temporal de Daniel 8: los 2300 días de años. Nos parece que estos dos capítulos son inseparables y deben comprenderse de ese modo si haber una explicación de la característica temporal de Daniel 8:14, 26. (Continuara)