Cuando me pidieron que me hiciera cargo de la iglesia en un pueblecito, encontré a un desanimado grupo de creyentes. Tal vez una vez por mes el pastor los visitaba, y a veces cada tres meses. Estaban en una condición espiritual deficiente. Esta pequeña congregación había experimentado muchas pruebas difíciles en los años anteriores.

El primer anciano, un hombre maduro, había desempeñado ese cargo durante nueve años y sin embargo sabía poquísimo acerca de Elena G. de White y su misión. Hasta tenía la impresión de que había sido fanática en algunos aspectos de su obra. Esta actitud había sido inducida por el pastor que lo bautizó y luego por uno que lo sucedió en la iglesia. Lo primero que este anciano escuchó acerca de la mensajera del Señor lo oyó mientras lo conducían al bautisterio. Entonces le preguntaron a él y a su esposa si estaban dispuestos a leer un libro titulado El Deseado de Todas las Gentes. Prometieron leerlo.

Después del bautismo el pastor le habló algo más y le aclaró que los adventistas la consideramos como una profetisa, pero que él y su esposa tendrían que decidir eso por ellos mismos después de leer El Deseado de Todas las Gentes.

Después otro pastor se encargó del distrito y utilizó los escritos del espíritu de profecía para introducir enseñanzas extremas de la reforma pro-salud. Desafortunadamente se culpó a la Sra. de White de ser extremista. Así fue como este anciano y su esposa llegaron a sentir desagrado por el espíritu de profecía, y todo porque dos predicadores habían encarado equivocadamente el llamamiento y la obra de la sierva de Dios. Este hermano y algunos otros sostuvieron que si esta mujer era la clase de persona que respaldaba la enseñanza de esos conceptos fanáticos, entonces no podía ser una verdadera mensajera del Señor.

Esta era la situación cuando llegué a esa ciudad. No es extraño, entonces, que este anciano y su esposa, con la mayoría de los miembros, experimentaran una religión mecánica y sin vida.

Pocas semanas después de llegar, analicé con ellos la cuestión de las reuniones de oración y pregunté qué tema les interesaría. El anciano de la iglesia, a quien llamaremos Hno. Jacobs acababa de recibir de la Asociación General un folleto del Curso de Dirección Profética. Se interesaba en ese curso por mera curiosidad. Cuando dijo que podría enseñarse ese curso los miércoles de noche, pensé que era una idea excelente. Yo mismo había terminado ese curso y me sentí guiado por el Señor al hacerme cargo de ese proyecto.

La iglesia encargó suficientes textos y lecciones para cada familia. El sábado anunciamos nuestro plan, y el curso comenzó el miércoles siguiente.

¿Habría interés? ¿Sentirían la necesidad de este curso los miembros, con su actitud negativa hacia la Sra. de White? Dudé muchas veces. El miércoles de noche estaban presentes todos los miembros de la iglesia, excepción hecha de los enfermos. Esto constituía una verdadera victoria. De todos los que se matricularon, solamente dos no recibieron diplomas. Hicimos durar el curso seis meses —es un período casi demasiado largo—, y sin embargo el interés se mantuvo bien a pesar de las interrupciones. El anciano de la iglesia y su esposa procuraron desacreditar los escritos. Pero sus objeciones desaparecieron a medida que las evidencias se acumulaban a su favor.

En una ocasión cuando analizábamos el fenómeno físico asociado con las primeras visiones de la sierva del Señor, llamé la atención al incidente cuando ella sostuvo durante treinta minutos la Biblia de la familia Harmon mientras estaba en visión. Esa Biblia pesaba nueve kilos, y la sostuvo con la mano izquierda.

Procuré ilustrar este hecho llevando el libro más grande que encontré, de unos cuatro kilogramos de peso. El hombre más fuerte de la congregación lo sostuvo durante tres minutos solamente. El Hno. Jacobs (el anciano) exclamó: “¡No puedo creer que la Sra. de White lo haya conseguido!” No discutí esa posición porque sabía que ese fenómeno físico podía ser imitado por Satanás, de modo que no era muy importante. Cuando estudiamos evidencias internas más satisfactorias de su inspiración, las antiguas opiniones comenzaron a ceder. Procuré demostrar cuán equilibradas eran sus enseñanzas en lo que se refiere a la salud y la alimentación. Esto sirvió para desarraigar los conceptos extremistas que estos hermanos habían sostenido.

Para dar una idea de la condición de la teología de estos hermanos en el momento de iniciar el curso, diré que realicé una encuesta. Quedé muy sorprendido cuando comprobé que solamente dos miembros creían realmente que esos mensajes para la iglesia eran inspirados. Es cierto que todos tenían una especie de creencia formal, pero sólo dos parecían sostener firmemente que los consejos del espíritu de profecía debían aplicarse a la vida cotidiana. Creo que la razón de esto era la falta de conocimientos acerca de Elena G. de White y su misión en la iglesia y el mundo. Este curso sobre el espíritu de profecía ha afirmado la fe de este anciano de iglesia en el movimiento adventista y en la mensajera del Señor enviada a la iglesia remanente. La iglesia experimentó un verdadero reavivamiento.

El resultado más notable de este curso en esa pequeña iglesia fue la unidad que se produjo entre los hermanos. Por primera vez en la historia de la congregación todos los miembros tuvieron una fe unánime en el espíritu de profecía. Desaparecieron las dudas acerca de la dirección de Dios en el origen, crecimiento y desarrollo de la iglesia. Se manifestó definidamente un nuevo deseo de extender el Evangelio. Un nuevo entusiasmo se posesionó de los feligreses.

Las lecciones que este curso enseña acerca de la historia de la iglesia, el desarrollo de las doctrinas básicas adventistas a partir de la Biblia, la clara dirección del Señor mediante su mensajera y el desarrollo de las actividades departamentales de la iglesia, realizan un verdadero impacto en las mentes de los alumnos. No hay otro modo mejor para afirmar a la iglesia que el estudio de estas lecciones en conjunto.

Cualquier pastor con una preparación adecuada puede presentar estas lecciones a la congregación. Mediante ellas es posible poner un fundamento para afirmar la fe en la providencia divina, que apresurará el derramamiento del Espíritu Santo y la predicación del mensaje en alta voz por parte de los miembros y predicadores del movimiento adventista.

Además, el estudio de estas lecciones disminuirá la influencia de las enseñanzas equivocadas que algunos miembros mantienen. Es imposible decir cuántas iglesias, grandes y pequeñas, encontrarán nueva vida mediante las lecciones del Curso de Dirección Profética, si se lo desarrolla convenientemente. (The Ministry, agosto de 1964, pág. 38.)