“… y alababan a Jehová todos los días los Levitas y los sacerdotes, cantando con instrumentos de fortaleza a Jehová” (2 Crón. 30:21).

La ayuda que presta un buen instrumento en los servicios religiosos es inapreciable, por lo tanto, los ministros deben interesarse en todo lo que se relacione con los instrumentos que son propiedad de la iglesia y sirven en el culto.

Se usan tres instrumentos en la mayoría de nuestras iglesias: órgano, armonio, piano. Su elección depende del tamaño del templo, de las posibilidades económicas y también del mayor o menor conocimiento musical de quienes lo escogen. Toda iglesia que esté en condiciones de hacerlo debe comprar un órgano, pero esto no es posible para muchas congregaciones.

Al hablar de órgano, es necesario definir primeramente al instrumento, porque hay en venta docenas de “órganos” que no merecen tal nombre. Un órgano, para ser considerado como tal, debe tener como mínimo 2 teclados de 61 notas y una pedalera de 2 octavas (25 pedales). Cualquier instrumento similar al órgano que no tenga ese mínimo de posibilidades, es inapto para la ejecución de la música para órgano y su adquisición representa una gran pérdida.

Siempre son preferibles los órganos de tubos, no sólo por la inimitable calidad de su sonido, sino por su mayor duración. Se calcula que un órgano de tubos con un cuidado correcto ofrece una vida media de 50 años, mientras que un órgano electrónico, por más cuidado que se tenga, debe reemplazarse a los 25 años como máximo. Además, en el órgano de tubos, los organistas poco experimentados o mal orientados no tienen la posibilidad de usar los registros o efectos mundanos que, casi sin excepciones, ofrecen los órganos electrónicos.

Sin embargo, en la mayor parte de los casos, el problema está en la elección de armonio o piano. En general, se debe preferir el armonio, ya que sus características lo hacen más útil en la música religiosa que el piano. También hay muchos tipos de armonios y pianos, se deben escoger los más sólidos y de mejor sonido.

Hay un asunto que es muy importante, y sin embargo a veces escapa a la atención de los ministros: la conservación de los instrumentos de la iglesia. Desde el momento que cada pastor dedica su tiempo a atender varias iglesias y grupos, es comprensible que no pueda prestar atención a cada uno de los instrumentos respectivos. Por ello se recomienda el nombramiento de una persona o comisión para realizar dicho trabajo, la cual es responsable ante la iglesia por el estado de los instrumentos.

Cuando los armonios o pianos están en malas condiciones, (y esto no es tan raro como parece) sufren el organista, el director de canto, el coro, la congregación- A causa de ello la participación de la música es más bien un tropiezo que una ayuda para la adoración.

Todos los instrumentos, órganos, armonios y pianos deben ser afinados. La mejor época es la primavera, puesto que los principales agentes dañinos son e frío y la humedad. También es muy útil prevenir los efectos del frío y la humedad mediante el uso de alguna fuente de calor en el interior del instrumento y empleo de una plataforma aislante. No está de más el recordar que el mover los instrumentos es causa de daños a veces muy importantes, no sólo en su afinación sino también en su estructura.

Puede ser que los fondos sean escasos para atender a los gastos de conservación de los instrumentos; sin embargo, se pueden hacer contratos con alguna persona o compañía responsable para que el trabajo se realice regularmente una o dos veces al año. Así, ya se conoce desde principio el monto de los gastos y se den tomar las provisiones necesarias.