El conflicto entre Caín y Abel revela métodos antagónicos de salvación

Desde las primeras páginas de la Biblia se proclama el evangelio, que revela a Dios en un gran conflicto para salvar a sus hijos. Para deshacer los lazos que unían a la serpiente y a la humanidad, Dios prometió que la mujer tendría un Descendiente capaz de enfrentarse al enemigo y derrotarlo. De esta manera, Génesis 3 proporciona el marco narrativo para entender el relato de Génesis 4. Este último capítulo presenta dos modelos soteriológicos diferentes. Por un lado, se revela el método divino de salvación por gracia mediante la fe; por otro, se percibe la propuesta de salvación basada en el mérito humano. ¿Quién plantó la semilla?

Según Elena de White, Adán y Eva creyeron que Caín podría ser el descendiente esperado: “Adán y Eva dieron la bienvenida a su primogénito, esperando que fuese el Libertador”.[1] Esta esperanza parece reflejarse en la frase que Eva utiliza para justificar la elección del nombre de su primogénito: “adquirí un varón” (4:1). En esta afirmación, Eva es el sujeto del verbo qanah. Este término puede significar “adquirir”, “obtener”. Sin embargo, también tiene el sentido de “crear”; en este caso, solo cuando Dios es el sujeto (véase Gén. 14:19, 22; Deut. 32:6; Sal. 139:13; Prov. 8:22). Parece que este es el sentido del término en el texto, sugiriendo una autodivinización de Eva, que comienza a creer que Caín habría llegado a existir a través de un acto creador suyo o, en el mejor de los casos, en asociación con Dios.

Kenneth Mathews sostiene que el “uso inesperado de ‘varón’ (ish) para identificar a Caín, que no se utiliza en ninguna otra parte para designar a un hijo, […] es una alusión a los capítulos 2 y 3 del Génesis”,[2] que evoca los actos creadores de Dios. Umberto Cassuto prefiere el sentido de “crear” y comenta: “La primera mujer […] está orgullosa de su poder generativo, que, en su percepción, se aproxima al poder creador divino. ‘El Señor formó al primer hombre […] y yo formé al segundo’ ”.[3]

Además, Jacques Doukhan afirma que Eva creía que Caín era el propio Señor. El autor sostiene que la expresión “con la ayuda del Señor”, que aparece en muchas traducciones modernas, es inadecuada[4] y que qaniti ish et Adonai debería traducirse como “he adquirido un hombre: el Señor”.[5] Sin embargo, la mayoría de los autores considera que el texto presenta a Eva actuando junto con el Señor para concebir a Caín. En cualquier caso, su declaración en Génesis 4:1 “señala al lector que debe esperar problemas en la vida y el linaje de Caín”.[6]

La “creación” de Caín por parte de Eva conecta la narración del capítulo 4 con la sentencia divina sobre la mujer en el capítulo 3 (vers. 16). El texto bíblico da a entender que el embarazo y el dolor en el parto fueron el precio que Eva imaginó que debía pagar para “crear” a su salvador. El relato deja entrever que la humanidad coqueteaba con un modelo de salvación diferente al presentado por Dios.

Agricultor vs. Pastor

A continuación, el relato muestra cuáles fueron las profesiones elegidas por los dos hijos de Adán y Eva. Caín siguió la vocación de su padre, convirtiéndose en agricultor; Abel, en cambio, eligió ser pastor de ovejas. En este punto, el narrador da una pista acerca del conflicto en el que los dos hermanos serán antagonistas. En el Génesis estas dos profesiones representan modos de vida opuestos. La agricultura presupone la permanencia en una ciudad, y Caín es el constructor de la primera (Gén. 4:17). El pastoreo, en cambio, está vinculado al nomadismo, que fue el modo de vida asumido por los patriarcas.

Al convertirse en agricultor, Caín parece enfrentarse a la disciplina divina para pagar el precio del pecado de su padre. Adán se había convertido en agricultor como resultado del castigo divino luego de la caída (Gén. 3:17-19). La elección de una vida agraria sugiere la disconformidad de Caín con la realidad de la caída. Su ofrenda suena como una declaración de victoria. El fruto es el resultado de su trabajo, revelando así su propia justicia. Esta ofrenda se asemeja a la actitud de su madre, que presentó el fruto de su vientre como una obra meritoria (Gén. 4:1). Se comienza a insinuar un vínculo entre Caín y la descendencia de la serpiente, lo cual se va haciendo más evidente. La expresión hebrea para “fruto” (peri, Gén. 4:3) de la tierra es la misma que el “fruto” (peri, Gén. 3:2) del árbol de la ciencia del bien y del mal. De forma sutil, el narrador relaciona el acto de Caín con el de la serpiente. En Génesis 3, la serpiente ofrece el fruto a la humanidad; en Génesis 4, Caín ofrece el fruto a Dios. En ambas historias, el acto de ofrecer la fruta resulta en tragedia.

En cambio, Abel está vinculado a la descendencia prometida. Sin embargo, es curioso que el narrador no mencione una segunda concepción de Eva ni presente la celebración materna del nacimiento de Abel. Tampoco pronuncia una frase para justificar la elección del nombre de su segundo hijo. Este silencio va de la mano del hecho de que Abel no pronuncia ni una palabra en todo el relato.[7] Aunque no habla, incluso la voz de su sangre es escuchada por Dios (Gén. 4:15). Abel elige la profesión de pastor, que lo asocia con la resolución del problema de la desnudez resultante de la caída (Gén. 3:21). Mientras que Caín, agricultor, parece resentirse de la lucha sin gloria con la tierra, Abel elige una actividad vinculada a la solución divina del pecado. Caín sigue la profesión de Adán; Abel elige la vocación de Dios.

Este mismo patrón se repite en la vida de otros hermanos en disputa a lo largo del Génesis.[8] Por ejemplo, además de ser un “experto cazador”,[9] una actividad depredadora vinculada al gran villano Nimrod (Gén. 10:8, 9), Esaú era un “hombre de campo (sadeh)”. Esaú era un agricultor como Caín.[10] Más que eso, la expresión hebrea para “campo” conecta con la narración de la serpiente, que es descrita como “la más astuta de todos los animales del campo (sadeh)”. El campo es también el territorio de Caín, a donde lleva a Abel para asesinarlo. Jacob, en cambio, es descrito como un hombre íntegro (tam) y habitante de una tienda, condición equivalente a la de pastor y peregrino.

Sacrificio

Un análisis de los verbos en hebreo sugiere la existencia de un conflicto entre los hermanos por la primogenitura. En Génesis 4:3 y 4, los tiempos verbales utilizados revelan que Abel ofreció su sacrificio antes que Caín. Una traducción más literal sería: “Pasado un tiempo, Caín trajo una ofrenda al Señor del fruto de la tierra. Abel había traído de los primogénitos de sus ovejas con su gordura”.[11] Aunque la ofrenda de Abel se narra después de la de Caín, se presenta con un tiempo verbal que indica que se realizó antes.[12]

Abel revela una disposición a responder al llamado divino, y esta es una característica que se espera de un líder espiritual. El uso de la palabra bejorá, literalmente “primogénito” (vers. 4), en referencia a la calidad del sacrificio elegido por Abel, se relaciona contextualmente con la disputa sobre la primogenitura, revela el carácter de Abel y prefigura el clímax de la trama, en el que el verdadero primogénito de la familia será “sacrificado”.

El texto hebreo de Génesis 4:7 es un poco extraño, lo que provoca que sus traducciones sean poco precisas. Joaquim Azevedo analizó el versículo y propuso una traducción esclarecedora. Con una sólida argumentación, el autor afirma que el versículo 7 “presenta la solución al error de Caín. Podía ofrecer un jattath para obtener el perdón por su falta, y entonces el deseo de su hermano sería para él y volvería a tener preeminencia como primogénito”.[13] Asimismo, Richard Davidson traduce el pasaje de la siguiente manera: “Si haces bien, ¿no tendrás preeminencia de la dignidad del primogénito? Pero si no haces lo correcto, una ofrenda de purificación estará a la puerta; para ti será su deseo [el de Abel] y tú lo dominarás”.[14]

De acuerdo con Jacques Doukhan, “el significado de 4:7 tiene implicaciones importantes para la comprensión de 3:16, ya que estos dos versículos son paralelos y comparten numerosos ecos”.[15] La interpretación anterior, por lo tanto, indica que el tema de los dos relatos es la lucha por la primacía. En Génesis 3:16, Dios le dice a Eva: “Ansiarás a tu esposo, y él te dominará”. El deseo de Eva está subordinado al de Adán. En Génesis 4:7, el deseo de Abel se rebela contra Caín. Existe cierto debate sobre el significado de “deseo” en los dos pasajes, pero, según Hamilton,[16] el significado no tan claro de la expresión en Génesis 3:16 se explica por su aparición en Génesis 4:7, donde la disputa por el dominio, y no el deseo sexual, es evidente.[17] Así, lo que está en juego en ambos relatos es quién será el primogénito, es decir, el heredero de las bendiciones y líder del clan.[18]

Caín rechaza la amable oferta de Dios. Tiene su propia manera de resolver los problemas. Como no acepta que su supremacía se vea amenazada, invita a su hermano al campo y lo mata. Así, el versículo 8 materializa el conflicto anunciado en Génesis 3:15. Dios había prometido una descendencia a la mujer, y esta se inaugura con Abel. La serpiente también tendría descendencia, y Caín se revela como su precursor. Tiene lugar la primera batalla terrestre de la guerra cósmica. Tipológicamente se configuran como la cabeza y el talón. Como una oveja muda, Abel muere. El falso mesías Caín sobrevive, pero pierde su condición de jefe de la humanidad.

Salvación en el juicio

Después de los dos pecados fatales de cada uno de los capítulos, ocurre una escena de juicio, en la que Dios corrige el desvío en el camino de la humanidad y anuncia el evangelio, castigando a la serpiente y su descendencia. En Génesis 3:9, Dios pregunta al hombre: “¿Dónde estás?”; en Génesis 4:9, le pregunta a Caín: “¿Dónde está Abel tu hermano?” En Génesis 3 y 4, Dios pregunta por Adán y Abel, y no por Eva y Caín, lo que parece indicar quién es la persona con primacía en cada uno de los pasajes. Aunque castigada como su marido, a Eva se la conoce noblemente como la guardiana de la semilla de la esperanza (Gén. 3:15). En el capítulo 4, Dios insiste en dialogar con Caín. Sin embargo, él rechaza una vez más la gracia divina (vers. 9).

En Génesis 3:13, Dios le pregunta a Eva: “¿Qué has hecho?” Ella responde: “La serpiente me engañó, y comí”. La respuesta revela que la serpiente había asumido la primacía del mundo, usurpando una atribución hasta entonces exclusivamente divina: proporcionar alimento (cf. Gén. 1:29). La serpiente había seducido a la mujer para que repitiera el mismo gesto con su marido.[19] Luego, la mujer le ofreció el fruto, “y él comió” (Gén. 3:6). Al tratar de eximirse de la culpa, Adán se basa en una pasividad fatal: “Ella me dio del árbol, y comí” (Gén. 3:12). Se forma una nueva jerarquía. La serpiente toma el lugar de Dios,[20] la mujer recibe la guía del animal y la transmite a su marido.[21] En Génesis 4:10, Dios le hace la misma pregunta (“¿Qué has hecho?”) a Caín, pero la complementa con el metafórico grito de la sangre de Abel. En el capítulo 3, la serpiente habla de usurpar el dominio; en el capítulo 4, el grito de la sangre de Abel es escuchado por Dios y revela quién tiene el dominio. La verborragia de Caín no le garantiza la primogenitura. El silencioso Abel, en cambio, es elocuente y “a pesar de estar muerto, habla todavía” (Heb. 11:4, NVI).

El clímax del juicio en el capítulo 3 es el versículo 15. Es significativo que “yo pondré” (ashith), un verbo que tiene a Dios como sujeto, está en una relación de paranomasia con “¿Qué has hecho?” (ashith), que tiene a la mujer como sujeto en Génesis 3:13.[22] Con este juego de palabras, el autor bíblico contrasta las acciones humanas con las de Dios. Lo que el ser humano hace por sí solo resulta en tragedia. Lo que Dios hace sí da como resultado la salvación. En el tramo paralelo del capítulo 4, Dios actúa con misericordia y pone (sum) una marca en Caín para preservarle la vida.

El juicio divino tiene frases similares en ambos capítulos. Como resultado de la desobediencia, Adán y Eva son expulsados del jardín e inauguran la peregrinación del pueblo de Dios de regreso al hogar perdido. En el capítulo 4, Caín es desterrado de la presencia de Dios y se instala al este del Edén, dando definitivamente la espalda a Dios (Gén. 4:16).

Nuevo comienzo

En Génesis 4:25, se repiten los términos usados en Génesis 3:15. El conflicto iniciado por Dios (“pondré”, ashith) es continuado con el hecho de que Adán y Eva tuvieron un nuevo hijo. Eva lo llama Set (sheth), sustantivo derivado del verbo shith, que aparece en Génesis 3:15, en la declaración de guerra de Dios contra la serpiente. En la frase para justificar la elección del nombre de su hijo, la mujer presenta a Dios como sujeto del verbo shath (forma conjugada de shith). Aquí Eva reconoce que Dios había “puesto” otra semilla en ella. Dios, y no Eva, es reconocido como responsable por la provisión del hijo prometido. No es el ser humano quien proporciona la salvación. Es Dios quien lo hace. La Biblia continuamente nos recuerda esto, al reemplazar las limitaciones humanas con la omnipotencia divina. Las matriarcas estériles, por ejemplo, nos muestran que Dios hace lo imposible para salvar a su pueblo. Él convierte la risa de incredulidad en risa de alegría y esperanza (Gén. 18:12; 21:3). Los nacimientos milagrosos testifican que no hay nada difícil para el Señor (Gén. 18:14). En el cumplimiento de los tiempos, el embarazo milenario del pueblo de Dios resultó en el nacimiento del Descendiente definitivo, que fue misteriosamente colocado por el Espíritu Santo en el vientre de una virgen. Entonces, se cumplió lo profetizado en el protoevangelio (ver Apoc. 12). Así es como Dios salva, sin necesidad de la intervención del ser humano.

La hostilidad entre los descendientes de la mujer y la serpiente anticipa el choque final entre Cristo y Satanás. Las disputas entre hermanos y entre pueblos narradas en el texto bíblico hicieron que la guerra cósmica tomara forma en la Tierra. Dios puso hostilidad entre el ser humano y la serpiente. ¿Cómo lo hizo? Asegurándonos que un Descendiente vendría a luchar, en nuestro lugar, contra el dragón, la serpiente antigua. La gracia divina es revelada en el Gran Conflicto. En definitiva, la historia de la salvación se resume en el acto de Dios levantándose, defendiendo a su pueblo y compartiendo los méritos de su victoria con nosotros.

Sobre el autor: Coordinador editorial de la CPB


Referencias

[1] Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Florida: ACES, 2008), p. 23.

[2] Kenneth Mathews, Genesis 1-11:26 (Nashville: B&H, 1996), t. 1a, p. 265.

[3] Umberto Cassuto, A Commentary on the Book of Genesis from Adam to Noah (Jerusalén: Magnes

Press, 1959), p. 201.

[4] Jacques Doukhan, No Caminho de Emaús (Engenheiro Coelho: Unaspress, 2018), pp. 9, 10. El autor explica que el término “ ‘el Señor’ debe ser entendido gramaticalmente como el acusativo del verbo ‘adquirir’. Sin embargo, si respetamos la sintaxis del texto hebreo, terminamos con una declaración teológica bastante perturbadora, es decir, que Eva se está refiriendo al propio Dios. Si, de hecho, Eva está aludiendo al Señor, al describir el nacimiento de Caín, ella puede estar, de esa manera, apuntando al texto anterior de Génesis 3:15”.

[5] Esa interpretación también es adoptada en Francis D. Nichol, Comentario bíblico adventista del séptimo día (Florida: ACES, 1996), t. 1, p. 250.

[6] Bruce K. Waltke, Gênesis (São Paulo: Cultura Cristã, 2019), p. 115.

[7] Ver Victor P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1-17 (Grand Rapids: Eerdmans, 1990), p. 222.

[8] Por ejemplo, Raquel era pastora (Gén. 29:9); el primogénito de Lea, Rubén, recoge mandrágoras en el campo (sadeh). Su madre utiliza esa planta como pago a Raquel para pasar una noche con su marido, lo que retoma el motivo de la compra de la primogenitura de Jacob con un guiso de lentejas (Gén. 25:31-34) y la “adquisición” del primogénito de Eva como fruto de su propio vientre (Gén. 4:1).

[9] Ismael, el antagonista de Isaac, es descrito como un arquero (Gén 21:20), en oposición a Isaac, que era pastor (Gén. 26:3, 14).

[10] El sustantivo “Esaú” deriva del verbo hebreo asah, un término vinculado a las acciones humanas en busca del mérito propio (Gén. 3:7, 13, etc.).

[11] Traducción propia.

[12] Ver Joaquim Azevedo, “À Porta do Paraíso. Uma Interpretação Contextual de Gen 4:7”, Hermenêutica 3 (2003), p. 6. El autor explica aquí el uso de la formación de we-x-qatal, que transmite el sentido del pluscuamperfecto. Eso revela que la ofrenda de Abel fue anterior a la de Caín.

[13] Ibíd., p. 13.

[14] Richard Davidson, “Shame and Honor in Beginning: A Study of Genesis 4”, en Shame and Honor: Presenting Biblical Themes in Shame & Honor Contexts (Berrien Springs: Andrews University, 2014), p. 67.

[15] Jacques Doukhan, Seventh-Day Adventist International Bible Commentary: Genesis (Nampa: Pacific Press, 2016), p. 121.

[16] Ver Hamilton, The Book of Genesis, p. 201.

[17] Ver S. T. Foh, “What is the Woman’s Desire”, Westminster Theological Journal 37 (1974/1975), p. 383.

[18] En las palabras de Dios a Caín se utiliza el término se’et para referir a lo que estaba en juego en el sacrificio. En hebreo, la expresión tiene que ver con la dignidad y preeminencia del primogénito (Gén. 49:3).

[19] El enemigo utiliza la misma estrategia en la tentación del desierto, pero Cristo vence y no acepta el ofrecimiento de alimento de Satanás (ver Luc. 4:1-4).

[20] En este sentido, Jesús dijo que el diablo se había convertido en el príncipe de este mundo (ver Juan 12:31). El Juicio Investigador es el tribunal en que el dominio es devuelto a los santos del Altísimo (Dan. 7:26, 27).

[21] Aquí se invierte el orden de Génesis 2:15 al 25, en que Dios habla directamente al hombre que comparte la revelación con su esposa (ver 1 Tim. 2:13-15).

[22] El mismo verbo ya había sido utilizado para resaltar el intento de obtener justicia propia de Adán y Eva, que “cosieron hojas de higuera y se las ciñeron” (Gén. 3:7).