Hacía seis meses que era cristiano y estaba impaciente por pasar el resto de mi vida sirviendo a Cristo. Tras muchas horas de oración, largas conversaciones con mi esposa y evaluar el largo camino hasta la ordenación, estaba dispuesto a aceptar el llamado de Dios al ministerio. Mientras hablaba por teléfono con un pastor al que respetaba mucho, decidí contarle nuestra decisión. Silencio.

“¿Estás ahí?”, le pregunté.

Finalmente respondió: “Kevin, Dios no te está llamando al ministerio. No creo que Dios te haya dado los dones que necesitas para ser pastor”.  Sus palabras me dejaron profundamente dolido. Por días, meses e incluso años, luché con lo que este pastor me dijo.

Los pastores son heridos por chismes, negligencia, traición y de otras maneras. Creo que la mayoría de los pastores hemos sido heridos en algún momento de nuestras vidas por miembros o líderes de nuestras congregaciones, aunque no nos guste admitirlo. En algunos casos, podemos tardar años en recuperarnos de ese dolor, si es que nos recuperamos.

¿Qué debemos hacer cuando sufrimos un dolor infligido por alguien de la iglesia? A continuación, hay algunos pasos que he encontrado útiles en mi vida y que pueden ayudarte.

1. Ora primero. Recuerda que la iglesia no siempre imita bien a Cristo. Cuando somos heridos por la iglesia, debemos ir siempre a la fuente del amor: Dios mismo. Tómate tu tiempo para seguir las instrucciones de 1 Pedro 5:7: “Echen toda su ansiedad sobre él, porque él cuida de ustedes”.

2. Confronta al ofensor. Mateo 18:15 dice: “Si tu hermano peca contra ti, ve y muéstrale su falta entre tú y él solo. Si te oye, habrás ganado a tu hermano”. Muchos desacuerdos pueden resolverse acercándose a la persona que te ha herido. A veces la persona ni siquiera sabe que lo ha hecho. Alguien sabio me dijo una vez: “Lo único peor que enfrentarse a la persona es lo que podría pasar si no te enfrentaras a ella”.

3. Perdona. Tuve que aprender a perdonar día a día. Por ejemplo, me levantaba el lunes y perdonaba; pero, cuando llegaba el martes, seguía luchando contra el dolor. Tuve que perdonar día tras día hasta que perdoné completamente el error. Mateo 6:15 dice: “Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre perdonará sus ofensas”.

4. Confía en un amigo fiel. Si la situación no se resuelve, cuéntaselo a un amigo de confianza. Él puede acompañarte para resolver el problema, como aconseja Mateo 18:16: “Si no te oye, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra”.

5. Resuelve tu pasado. Cuando lidiamos con el dolor que otros nos han causado, a menudo se nos recuerda la necesidad de lidiar con el dolor que nosotros les hemos causado. Mateo 7:5 dice: “¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, entonces podrás ver para sacar la paja del ojo de tu hermano”. El dolor que me causaron me permitió ver las formas en que yo causaba dolor a los demás, y me di cuenta de que necesitaba pedir perdón.

6. Actúa siempre con amor. Como algunos miembros de la iglesia me han hecho daño, me comprometo a ayudar a la iglesia a ser más amorosa. Quiero ser un ejemplo de 1 Corintios 13:4, que dice: “El amor es sufrido, es benigno. El amor no siente envidia. El amor no es jactancioso, no se enorgullece”. Necesito actuar con amor total de ahora en adelante para multiplicar la sanación que he recibido.

7. Repite el proceso. Si ya has sido herido por la iglesia, recuerda que es posible que vuelva a ocurrir. Somos humanos y cometemos errores. Cuando aparezca el dolor, no huyas de la iglesia. Corre hacia el Señor y repite los pasos de nuevo. Un día viviremos en un lugar donde no habrá más dolor. Hasta entonces, comprometámonos a seguir adelante con amor y perdón.

Sobre el autor: Pastor de una iglesia en Carolina del Norte, Estados Unidos