San Juan, hablando de Diótrefes en su tercera epístola, versículos nueve y diez, dice: “Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia”.
Aunque la doctrina de Diótrefes sea tan antigua como el pecado, su ética ha sido muy perfeccionada en los tiempos modernos. El procuraba ser el más importante, la primera persona entre los hermanos y tener la última palabra en diversos asuntos. Desconocía la autoridad del apóstol y sus planes de trabajo. Su ética consistía en atacar a sus superiores con “palabras malignas”. Realizaba una obra subversiva, impidiendo la libertad de palabra y acción a los apóstoles y hermanos.
Analicemos los hechos. El deseo de supremacía surgió con Lucifer, y desde entonces él estableció la “ética de la escalera”, esto es, utilizar siempre a los demás como escalones. Este método continuó con Caín, quien se ofendió por el éxito de su hermano. Con Saúl que deseaba ser sacerdote en lugar de rey. Coré quería ser superior a Moisés. Absalón pensaba que era mejor que su padre.
Los discípulos de Jesús se disputaban el primer lugar. Diótrefes, en la iglesia cristiana, también buscaba la primacía. Querer ser el primero, el más honrado, el infalible, el que siempre dice “yo sabía” o “yo no dije” o bien “yo lo había advertido, pero… se torna detestable y revela una ética viciada por la egolatría.
Diótrefes no quedó satisfecho con ese procedimiento, de modo que atacó a sus dirigentes, aquellos que habían estado con Cristo y que habían alcanzado una experiencia especial durante los años de luchas y tribulaciones. Así fue como manifestó el mismo espíritu de Balaam, porque habiendo recibido aviso de Dios insistió en seguir tras sus propósitos personales y errados. Completando su ética peculiar, de falta de respeto y ataques, hacía una obra subversiva procurando coartar la libertad y la hospitalidad de los feligreses, y manchar el nombre de los apóstoles. ¡Qué ética diabólica!
Frente a este estado de cosas, Juan dice: “Yo he escrito a la iglesia”. Sí, es preciso que la iglesia sea puesta en guardia contra los que no tienen un comportamiento cristiano debido, a fin de protegerla y de evitar que su progreso corra peligro. Luego recomienda: “No imites lo malo”.
Amigo y compañero en el ministerio, ¿podría ser que Diótrefes ya consiguió interesarte en su ética tan perniciosa? Dios no lo permita. Nunca debemos pensar que somos superiores, sino que debemos valorar a nuestros compañeros, los dones que poseen, sus métodos, aunque no sean como los nuestros. Dios trabaja por medio de dones y métodos diferentes.
No despreciéis a los que fueron puestos como guías del pueblo de Dios, porque soportaron el calor de la lucha y abrieron el camino para los más jóvenes. Es necesario saber respetar a fin de ser respetados. No utilicéis “palabras malignas” contra el compañero y mucho menos contra los que dirigen la obra, sino que “seguid la paz con todos”, y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor.
No procuréis impedir el bien que alguno podría hacer a otros. No dominéis la acción y la conciencia de vuestros compañeros y hermanos. No os entremetáis entre ellos y Dios. No provoquéis subversión espiritual.
Hombres de Dios, huid de Diótrefes y de su ética; en cambio seguid la justicia, la fe, la caridad y la paz con los que con corazón puro invocan al Señor.
Sobre el autor: Presidente de la Unión Este del Brasil