El llamado al ministerio es un solemne privilegio conferido por Dios a los seres humanos. Ejercer esta función y permanecer fiel a este llamado requiere la entrega total de la mente, el corazón y la fuerza del pastor al servicio de Dios y de su rebaño. Sin embargo, por digno que sea el trabajo pastoral, a veces notamos que surgen desequilibrios en las vidas de aquellos que se han convertido en pescadores de personas. La rutina y las exigencias del trabajo pastoral tienden a menudo a hacerlos sedentarios.

Esto no es culpa del pastor. La propia naturaleza del trabajo exige pasar horas y horas sentado, estudiando, preparando sermones, creando estrategias evangelísticas, ocupándose de problemas administrativos, dando estudios bíblicos, redactando textos y reflexiones. Por esta razón, el pastor sufre mucha tensión mental y emocional.

Como consecuencia, no es raro oír hablar de colegas que padecen hipertensión, colesterol alto, obesidad, fatiga crónica, síndrome de burnout, problemas de espalda y cáncer, por nombrar solo algunos. Desafortunadamente, el deterioro de la salud de un pastor produce un declive de su ministerio, y así un pastor que comenzó su ministerio feliz, motivado, lleno de energía y nuevas ideas, termina convirtiéndose en un pastor cansado, insatisfecho, impaciente y debilitado. La apatía toma el lugar de la motivación, y la enfermedad toma el lugar de la fuerza.

Por paradójico que parezca, tener una vida ocupada no significa necesariamente tener una vida activa. Como la mayoría de la población, muchos pastores no hacen el ejercicio mínimo necesario. Según la Organización Mundial de la Salud, una persona que practica menos de 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de actividad física intensa a la semana ya se considera sedentaria.[1] Para dar un ejemplo, el 22 % de los brasileños sufre de obesidad, de los cuales entre el 55 % y el 60 % ya tienen sobrepeso.[2] ¡Hay quienes dicen que un estilo de vida sedentario es más perjudicial que el consumo diario de cigarrillos![3]

Por desgracia, muchos pastores tratan el ejercicio físico como un lujo y no como una necesidad básica. Elena de White se lamenta por esto: “A algunos de nuestros predicadores les parece que deben hacer cada día algo que puedan informar a la Asociación. Como resultado de tratar de hacer eso, sus esfuerzos son demasiado a menudo débiles y carentes de eficiencia”. Ella afirma que cuando tomamos el tiempo para hacer el ejercicio físico “necesario para mantener el organismo apto para funcionar debidamente, están haciendo la obra de Dios tanto como cuando celebran reuniones”.[4] Ella es categórica: “En cuanto a la salud se refiere, el ejercicio físico sería de gran valor para nuestros ministros”.[5]

Tipos de ejercicio físico

Teniendo en cuenta esta necesidad, el pastor necesita identificar qué actividad física le resulta más placentera y beneficiosa. Cuestiones como el ambiente, la duración, la edad, la constitución física y la compañía también deben tenerse en cuenta a la hora de elegir un ejercicio físico. Una actividad que puede ser adecuada para una persona puede no serlo para otra.

En términos generales, existen dos tipos de ejercicio: el “aeróbico”, o cardiovascular, y el “anaeróbico”, o ejercicios de fuerza. Los ejercicios aeróbicos son los que utilizan el oxígeno como fuente de energía. Se practican durante un largo período de tiempo, sin requerir necesariamente mucha intensidad. Aumentan la frecuencia del ritmo cardíaco y respiratorio, mejoran la salud del corazón y los pulmones, disminuyen la presión arterial, ayudan a aumentar la resistencia y aceleran el metabolismo. Algunos ejemplos de este tipo de actividad incluyen correr, saltar la cuerda, nadar, andar en bicicleta y caminar a paso rápido.

Los ejercicios anaeróbicos, en cambio, son más intensos y se practican durante un período más corto. Requieren que el cuerpo utilice los hidratos de carbono presentes en las células para obtener energía. Aumentan la masa muscular, lo que a su vez aumenta la quema de calorías. Definen y tonifican los músculos, fortalecen los huesos y aumentan la fuerza física. Algunos ejemplos de este tipo de ejercicio son levantamiento de pesas, pilates, flexiones y abdominales.

Beneficios

Practicar ejercicio físico aporta beneficios que van más allá de simplemente mejorar el cuerpo y la salud física. Si hablamos de beneficios para el ministerio, podemos decir que el simple esfuerzo diario de correr, nadar o ir al gimnasio ya fortalece la fuerza de voluntad del pastor, genera disciplina y le ayuda a crear una rutina. Es frecuente oír a pastores quejarse de la falta de rutina. Los horarios para levantarse, comer, trabajar y dormir a veces pueden volverse caóticos. Acostumbrarse a hacer ejercicio todos los días (a primera hora de la mañana, por ejemplo) puede ayudar a mejorar esta situación.

La actividad física también ayuda a la salud mental del pastor. Como el cerebro es uno de los órganos que utiliza en sus actividades ministeriales, es esencial que este funcione bien. El expresidente de los EE. UU. John F. Kennedy dijo una vez que “una buena forma física no es solo una de las claves de un cuerpo sano; es la base de una actividad intelectual dinámica y creativa. La inteligencia y la habilidad solo pueden funcionar al máximo cuando el cuerpo es fuerte. Los espíritus resistentes y las mentes fuertes suelen habitar en cuerpos sanos”.[6]

Debido al alto nivel de estrés, los cambios emocionales y el horario irregular al que a menudo está sometido un pastor, es probable que con frecuencia pueda sentirse agotado al final de una jornada de trabajo. La práctica de ejercicio puede ayudar a mejorar su resistencia. Los músculos se fortalecen, la circulación sanguínea se activa, el cuerpo se regenera y se desarrolla la tolerancia del organismo a estas condiciones. “Los hábitos estrictamente temperantes, combinados con el ejercicio adecuado, darían vigor mental y físico a todos los intelectuales y los harían más resistentes”.[7]

La actividad física también desempeña un papel fundamental en la reducción de los niveles de estrés de las personas. Cuando hacemos ejercicio, nuestro cuerpo libera endorfinas, que son neurotransmisores conocidos por promover una sensación de bienestar y relajación. Además, el ejercicio regular reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés.[8]

Otro beneficio muy importante que la actividad física proporciona al ministerio es el testimonio silencioso que deja a favor de la temperancia. Los miembros de la iglesia que ven a su pastor cuidar de su propia salud física se sentirán indirectamente animados a confiar en lo que él predica y a seguir su ejemplo de vida. Identificarán una coherencia entre lo que predica y vive. Muchos miembros ya han declarado que empezaron a practicar algún tipo de actividad física porque vieron a su pastor correr o siguieron publicaciones en las redes sociales animando a esta práctica.

No hay que olvidar que un cuerpo que se ejercita tiene un descanso nocturno más satisfactorio y reparador. Quienes se ejercitan físicamente también tienden a beber más agua y se preocupan más por la calidad y la cantidad de los alimentos que consumen. Todas estas cuestiones aportan beneficios al pastor durante el desempeño de sus funciones. En resumen, la actividad física diaria puede contribuir a un ministerio más eficaz. El pastor se dará cuenta de que, en cuestión de días, su resistencia aumentará, tendrá menos fatiga y sus nervios estarán más calmados ante situaciones estresantes. Estará más dispuesto a trabajar y notará que su mente será más capaz de llevar a cabo ciertas actividades que antes le causaban desánimo.

Sobre el autor: Editor asociado de la revista Ministerio, edición de la CPB


Referencias

[1] Juliana G. Martins de Lima, “Sedentarismo”, Vida e Saúde (abril de 2022), p. 22.

[2] Pablo Wincler, “Exercício Físico”, Vida e Saúde (mayo de 2022), p. 11.

[3] Carolina Felix, “Prejuízos do Sedentarismo”, Vida e Saúde (enero de 2019), p. 9.

[4] Elena de White, Consejos sobre la salud (Florida: ACES, 2024), p. 566.

[5] Elena de White, Testimonios para la iglesia (Miami: APIA, 2007), t. 4, p. 401.

[6] John F. Kennedy, “The Soft American”, Sports Illustrated (26 de diciembre de 1960).

[7] Elena de White, El ministerio de curación (Florida: ACES, 2008), p. 182.

[8] “Exercising to Relax”, Harvard Health Publishing (7 de julio de 2020). Disponible en: www.health.

harvard.edu/staying-healthy/exercising-to-relax; consultado el 18 de diciembre de 2023.