Mi esposo me tomó en sus brazos mientras yo sollozaba y decía a gritos: “¡Quiero volver, quiero volver a Cambridge!” Acabábamos de ser trasladados de esa ciudad a Chatelham. Dejar el lugar donde habíamos vivido seis años fue muy duro para mí. Cuán doloroso fue dejar algunos familiares, amigos y miembros de iglesia. Mientras Rima, nuestra primogénita, y yo veíamos por última vez la carretera de acceso a la ciudad, sentí el desesperado deseo de detener el auto y exclamar: “¡No, no me estoy cambiando de ciudad!” Pero la realidad era distinta…

Una mudanza, aun en las mejores circunstancias, es una experiencia que no es sólo estresante sino que con frecuencia hiere el corazón. Y sin embargo, forma parte de la vida pastoral. ¿Qué podemos hacer, entonces, para reducir la convulsión emocional que sentimos cuando le tenemos que decir “adiós” a una ciudad y decirle “hola” a otra, rara y desconocida? Considere las siguientes sugerencias:

Su relación con Dios

Para comenzar, no importa cuán baladí o dogmático se considere esto; para sobrevivir a una mudanza es necesario mantener cada día una sólida relación con Dios. No importa cuáles sean las pruebas resultantes de esa transición, el caminar al lado de Jesús, con una constante actitud de oración, gratitud, sumisión y arrepentimiento, puede producir la diferencia que necesitamos.

Nuestra experiencia con las mudanzas me enseñó algunas cosas muy valiosas con respecto a mi amistad con Dios. El hogar no sólo es una casa ubicada en determinado lugar. Es el lugar donde se encuentra nuestro corazón; y yo decidí poner mi corazón donde el Señor quiere que esté. La seguridad de que nuestra comunión con Dios es consistente nos ayuda a afirmar el fundamento sobre el que necesitamos construir nuestra experiencia.

La conservación de la rutina

A mi esposo le gusta mucho correr. Incluso antes de mudamos, ya se había asociado a un club de corredores de la nueva ciudad. Al principio me pareció una locura; pero ahora veo la sabiduría de su decisión. Cuatro semanas después de nuestra mudanza, él comenzó a hacer jogging regularmente con sus nuevos conocidos. Continuar haciendo algo que nos gusta realmente nos ha ayudado a reducir la inestabilidad y el desequilibrio que produjo nuestra mudanza.

Descubrí que hasta hacer las compras en la misma cadena de supermercados nos puede dar una sensación de constancia. Tratar de encontrar un nuevo médico, o dentista o profesor de música puede ser algo muy frustrante que se suma al sufrimiento provocado por la mudanza. Mi sugerencia consiste en mantener las cosas familiares, tanto como sea posible, en vez de luchar con las que son extrañas. Una esposa de pastor, que necesitaba practicar ciertos ejercicios físicos definidos, dijo que la parte más difícil de su mudanza fue encontrar una pileta de natación igual a la que ella frecuentaba en la otra ciudad. Mientras no pudo resolver ese problema se sintió desorientada.

Apertura a nuevas posibilidades

Toda mudanza ofrece nuevas oportunidades y desafíos notables. Brinda la oportunidad de conseguir nuevos amigos en la iglesia, y llevar a Cristo a nuevos conocidos y vecinos. Una nueva iglesia puede necesitar de nuevas ideas, diferentes maneras de hacer las cosas. Eso puede ayudamos a estar en constante búsqueda de crecimiento, renovando nuestro bagaje ministerial.

Cierto pastor y su esposa descubrieron que en cada iglesia donde llegaban necesitaban adaptar su programa de alimentación espiritual de la grey y de evangelización. En lugar de sentirse incómodos con la mudanza, quedaban fascinados al observar cómo tomaba Dios sus proyectos y los usaba con éxito, de manera diferente, en diversas congregaciones. Es verdad que al principio experimentaban cierta frustración al tener que archivar determinados programas, sabiendo que nunca más los volverían a usar, pero fueron lo suficientemente sabios y humildes como para desarrollar un ministerio que estaba basado en la dirección divina y no en sus propios planes.

Por más que mi esposo y yo nos preocupemos, nuestras mudanzas de distrito han reavivado en nosotros nuestro deseo de depender de Dios cada vez más. Oramos juntos tan regularmente como nos es posible, y hacemos un esfuerzo decidido para encaminar a nuestra congregación hacia el Señor. Aunque él no siempre responde nuestras oraciones como nos gustaría, confiamos en su dirección y lo alabamos por todo.

Ajustes

Conseguir que la casa esté en orden después de cada mudanza, puede ser difícil. Tim y Sara, dos amigos nuestros, tenían tantas cosas que hacer y organizar, que finalmente resolvieron pedir auxilio a los padres de Sara para que los ayudaran. Ellos se quedaron por una semana. De esa manera el matrimonio quedó libre para tratar otros asuntos con más comodidad y agilizar el comienzo de las labores de la iglesia. No deje de pedir ayuda cuando haga falta, si le parece que la necesita. Puede producir una gran diferencia.

Otra esposa de pastor que conozco se ajustó a su nuevo hogar pastoral sencillamente usando las mismas cosas que empleaba en su antigua casa. Actualizó la nueva residencia con nuevos accesorios de bajo costo, lo que le dio una sensación de pertenencia y seguridad, además de la frescura de un nuevo comienzo.

Con frecuencia, una de las mejores cosas que usted puede hacer después de la mudanza es esforzarse para formar parte de la nueva comunidad. Dedique tiempo a visitar algún club o institución comunitaria; hágale una torta a la vecina. El pastor puede salir un poco y conversar con el vecino que está regando el jardín o lavando el auto. Cualquiera de estas sugerencias le puede ayudar en el proceso de adaptación a su nuevo ambiente.

Consideración por los hijos

No importa cuáles sean las turbulencias que experimente el matrimonio como consecuencia de una mudanza, nada de eso se puede comparar al trauma que experimentan los hijos. Por ejemplo, estamos en nuestra nueva dirección hace un poco más de un año. Nuestras hijas todavía se acuerdan con nostalgia de sus antiguas amiguitas, de la casa anterior y de las cosas que les resultaban familiares en la otra ciudad. A veces sus insinuaciones de que volvamos a vivir allí nos dejan casi con la sensación de que somos culpables…

Oiga a sus hijos. No escatime esfuerzos para ayudarlos a adaptarse a la nueva situación. Cree las oportunidades para que se mantengan en contacto con sus antiguos amigos. Dedique tiempo para descubrir en su nuevo lugar de trabajo algunos sitios interesantes, divertidos y bonitos. A la vez anímelos a que consigan nuevos amigos. Tenga paciencia mientras ellos reorganizan su programa diario. Póngase en contacto con otras familias de pastores que estén en el vecindario, que tengan hijos de la misma edad que los suyos, dándoles la oportunidad de compartir alegrías y problemas comunes.

La sumisión a Dios

Ajustarse a un nuevo papel en una nueva iglesia no es cosa fácil para el pastor ni para su familia. Tampoco es fácil para la nueva iglesia adaptarse al nuevo pastor. Por lo tanto, trate de conocer a los miembros, lo que los motiva y cuáles son sus necesidades. Presente sus mejores ideas, cómo desea trabajar para Dios en su nueva iglesia y trate de entender la manera como el Señor lo quiere dirigir. Dependa de él, y deje que lo impresione con nuevas maneras de hacer las cosas, de evangelizar, de predicar, de dirigir, etc.

Puede ser que el plan que funcionó tan bien en su antigua iglesia resulte un fracaso en su nuevo distrito. Pero cuando nos entregamos de verdad a Dios en nuestro ministerio, nos puede dar la satisfacción de servirlo aunque las circunstancias sean adversas.

Las mudanzas forman parte del ministerio que realizamos. No siempre son bienvenidas, pero nada se puede hacer en contra de ellas. Si nos van a trasladar de un continente a otro, de un país a otro, de un campo a una institución, de distrito, de ciudad, no importa. Todo lo que podemos hacer, por la gracia de Dios, es tratar de que la transición sea lo más suave y menos traumática posible.

Sobre la autora: escritora, y reside en Gloucestershire, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte