Restaurar el trabajo conjunto de pastores y colportores puede ser un auxilio en la predicación del evangelio.

 En sus actividades, el pastor debe contar con un equipo de apoyo a su lado. Eso es imprescindible para que la planificación de la iglesia funcione, y él no sufra de sobrecargas y aislamiento en su trabajo. Una de las áreas del liderazgo es delegar actividades, distribuyendo funciones y actuando en conformidad con los demás líderes.[1] Ese fue el consejo que el suegro de Moisés le dio, que él hizo muy bien en atender (Éxo. 18:13-27).

El pastor puede contar con diversos colaboradores, por ejemplo: ancianos, diáconos, directores de ministerios, obreros bíblicos y miembros que voluntariamente separan algunas horas de su tiempo por semana para acompañarlo en sus actividades o para atender a las demandas de la administración de la iglesia. En este artículo, sin embargo, el objetivo es destacar a un obrero que, en su trabajo cotidiano, ejerce actividades correspondientes al servicio pastoral y que puede actuar junto con el ministro, tanto en la atención de los miembros como de los interesados. Ese obrero es el colportor evangelista.

El colportor ocupa una posición ministerial, atendiendo a aquellos que le fueron confiados para su misión. Elena de White, una de las fundadoras de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y gran entusiasta de la obra del colportaje, declaró que un “colportor inteligente, que teme a Dios y ama la verdad, debe ser respetado, porque ocupa una posición igual a la del ministro evangélico”.[2] La naturaleza de su trabajo es profética y de cuño misionero, con el objetivo de proclamar el triple mensaje angélico y preparar a un pueblo para la segunda venida de Cristo.[3]

De esa manera, en el ejercicio de su función, el colportor cumple la obra de un ministro. Visitando, orando, descubriendo interesados y predicando por medio de la literatura, atiende su “distrito pastoral”, asemejándose al pastor. Tal similitud permite que el pastor y el colportor formen una pareja ministerial, que fue valorada por Elena de White, cuando declaró que la importancia “de esta obra [el colportaje] se equipara plenamente a la del ministro. El predicador vivo y el mensajero silencioso se necesitan por igual para la realización de la gran tarea que afrontamos”.[4]

 Considerando esa correspondencia y compartiendo los objetivos comunes de la misión, el pastor y el colportor forman una pareja misionera eficaz para atender el distrito. Además de esto, cuando el ministro apoya al colportor, movilizando a los miembros de sus iglesias a evangelizar con publicaciones o hasta, incluso, para que separen de su propio tiempo para distribuir literatura, está realizando una obra “de la más elevada especie”.[5] Frente a esta noble misión, que nadie “reciba la impresión de que un ministro del Evangelio se rebaja al colportar”.[6] De hecho, cuando un ministro se compromete en este ministerio, trabaja de la misma manera que el apóstol Pablo, cuando enseñaba públicamente y “de casa en casa”.[7]

¿De qué manera el pastor y el colportor pueden trabajar juntos? A continuación, presentamos algunos ejemplos de cómo puede funcionar esa relación.

Nutrición espiritual

Cada miembro de la iglesia necesita tener acceso a los materiales que favorezcan su crecimiento espiritual. Todos deben escudriñar las Sagradas Escrituras, estudiar la lección de la Escuela sabática, leer libros teológicos denominacionales, obras sobre familia, salud y relaciones, lo mismo que periódicos como las Revista Adventista, la revista Conexión y la revista Mis Amigos, entre otras.

 Ese “banquete literario” favorece el proceso de comunión, aprendizaje y crecimiento intelectual de la iglesia. Para que los adventistas del séptimo día sean profundos en el conocimiento de Dios y de su Palabra, será necesario que se dediquen al estudio y a la lectura.

Con la finalidad de ayudarlos en relación con este propósito, el colportor de distrito puede ayudar al Coordinador de Publicaciones, promoviendo la lectura de los libros denominacionales.

 Liderazgo local

Aunque el colportor pueda atender todo el distrito, inevitablemente su carta de miembro estará en solo una congregación. En esta condición, el pastor podrá contar con la ayudar de este obrero evangelizador en funciones administrativas de la iglesia local. Por ejemplo, de acuerdo con los dones espirituales y las habilidades del colportor, él puede involucrarse en alguno de los departamentos o ministerios, de preferencia aquel que más corresponda con la naturaleza de su tarea. Recuerdo que durante el período en que trabajé como colportor, las actividades del Ministerio de las Publicaciones de la iglesia local siempre quedaban bajo mi responsabilidad. De esa manera, podía promover la literatura de la iglesia. Me acuerdo de varias suscripciones y libros que tuve la alegría de entregar a los hermanos de aquel distrito.

Una sugerencia es que el colportor también auxilie al pastor en la agenda de predicaciones. Cuando el distrito reciba al equipo de estudiantes colportores, el pastor pondrá en el calendario de predicaciones algunas fechas para que los jóvenes presenten la Palabra de Dios, algunos testimonios, o incluso, para que dirijan el servicio de adoración. El culto de mitad de la semana puede ser enriquecido con esta programación.

Cuando trabajé como colportor en campañas de estudiantes o de colportores permanentes, me acuerdo de que los pastores locales planificaban la escala de predicaciones para que el equipo de colportaje cuidara del culto de la mitad de la semana en cada una de las iglesias del distrito. En esas ocasiones, organizábamos la lectura del libro del año o realizábamos alguna serie temática bíblica, además de colocar, en todos los cultos, un testimonio del campo de trabajo local; justamente para motivar a los hermanos al evangelismo. Los clientes interesados también fueron invitados para que participaran de esos cultos. Todos ellos eran encaminados a la iglesia.

 El pastor, también, puede separar al menos un sábado por bimestre o por trimestre, para que el colportor o el equipo de colportaje presenten un mensaje con testimonios de lo que está ocurriendo en aquel distrito por intermedio del evangelismo con publicaciones.

 Los dos ministros, el pastor y el colportor, podrán aconsejarse, orar y planificar juntos. El pastor contará con el apoyo y las oraciones constantes de un líder más a su lado, y el colportor, así como su familia, contará con el pastorado de su amigo ministro. Un movimiento de doble mano, de ministro a ministro.

 Evangelismo

Además de atender a los miembros del distrito, el pastor y el colportor necesitarán tener un plan determinado de cómo evangelizar el territorio que les entregaron. En sus visitas diarias, ya sea en las casas o en los lugares de trabajo (empresas, oficinas y comercio), el colportor está en constante contacto con personas que todavía no conocen a la Iglesia Adventista. De esta manera, sin duda alguna, alcanzará lugares a los que difícilmente el pastor, o cualquier otro miembro de la iglesia, conseguiría entrar. De acuerdo con lo que escribió Elena de White: “Hay muchos lugares en los que no puede oírse la voz del predicador, lugares que pueden ser alcanzados únicamente por nuestras publicaciones, los libros, periódicos y folletos que contienen las verdades bíblicas que el pueblo necesita”.[8]

En esas ocasiones, podrá identificar interesados en estudios bíblicos, y otros que quieran conocer más sobre el adventismo. Teniendo esos nombres debidamente anotados, debe entregárselos al pastor o al coordinador de interesados de la iglesia local, para que un equipo debidamente entrenado vaya al encuentro de esas personas, a fin de atenderlas en sus necesidades espirituales.

De acuerdo con su tiempo, el propio colportor también puede suministrar estudios bíblicos a algunos de esos interesados. Elena de White escribió: “Cuando el colportor visita a la gente en sus hogares, a menudo tendrá la oportunidad de leerles pasajes de la Biblia o de los libros que enseñan la verdad, y al encontrar personas que la están buscando, puede tener estudios bíblicos con ellas. Estos estudios bíblicos son precisamente lo que la gente necesita, Dios usará en su servicio a quienes así manifiesten profundo interés en las almas que perecen”.[9]

Otra iniciativa puede ser invitar a los interesados a programaciones de evangelismo que ocurran en la iglesia, tales como series de evangelismo público o clases bíblicas.

Una certeza que tenemos es que los esfuerzos de los colportores serán plenamente prósperos. “Así como Dios bendice al ministro y al evangelista en sus fervorosos esfuerzos por presentar la verdad a la gente, bendecirá al colportor fiel”.[10]

 La sociedad entre el pastor y el colportor consolidará a ambos ministros y, fortalecidos por esa comunión ministerial, la iglesia experimentará un crecimiento saludable. Los miembros serán atendidos por dos ministros en sus necesidades espirituales, siendo visitados, entrenados, enseñados y nutridos con literatura y con la predicación de la Palabra. Más interesados serán encontrados por medio del trabajo del colportor, y recibirán la atención del pastor y de los miembros de la iglesia. Por la palabra escrita y por la voz, la Iglesia Adventista cumplirá su misión de predicar el evangelio eterno en el contexto del triple mensaje angélico (Apoc. 14:6-12), pues “es también, en gran medida, por medio de nuestras imprentas como debe cumplirse la obra de aquel otro ángel que baja del cielo con gran potencia y alumna la tierra con su gloria”.[11] En la cooperación entre pastores y colportores, vemos esa profecía cumpliéndose de manera más amplia, codo a codo, entre ministro y ministro.

Sobre el autor: Profesor del Seminario de Teología de la Facultad Adventista de la Amazonia, en Benevides, estado de Pará (Rep. del Brasil)


Referencias

[1]  Stan Toler y Larry Gilbert, Treinador de Líderes: Desenvolvendo Equipes Ministeriais Eficazes (Río de Janeiro, RJ: CPAD, 2014), p. 7.

[2] El colportor evangélico, p. 46.

[3] Ibíd., p. 17.

[4] Consejos para la iglesia, p. 129.

[5] El colportor evangélico, p. 77.

[6] Testimonios para los ministros, p. 317.

[7] Ibíd.

[8] El colportor evangélico, p. 14

[9] Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 326.

[10]  Ibíd., p. 341.

[11] El colportor evangélico, p. 13.