El 12 de octubre de 2006, Charles Carl Roberts invadió una escuela amish localizada en Nickel Mines, un poblado de Pensilvania, en Estados Unidos. En sus manos llevaba un arma, con la que disparó contra diez niñas, antes de matarse. Lamentablemente, cinco de ellas también fallecieron. Todas las víctimas pertenecían a la comunidad amish.

La pregunta es: ¿cómo habríamos reaccionado, como adventistas, en caso de que esa tragedia hubiese ocurrido en uno de nuestros colegios? ¿Con ira? ¿Con odio contra quien cometió un acto tan abominable?

¿Cómo reaccionó la comunidad amish? Los integrantes de esa colectividad se aproximaron a la familia del asesino, para consolarla y, además, le ofrecieron apoyo emocional y financiero. Varios familiares de las muchachas asesinadas estuvieron presentes en el funeral de Charles Carl Roberts.

De hecho, esa reacción no fue algo nuevo o diferente para la comunidad amish. Ellos tienen una gran tradición de pacifismo y espíritu de perdón. Ese principio está tan enraizado en ellos que, cuando el asesino estaba apuntando su arma en dirección al grupo de estudiantes, una de las muchachas, de trece años, se ofreció para morir con la esperanza de salvar a sus compañeros.

Los amish, como los menonitas, tienen su origen con Félix Manz y Conrad Grebel, dos anabaptistas de Suiza. El movimiento heredó el nombre de Jacob Amman (1656–1730), un menonita suizo. Tuve la oportunidad de visitar una colonia menonita cercana a la ciudad de Guatraché, en la provincia de La Pampa (Rep. Argentina). Sus principios de amabilidad, hospitalidad, pacifismo y ayuda mutua son realmente notables.

La disposición de perdonar y promover la paz identifica el movimiento amish. La adolescente que ofreció su vida para intentar salvar a las compañeras fue nombrada como “La persona más inspiradora de 2006” por el www. beliefnet.com, una página de la Internet que reúne a varios grupos religiosos cristianos.

Entonces, surge la pregunta: ¿Por qué somos conocidos los adventistas? ¿Estamos influenciando al mundo con el mensaje más importante que tenemos que dar? ¿Qué es lo que nos identifica? 

El libro de Apocalipsis habla del remanente, un grupo de personas que “guarda los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús” (Apoc. 12:17, 14:12). Es verdad, guardamos el sábado y somos conocidos por eso. Sin embargo, los Mandamientos divinos no solamente orientan nuestra relación con el Señor, sino también lo hace para con nuestros semejantes. Cristo resumió la Ley de la siguiente manera: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos” (Mar. 12:30, 31). Nosotros nos enorgullecemos por observar el primero y el más grande de los Mandamientos, pero ¿estamos siendo reconocidos por guardar también el segundo gran Mandamiento, el que ordena amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos?

En el contexto del crecimiento de iglesia, el testimonio personal es determinante para que las personas se aproximen a nuestras congregaciones. Que seamos conocidos como “El pueblo más inspirador”, por amar a Dios –observando sus Mandamientos- y a nuestro prójimo.

Sobre el autor: Editor de la revista Ministerio, edición en español.