Cualidades bíblicas del líder de iglesia

Las expresiones “líder”, “liderazgo” y “liderar” no se encuentran en la Biblia. Sin embargo, los conceptos que expresan sí aparecen allí. Las palabras equivalentes empleadas en la Biblia son, respectivamente, “pastor”, “pastoreo” y “pastorear”.

Cuando viene a nuestra mente la expresión “pastor”, pensamos en el hombre que cuida de un rebaño de animales o en el responsable espiritual de una iglesia. Sin embargo, en la Biblia, esa palabra se utiliza en relación con reyes, príncipes, gobernantes, magistrados, jueces, profetas y sacerdotes, sean ellos justos o impíos, pertenecieran o no al pueblo de Dios. Cualquier individuo que fuese líder era llamado pastor, inclusive por Dios. Por esa razón, al anunciar la liberación de Judá del cautiverio babilónico por medio de Ciro, un rey pagano, Dios dijo: “Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero” (Isa. 44:28).

En otra situación, cuando el profeta Micaías avisó al impío rey Acab que moriría si fuera a la guerra contra los sirios, dijo: “He visto a todo Israel derramado por los montes como ovejas sin pastor” (2 Crón. 18:16). En este caso, el pastor era Acab, el rey. También Jeremías, al anunciar el arribo de las tropas enemigas para hacer guerra contra Jerusalén, comparó a los líderes militares enemigos con pastores y a sus ejércitos con rebaños (Jer. 6:1, 3, 4).

Por lo tanto, según la cosmovisión bíblica, todos los líderes son pastores; lo cual significa que son responsables ante Dios por un rebaño, conformado por aquellos a quienes es su deber cuidar, proteger y guiar.

Los principales textos bíblicos que se refieren a la actividad de quien pastorea ovejas y personas presentan algunas cualidades que deben estar presentes en los dirigentes de iglesia (Sal. 23:1-4; Luc. 15:4-7; Juan 10:1-5, 10-14 y 1 Ped. 5:1-4). En estos textos se menciona que deben relacionarse con las personas que conducen de modo que haya conocimiento mutuo. Como responsables que son, deben suplir las necesidades del grupo, protegiendo y corrigiendo, guiando y orientando, por medio de sus palabras y su ejemplo. Lo que los motiva no debe ser el lucro personal, sino el amor. Por eso, su liderazgo es espontáneo, de buena voluntad y sin dominación.

De hecho, no cualquiera puede liderar al pueblo de Dios. Para ejercer tal función se necesitan ciertas habilidades y cualidades. Algunas de ellas, más espirituales, pueden verse en la vida de otros cristianos que no son líderes; otras, más técnicas, forman parte del repertorio de líderes seculares exitosos. A continuación, limitados por el espacio, discutimos solo unas pocas que creemos que están entre las más importantes.[1]

Consagración

Frecuentemente Jesús invitaba a sus oyentes a una entrega total. Cierta vez dijo: “Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Luc. 14:33). Ese “todo” puede variar de persona a persona, pero siempre se refiere a todo aquello que, si se lo retiene, nos impediría mantener una relación adecuada, profunda y duradera con Cristo. Puede ser una relación, una actividad, un mal hábito, un vicio, un pecado, cualquier cosa que amemos más que a Jesús. A eso, justamente, debemos renunciar. Si esa debe ser la experiencia de todo cristiano, cuánto más la de un líder de iglesia. Aquel que se consagra ofrece a Dios todo lo que es y todo lo que posee, deseando pertenecerle para siempre.

Visión

Solo unos pocos tienen la capacidad de ver lo que se realizará como si ya existiera. También logran “crear una imagen convincente del futuro” y compartirla con los demás.[2] Esto se llama visión; la competencia creativa que produce tanto el enfoque como la energía necesarios para la acción.[3]

El líder sabe lo que quiere hacer y hacia dónde va porque en su mente ya lo ha visto. Pasando a través de la realidad del tiempo presente, puede ver las posibilidades del futuro. Por ejemplo, un anciano de iglesia ve a un joven consagrado, talentoso, misionero y responsable, y lo ve como un futuro pastor; entonces, lo anima a ir al seminario para prepararse para la obra pastoral.

Hace más de 35 años, un grupo de dirigentes de la iglesia visitó una finca en el Estado de San Pablo. ¿Qué vieron? Mucho más que tierra, cercas, tractores y árboles con sus frutos; vieron a miles de jóvenes preparándose para servir en la obra de Dios. Por eso compraron la finca y comenzaron a construir el Centro Universitario Adventista de San Pablo, campus Engenheiro Coelho (UNASP-EC), que ya ha entregado miles de graduados a las iglesias y a la sociedad, en unas veintenas de áreas del saber. Esos líderes fueron hombres de visión.

La visión “diseña el objetivo. Enciende y alimenta la llama interior e impulsa al líder hacia adelante. También enciende a los que siguen al líder”.[4] Para descubrir la visión, el líder debe escuchar lo que Dios tiene para decirle; examinar su interior y analizar sus dones y aspiraciones; observar a su alrededor lo que no funciona y que clama por una solución; y aprender de las personas que han tenido éxito.[5]

Iniciativa

La iniciativa es una virtud que abarca el espíritu de decisión, el coraje para actuar y la disposición para comenzar lo que hay que hacer, haciendo uso de los recursos que tenemos a mano, incluso si solo son nuestros pensamientos.[6]

El líder que tiene iniciativa no espera a que llegue la oportunidad o que mejore la situación; no vive a merced del destino. Él decide y actúa. Además de saber muy bien lo que quiere y de comprometerse con lo que hace, toma más riesgos y comete más errores; sin embargo, esto no lo desanima.[7] No tiene miedo de equivocarse.

Competencia

Todo líder necesita conocer bien su trabajo, tanto para tener el respeto del grupo que dirige como para poder enseñar, formar y orientar. Necesita actualizarse. Para eso, puede recurrir a libros, cursos y seminarios. Las personas exitosas siempre están adquiriendo conocimientos especializados relacionados con su trabajo.[8]

Personalidad agradable

El éxito en nuestro servicio a favor de los demás depende no solo de la cantidad y la calidad del trabajo que realizamos sino, sobre todo, del espíritu que manifestamos en el desempeño de las actividades, con un comportamiento cordial, agradable, armonioso y cooperativo con nuestros semejantes.[9] El experimentado Daniel Goleman afirma que los líderes más eficientes a menudo tienen un punto en común, que llama inteligencia emocional, que incluye autoconocimiento, autocontrol, motivación, empatía y destreza social.[10]

En esto, Cristo también es un ejemplo. “El Salvador no suprimió nunca la verdad, sino que la declaró siempre con amor. En su trato con los demás, él manifestaba el mayor tacto, y era siempre bondadoso y reflexivo”.[11]

El líder debe mostrar un interés sincero en los demás, escuchar con atención y tratar de comprenderlos. Esto debería suceder especialmente en los momentos que para ellos son más significativos. “El líder que se acerca a sus seguidores en tiempos de dolor o triunfo, penetra más profundamente en sus corazones en ese breve momento que en toda una vida”.[12]

Perseverancia

La perseverancia es la capacidad de perseverar hacia las metas que se espera lograr, a pesar de las circunstancias negativas. Los expertos en liderazgo Bennis y Thomas creen que la habilidad esencial más importante de los grandes líderes es lo que llaman “capacidad de adaptación”.[13] Declaran que “los líderes extraordinarios encuentran significado en los eventos más negativos y aprenden de ellos. […] De la adversidad emergen más fuertes, más seguros de sí mismos y de sus propósitos, y más comprometidos con su trabajo”.[14]

Los eventuales fracasos al andar deben verse como una derrota temporal más que como un fiasco permanente. Son oportunidades para renunciar a hábitos de vida y de pensamientos que pueden conducir al fracaso, para formular nuevos y mejores hábitos y un nuevo estilo de vida que resulte en el éxito.[15]

Entusiasmo

El entusiasmo es una palabra derivada del griego y se usa en relación con personas animadas, apasionadas. Originalmente, se creía que estaban poseídas o inspiradas por una deidad. El líder del pueblo de Dios, por su intimidad con el Señor, más que nadie debe ser optimista, vibrar con lo que hace y contagiar a aquellos que están a su alrededor. Su entusiasmo debe brotar desde adentro y dar fuerza y convicción, para que sus palabras obtengan la cooperación de los demás y motiven a la acción.[16] El entusiasmo suele atraer a las personas, las circunstancias y los recursos que cooperarán para que alcancemos el éxito.[17]

Autocontrol

Nuestras emociones están relacionadas con impulsos biológicos, pero deben administrarse de modo que no nos convirtamos en sus prisioneros, o esclavos. Es necesario aprender a decir “no” a los impulsos negativos,[18] y saber controlarse incluso en las situaciones más difíciles, enfrentándolas con confianza y tranquilidad. Tal comportamiento tiene un efecto positivo en los seguidores y promueve un clima de seguridad.

Honestidad

Especialistas en liderazgo llevaron a cabo una amplia investigación para identificar los atributos que las personas más aprecian en un líder. Luego de analizar los datos obtenidos en las entrevistas a más de 20 mil personas en cuatro continentes, notaron que más de la mitad de los entrevistados destacaron solo cuatro características. Estas son: competencia (63 %), inspiración (68 %), visión de futuro (75 %) y honestidad (88 %).[19]

La investigación demuestra que la honestidad continúa siendo muy apreciada como cualidad moral en un líder, incluso en asuntos seculares. Ser honesto en el liderazgo incluye cumplir las promesas, tratar bien a las personas siendo atento a sus necesidades y sentimientos, y fomentar el comportamiento ético de sus seguidores.[20]

Entonces, aquí hay algunas cualidades que deberían formar parte de tu experiencia como líder espiritual. Son fundamentales para que ejerzas un liderazgo que cuente con la aprobación del Cielo y resulte en el avance del Reino de Dios entre los hombres.

Sobre el autor: Profesor de Teología en Unasp, Engenheiro Coelho.


Referencias

[1] Emilson dos Reis, Como Liderar: Princípios e Procedimentos de Liderança e Sua Aplicação para a Igreja (Engenheiro Coelho, SP: Unaspress, 2018), pp. 51-60.

[2] Deborah Ancona y otros, “Em defesa do líder incompleto”, Desafios da Liderança, Harvard Business Review (Río de Janeiro, RJ: Sextante, 2020), p. 187.

[3] Ibíd., p. 194.

[4] John Maxwell, As 21 Indispensáveis Qualidades de um Líder (San Pablo, SP: Mundo Cristão, 2000), pp. 135-137.

[5] J. R. W. Penteado, Técnica de Chefia e Liderança (San Pablo, SP: Livraria Editora Pioneira, 1973), p. 18.

[6] Andrew Carnegie, citado en Napoleon Hill, A Chave Mestra das Riquezas, 11ª ed. (Río de Janeiro, RJ: Record, 1997), p. 111.

[7] Maxwell, pp. 70, 71.

[8] Napoleon Hill, Pense e Enriqueça, 6ª ed. (Rio de Janeiro, RJ: Record, 2002), p. 85.

[9] Maxwell, pp. 127, 128, 157.

[10] Daniel Goleman, “O que define um líder?”, en Desafios da Liderança, Harvard Business Review (Río de Janeiro, RJ: Sextante, 2020), pp. 7, 8.

[11] Elena de White, Obreros evangélicos (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), pp. 120, 121.

[12] Penteado, p. 17.

[13] Warren G. Bennis y Robert J. Thomas, “As provas de fogo da liderança”, en Desafios da Liderança, Harvard Business Review (Río de Janeiro, RJ: Sextante, 2020), p. 119.

[14] Ibíd., p. 107.

[15] A Chave Mestra das Riquezas, p. 155. Al razonar sobre este tema, John C. Maxwell afirma que para desarrollar la perseverancia es necesario eliminar a sus cinco mayores enemigos: (1) Un estilo de vida basado en el desistir; (2) La falsa creencia de que la vida debe ser fácil; (3) La falsa creencia de que el éxito es un destino; (4) La falta de resiliencia y (5) La falta de visión [Talento Não É Tudo: descubra os 13 princípios para você superar seus talentos e maximizar suas habilidades, pp. 153-157].

[16] A Chave Mestra das Riquezas, p. 162.

[17] Hill, pp. 32, 33, 60.

[18] Goleman, pp. 17-19.

[19] Jim Kouzes y Barry Posner, citados en Ramon J. Aldag y Buck Joseph, Liderança e Visão: 25 princípios para promover a motivação (San Pablo, SP: Publifolha, 2002), p. 55.

[20] Ibíd., pp. 56, 58.