A lo largo de la historia, una de las mayores necesidades del pueblo de Dios fue ser guiado por líderes “conforme al corazón de Dios” (Jer. 3:15). Pero ¿qué significa ser un líder “conforme al corazón de Dios”? En sus escritos, Elena de White presentó una serie de características que nos ayudan a responder esa pregunta. A partir de textos de la autora, me gustaría compartir un marco conceptual general para el liderazgo cristiano:

1. Humildad y derramamiento del Espíritu. “Cuando los obreros tengan un Cristo que more permanentemente en sus almas, cuando todo egoísmo esté muerto, cuando no haya rivalidad ni lucha por la supremacía, cuando exista unidad, cuando se santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo, entonces las lluvias de gracia del Espíritu Santo vendrán sobre ellos” (Eventos de los últimos días, p. 194). “Dios obraría poderosamente en favor de sus hijos hoy si ellos se colocaran totalmente bajo su dirección. Necesitan que el Espíritu Santo more constantemente con ellos. Si hubiese más oración en los concilios de los que llevan responsabilidades, si los corazones se humillaran más delante de Dios, veríamos abundantes evidencias de la dirección divina, y nuestra obra haría rápidos progresos” (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 249).

2. Estudio de las Escrituras. “Los pastores que quieran trabajar eficazmente para la salvación de almas deben ser a la vez estudiantes de la Biblia y hombres de oración. Es un pecado para los que intentan enseñar la Palabra a otros, descuidar su estudio. […] Aquel que no posea el conocimiento de la Palabra de vida no tiene derecho a intentar instruir a otros en el camino al cielo” (Obreros evangélicos, p. 261).

3. Vida de oración. “Los pastores que sean verdaderamente representantes de Cristo serán hombres de oración. Con un fervor y una fe innegables, pedirán a Dios que los fortalezca para el servicio, y santifique sus labios por el toque del carbón vivo, a fin de que sepan hablar sus palabras a la gente” (ibíd., p. 268).

4. Servicio abnegado. “En su vida y sus lecciones, Cristo dio un ejemplo perfecto del ministerio abnegado que tiene su origen en Dios […]. Toda su vida fue regida por una ley de servicio. Sirvió a todos, ministró a todos. Así vivió la Ley de Dios, y por su ejemplo nos mostró cómo debemos obedecerla nosotros […]. Los que hayan tenido comunión con Cristo en el aposento alto, saldrán a servir como él sirvió” (El Deseado de todas las gentes, pp. 604, 607).

5. Liderazgo compartido. “A veces alguien, a quien se ha conferido responsabilidad como dirigente, concibe la idea de que está en un puesto de suprema autoridad y que todos sus hermanos, antes de avanzar, deben ir primeramente a pedirle permiso para hacer lo que creen que debe hacerse. Esa persona se encuentra en posición peligrosa. Ha perdido de vista la obra del verdadero dirigente del pueblo de Dios. […] Únase a sus hermanos si quiere que ellos se unan a usted y le brinden su confianza. La confianza y la fe producirán confianza y fe. Usted debe ganarse la confianza […], y mostrarles que les tiene confianza y que cree que son enseñados por Dios del mismo modo que usted es enseñado por Dios. Exponga sus planes ante ellos. […] Quizá le hagan notar algunas cosas que usted no había pensado” (El ministerio pastoral, p. 75).

6. Amor por los perdidos. “Si los embajadores de Cristo comprendieran la solemnidad de presentar la verdad a la gente, serían hombres sobrios y reflexivos, colaboradores de Dios. Si tienen un verdadero sentido de la comisión que Cristo dio a sus discípulos, con reverencia abrirán la Palabra de Dios y escucharán la instrucción del Señor […] ¡Ojalá los mensajeros de Dios sientan la carga por las almas que perecen!” (Testimonios para los ministros, pp. 157, 159).

“El ministro ha de ser un pastor […]; no importa cuán negra y tempestuosa la noche, o cuán peligroso o desagradable el camino, o cuán larga y tediosa la búsqueda, él no se fatiga, no se da por vencido, hasta encontrar la [oveja] perdida. […] Cuando la perdida es hallada, el Cielo y la Tierra se unen en regocijo y agradecimiento” (El ministerio pastoral, pp. 393, 394).

Sobre el autor: editor asociado de Ministerio Adventista.