¿Movimiento cíclico o lineal? Una mirada a nuestros antecedentes de reavivamiento. Verdaderamente santificado, el remanente de Dios cumplirá la misión designada.

En octubre de 2010, en el primer Concilio Anual de la Iglesia Adventista, realizado después de la 59a Asamblea de la Asociación General, los líderes emitieron una declaración en forma de desafío a la iglesia en todo el mundo. Las prioridades destacadas son cuatro: reavivamiento, reforma, discipulado y evangelismo.

El documento menciona el rápido crecimiento de la población mundial y el desafío de alcanzar a sus miles de millones de habitantes, descrito como “una tarea aplastante”, y reconoce que “el desafío de llevar el evangelio al mundo no es nuevo. La iglesia del Nuevo Testamento fue, aparentemente, confrontada con una tarea imposible. Sin embargo, dotada por el poder del Espíritu Santo, tuvo un crecimiento explosivo (Hech. 2:41; 4:4; 6:7; 9:31)”. Enseguida, analiza la promesa del Salvador de que, en los últimos días, con el derramamiento de la lluvia tardía, el remanente tendría un poder mayor aún para cumplir la misión. Y termina con una apelación a cada administrador, líder, obrero en todos los niveles a unirse para transformar el reavivamiento, la reforma, el discipulado y el evangelismo en las prioridades más urgentes e importantes de nuestra vida personal y en nuestras áreas” (www.reavivalandreformation.org).

Al mencionar su deseo de “tener una iglesia revitalizada por el reavivamiento y la reforma”, el pastor Ted Wilson, presidente mundial de la iglesia, citó lo que parece ser el texto clave de esta iniciativa: “La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra” (Mensajes selectos, t. 1, p. 141).

Trayectoria adventista

De ese modo, Ted Wilson retoma el desafío lanzado hace 22 años por su padre, el pastor Neal C. Wilson. En la década de los ’80, Neal Wilson, entonces presidente mundial de la iglesia, deseaba ver un gran movimiento de reavivamiento y reforma, “una onda creciente de espiritualidad que nos lleve a andar más cerca de Dios” (Revista Adventista, “O presidente conclama a uma renovacão”, septiembre de 1988, pp. 14-16).

Neal Wilson justificó la iniciativa mencionando el anhelo de líderes y miembros en todo el mundo por esa experiencia, reportándose también a los varios concilios anuales de la Comisión directiva de la Asociación General, que ya habían apelado a los diferentes sectores denominacionales para que diesen prioridad al reavivamiento. “Pero”, declaró, “el reavivamiento no es algo que puede ser votado. No es algo que puede ser producido por una comisión de estudio”. La proclamación sigue delineando puntos y aspectos de la iniciativa, basados en la Biblia y, principalmente, en el libro El conflicto de los siglos.

El estudio de la Biblia, la oración y la testificación fueron los principales elementos de este tema que se enfatizaron. Jeremías 6:16 -”Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos”- es el texto que permea la proclamación. Para Neal Wilson, “el estudio cabal de las Escrituras es la llave principal para el reavivamiento y reforma”.

Como él mismo afirmó, Neal Wilson apenas dio continuidad al anhelo de su predecesor en la presidencia de la iglesia, el pastor Robert H. Pierson, escritor, líder conciliador y defensor doctrinario. Su apelación en el Concilio Anual de 1973 fue por un “reavivamiento y una reforma de la verdadera piedad en la iglesia”, a fin de prepararla para los dramáticos eventos del futuro.

En los mensajes de la semana de oración de la iglesia (Revista Adventista, noviembre de 1974), bajo el tema general: “Vivir con Cristo”, Pierson volvió al tema en el sermón de apertura. Los demás son de Morris Venden, entonces pastor de la iglesia de la Universidad de Loma Linda. En uno de los mensajes (el del jueves), Venden afirmó: “Reavivamiento significa renovación de la vida espiritual… reforma tiene que ver con cambios en los hábitos y prácticas. Reavivamiento y reforma involucran lo interior y lo exterior… El plan de iniciar por lo exterior y buscar operar internamente, siempre falló y fallará siempre”. Venden cita varios textos de Elena de White, tales como: “El plan de Dios con usted es comenzar con la raíz misma de todas las dificultades, el corazón, y entonces del corazón mismo surgirán los principios de justicia. La reforma será exterior así como interior” (Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 39). A su vez, menciona que el reavivamiento comienza con una persona. Después, pasa a dos o tres. A continuación, un puñado. Luego grupos aquí y allí… Termina suplicando el poder divino para reavivar a los miembros y completar la obra que inició.

En 1975, en la Revista Adventista (edición especial de noviembre), en el mensaje de abertura de la semana de oración, el pastor Robert H. Pierson presentó estadísticas mundiales sobre grandes poblaciones ateas, y preocupaciones por el poscristianismo y el materialismo dominante en los países ricos. La Iglesia Adventista fue desafiada a un reavivamiento y una reforma, a fin de enfrentar las olas humanistas en aumento. Pierson dice: “Maquinaria, planes, programas tienen su lugar, pero la verdadera fuente de auxilio es Cristo”. Llamó la atención a la relación entre la tarea inacabada y su condición espiritual.

Refiriéndose al poder apostólico después del Pentecostés, en la conversión de personas, Pierson mencionó que eso fue mucho más de lo que la mayoría de los obreros podría ganar aunque tuviese una docena de vidas. Pero ¡cuán diferente sería si cada uno pasase por una experiencia plena del Espíritu!

En esa trayectoria cíclica, tal vez sea relevante el hecho de que, en Brasil, este tema fue destacado ya en la Revista Adventista (noviembre/24), una de las primeras ediciones que desafió a la iglesia a un reavivamiento y una reforma. Con el título: “El sábado y su observancia”, el artículo de J. E. Fulton traza un paralelo entre el rey Josías, que reavivó al pueblo con la lectura del libro de la Ley e inició una reforma en defensa del sábado, y el remanente de Dios, que deberá proclamar y defender el verdadero día del Señor, al acercarse el tiempo de angustia y la lluvia tardía dé poder a la voz del tercer ángel. “El formalismo”, dice Fulton, “es la roca fatal por la que naufragó el judaísmo, a pesar de la observancia del verdadero sábado… El pueblo remanente de Dios enfrenta el mismo peligro hoy en día” (pág. 11).

En 1946, la edición especial de la Revista Adventista de noviembre presenta, en el mensaje del último sábado de la semana de oración, de J. L. McElhany, dos citas mencionadas por el pastor Ted Wilson en el Concilio Mundial de 2011: el primero se encuentra en Mensajes selectos, t. 1, pág. 141. El segundo es la definición que da Elena White del reavivamiento y la reforma, que aparece prácticamente en todos los artículos relacionados. McElhany hace mención a los ataques del enemigo de Dios al remanente, en el tiempo del fin, y el modo en que será desenmascarado. Alerta sobre el peligro de las diversiones mundanas, y usa Joel 2:15 al 17 como base para la apelación final, destacando la necesidad de la santificación a fin de cumplir la misión.

En la Biblia

Hay movimientos de reavivamiento y reforma múltiples, variados y cíclicos, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Sin embargo, el Antiguo Testamento los presenta de forma más patente. En este sentido, uno de los primeros relatos se encuentra en Éxodo 19:9 al 16. Junto al Sinaí, antes de entregar el Decálogo, Dios le dijo al pueblo que se santificase, y hubo una búsqueda intensa, sincera y progresiva de un reavivamiento y reforma.

Entre reiteradas etapas de santificación y apostasía, el pueblo pasó cuarenta años vagando por el desierto. Finalmente, antes de entrar en la Tierra Prometida, el Señor exigió reavivamiento y reforma: “Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros” (Jos. 3:5).

Y así fue todo el tiempo. Antes de conquistar enemigos, ciudades, reyes y pueblos; antes de recibir la bendición en la salud, en la cosecha, en la familia, en la vida espiritual; incluso antes de hacerse conocido como “el pueblo escogido de Dios”, Israel era incentivado a una profunda reforma espiritual.

Una de las memorables iniciativas para el reavivamiento y la reforma en Israel fue dirigida por el rey Josías. Los relatos de 2 Crónicas 33 y 2 Reyes 21 muestran el contexto en el que se encontraba el reino dividido. Josías, hijo de Amón, era nieto del profano rey Manasés. En 2 Reyes 21:16, dice que Manasés “derramó mucha sangre inocente”, incluso la del profeta Isaías, y que hizo “más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel” (2 Crón. 33:9). El castigo inminente se aproximaba: el cautiverio babilónico. Profetas no cesaban de anunciar y exhortar, y los mensajes eran despreciados. Amón, hijo de Manasés, fue también un rey impío. Reinó solamente dos años.

Con ocho años de edad, Josías subió al trono. De él es mencionado haber hecho “lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda” (2 Rey. 22:1, 2). Inició una reforma espiritual ordenando que se destruyesen los ídolos y los altares paganos en todo el reino.

En el 18° año de su reinado, durante la limpieza del Templo, se encontró el libro de la Ley. Josías quedó impresionado, porque, aunque la inminente invasión babilónica era consecuencia de la apostasía del pueblo, este no se volvía a Dios. Entonces, convocó a los líderes religiosos y civiles, y al pueblo en general. El rey mismo leyó en voz alta la Palabra de Dios (2 Rey. 23:2). El efecto que produjo fue una gran reforma espiritual. La destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor no se evitó, pero el reavivamiento iniciado por Josías dio frutos posteriores, tales como Jeremías, y Daniel y sus compañeros.

En el período del Nuevo Testamento, la santificación también fue imperativa para el cumplimiento de la misión. “Permanezcan”, dice Jesús, “en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” Luc. 24:49). El “permanecer” viene antes de la ejecución del “id”, o el “ser” precede al “hacer”. Y ellos esperaron por el poder. Unidos en un mismo propósito, reunidos en el mismo lugar, unánimes en la oración, neutralizadas sus diferencias y santificados en la Palabra” (Juan 17:17).

En aquel ambiente de contrición y espera, los discípulos eran conscientes de su propia incapacidad. Pero, confiaron en la promesa; “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hech. 1:8). Descendió, repentinamente, el poder divino. Entonces, valientes y osados predicaron la Palabra. Miles se convirtieron. Muchos fueron curados. ¡Otros, resucitados! y fueron conocidos como “estos que trastornan el mundo entero” (Hech. 17:6).

Movimiento final

En el Pentecostés, la lluvia temprana fue apenas un preludio de lo que está por suceder. Dios prometió derramar su Espíritu en abundancia en los últimos días. (Joel 2:23, Zac. 10:1) La Tierra será iluminada “con su gloria” (Apoc. 18:1) y la obra de Dios, rápidamente concluida. (Mat. 24:12, Rom. 9:28) Elena de White agrega: “Antes que los juicios de Dios caigan finalmente sobre la tierra, habrá entre el pueblo del Señor un avivamiento de la piedad primitiva, cual no se ha visto nunca desde los tiempos apostólicos. […] El enemigo de las almas desea impedir esta obra y, antes que llegue el tiempo para que se produzca tal movimiento, tratará de evitarlo introduciendo una falsa imitación” (El conflicto de los siglos, pp. 299, 300).

Reavivamiento y reforma, dice ella, son dos cosas diferentes. Reavivamiento significa renovación de la vida espiritual, de la mente y del corazón. Reforma tiene que ver con reorganización; cambio de ideas, de hábitos, de prácticas. La reforma no dará buen fruto a menos que sea el resultado del verdadero reavivamiento.

En una entrevista de la Revista Adventista (enero de 1977), Wilson Endruveit declaró que mucho de aquello que hoy se ve en las iglesias no pasa de “sentimentalismo sacarino, un sentimiento excluido de doctrina, es un nada meloso. Tal reavivamiento es falso porque no lleva a la persona a la segunda fase, que es la reforma”. Cita, enseguida, cinco características principales del verdadero reavivamiento y la verdadera reforma. 1) Están siempre acompañados por obras de fe. 2) Comienzan por el individuo, por medio de un sincero arrepentimiento, una genuina conversión con frutos del Espíritu. 3) Son motivados por el Espíritu Santo y el uso de la Biblia. Entonces, va de la Verdad a la experiencia, y no al contrario. 4) Mantienen la doctrina y la experiencia en perfecto equilibrio. 5) Exhiben delante del mundo un resultado práctico de la experiencia individual.

Después del Pentecostés, aquellos hombres y mujeres nunca más fueron los mismos. Tal experiencia es posible hoy también. Jesús se dio a sí mismo por la iglesia y, ciertamente, él la refinará, perfeccionará y ennoblecerá de tal manera que ella obtenga poder para finalizar la misión. ¿Y cuáles son los resultados? “Veíase a centenares y miles de personas visitando a las familias y explicándoles la Palabra de Dios” (Testimonio para la iglesia, t. 9, p. 126). “Más de mil serán convertidos en un día” (El otro poder, p. 181).

Cierto muchacho miraba con curiosidad una antigua locomotora de la época en que los trenes funcionaban a vapor, movidos por la combustión de la leña. Al costado, una placa decía: “no toque y no suba”. Pero, llevado por la curiosidad, el chico subió a la cabina y comenzó a tocar el panel de la locomotora. De repente, el guardia del museo llegó y le preguntó gentilmente:

– ¿Te está gustando?

-Sí -le respondió el muchacho con un poco de miedo.

-Tú puedes tocar todos los comandos -continuó el guardia-, pero ella no saldrá del lugar.

-¿No? -preguntó el chico.

-No -respondió el guardia, y enseguida le explicó-: ¡no se moverá porque le falta fuego!

¿No sería bueno que busquemos, hoy, las bases de la verdadera santificación? ¿Reconoce la iglesia actual que nos falta el “fuego celeste” del Espíritu Santo? ¿Acaso, como iglesia, estamos evitando iniciativas polarizadas? ¿No estamos acomodando la Biblia a nuestro modo de vida, en lugar de amoldar nuestras vidas a la Palabra de Dios?

Así, verificamos que los movimientos de reavivamiento y reforma, a lo largo del tiempo, fueron cíclicos, tanto en la trayectoria bíblica como en la historia de la iglesia, porque las condiciones del remanente también lo son. Pero, en el fin del tiempo (y ya estamos en él), Dios efectuará un movimiento lineal, conclusivo de todos los anteriores, que marchará hacia el final. ¡Y sucederá!

Sobre el autor: Editor asociado en la Casa Publicadora Brasileña.