El ejemplo bíblico refuerza la idea de que es posible reavivar y reformar a la iglesia, y que esa iniciativa es deseable y necesaria.

            Cerca del tiempo del fin, la iglesia siente la necesidad de profundizar la vida espiritual de sus miembros y buscar cada día mayor eficacia en la predicación del evangelio. En el intento de suplir esa necesidad, se instituyen muchos programas, pero ¿tienen ellos origen en la Biblia? ¿Podrá alguna experiencia bíblica ayudarnos a orientar las iniciativas de la iglesia?

            Toda la práctica cristiana viene de la lectura de la Biblia y de la observación de la vida de Jesús. Así, cuando pensamos en el reavivamiento y la reforma, buscamos sus ejemplos bíblicos.

            Uno de los momentos bíblicos de reavivamiento y reforma es relatado en el capítulo 8 de Nehemías. El pueblo había pasado setenta años de cautiverio en Babilonia, hasta que los persas conquistaron este reino y permitieron que los israelitas volvieran a Jerusalén. El primer grupo de israelitas regresó a casa liderado por Zorobabel, quien guió la reconstrucción del Templo. Esdras lideró el segundo grupo, y tuvo como misión restaurar las leyes civiles y la religión judía.

            El último grupo fue liderado por Nehemías, en torno al año 444 a.C., con el desafío de reconstruir los muros de Jerusalén. Nehemías completó la reconstrucción del muro en apenas 52 días, enfrentando a enemigos y diversas dificultades. El foco principal de esta historia se transforma en reavivamiento y reforma para el pueblo que hacía tanto tiempo estaba distante de su tierra y su religión.

            El pueblo fue reunido cerca de la Puerta de las Aguas, a unos 450 metros del área del Templo, y Esdras fue invitado para que abriera los rollos del Pentateuco. “Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se reunió en la plaza que está frente a la puerta del Agua y le pidió al maestro Esdras traer el libro de la ley que el Señor le había dado a Israel por medio de Moisés” (Neh. 8:1).

            1. Líderes del reavivamiento y la reforma: En este relato bíblico, dos nombres se destacan en el recomienzo para la nación de Israel, cada uno con características diferentes. Esdras era un escriba, intelectual y educador por profesión, y fue también instruido como sacer- dote. Nehemías era copero por profesión, y aparece más como un administrador con espíritu emprendedor: él administró con tanta destreza la construcción de los muros de Jerusalén que en 52 días todo estaba concluido.

            En la Iglesia Adventista del Séptimo Día tenemos líderes con características distintas, pero una característica presente en la iniciativa de Esdras y de Nehemías sirve como ejemplo para la iglesia actual: el apego y la valorización de la Biblia.

            El hecho de que los líderes hayan elegido abrir los rollos de las Escrituras y leérselos al pueblo es un modelo eficaz de cuál debería ser el primer paso para la reforma. Esdras podría haber decidido discurrir con su capacidad intelectual, convencer con sus sólidos argumentos, pero él simplemente abrió la Biblia, leyó y explicó.

            No necesitamos nada más allá de la Biblia para aprender acerca de la verdad de Dios para cada uno de nosotros. Después de construido el muro alrededor de Jerusalén, era el momento para construir un muro de ideas y consejos divinos.

            Esdras no estaba solo en esa acción de reavivamiento y reforma; a su lado, en el púlpito de madera, estaban trece líderes, que representaban a cada familia del pueblo.

            “El maestro Esdras se puso de pie sobre una plataforma de madera construida para la ocasión. A su derecha estaban Matatías, Semá, Anías, Urías, Jilquías y Maseías; a su izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán” (Neh. 8:4).

            El reavivamiento y la reforma en Nehemías 8 es un esfuerzo coordinado entre todos los líderes y el pueblo. Una acción aislada y sin apoyo no tendría el mismo efecto sobre la espiritualidad del pueblo (Barber, 2005).

  1. El pueblo del reavivamiento y la reforma: En el primer versículo del capítulo 8, hay un énfasis en el hecho de que el pueblo reunido “parece un solo hombre”. En cualquier situación que observamos, la unión fortalece al grupo. Cuando vemos los pájaros en vuelo, o una bandada de pingüinos, hasta dan apariencia de un solo ser, pues su sincronía es perfecta. En un pueblo con líderes temerosos de Dios, y unidos por un interés, el reavivamiento y la reforma no tienen límites en sus realizaciones.

            El pueblo, además de unido, estaba dispuesto a escuchar, mostrando cómo la actitud al reunirse es tan importante como el hecho de estar reunidos. El texto bíblico afirma que el pueblo quedó en pie oyendo la lectura de la Biblia desde la mañana hasta el mediodía, lo que suma casi seis horas. Todo el pueblo estaba unido, en silencio, y se deleitaba con la lectura de la descripción de la creación, de la historia de los primeros seres humanos, de las leyes que Dios le había dado a la Nación.

            No era un acto de sacrificio para alcanzar la gracia de Dios; en realidad, era un reflejo del interés, el valor, la sumisión y la motivación de un pueblo sediento de la Palabra de Dios.

            El pueblo estaba reunido en el cen­tro de la ciudad, cerca de la fuente de Giom; no estaba reunido junto al Templo, como era de esperar. Una lección que se encuentra aquí es que la Palabra de Dios debe estar disponible para todos. El reavivamiento y la reforma no deben ser exclusividad del ambiente de la iglesia. El hecho de que el pueblo estuviera reunido en el centro de la ciudad, en la plaza, indica que ese cambio de actitud debe formar parte de la vida diaria del cristiano.

            Contrariando una tendencia de la época de menospreciar la importancia de mujeres y niños, en esta ocasión, en que Esdras le leyó la Biblia al pueblo, no hubo distinción entre hombres y mujeres. En el versículo 3, todos los que entendían la lengua estaban allí, escuchando. Si esa ya era una moderna demostración de igualdad, cuánto más lo es ver, en determinado momento (en los versículos 7 y 8), que el pueblo se dividió en pequeños grupos, y trece líderes naturales, más los levitas, se transformaron en profesores de peque- ñas unidades. “Los levitas Jesúa, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Quelitá, Azarías, Jozabed, Janán y Pelaías le explicaban la ley al pueblo, que no se movía de su sitio. Ellos leían con claridad el libro de la ley de Dios y lo interpretaban de modo que se compren- diera su lectura” (Neh. 8:7, 8).

            Encontramos a los levitas como líderes espirituales, pero también vemos a padres de familia y líderes naturales, explicando individualmente lo que estaba escrito en los rollos.

            Hoy, tenemos una estructura de Escuela Sabática y de Grupos pequeños que propone ser un instrumento más de reavivamiento y reforma. Frente a esa perspectiva, todos somos un poco profesores y alumnos. Cada cristiano es llamado a testificar acerca del evangelio. Aprendemos, enseñamos, compartimos el mensaje y, al compartir, aprendemos nuevamente con las personas a quienes les enseñamos. Esa dinámica del evangelio crea una cultura de aprendizaje y refuerza la idea de igualdad.

  • Practicando la verdad: La respuesta del pueblo a la lectura de la Biblia y al entendimiento de sus orientaciones fue primero de llanto, después de alegría y, finalmente, de acción, a través de la participación en la Fiesta de los Tabernáculos. Barber (2005, p. 110) presenta un cuadro comparativo en el que podemos observar que el reavivamiento y la reforma en la época de Nehemías involucraba el intelecto, el sentimiento y la voluntad del pueblo.

            Un movimiento de reavivamiento y reforma de éxito debe alcanzar estos tres niveles del ser humano. El objetivo de reavivar y reformar es traer mayor vitalidad y profundidad espiritual a los cristianos. Para alcanzar ese objetivo, es necesario informar y enseñar, y a partir de ese aprendizaje el cristiano siente que es pecador, lo que resulta en el arrepentimiento, en su aprecio del amor de Dios manifestado a través del plan de la salvación, y pasa a actuar de acuerdo con la voluntad de Dios.

  1. Llanto de arrepentimiento: En el versículo 9 del capítulo 8 de Nehemías, leemos que el pueblo comenzó a llorar.

            A través de la lectura racional de la Palabra de Dios, el sentimiento del pueblo fue alcanzado. “Por eso el gobernador Nehemías, el sacerdote y maestro Esdras, y los levitas que enseñaban al pueblo, les dijeron: ‘No lloren ni se pongan tristes, porque este día ha sido consagrado al Señor su Dios’” (Neh. 8:9).

            El llanto era una actitud natural y real, frente a tantos errores y a una distancia tan grande entre su vida y lo que Dios proponía al pueblo. El arrepentimiento y la sensación de no merecimiento tomaron cuenta del pueblo. Renovato (2011, p. 83) afirma que algunos trechos de la ley que le eran leídos al pueblo contenían terribles condenaciones de Dios al pecado de la desobediencia. Al ser leídos, provocaron gran temor en los corazones.

            La distancia del ideal provoca una reacción inmediata de tristeza; es en esa situación que, por primera vez en el capítulo, Nehemías aparece como el líder del pueblo y adopta una actitud (Renovato, 2011, p. 82). ¡Qué bueno sería si pudiéramos entender, de una vez por todas, que nada podemos hacer frente al pecado! Si entendiéramos que no tenemos cómo alcanzar la salvación por nosotros mismos. En esa situación, llorar, con el orgullo quebrantado, sin perder de vista la solución en Jesucristo, es la primera reacción adecuada.

  • Alegría en la verdad: Orientado por los líderes, el pueblo se dirigió hacia la solución del problema, y pasó a vislumbrar la gran victoria en el Señor. Era una ocasión que tenía que ser conmemorada con las mejores comidas y bebidas, y la alegría era contagiosa en ese período.

            Diferente de lo que estamos acostumbrados a ver, esa alegría no era exclusivista, nadie tenía que perder para que el otro gane; todos –ahora– estaban incluidos, la comida debía ser compartida. Nadie debía quedar afuera de la conmemoración del reavivamiento. Kidner (1985, p. 117) dice que la alegría en el Señor es una alegría que revitaliza, y que no es escapista ni evanescente. La atención de Nehemías para con los que no tenían alguna cosa preparada para sí estaba bien arraigada en su propio punto de vista y práctica.

            La orden del versículo 10 es un ejemplo de lo que debería ser el resultado, en términos de sentimientos, de un movimiento moderno de reavivamiento y reforma. “Luego Nehemías añadió: ‘Ya pueden irse. Coman bien, tomen bebidas dulces y compartan su comida con quienes no tengan nada, porque este día ha sido consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza’” (Neh. 8:10).

  • Actuando de acuerdo con la verdad: Mientras leían el Pentateuco, y más específicamente el libro de Deuteronomio, los líderes descubrieron que Dios había ordenado la realización de la Fiesta de los Tabernáculos exactamente en el séptimo mes, y que hacía mucho tiempo que el pueblo no realizaba esta fiesta de siete días. Parte de la fiesta consistía en hacer tiendas y vivir en ellas durante ese período, así como llamar a los israelitas que no vivían en Jerusalén para que fueran hasta la ciudad a fin de celebrar la fiesta.

            Es impresionante la buena voluntad del pueblo para poner en práctica lo que acababa de aprender. Y no termina allí, ya que diariamente, durante los siete días de fiesta, Esdras continuó realizando la lectura de la Biblia.

            Siete fiestas (en realidad, ocasiones para reuniones cívico-religiosas) fue- ron designadas por Dios para el pueblo de Israel. Cada fiesta representaba una parte del plan de salvación, desde la Pascua, que estaba orientada hacia la muerte de Jesús, hasta la Fiesta de los Tabernáculos, que sucedía exactamente después del Día de la Expiación y anticipaba las alegrías de la vida eterna.

  1. Pascua (Lev. 23:4, 5)
  2. Panes sin levadura (Lev. 23:6-8)
  3. Primicias (Lev. 23:9-14)
  4. Pentecostés, o Fiesta de las Semanas (Lev. 23:15-22)
  5. Trompetas (Lev. 23:24, 25)
  6. Día de la Expiación (Lev. 23:26-32)
  7. Tabernáculos (Lev. 23:33-44)

            La última convocación anual era la fiesta de los tabernáculos, un periodo de seis días durante el cual los israelitas vivían en tiendas (Éxo. 23:16; 34:22; Lev. 23:40, 41). Esa fiesta no solo marcaba el fin de la estación de las cosechas, sino también recordaba su permanencia en el desierto, donde tuvieron que vivir en tiendas (Schultz, 2008, p. 45).

            Esa era la última fiesta del año religioso. Al contrario del arrepentimiento de la fiesta anterior, el Día de la Expiación era un momento de mucho júbilo y alegría. El juicio había pasado y el perdón de los pecados estaba garantizado.

            Era una fiesta de cosecha también, y había un espíritu de gratitud por todo lo que el Señor había hecho durante el año (Coleman, 1991, pp. 268, 269). Entendemos, como adventistas del séptimo día, que el Día de la Expiación se orienta hacia el evento escatológico anterior a la segunda venida de Jesús (En esto creemos, p. 421). Entonces, si cada fiesta judía representa un momento de la historia de la salvación, concluimos que el antitipo de la Fiesta de los Tabernáculos es el encuentro de los salvos con Cristo.

CONCLUSIÓN

            Estamos en el último período de la historia de la humanidad. Mientras somos asolados por todo tipo de influencia mundana, tenemos que buscar estar seguros a través del conocimiento de la Palabra de Dios.

            Es en esta era cuando, más que nunca, debemos abrir la Palabra, escuchar la verdad, aprender y enseñar, inspirando a las personas a hacer la única elección que tiene un valor verdadero: seguir a Cristo.

            El ejemplo bíblico de reavivamiento y reforma demuestra que el éxito en este trabajo está basado en alcanzar el corazón de cada cristiano a través de argumentos intelectuales, sus emociones y su voluntad.

            Queda claro que existe la necesidad de una estrategia de acción y pensamiento que envuelva a los líderes y a los miembros. Todos deben ser considerados iguales, y la acción no debe estar limitada únicamente al ambiente de la iglesia, sino que tiene que extrapolar e invadir la vida diaria de los creyentes, para que la Biblia y el poder del Espíritu Santo pue- dan transformar vidas.

            Ciertamente, los planes ya conocidos, relacionados con la Escuela Sabática y los Grupos pequeños, son eficaces en esa iniciativa de reavivamiento y reforma según el ejemplo bíblico. La participación del liderazgo laico, unido al grupo de pastores, es fundamental.

            Dirigir la voluntad a la acción es lo más sensato, para que la iniciativa no quede limitada solo al intelecto y al sentimiento. La motivación principal debe ser siempre la salvación y la misión. Así como el pueblo de Israel se regocijó en aquella conmemoración especial de la Fiesta de los Tabernáculos, podremos participar de la fiesta en el cielo.

            El ejemplo bíblico en la historia de Esdras y Nehemías refuerza la idea de que es posible reavivar y reformar a la iglesia, y que esa iniciativa es deseable y necesaria.

Sobre el autor: Pastor auxiliar de la iglesia de UNASP-SP