Por casualidad, usted ¿convivió con una iglesia grande? Tal vez sea líder espiritual de una congregación con quinientos miembros, de una comunidad de mil personas o sea pastor de un re- baño de casi dos mil ovejas. Sea como fuere, seguramente, usted tiene buenos recuerdos de las experiencias adquiridas en la convivencia con tantos amigos y hermanos en Cristo, unidos en la misma fe. Sin embargo, los líderes de tales comunidades enfrentan una notable dificultad para conservar la salud espiritual de las personas que están bajo su cuidado. Una de las razones de este problema es que, a veces, el gran número de miembros favorece el anonimato, llevándolos a la tibieza espiritual y a la indiferencia para con la misión de predicar el evangelio.

            La gran pregunta es: ¿Cómo hacer que una iglesia grande se transforme también en una gran iglesia, espiritualmente saludable y llena de entusiasmo por la cruz de Cristo, que desborde de compasión por los hijos de Dios? Parece que el único medio es el compromiso con la misión. Al planificar las actividades de una iglesia, es necesario colocar al principio de la lista de prioridades la orden del Maestro: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:19, 20).

ACCIÓN DIFERENCIADA

            Para ayudar a cumplir esa orden, existen iglesias grandes, dotadas de condiciones financieras, con personas intelectualmente capacitadas para llevar la Palabra a diferentes clases y segmentos sociales. En esas iglesias hay diversidad de dones, como, por ejemplo, en las áreas de la música y de la asistencia social.

            Sin embargo, una actividad misionera diferenciada puede ser implementada con éxito en las iglesias grandes, bajo la bendición de la promesa de Jesucristo: “Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confi­nes de la tierra” (Hech. 1:8). Estamos refiriéndonos al proyecto de plantar nuevas iglesias, realizado por congregaciones de quinientos a mil quinientos miembros. Las grandes comunidades adventistas pueden marcar la diferencia en el proyecto que tiene la División Sudamericana de establecer nueve mil iglesias en su territorio, hasta el año 2015. Eso es misión global, que lleva el evangelio a barrios y a ciudades que todavía no tienen la presencia adventista.

            No se trata de un evento opcional, sino de un estilo de vida necesario como congregación. En caso de que no nos involucremos, corremos el riesgo de quedar perdidos en medio de tantas actividades, reuniones y grandes eventos que forman parte de la vida cotidiana de una iglesia de gran porte. ¡Qué contrariedad!

            En ese punto, es oportuno que recordemos la experiencia de los israelitas en ocasión de la entrada en Canaán. La orden de Dios era que tomaran integralmente la tierra, pero ellos decidieron no obedecer. Elena de White cuenta la historia: “En su incredulidad y amor por la comodidad, se congregaron en las porciones ya conquistadas, en lugar de marchar adelante y ocupar nuevos territorios. Así empezaron a apartarse de Dios. No alcanzaron a llevar a cabo sus propósitos, y por esta razón le hicieron imposible cumplir en ellos su promesa de bendición.

            “¿No está la iglesia haciendo la misma cosa hoy? Teniendo al mundo por delante con necesidad del evangelio, los cristianos profesos se congregan en donde pueden ellos mismos disfrutar de los beneficios del evangelio. No sienten la necesidad de ocupar nuevo territorio y llevar el mensaje de salvación a las regiones distantes. Rehúsan cumplir la comisión: ‘Id y haced discípulos en todas las naciones’. ¿Son menos culpables que los creyentes hebreos?” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 130).

TEMPLOS DE ESPERANZA

            Buscando huir de este error, la iglesia del barrio de Portón, en la ciudad de Curitiba, Estado de Paraná (Rep. del Brasil), que actualmente cuenta con más de mil doscientos miembros, durante el año 2011 fue involucrada en la plantación de iglesias en regiones sin presencia del adventismo. Esa experiencia cambió la visión misionera de los hermanos, pues Dios colocó en el corazón de muchos la necesidad de abrir una nueva iglesia. El sueño de todos fue el mismo: abrir un “Templo de esperanza”.

            Agua Verde, un barrio noble de la ciudad, fue el lugar elegido. Encontraron un lugar adecuado para el nuevo templo y motivaron a los hermanos para que dejaran una iglesia confortable, con una óptima programación y estructura física, y se transfirieran al otro lugar. Durante cuarenta días, la iglesia fue movilizada en oración, y con cultos matutinos con una asistencia promedio de 150 personas, además de otras cincuenta vía Internet. El período fue concluido con la celebración de un bautismo y la presencia de más de seiscientas personas.

            Ese día, ochenta hermanos se despidieron de la iglesia madre. Vestidos con camisetas estampadas con el lema: “Templos de esperanza”, conocieron la nueva iglesia. Para cada madrugada de oración, Dios dio una persona para que fuera bautizada. La iglesia fue reavivada y sucedieron milagros en ese período. Así, el sábado 8 de septiembre de 2011, fue inaugurada la Iglesia Adventista de Agua Verde. Actualmente, la congregación tiene más de cien miembros e interesados en la Palabra de Dios. Está organizada como iglesia, trabaja en Grupos pequeños, mantiene una clase bíblica y, además de los módulos tradicionales, ofrece dos cultos de oración por semana.

APOYO A IGLESIAS MENORES

            Dentro del evangelismo de Misión Global, grandes iglesias pueden apoyar a iglesias menores, adoptando ciudades cercanas a ellas y que todavía no tienen presencia adventista. Por eso, también fue lanzado el proyecto “Portón global”, y la primera ciudad elegida fue Inacio Martins, a 1.245 metros de altura, a 206 kilómetros de la ciudad de Curitiba, con una población hospitalaria y amigable.

            Inicialmente, un grupo de setenta personas visitó mil setecientas casas entregando el libro La gran esperanza. Enseguida fue ejecutado el proyecto “Viva feliz con esperanza”, que ofreció atención comunitaria, con la participación de profesionales liberales y de salud, además del coro de la iglesia. Las personas con las que se entró en contacto fueron visitadas por los “Agentes de esperanza”, que ofrecieron estudios bíblicos e invitaron a una serie de evangelización de treinta noches, que fue realizada en el mes de octubre, en el templo de espe­ranza construido por los misioneros de la iglesia madre.

            Creyendo en la promesa: “Dios realizará el trabajo si le ofrecemos los instrumentos” (ibíd., t. 3, p. 341), los líderes de la iglesia planificaron, además, una oportunidad para que cada miembro involucrado en la plantación de nuevos templos experimente el reavivamiento y la reforma en su vida. Se trata del proyecto “Pentecostés de la esperanza”. Serán cincuenta días en oración, todas las madrugadas en la iglesia, preparando a los miembros para la campaña de evangelización, pidiendo que sea derramado el Espíritu Santo en favor de la consagración de las familias y de los candidatos al bautismo de primavera.

“SIEMPRE PARA ADELANTE”

            Dios tiene un plan singular para las iglesias en las grandes ciudades, que, a sus ojos, se tratan de comunidades especiales. Tienen capacidad para realizar con éxito la misión global. Una de las maneras en la que podemos involucrar a la hermandad en esa misión, y conservarla en la fe, es motivarla y comprometerla con el desafío de predicar el evangelio a otros no evangelizados.

            “Como pueblo, necesitamos acelerar la obra en las ciudades, que ha sido obstaculizada por la falta de obreros, medios y espíritu de consagración. En este tiempo, el pueblo de Dios necesita volver el cora­zón plenamente a él, pues el fin de todas las cosas está cerca. Necesita humillar su mente, y estar atento a la voluntad del Señor, trabajando con fervoroso deseo en aquello que Dios ha mostrado que debe ser hecho, a fin de amonestar a las ciudades con respeto a su ruina inminente” (Elena de White, El evangelismo, p. 26).

            Por lo que vimos, una buena planificación, adecuada a la realidad de la iglesia, hizo posible el compromiso de los miembros y su entrega por medio de la oración, la unción del Espíritu Santo, la comunión y el estudio de la Palabra. No hay dudas de que más ciudades y barrios todavía pueden ser conquistados por iglesias grandes que se coloquen a disposición de Dios para ser –también– grandes iglesias.

            “Nuestro canto debe ser: ¡Adelante, siempre adelante! Los ángeles de Dios irán delante de nosotros para prepararnos el camino. Nunca podremos deponer nuestra preocupación por las regiones lejanas antes de que toda la Tierra esté iluminada con la gloria del Señor” (Elena de White, Obreros evangélicos, p. 486).

Sobre el autor: Respectivamente, pastor y profesora de la Asociación Central Paranaense, Rep. del Brasil.