PREGUNTA 24

¿Qué base bíblica e histórica tienen los adventistas para enseñar: (1) que los 2300 días (tardes y mañanas) de Daniel 8:14 simbolizan años: (2) que el cuerno pequeño que surge de uno de los cuatro cuernos del macho cabrío (vers. 9) simboliza a Roma; y (3) que el santuario de los vers. 11-14, que debía ser hollado y luego “purificado” o “justificado”, es el santuario celestial? ¿No están prácticamente solos en esta creencia?

Como todas estas preguntas se refieren a la visión de Daniel 8, es conveniente considerar el capítulo como un todo, a fin de tener un marco para nuestra posición en lo que atañe a estos puntos.

  1. Un examen del capítulo 8.—Daniel presenta un relato consecutivo del simbolismo profético que se le ofreció dramáticamente en visión. Pero junto con este hecho, hay que recordar que este capítulo es paralelo a la visión de la estatua de cuatro partes metálicas del capítulo 2, que simboliza cuatro imperios mundiales, y a las cuatro bestias (reinos) de Daniel 7, las que también simbolizan a Babilonia, Medo-Persia,[1] Grecia y Roma. La diferencia mayor consiste en que la visión del capítulo 8 comienza con Medo-Persia.

Daniel ve primero un carnero con dos cuernos. El ángel revelador lo identifica explícitamente con Medo-Persia, con el predominio de Persia (compárense los vers. 3, 4 y 20). El carnero “hería” con los cuernos al poniente, al norte y al sur, aumentando su poder y haciendo su voluntad.

Luego apareció un lanudo macho cabrío que avanzaba con increíble velocidad desde el oeste. Representa el imperio Greco-macedónico (compárense los vers. 5 y 21), porque el macho cabrío era el emblema nacional de Grecia, así como el carnero lo era de Medo-Persia. El cuerno “notable” del macho cabrío griego simbolizaba al reino dirigido por Alejandro Magno (vers. 5, 21), cuyo dominio se extendía desde Grecia y Macedonia hasta el noroeste de la India, y desde Egipto hasta más allá del mar Caspio. Es el imperio más grande conocido por el mundo. No se puede poner en duda esta identificación empleando argumentos válidos, puesto que ha sido dada por la inspiración.

Alejandro murió en el año 323 AC, cuando estaba en el apogeo de su poderío. Al comienzo los principales generales procuraron organizar el vasto territorio bajo regencias en el nombre del medio hermano de Alejandro, que padecía de perturbación mental y del hijo póstumo de Alejandro. Pero al cabo de dos décadas de guerras intermitentes entre los rivales, los partidarios más decididos del poder centralizado fueron derrotados decisivamente por una coalición de cuatro generales que dividieron el imperio en cuatro reinos. Estas divisiones (tres de las cuales sobrevivieron como las monarquías de Macedonia, Egipto y Siria hasta que los romanos se apoderaron de ellas) cumplen en forma notable las especificaciones proféticas de los cuatro cuernos que crecieron hacia los cuatro puntos cardinales: Ptolomeo se quedó con Egipto, Palestina y parte de Siria, en el sur; Casandro gobernó Macedonia y Grecia en el oeste; Lisímaco quedó en Tracia y en Partes de Asia Menor, en el norte; y Seleuco gobernó en Babilonia y Asiria, en el este. (Véase Cambridge Ancient History [1928-38]. tomo 6, págs. 462. 482, 483, 492, 499, 502.)

Luego apareció otro cuerno, que salía de uno de ellos, diferente de los otros cuatro cuernos, que crecía hasta tornarse muy grande. Se lo vio extenderse hacia el sur (abarcando a Egipto), hacia el este (absorbiendo a Siria), y apoderándose de Palestina, la “tierra gloriosa” (vers. 9). Adquirió proporciones asombrosas. Creemos que esto —en armonía con numerosas autoridades contemporáneas y con casi todas las del pasado— simboliza a Roma. Roma pagana y posteriormente Roma papal: es evidente que ambas fases están comprendidas en un mismo símbolo.

Esto adquiere evidencia adicional por el hecho de que el capítulo 8 es paralelo a las visiones de los capítulos 2 y 7 —Daniel 2 muestra el aspecto civil y Daniel 7 el aspecto religioso. Y en cada una de estas descripciones, los tres primeros poderes —Babilonia, Medo-Persia y Grecia— fueron seguidos literal e históricamente por el Imperio Romano en sus fases pagana y papal.[2] Ahora la sede del imperio se estableció en el oeste, con Italia en el lugar central. Por lo tanto sostenemos que este cuerno se refiere a la grandeza y el poder de Roma.

  • Los santuarios terrenal y celestial están implicados.—Debido al notable paralelo que existe entre las profecías de Daniel 2, 7 y 8, y por la ineludible similitud histórica y la continuidad entre el Imperio Romano y la Iglesia Romana, los adventistas creemos que el “cuerno pequeño” de Daniel 8:9 representa tanto a la Roma pagana como a la papal.

En consecuencia, las actividades atribuidas a este “cuerno pequeño” en Daniel 8:10-12, 23-25; 11:31 y 12:11, deben entenderse como abarcando tanto a la Roma pagana como a la papal.

Puesto que los 2300 “días”, interpretados como años (véase la sección 6), sobrepasan el tiempo del santuario terrenal, creemos que se refieren al “más amplio y más perfecto tabernáculo” celestial, del cual el santuario terrenal era una “figura”, descripto en Hebreos 8 y 9. Creemos también que la palabra hebrea tamid, el “continuo” en el libro de Daniel (caps. 8:11-13 y 11:31), se refiere a los servicios diarios o continuos del “santuario”, porque la palabra tamid aparece en relación con el santuario. Por lo tanto creemos que el “santuario” de Daniel 8:11-14 debe implicar tanto el santuario terrenal como el celestial. Y en forma similar, el “continuo” debe representar los servicios diarios regulares, o “continuos”, de ambos santuarios. Y asimismo, la “prevaricación asoladora” ciertamente representa las actividades de Roma pagana y papal, que tornan inoperantes o ineficaces esos servicios. Por lo tanto, la pregunta: “¿Hasta cuándo?” (del vers. 13) y la respuesta: “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas” (vers. 14), es obvio que incluye a ambos. Y por igual razonamiento, el “ejército” debe incluir tanto a judíos como a cristianos, durante las porciones respectivas de los 2300 días proféticos cuando cada santuario está en vigencia.

  • El continuo fue quitado dos veces.—Es obvio que las actividades de la Roma pagana se relacionaban en primer término con el santuario terrenal, o templo judío, mientras que las de la Roma papal deben referirse al santuario celestial. Cristo mismo aplicó la “abominación desoladora” de Daniel 11:31, a la desolación del templo terrenal llevada a cabo por los ejércitos romanos en el año 70 DC (Mat. 24:1-3, 15-20; Luc. 21:20). Pero Daniel 11:31 obviamente es paralelo a Daniel 8:11, 13, ya que ambos se refieren al santuario y a su desolación, y al “continuo” que fue quitado. Cristo, entonces, aplicó Daniel 8:13, 14 en parte, al templo de Jerusalén.

Por lo tanto creemos, primero, que la supresión del “continuo” por la Roma pagana representa la desolación del templo en el año 70 DC, con la supresión definitiva de sus servicios (véanse Dan. 8:11, 13; 11:31; compárense con Mat. 24:1-3, 15-30; Luc. 21:20); y en segundo término, creemos que la supresión del “continuo” por la Roma papal, representa la introducción de innovaciones papales tales como un sacerdocio mediador, el sacrificio de la misa, el confesionario y el culto a María[3], mediante los cuales ha suprimido el conocimiento del ministerio continuo de Cristo en el santuario celestial, ha hecho perder confianza en él, y ha tornado ineficaz ese ministerio en las vidas de millones de cristianos profesos. (Véanse Heb. 7:25; 8:1-5; 9:24; etc.)

  • Roma cumple otras especificaciones.— Esta aplicación a Roma del cuerno que se “engrandeció”, recibe confirmación del hecho de que Roma cumple precisamente las demás especificaciones de Daniel 8. Por ejemplo, Roma “pisoteó” el pueblo de Dios (Dan. 8:10), persiguiéndolo implacablemente a lo largo de los siglos —en tiempos paganos por medio de tiranos como Nerón, Domiciano y Dioclesiano, e igualmente durante la fase papal que siguió a la pagana. Además, Roma pagana se alzó contra el Príncipe de los príncipes (vers. 25), quien creemos que es Cristo (véanse Hech. 3:15; Apoc. 1:5), porque fue un gobernador romano el que condenó a Jesús, y soldados romanos los que lo clavaron en la cruz, horadaron su costado y colocaron un sello romano en su tumba.

Repetimos, Roma en su fase papal pisoteó y profanó las provisiones del santuario celestial de Dios, suprimiendo el conocimiento del “continuo” ministerio de Cristo como Sumo Sacerdote en el santuario celestial y quitando la confianza en él (Heb. 7:25; 1 Juan 2:1). Ha anulado la confianza en el verdadero sacrificio expiatorio de Cristo en el Calvario, hecho una vez para siempre y en forma completa, al instituir y repetir el sacrificio diario de la misa en miles de altares terrenales. Así ha oscurecido y mutilado el verdadero culto de Dios, colocando la autoridad compulsiva y la unidad forzada de una iglesia visible, en lugar de la unidad voluntaria y verdadera de todos los creyentes en Cristo —su cuerpo místico o iglesia. Y ha impuesto la autoridad del papa visible en lugar de Cristo, quien dirige y guía su iglesia mediante el vicegerente o representante que él mismo ha elegido: el Espíritu Santo (Juan 14:16, 17; 16:7, 13).

Además, como ya se indicó, el papado ha interpuesto la barrera de un sacerdocio humano entre el adorador y Cristo, en lugar del acceso directo de todos a Cristo nuestro gran Sumo Sacerdote. Y ha instituido y establecido un sistema de salvación por medio de las obras humanas en lugar de la salvación mediante la fe en Cristo Jesús únicamente, colocando un confesionario terrenal en lugar de la confesión de nuestros pecados directamente a Cristo en su santuario celestial.

Así ha sido como la verdad concerniente a las maravillosas provisiones de la redención, centrada en la cruz, y hecha efectiva por el ministerio de nuestro Señor en el santuario celestial, ha sido echada por tierra, cuando el papado recargó la verdad con la tradición y la oscureció mediante un sistema que privó a la humanidad de los beneficios directos del sacrificio expiatorio de Cristo y de su ministerio sacerdotal. En esto “practicó y prosperó” —practicando sus desviaciones y engaños, y prosperando en sus proyectos venales y en su exaltación al poder.

  • “Tarde y mañana” un día completo.— En sentido literal y primario, “tarde y mañana” designa obviamente un día de 24 horas, porque de acuerdo con el método bíblico de computar el tiempo, cada día de 24 horas comienza a la puesta del sol y termina con la puesta del sol siguiente (Gén. 1). Así, la parte oscura del día, designada “tarde”, siempre precede a la parte iluminada del día, llamada “mañana”. Y el mismo hecho de que en Daniel 8:14 la palabra “tarde” preceda a “mañana” significa que aplica la misma secuencia de noche y día, y por lo tanto un día completo de 24 horas y no medio día como sostienen algunos (con lo cual reducen los 2300 días a 1150 días).

Entonces, si 2300 tardes y mañanas significan 2300 días, este período, si se lo considera tiempo simbólico es esta profecía simbólica, corresponde a 2300 años literales.

  • Es aplicable el principio día por año.— En cuanto a la consistencia y propiedad de la aplicación del principio día por año a los 2300 días del vers. 14, diremos: en todas las profecías simbólicas parecería completamente lógico considerar los períodos temporales que las acompañan, también como simbólicos. Y un símbolo siempre representa otra cosa fuera de sí mismo. En el capítulo que examinamos, los símbolos proféticos de las naciones —representadas en Daniel 8 por un “carnero” y un “macho de cabrío”— no se refieren a un carnero y un macho de cabrío literales, sino al Imperio Medo-Persa y al reino de Grecia respectivamente, según lo declaró a Daniel el ángel en su interpretación. Aplicar estos dos símbolos obvios a animales literales significaría un repudio y una negación palpables de su carácter simbólico y de la interpretación dada por el ángel.

En forma similar, creemos que en el período temporal simbólico dado en conexión con esto, los 2300 “días” no pueden significar 2300 días literales. Deben representar otra unidad de tiempo. Aplicarlos a igual número de días —o de medios días como procuran algunos— significaría violar y negar su carácter fundamentalmente simbólico. Tampoco se nos ha dejado en la incertidumbre en cuanto al propósito de este tiempo. El principio que ha de seguirse en la interpretación del tiempo simbólico es: “Día por año, día por año te he dado” (Eze. 4:6; véase Núm. 14:34). Creemos por lo tanto, en armonía con muchos eruditos eminentes de todos los tiempos[4], que los 2300 “días” proféticos indican 2300 años literales en el cumplimiento, y que cualquier cosa de más, o de menos, contraría el principio básico del simbolismo temporal.

Ya en el año 1205, un trabajo joaquinita anónimo interpretaba el número 2300 como 23 siglos a partir del tiempo de Daniel. Posteriormente Villanova reconoció los 2300 días como años guiándose por el principio día por año. Luego en 1440, el teólogo católico romano Nicolás Krebs de Cusa (Conjectures of Cardinal Nicholas von Cusa Concerning the Last Days), reconoció los 2300 “días” proféticos como años, que él hizo arrancar desde Persia. Esta es una de sus notables declaraciones:

“Del mismo modo se abrió ante Daniel la forma como la última maldición ocurriría después de la purificación del santuario y del cumplimiento de la visión; y esto después de 2300 días a partir de la hora cuando se diera el decreto… según el número predicho convirtiendo un día en año, de acuerdo con la revelación hecha en Ezequiel [4:5, 6]” (Traducido de Conjecture, en Opera, pág. 934).

Deberíamos añadir que la ubicación cronológica o en el tiempo de los 2300 días-años no se da en el capítulo 8. Se nos dice simplemente que es “para muchos días” (vers. 26), y que los acontecimientos en su plenitud ocurrirían en una época muy alejada del tiempo de Daniel —-esto es, en el “tiempo del fin” (vers. 17). (La cronología de este período se analizará en las preguntas 25 y 27).


Referencias

[1] Este nombre compuesto se emplea en conformidad con la interpretación angélica (“Media y Persia”, vers. 20), y para realzar el hecho de que ni aquí ni en otro lugar Daniel concibe un Imperio Medo existente independientemente —lo cual constituye un requisito previo para el “punto de vista griego” del cuarto reino de Daniel 2 y 7, lo que analizaremos en la pregunta 28. El término “Medo-persa” es utilizado corrientemente por eruditos conservadores tales como Robert D. Culver/ (1944)., Edward J. Young (1949); Herbert C. Leupold (1949), y el Catholic Commentary (1955), tanto como por un gran número de personas de años anteriores, tales como Charles Boutflower (1922), Charles H. Wright (1906), y una hueste de notables eruditos, tales como Keil (1869) y Zóckler (1870), hasta los tiempos de la Reforma.

[2] Concordamos con Charles Boutflower (In and Around the Book of Daniel [1923], pág. 293), quien dice: “El cuarto reino de Daniel es el poder romano: primero en su primera etapa como poder consular e imperial, y luego en su etapa posterior cuando como ‘cuerno pequeño’ simboliza al papado”.

Adolph Harnack (What Is Christianity? [1903], pág. 270), insiste en que, después de la desaparición del Imperio Romano, la Iglesia Romana, bajo el obispo romano, “se abrió camino hasta ocupar el lugar del Imperio Romano mundial, del que es la continuación actual”, simplemente remodelando su forma pero gobernando a las naciones con el papa como señor, y como el sucesor del Pontifex Maximus de César.

[3] En la página 44 de la obra del obispo Fulton J. Sheen, The Eternal Galilean (1954), aparecen estas palabras: “Dedicado a María Madre de Dios, Reina de las Siete Espadas, Abogada de Pecadores en el Trono Triuno, Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo” (La cursiva es nuestra).

[4] E. B. Elllcott, por ejemplo (Hora Apocalypticae, tercera edición, tomo 3, págs. 226, 227), se refiere a “dos muy notables acciones simbólicas de ese profeta [Ezequiel], a las que se ha hecho tan frecuente referencia en la controversia día-año por parte de comentaristas anteriores. En cierta ocasión Dios le ordenó que permaneciera 390 días acostado en su lado izquierdo a la vista de la gente; con lo cual debía simbolizar los 390 años de la iniquidad y envilecimiento de la nación de Israel; en otra ocasión se le ordenó permanecer durante 40 días en su lado derecho, con lo cual simbolizaba los últimos 40 años de la Iniquidad de Judá. Y el significado de estos días místicos fue declarado por Dios mismo. ‘Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días, trescientos noventa días… Día por año, día por año te lo he dado’. Difícilmente podría desearse un precedente más claro y completo que éste, como clave probable y guía hacia el significado de los días en las visiones simbólicas que estamos considerando”