El pastor se debe dejar absorber tanto por los deberes exteriores que descuide las instrucciones que sus hijos necesitan.

El ministerio pastoral se encuentra cercado de grandes desafíos y, por eso, se le exige mucho a un pastor. Al analizar las responsabilidades que les caben a los pastores, Kittim Silva declara que estos tienen que desempeñar bien las funciones de predicador, consejero, dirigente, profeta y pacificador.[1] Es decir, es necesario dedicarse enteramente, para tener éxito en el ministerio. Elena de White mencionó que, al ejercer el ministerio, el pastor debe “soportar molestias físicas y sacrificar la comodidad […]. El espíritu del verdadero pastor consiste en el olvido de sí mismo. El pierde de vista el yo a fin de hacer las obras de Dios”.[2] Por lo que podemos notar, el obrero que es consciente de su deber hacia Dios y su obra se enfrenta con la necesidad de dar lo máximo de sí en favor de la causa.

Por otro lado, por dedicarse al ministerio, muchos terminan dejando de lado algo muy importante: su propia familia. John Mc Arthur Jr. menciona que “las familias se están debilitando en todo el mundo. Y también existe un número alarmante de familias de pastor”. Y advierte: “Aun cuando se admita que las presiones en el mundo contemporáneo sean enormes […] la casa del pastor debe ser su prioridad”.[3]

Sobre la base de estas informaciones, notamos que el pastor, además de la responsabilidad hacia la obra que ejerce, tiene todavía una responsabilidad mayor: su propia familia. Con este desafío en mente, se destaca que es necesario comprender cuál es el deber del obrero de Dios en relación con su casa, para que no llegue a “ganar el mundo para Cristo” y, al mismo tiempo, perder su familia.

Problemas familiares que afectan al ministerio

Muchas pueden ser las dificultades presentes en la relación familiar de un pastor. En 1992, se realizó una investigación pastoral en los Estados Unidos con la intención de descubrir qué clase de problemas son más frecuentes en el hogar de un ministro de Dios. La investigación señaló significativas dificultades conyugales. Según esta investigación, de las parejas pastorales entrevistadas, el 81% señaló “tiempo insuficiente en conjunto; el 71% el uso del dinero; el 70% el nivel de salario; el 64% dificultades en la comunicación; el 63% expectativas de la congregación; el 57% diferencias con respecto a la recreación; el 53% dificultades en la educación de los hijos; el 46% problemas sexuales; el 41% rencor del pastor en relación con la esposa; el 35% diferencias con respecto a la carrera ministerial; y el 25% diferencias con respecto a la carrera de la esposa”.[4]

Edson Queiroz también advierte respecto de esta cuestión. Cuenta que, en las décadas de 1960 y 1970, mantuvo contacto con un pastor que era reconocido como un referente para el ministerio. Este pastor, según él, se jactaba de no repetir nunca un sermón, escribía libros, presentaba programas de radio y de televisión, e incluso le quedaba tiempo para visitar a todos los miembros de su iglesia, al menos una vez por año. Pero poca gente lo escuchaba hablar acerca de su familia. Al final, Queiroz describe la situación de los hijos de este renombrado pastor, mencionando que recientemente se enteró de que los hijos de este pastor se convirtieron en espiritistas. ¡Uno de ellos llegó a construir un centro en su propia casa! Como se percibe, ese hombre pudo realmente haber hecho grandes cosas para Dios, pero al fin de cuentas, no pudo ganar a su familia para Cristo.[5] Dura realidad para un pastor exitoso en el ministerio.

Al analizar los problemas señalados por la investigación norteamericana y de Queiroz, concluimos que esa realidad puede estar presente también en la vida de cualquier familia de la sociedad. Por otro lado, que suceda en la vida familiar del ministro de Dios puede ir también en desmedro del ministerio, pues la Biblia adviene que, primero, el ministro debe gobernar “bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto; porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?” (1 Tim. 3:4, 5). Indudablemente, Dios espera que sus ministros conduzcan bien su propia familia.

El deber del pastor hacia su familia

En un ensayo titulado: “Código de ética profesional del obrero adventista”, Humberto Cairus enumera seis puntos que el ministro debe considerar con respecto a su relación familiar:

1. Enseña orden, delicadeza, puntualidad y responsabilidad a los miembros de su familia.

2. En el hogar se muestra la idoneidad para el ministerio (1 Tim. 3:4, 5). Su hogar sirve de modelo para otros hogares. Los miembros de la iglesia observan su hogar y a sus hijos. La esposa, por estar más tiempo con ellos, puede influir más sobre los hijos que el esposo. Cuida del comportamiento de los hijos en las reuniones.

3. Es atento y cortés con su esposa.

4. Ayuda en los cuidados de la casa.

5. Realiza paseos con la familia.

6. Juega con sus hijos.[6]

Tomaremos como base tales principios, pues entendemos que, si son aplicados a la vida del ministro de Dios, pueden ayudar a evitar las dificultades presentadas por Londo y Wiseman en la investigación realizada en 1992. Por eso, intentaremos ampliar estos conceptos, no de manera exhaustiva, con la ayuda de autores que escribieron acerca de este tema.

1. Enseña orden, delicadeza, puntualidad y responsabilidad a los miembros de su familia. Elena de White dedica buena parte de sus escritos a los aspectos familiares y, entre ellos, las responsabilidades del hombre como cabeza de la casa.

Ella señala que el esposo y padre tiene una importante tarea que desempeñar en el hogar. Su nombre es definido como lazo de unión de la familia. Dado que es la cabeza de la casa, la esposa espera amor, interés y ayuda en la educación de los hijos. Los hijos esperan del padre apoyo y guía. Debe intentar hacer su parte para hacer del hogar un lugar feliz, sin importar sus problemas y dificultades en el trabajo. Debe ser el legislador, demostrando con su vida virtudes como: energía, integridad, honestidad, paciencia, coraje, diligencia y disposición. Debe ser el sacerdote de la familia, estableciendo en sus hijos elevados principios, que los capacitan para formar un carácter puro y virtuoso. Debe obtener educación moral correcta. Su conducta en la vida de la familia debe estar dirigida y restringida por los principios puros de la Palabra de Dios.[7]

2. En el hogar se muestra la idoneidad para el ministerio (1 Timoteo 3:4, 5). Su hogar sirve de modelo para otros hogares. Los miembros de la iglesia observan su hogar y sus hijos. La esposa, por estar más tiempo con ellos, puede influir más sobre los hijos que el esposo. Cuida del comportamiento de los hijos en las reuniones.

El Comentario bíblico adventista analiza 1 Timoteo 3:4 y 5 de la siguiente manera: Gobierne. Gn proisterni, “dirigir”, “presidir”. Si un hombre fracasa en una tarea menor, será incapaz de tener éxito en la tarea mayor de supervisar a las muchas familias que componen una congregación o grupo de iglesias (cf. vers. 5). Casa. Gr. óikos, “casa y por extensión “familia”, “hogar”. Hijos en sujeción. Los hijos del ministro deben demostrar por su comportamiento obediente y circunspección que respetan a su padre. Los hijos de Eli, el sumo sacerdote, representan un trágico ejemplo de un amor paterno equivocado y de su fracaso en gobernar a su familia”.[8]

Es clara la implicación del análisis de estos dos versículos bíblicos en la vida de un pastor: para el éxito en el ministerio, necesita tener éxito en presidir su propio hogar, intentando hacer de él un ejemplo para seguir por otras familias que están bajo sus cuidados pastorales.

El asunto del ejemplo, en este caso, también es avalado por Elena de White, cuando argumenta que es el designio de Dios que, en la vida doméstica, en primer lugar, el ministro sea un ejemplo de las verdades que enseña, que “si se la imparte debidamente, la educación de los hijos de un ministro ilustrará las lecciones que él da desde el púlpito”. Si no, en virtud de la errónea educación dada a los hijos, el pastor muestra su incapacidad de gobernar y controlar. “Necesita aprender que Dios requiere de él que discipline debidamente a los hijos que le fueron dados antes de que pueda cumplir su deber como pastor de la grey de Dios”.[9] Su esposa “debe ayudar al marido en sus labores, y ser exacta y cuidadosa con respecto a la influencia que ejerce”.[10] Inferimos también, de acuerdo con este texto, que el pastor debe hacerla participar de las actividades ministeriales.

3. Es atento y cortés con su esposa. En un artículo escrito para los ministros adventistas, KayKuzma presenta doce puntos esenciales que pueden ser practicados por ellos para agradar a su esposa. Ella sugiere: Sacrifíquese por ella; escuche con atención lo que ella tiene para decir; tóqucla; elógiela y acompáñela en público; divida con ella las responsabilidades; deje que sepa cuánto la aprecia; demuestre moderación; sea un padre comprensivo; incentívela en su carrera profesional; dedique tiempo para estar con ella; y sea el guía espiritual de la familia.[11] John B. Wilder también confirma estos conceptos, mencionando incluso que practicarlos será también un ejemplo para la iglesia.[12]

Percibimos que la práctica de estas sugerencias puede hacer feliz a cualquier esposa, pero mencionaremos dos citas de Elena de White que corroboran los principios presentados. Ella dice: “Trate a su esposa con ternura. Ella necesita de todo el cuidado, el ánimo y el consuelo que le prometió proporcionar en el voto de su casamiento. No le dé a ella, de manera alguna, ocasión de cuestionar su lealtad o su sincero deseo de cumplir sus obligaciones”.[13] Y todavía: “Procure ayudar a su esposa en el conflicto que la espera. Vele sobre sus palabras, cultive el refinamiento de los modales, la cortesía y la amabilidad, y será recompensado por ello”.[14]

Un punto destacable que el pastor también necesita considerar es su relación íntima con su esposa. London y Wiseman demostraron que el 46% de las parejas entrevistadas alegaron dificultad con respecto a esta cuestión.

En un documento oficial de la Iglesia Adventista dedicado a los ministros, se les aconseja conversar con su esposa acerca del romance y las relaciones sexuales. “Para satisfacción plena, la intimidad [sexual] debe ser precedida por la mental y espiritual. Si ustedes [pastores] están lo suficientemente cercanos como para practicar relaciones sexuales, deberían estar cercanos para hablar del asunto”.[15] Nancy Van Pelt corrobora la idea de la comunicación entre la pareja con respecto a las relaciones íntimas, citando una investigación realizada en 1975 por la revista Redbook, que reveló que existe una óptima conexión entre la comunicación sexual y una vida sexual saludable.[16] Podemos finalizar este punto con las palabras de esta misma escritora: “Proveer todo placer posible a la esposa es la respuesta natural de un marido amoroso”. [17]

4. Ayuda en los cuidados de la casa. Ya vimos algo acerca de esto en la cita de Kuzma, cuando mencionó que el esposo debe compartir con la esposa sus responsabilidades. Por otro lado, ¿cuáles son estas actividades? Podemos explorar al menos dos: el cuidado de los deberes de la casa y de los hijos (se sobreentiende que el aspecto financiero esté bajo mayor responsabilidad del hombre de la casa: el pastor).

Deberes de la casa: Es de extrema importancia que el pastor comprenda su participación en las cosas cotidianas del hogar. Lutero nos dio el ejemplo en esto. Cierta vez, sus vecinos se rieron de él al verlo colgar ropa en el tendedero. Entonces, él respondió: “¡Que se rían! ¡Dios y los ángeles sonríen en el cielo!”[18] Es importante que el pastor realice actividades en el hogar, pues eso demuestra cercanía. La pareja pastoral debe estar de acuerdo con la distribución de las tareas domésticas. El pastor necesita ser útil en estas tareas, aliviando las cargas de la esposa. Esta es la clave para una relación de apoyo.[19]

Cuidado de los hijos: Elena de White hace referencia a esta verdad. Al abordar las actividades del pastor en relación con sus hijos, destacaremos algo relacionado con su parte en la distribución de las tareas. En este sentido, destacamos una vez más el testimonio de Elena de White, en el que ella dice claramente que “la obra de hacer feliz el hogar no incumbe solo a la madre. El padre tiene un papel importante que desempeñar. El esposo es el vinculador de los tesoros del hogar y, por su afecto fuerte, fervoroso y consagrado, une a los miembros de la familia, la madre y los hijos, con los lazos más resistentes”.[20] La esposa espera de él apoyo en la educación de los hijos, pero lo que sucede es que muchos pastores no aprecian lo suficiente los cuidados y las perplejidades que sus esposas soportan, a veces, sofocadas todo el día por las tareas domésticas, y deja todo el cuidado que se le debe dispensar al hijo bajo la responsabilidad de ella. En esto, Elena de White completa: “¿No es acaso hijo de él tanto como de ella? ¿No tiene acaso él obligación natural de llevar pacientemente su parte de la carga que representa criar a los hijos?”[21] El pastor necesita ayudar en esta actividad; debe ayudar en la educación, en el cuidado personal; necesita dedicar tiempo a ellos, para que la esposa descanse; en fin, necesita ser “una mano ayudadora”.

5. Realiza paseos con la familia. Se debe dedicar constantemente momentos especiales para la familia. Según el Pr. Leonardo Godinho, una buena táctica para determinar los momentos en que esos paseos deben suceder es agendarlos.[22] E. D. Prince también valora dedicar tiempo a pasear en familia. Dice que es en esos momentos, en los que se desliga de las tareas cotidianas de la iglesia y dedica tiempo de calidad a la familia, que percibe cuán importante es él para los hijos y para la esposa, y también cuán importante es para ellos dedicar ese tiempo.[23]

6. Juega con sus hijos. Este es un campo al que el pastor debe dedicarle considerable atención. El ministro debe dedicar tiempo a los hijos y, más que eso, tiempo de calidad; no solo estar presente en cuerpo y pensando en otra cosa, en los compromisos.[24] Según Godinho, “los hijos necesitan de un padre que, cuando está con ellos, sea solo de ellos”.[25]

“Los deberes propios del predicador lo rodean, lejos y cerca; pero su primer deber es para con sus hijos. No debe dejarse embargar por sus deberes exteriores hasta el punto de descuidar la instrucción que sus hijos necesitan”.[26]Los pastores deben participar junto con sus hijos de actividades recreativas. Deben dedicar tiempo para la práctica de deportes y realizar paseos.

Conclusión

Al concluir, en primera instancia podemos afirmar lo que percibimos en el transcurso de este artículo: la prioridad en el ministerio pastoral -después del compromiso con Dios es el cuidado de su familia. Con esto en mente, inferimos que, sean cuales fueren las actividades que las ocupaciones del ministerio demanden, el ministro de Dios no debe sacrificar el deber que tiene hacia su casa.

Concluimos que tal práctica no contribuye al éxito ministerial y sí va en su detrimento. Es notorio que Dios pedirá cuentas de aquellos que se nos ha dejado a nuestro cargo. Por eso, debemos cumplir fielmente nuestra responsabilidad hacia los miembros de nuestra familia.

Sobre el autor: Estudiante de Teología en la UnASP, Engenheiro Coelho, San Pablo, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] K. Silva, De pastor a pastor – como melhorar o ministerio pastoral [De pastor a pastor. Cómo mejorar el ministerio pastoral] (São Paulo, SP: Vida, 1995), pp. 7-23.

[2] Elena G. de White, Obreros evangélicos, p. 192.

[3] Richard L. Mayhue y Jonh McArthur Jr., en Redescobrindo o ministerio pastoral – moldando o ministerio contemporáneo aos preceitos bíblicos [Redescubrir el ministerio pastoral: moldeando el ministerio contemporáneo a los preceptos bíblicos] (Río de Janeiro, RJ: CPAD, 1999), p. 175.

[4] H. B. London y N. B. Wiseman, Pastors at Risk – Help for Pastors, Hope for the Church [Pastores en riesgo: Ayuda para los pastores, esperanza para la iglesia] (Wheaton: Víctor Books, 1993), p. 71.

[5] E. Queiroz, Transparencia no ministerio – como ser um líder segundo o corafáo de Deas [Transparencia en el ministerio: Cómo ser un líder según el corazón de Dios] (São Paulo, SP: Vida, 1998), p. 85.

[6] H. J. Cairas, Revista Ministerio (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira), p. 19.

[7] White, El hogar adventista, pp. 211-220.

[8] Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 308.

[9] White, Ibid, p. 321.

[10] Testimonios selectos,  tomo 1 pp37, 38

[11] Kay Kuzma, Revista Ministerio (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, marzo/abril, 1990), pp. 13-17.

[12] J. B. Wilder, O jovem pastor [El pastor joven] (Río de Janeiro, RJ: Casa Publicadora Batista, 1968), pp. 96, 97.

[13] El ministerio pastoral, pp. 85, 86.

[14] White, El hogar adventista, p. 193.

[15] A. R. Liedke, ed., Guía para ministros [Guía para ministros] (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 1995), p. 48.

[16] Nancy Van Pelt, Felizes no amor – os segredos da vida a dois [Felices en el amor: Los secretos de la vida en pareja] (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2003), p. 100

[17] Ibíd p. 102.

[18] A. R. Liedke, Ibid., p. 47.

[19] Nancy Van Pelt, Ibíd,, p. 85.

[20] White, El hogar adventista, p. 188.

[21] Ibíd., p. 202.

[22] L. N. Godinho, Revista Ministerio (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, julho/agosto, 2002), p. 12

[23] D. E. Prince, Autenticidade ou hipocrisia? – a integridade e os desafios do ministerio [¿Autenticidad o hipocresía? U integridad y los desafíos del ministerio] (São Paulo-SP: Vida Nova, 2001), pp. 116-122.

[24]D. E. Prince, Ibíd., p. 173.

[25] L N. Godinho, Ibíd., p. 12.

[26] White, El hogar adventista, p. 321.