“Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma” (Hech. 4:32). De este modo, Lucas describe la unidad que prevalecía entre los primeros seguidores de Jesús en Jerusalén. “Unánimes” es otra de las expresiones favoritas de Lucas para retratar a una iglesia que disfrutaba de paz y armonía (Hech. 1:14; 2:46). En verdad, la iglesia apostólica era una iglesia unida.

 No obstante, Lucas no deja de mencionar varios incidentes que muestran discordia y contienda entre los seguidores de Jesús. Las más evidentes son las controversias acerca de la distribución de alimentos para las viudas (Hech. 6:1); el conflicto por la visita de Pedro a Cornelio, un gentil (Hech. 11:2, 3); el concilio de Jerusalén acerca de la circuncisión (Hech. 15:1, 2, 7); la disputa entre Pablo y Bernabé (Hech. 15:36-40); y otros dos casos que mencionaremos más adelante.

 ¿Cuál es la estrategia detrás de la forma en que Lucas describe a la iglesia primitiva: por un lado, mostrando la unidad de la iglesia; y por el otro, no vacilando en expresar la rivalidad que existía entre los creyentes (p. ej., Hech. 15:2)?

 A fin de entender el informe de Lucas sobre unidad y conflicto, necesitamos enfocar tres aspectos. Primero, el contexto en el cual Lucas habla de la unidad de la iglesia revela que la mayoría de las declaraciones sobre armonía son recopilaciones. Son pasajes cortos que no se relacionan con acontecimientos singulares sino con descripciones generales que abarcan períodos (Hech. 1:14; 2:42-46; 4:32-35; 5:12-16; 9:31). Uno podría decir que Lucas encuadra sus relatos de conflictos con declaraciones sintéticas de armonía. En otras palabras, la iglesia no vivía en una armonía sin desafíos, pero era capaz de lograr concordia vez tras vez. La armonía no era una condición inamovible sino una meta permanente que a menudo era alcanzada.

 Segundo, en todos los pasajes de conflicto Lucas no solamente expone el problema sino también narra de qué manera el conflicto fue superado bajo la guía del Espíritu Santo. Lucas estaba interesado en mostrar la resolución del conflicto. Una excepción podría ser la disputa entre Pablo y Bernabé (Hech. 15:36-40), que desembocó en una separación. Pero el resultado fue un esfuerzo misionero duplicado, siendo que los dos fueron a lugares diferentes para diseminar el evangelio.

 Tercero, la estrategia de Lucas incluye su interés en mostrar de qué manera, después de que el conflicto era superado, el evangelio se proclamaba aún más vigorosamente y la iglesia crecía (p. ej., Hech. 5:12; 6:7; 11:19).

 Estos aspectos llevan a la conclusión de que el interés de Lucas no era retratar la situación sino describir un camino, un movimiento en dirección a una meta. Él no relata simplemente la historia sino que imparte a sus oyentes la convicción de que la unidad es posible. Los anima a no conformarse con los conflictos, a no separarse de los que tienen una opinión diferente (Hech. 15) ni culpar a los demás (Hech. 6:1-7), sino a confiar en la eficacia del Espíritu Santo y luchar por la unidad. Como podemos ver en Hechos 15, los medios para logar el consenso consisten principalmente en discutir (vers. 7), prestar atención a la orientación de Dios (vers. 7-12, 14) y consultar la Escritura (vers. 15- 18). Hoy nos sentimos animados al ver que la iglesia primitiva luchó con problemas similares a los nuestros y que, mediante la orientación de Dios, fueron capaces de superar los asuntos que los dividían.

PEDIR LA DECISIÓN DE DIOS

 Lucas relata dos incidentes de la vida de los primeros cristianos en los cuales, no la interpretación de la Escritura, sino la directa intervención de Dios evitó que la iglesia se desgarrara. El tema, en estas dos reyertas, era una lucha por el estatus social. Parecería que los asuntos de estatus son tan peligrosos para la unidad de la iglesia como las diferencias doctrinales (Hech. 11:1-18; 15:1-33) y las cuestiones de conducta (Hech. 6:1-7; 15:36-40). Lo interesante es que estos dos sucesos no siempre son reconocidos como escenas de conflicto.

 El primer incidente comprende la selección de Matías en Hechos 1:15 al 26. En la iglesia primitiva, los doce apóstoles eran los representantes más poderosos entre los seguidores de Jesús. Gozaban de la mayor autoridad. Después de la muerte de Judas, Pedro sugirió que el vacío debía ser llenado eligiendo a un nuevo testigo para el ministerio de Jesús. Lucas informa que unos ciento veinte seguidores de Jesús se reunieron en Jerusalén (Hech. 1:15). De acuerdo con la propuesta de Pedro, coincidieron en establecer un criterio para seleccionar al que podría calificar para la tarea: alguien que había estado con Jesús desde el comienzo y que fue testigo de su resurrección (vers. 21, 22). Este criterio indica un elevado estatus social.

 Propusieron dos candidatos: José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y Matías (vers. 23). ¿Qué significa tener dos candidatos? En una sociedad acostumbrada a elecciones democráticas, tener dos o más candidatos para un cargo es una situación normal y hasta deseada. El voto de la comunidad decidirá entonces quién será electo. Es diferente en una sociedad donde las principales autoridades determinan el rumbo de la comunidad, como era el caso en la antigua Jerusalén. Tener dos candidatos significa que las figuras dirigentes no han podido ponerse de acuerdo en uno: la comunidad está dividida con respecto a los candidatos, pero ambos tienen quienes los apoyan y quienes se oponen. Un voto democrático, en realidad, produciría un perdedor. En una sociedad tradicional del primer siglo, a la postre el perdedor no solamente quedaría sin el cargo honorable, sino también perdería prestigio.

 En toda sociedad, los individuos reconocen la importancia de no perder prestigio, y de ganar respeto y honor. En la cultura grecorromana, este era un asunto aún más importante.[1] El honor era un bien muy deseado, más importante que el dinero. Y el honor era un bien limitado. Eso significa que uno podía obtener honor únicamente a expensas de otros. Si alguien recibía el honor de ser elegido para un puesto importante, los otros candidatos terminaban perjudicados. Los primeros cristianos en Jerusalén enfrentaban una situación difícil que fácilmente podría haber conducido a una lucha abierta sobre el estatus en el grupo.

 ¿Cómo fue evitada esta lucha? Lucas informa que ellos primeramente oraron para que el Señor indicara cuál de los candidatos él escogía, y entonces echaron suertes entre los dos. Este es el único lugar en el Nuevo Testamento en que se usó el recurso de echar suertes a fin   elegir a alguien para un cargo, y al parecer esa no era una práctica común. Si echar suertes hubiera sido normal, ellos no se habrían tomado el trabajo de elaborar criterios y nombrar candidatos. Orar pidiendo la decisión de Dios y echar suertes fue la manera de resolver el dilema que enfrentaban cuando no pudieron alcanzar un consenso respecto de los candidatos. Finalmente, Matías recibió el cargo, no por sus realizaciones, sino por la soberana decisión de Dios.

  Para entender la cultura del primer siglo, necesitamos reconocer la importancia de distinguir entre honor adquirido y honor atribuido. A fin de vencer en una lucha por estatus, había que invertir algo. Uno podía poner dinero para un edificio público o para el bienestar de la comunidad, uno podía ganar una competencia y enaltecer la fama de la ciudad o uno podía transformarse en el protector de gente necesitada y, de esa manera, incrementar el número de sus propios partidarios. Todas estas acciones eran apropiadas para superar a rivales reales o presuntos y obtener un honor adquirido. Por supuesto, estas acciones siempre dejaban a la zaga a las personas que perdían la competencia y quedaban avergonzadas.

 El honor atribuido no era el resultado del esfuerzo personal, sino más bien del nacimiento o de vínculos familiares. Era heredado, por decirlo así, o dado al individuo por la decisión soberana de una persona de elevado poder. Uno nada podía hacer para obtenerlo. En consecuencia, el honor atribuido no avergonzaba al que no lo recibía, porque no era responsable por ello.

 Matías llegó a ser uno de los doce apóstoles no por las acciones o el poder de él o de sus partidarios. Él no adquirió este honor; Dios mismo se lo atribuyó. Cuando el grupo de seguidores de Jesús en Jerusalén presentó dos candidatos y enfrentó el posible estallido de una lucha por el estatus entre ellos, recurrió a la más alta autoridad.

 Orar y echar suertes fue una decisión inusual pero muy sabia, a fin de preservar la unidad del grupo. Lucas señala esto al encuadrar el informe de la elección del duodécimo apóstol dentro de declaraciones sintéticas sobre la armonía de la iglesia. Antes de la elección, dijo que estaban todos reunidos unánimes en oración (Hech. 1:14). Y, después del incidente, estaban todos unánimes juntos (Hech. 2:1) y recibieron al Espíritu Santo. Esto significa que el grupo de seguidores de Jesús no estaba viviendo en constante armonía pero era capaz de superar una situación por la cual el grupo podría fácilmente haberse dispersado.

LA INTERVENCIÓN DE DIOS

 La cuestión de la lucha por el estatus aparece nuevamente en el incidente de la muerte de Ananías y Safira (Hech. 4:36- 5:11). Este momento de conflicto no fue evitado sino que estalló abiertamente. Por intervención de Dios, una parte de los que se enfrentaron perdió no solo su honor sino, al final, su vida también. ¿Cuál era la cuestión? La iglesia primitiva hizo un gran esfuerzo para suministrar alimentos a sus miembros pobres. Tenían las comidas en común y así cuidaban de los necesitados (Hech. 2:44-46; 4:32-35). Los miembros que estaban en mejor posición proveían suficiente alimento para que los pobres recibieran atención. Pero, después de un tiempo, no había suficiente comida para todos. Esto indujo a algunos miembros más pudientes a vender algunas de sus propiedades y entregar el dinero a los apóstoles. Así, pudieron continuar con sus comidas en común.

 En la cultura grecorromana del primer siglo, era una práctica bien conocida que miembros ricos de la sociedad patrocinaran comidas en común y otras necesidades de la comunidad. Una actitud positiva hacia las necesidades públicas era una virtud en el mundo antiguo. Las investigaciones han revelado inscripciones honoríficas con los nombres y las acciones de los patrocinadores que proveyeron para las asociaciones voluntarias de profesionales, étnicas y religiosas.[2]

 La iglesia primitiva no exigía que todos entregaran su propiedad a los apóstoles (p. ej., Hech. 5:4; 12:12). Que “ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía” (Hech. 4:32) resume la declaración de cierre de Lucas (Hech. 4:32-35): una descripción general de la actitud interior hacia sus posesiones de los miembros pudientes de la iglesia, no una descripción de las condiciones legales de sus propiedades.

 Después del resumen, Lucas relata dos ejemplos de patrocinio del programa alimentario de la iglesia. Primero, menciona el ejemplo positivo: José, que ganó la honra pública y recibió un nombre honorífico. Este es un caso de honor adquirido y una práctica muy difundida de reconocimiento a un patrocinio. Los apóstoles le pusieron el sobrenombre de Bernabé, que significa “hijo de consolación” (Hech. 4:36, 37), probablemente por su generosa donación a la iglesia durante una difícil situación financiera. El honor que José Bernabé recibió le otorgó una ventaja de estatus sobre otros miembros de la iglesia que estaban en el mismo nivel social. Otros miembros de propiedades estaban ahora en una posición inferior porque José recibió el honor, no ellos. En aquella sociedad de la antigüedad, había una constante rivalidad por el honor entre los miembros del mismo nivel social. Como lo habría sentido cualquier individuo en el mundo antiguo, Ananías y Safira se sintieron desafiados a competir con Bernabé por el mismo o aún más grande honor. Esto significa que aquí tenemos una lucha abierta por el estatus en la iglesia primitiva.

 El Espíritu Santo habilita a Pedro para ver que Ananías y Safira no tienen interés en el bienestar de la iglesia sino que están preocupados por su propio interés. Quieren el honor excepcional sin el sacrificio excepcional.[3]

 Obtener honor mediante el fraude era por lo común considerado una ofensa. La audiencia de Lucas debió de haber entendido la situación a la luz de esto. Las repetidas amonestaciones de Jesús y de Pablo de no disputar por el honor indican que la lucha por el estatus era un problema constante en la iglesia primitiva (Luc. 14:7-10; Gál. 5:26; Fil. 2:3; Rom. 12:10, 16).

 El conflicto fue resuelto por intervención divina, no por acción humana. Pedro no dicta una sentencia sino que solamente es vocero de Dios. Él declara los hechos del caso y señala las consecuencias. La solución del conflicto incluye inclinarse ante la autoridad de Dios, que actúa como un Juez supremo y pone fin a una desleal lucha por el poder en la iglesia. La correcta jerarquía del honor es restaurada en la iglesia. En última instancia, Dios es quien salva la unidad de la iglesia. Esto muestra la lección de este conflicto. La tarea de los individuos en la iglesia es, con la ayuda del Espíritu Santo, reconocer la obra de Dios.

 Otra vez, Lucas coloca una declaración sintética positiva antes y después de la exposición del conflicto (Hech. 4:32-35; 5:11- 16). Como consecuencia de la acción de Dios, todo el grupo obtuvo público honor. El pueblo se llenó de respeto por la iglesia y consideró a sus miembros con alta estima (Hech. 5:13).

CONCLUSIÓN

 La iglesia enfrenta hoy desafíos similares de desunión por causa de luchas ocultas y abiertas de miembros que buscan alcanzar estatus y superioridad. El mensaje de Lucas es alentador: la unidad dentro de la comunidad de fe es posible si todos los que están involucrados en posiciones divisivas colocan sus divisiones en el altar de la oración, y procuran la voluntad de Dios y la operación del Espíritu Santo. El estatus y los cargos no han de buscarse o sostenerse a riesgo de dañar la unidad del cuerpo de Cristo. Cristo es el Señor de la iglesia, y es su voluntad que la iglesia sea una, así como el Padre y el Hijo son Uno (Juan 10:30).

Sobre el autor: Profesor de Nuevo Testamento en la Universidad Adventista de Friedensau, Friedensau, Alemania.


Referencias

[1] Cf. Bruce J. Malina y Jerome H. Neyrey, “Honor and Shame in Luke-Acts: Pivotal Values of the Mediterranean World” [“Honor y vergüenza en Lucas-Hechos: Valores cardinales del mundo mediterráneo”], en The Social World of Luke-Acts [El mundo social de Lucas-Hechos], Jerome H. Neyrey, ed. (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1991), pp. 25-65.

[2] Véase Markus Öhler, “Die Jerusalemer Urgemeinde im Spiegel des antiken Vereinswesens” [“La iglesia primitive de Jerusalén como reflejo de las antiguas formas de agrupación”], New Testament Studies [Estudios del Nuevo Testamento] 51, n° 3 (2005), pp. 393-415.

[3] Cf. Ernst Haenchen, Die Apostelgeschichte, Kritisch-exegetischer Kommentar über das Neue Testament [Comentario crítico-exegético de los Hechos de los apóstoles del Nuevo Testamento] (Göttingen, Alemania: Vandenhoeck & Ruprecht, 1956), p. 199.