El capital más valioso de un campo local son sus obreros. Cuando existe entre ellos unidad, sentido de urgencia y hay planes desafiantes bajo un liderazgo sabio, dinámico y progresista, todos se sienten animados y resueltos a rendir al máximo.

Sin embargo, de vez en cuando, los informes mensuales y a veces las quejas de los hermanos indican que un obrero está rindiendo por debajo de lo normal, aparentemente sin causa. Tanto la administración como el obrero afectado deben remediar tal situación.

El obrero buscará consejo y orientación. La administración ayudará al obrero a descubrir la causa de su bajo rendimiento para prestarle asesoramiento, consejo y ayuda adecuada.

A veces se trata de resolver el problema en forma rápida, barata y a menudo equivocada. El regaño, las amenazas, el amedrentamiento, las órdenes perentorias o un traslado son falsas soluciones.

Siendo que un obrero es un elemento valioso en el cual se han invertido ingentes sumas para prepararlo y capacitarlo, conviene hacer todo lo posible por restaurarlo a un ministerio pleno y productivo. El primer paso es investigar las razones de su falta de rendimiento. Puede ser una causa, varias causas, o una combinación de causas.

Razones más comunes del bajo rendimiento

1. Enfermedad o salud pobre. Puede ser que el obrero se sienta sin fuerzas, decaído o enfermo. Mala alimentación, exceso de trabajo, infecciones, accidentes, clima malsano, preocupaciones pueden ser algunas de las causas.

2. Problemas familiares. Podría ocurrir que el obrero tuviera problemas con su esposa o sus hijos. Hay matrimonios que se llevan mal por años sin señas externas de sus dificultades. El exceso de hijos o la falta de ellos altera el carácter y la conducta.

3. Problemas financieros. Una familia numerosa que educar, falta de presupuesto, gastos imprevistos, imprudencia, falta de previsión, traslados frecuentes, accidentes y otras causas pueden causar apreturas económicas.

4. Defectos de carácter. Inmadurez psicológica. Defectos de carácter que impulsan al obrero a ser inflexible, dictador, regañador, de mal genio, fanático, pueden producir rechazo de parte de la hermandad.

5. Vida espiritual pobre. La vida espiritual puede haberse tornado rutinaria. El exceso de trabajo hace que se descuiden los hábitos espirituales. En casos extremos la vida espiritual puede haber muerto, lo cual de inmediato se refleja en un ministerio falto de poder.

6. Pecado encubierto. Cualquier tipo de pecado perjudica al obrero. Pero por lo general es la impureza, adulterio o aberraciones sexuales del obrero o de la esposa lo que rápidamente arruinan su utilidad. Casi siempre el obrero se resiste a confesar estos pecados hasta que es descubierto.

7. Estancamiento y conformismo. La falta de estudio conduce al estancamiento. Otros se conforman con poco, no tienen agresividad constructiva ni visión de progreso. A veces buenos obreros se estancan por trabajar toda la vida en el mismo campo o el mismo país.

8. Pereza. Siendo que nadie vigila al obrero, éste puede desarrollar tendencias perjudiciales a evitar el trabajo pesado o sencillamente trabajar poco.

9. Desorganización. Ciertos obreros trabajan arduamente, pero rinden poco por falta de organización y su tendencia a la improvisación.

10. Traslados frecuentes. Es frecuente que un obrero haya tenido cinco traslados en tres años. Por lo tanto, en ningún lugar pudo asentarse y rendir.

11. Responsabilidades más allá de las capacidades. A veces se pide a un obrero joven que desempeñe tareas que corresponden a obreros experimentados o se nombra para ciertos cargos a obreros que no tienen preparación ni vocación para dichas tareas.

12. Metodología inadecuada. Por falta de estudio o iniciativa se sigue trabajando sin renovar los materiales, las ideas y los métodos, con lo cual algunos obreros usan herramientas obsoletas y de bajo rendimiento.

13. Actividades marginales. A causa de apreturas económicas o por desmesurado amor al lujo y al dinero, algunos obreros distraen tiempo de su trabajo para desempeñar actividades lucrativas en tiempo que debieran dedicar a su trabajo pastoral.

14. Amargura. Por maltratos, ofensas o injusticias reales o imaginarias, algunos abrigan amarguras que envenenan su genio y su alma y afectan su trato con los demás.

15. Sentimiento de soledad. El trabajo en el extranjero o en distritos alejados puede deprimir a la familia o al obrero mismo.

16. Falta de tacto, cortesía y diplomacia. La falta de estas características provocan resistencia en superiores, compañeros y miembros de iglesia.

17. Programa desequilibrado. Algunos ponen exagerado énfasis en una fase de la obra, descuidando las otras. Se entusiasman con proyectos y descuidan la evangelización y la obra pastoral.

18.Desviaciones doctrinales. El apartarse de la sana doctrina provoca inmediata resistencia de la administración y de la iglesia.

19. Orgullo y ambición desmedida. Muchos están soñando con responsabilidades mayores y dejan de cumplir las que tienen entre manos. Otros se creen tan dotados y superiores que desprecian las tareas rutinarias y sencillas.

20.Deslealtad. Toda deslealtad a Dios, la verdad, la administración, los compañeros y la iglesia, perjudica la calidad del trabajo.

21. Pérdida de la visión y profesionalización. Algunos desempeñan su labor como buenos funcionarios, pero han perdido el sentido de visión, urgencia y el carácter sagrado de su tarea.

Actitud del obrero

Cuando un obrero sabe que no está rindiendo, debe procurar desentrañar el verdadero motivo y remediarlo con la ayuda de Dios. Si el problema es de salud consultará a un médico. Si está perplejo buscará la ayuda de obreros de más experiencia o de sus administradores.

Elena de White le decía a un obrero: “Su inclinación es a ser lento y tranquilo y a permitir que las oportunidades pasen sin aprovecharlas… Usted pierde tiempo, pierde interés y toma las cosas con tanta calma que Satanás lo sobrepasa en habilidad una vez tras otra” (El Evangelismo, pág. 469).

La mensajera del Señor puntualiza las causas del bajo rendimiento: “Todos los deberes en los que no se pone el corazón resultan fastidiosos” (ibíd., pág. 468). “El Señor no se agrada cuando su obra se realiza en forma defectuosa y chapucera, o cuando se posterga su realización como si fuera una tarea tediosa” (ibíd., pág. 468).

Y ahora viene el remedio: “El emprender valerosamente la tarea que necesita realizar y el colocar el corazón en ella, convierten la obra en un placer y aseguran el éxito” (ibíd., pág. 468). “Colocad en vuestro trabajo vuestras facultades y simpatías más elevadas… hay que emplear cada talento. Aprovechar el futuro mejor de lo que habéis aprovechado el pasado” (ibíd., pág. 468).

“El que trabaja para Dios debe emplear las más altas energías mentales y morales con que la naturaleza, la cultura y la gracia de Dios lo han dotado; pero el éxito será proporcional al grado de consagración y abnegación con que haga su obra… Necesita hacer un esfuerzo continuo y ferviente para adquirir la preparación que lo hará útil; pero a menos que Dios obre con la humanidad, ésta no puede realizar bien alguno” (ibíd., pág. 456).

Actitud del administrador

El administrador sabio y fiel vigila discretamente el desempeño de sus obreros, y al notar que alguno está bajando su rendimiento traza un plan de acción.

A veces basta una carta. Si no hay reacción habrá que hacer una visita. Si el problema es grave habrá que dedicar tiempo hasta desentrañar las causas y ayudar a solucionarlas.

Siempre resulta gratificante dar una nueva oportunidad al obrero con problemas. Si se lo anima, se lo aconseja, y se le da una mano de ayuda para resolver sus problemas y luego se le hace sentir que se confía en él, existen razonables posibilidades de que se recupere y llegue a ser un obrero de éxito.

No hay que descartar medidas más enérgicas y radicales cuando las causas lo merezcan. Pero siempre recordando los siguientes pasajes de la Biblia: “Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis…” (Isa. 35: 3, 4). “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado…” (Isa. 50: 4). “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia” (Isa. 42: 3).