Si mi memoria no me falla, leí que en cierta oportunidad le preguntaron a Jack Dempsey cuál fue el consejo más oportuno que recibiera durante su exitosa carrera como boxeador profesional. Su respuesta fue:

 -El mejor consejo que alguna vez recibí fue: “Pelea una vuelta más”.

 ¿No le parece que este principio también podría aplicarse a nosotros, quienes “peleamos la buena batalla de la fe”?

 Durante el temprano ministerio de pastor Walter Schubert, se cuenta que una noche volvió desanimado. Los cinco estudios bíblicos concertados para ese día habían fracasado. Con pesar le dijo a su esposa que, evidentemente, el ministerio no era para él. Fue en ese momento cuando su compañera lo invitó a orar. Al levantarse de sus rodillas decidieron que “pelearían una vuelta más”… y valió la pena, pues llegó a ser un gigante de la predicación adventista. En su momento ocupó la Secretaría Ministerial de la División Sudamericana, dio un rumbo definido y exitoso a la evangelización en nuestras tierras y se jubiló como director ministerial asociado de la Asociación General.

 Durante los primeros años de mi ministerio no tuve ninguna razón -numéricamente hablando- de la cual vanagloriarme. Hasta podría haber pensado que sería mejor dar el lugar a otro aspirante. En mi primer año de trabajo llevé al bautismo solamente a seis almas, a catorce en el segundo, en el tercero a quince, y a diecisiete en el siguiente. Sin embargo, cada año, cada día, he estado y estoy dispuesto a pelear una vuelta más, y el Señor (misericordioso, clemente y poderoso) se encargó de cambiar el cuadro.

 Teológicamente hablando, ¿fue un error insistir? Quien lee Josué 1: 9 descubre que ese siervo de Dios, que debía hacer una obra importante, recibió la orden expresa de perseverar. Tras el chasco de la cruz, los discípulos “pelearon una vuelta más” y llenaron el mundo con el Evangelio de salvación. Tras el chasco de 1844 los sinceros pioneros que dieron origen a nuestra iglesia “pelearon una vuelta más” y cumplieron la profecía de la restauración de la verdad para el tiempo del fin.

 Se dice que el año nuevo suele ser oportunidad propicia para hacer decisiones de largo alcance. Usted y yo, ministros del Evangelio, coincidiremos en que cada día es una buena oportunidad para hacer una decisión sensata. Entonces, ¿por qué no hacerla ahora? Si es verdad el pensamiento bíblico de que “irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; más volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Sal. 126: 6), entonces, al iniciar este nuevo año, usted y yo haríamos bien en decidir “pelear una vuelta más”. Quizá ésta sea la vuelta de la victoria, la de la transformación de nuestro ministerio por el poder del Espíritu; y hasta quizá, la del retorno del Señor…

 Así sea, amén. Ven, Señor Jesús.