William G. Johnsson entrevista a Roberto S. Folkenbeg, presidente de la Asociación General

¿Cuál es su perspectiva de la Iglesia Adventista después de cinco años como presidente de la Asociación General?

Al mirar hacia atrás, diversas emociones invaden mi mente. Han sido cinco años de aprendizaje. En julio de 1990 me sentía completamente abrumado por la magnitud de la tarea. Esa sensación todavía no desaparece; al contrario, va en aumento. Cada día soy más consciente de las complejidades del progreso: de las amplias y diferentes perspectivas y pasiones que pueden despertarse con prácticamente cada asunto que manejamos.

Por otra parte, me siento sumamente gozoso por la extraordinaria dedicación de nuestros creyentes a los valores que nos mantienen unidos y por la confianza de nuestros hermanos alrededor del mundo. Creo que se levantarán contra cualquier cosa que consideren como una amenaza. La unidad y la diversidad de la iglesia son mucho más profundas de lo que yo había imaginado. La belleza y el desafío de esta riqueza cultural se destaca cada vez que oigo a alguien empeñado en lograr que otros entren en su propio molde.

¿Su experiencia de los últimos cinco años le da una base para tener confianza en el futuro?

Sí. Tengo una increíble confianza en la capacidad del Espíritu Santo para magnificar y utilizar incluso los más humildes esfuerzos que se hacen para la gloria de Dios. Por otra parte, hay muchos asuntos que aparecen como obstáculos intimidantes: el desafío del Islam, los más de mil millones de habitantes de China, la forma en que el secularismo y el materialismo parecen inocular a la sociedad contra los valores y perspectivas eternos.

Por otra parte, veo cómo el Espíritu Santo está usando a Radio Mundial Adventista para llevar el mensaje del tercer ángel a las sociedades islámicas, y pienso en un laico de Malawi que ha preparado a 350 musulmanes para el bautismo.

Pienso en los millones de China, pero luego recuerdo la explosión de nuestra feligresía en ese país, la magnitud de la cual me resulta difícil comprender. Luego escucho que hay planes avanzados para establecer 500 nuevas congregaciones allí, cada una con una capilla; y planes para construir instalaciones de entrenamiento y una planta impresora.

Cuando pienso en el materialismo y el secularismo del primer mundo y escucho las palabras “la gente no está interesada”, veo a Freída Shultz, enfermera de Lancaster, Ohio, donde unas 16 personas asisten a la iglesia cada sábado. Luego comenzó a usar los videos de Kenneth Cox y a enviar tarjetas. Ahora muchas personas se han bautizado, y sus interesados que asisten a la iglesia pasan de 60 cada semana.

Durante el quinquenio pasado usted puso énfasis en cuatro áreas principales: seguridad de la salvación, jóvenes, Misión Global y manejo de la autoridad. ¿Cómo se siente ahora con lo que ha ocurrido en esas áreas?

Estoy muy agradecido por el énfasis en la seguridad de la salvación. Percibo un mayor enfoque evangélico en nuestras fuerzas ministeriales en general. Estoy agradecido por la forma en que los jóvenes se han involucrado. De las 64 personas que trabajaron en la producción de programas diarios de TV durante el Congreso de la Asociación General, todos, excepto doce, eran jóvenes estudiantes. ¡Eso es emocionante! Nos hemos dedicado a reformar el ejercicio de la autoridad en nuestra iglesia y hemos visto algunos cambios de magnitud histórica. La eficiencia y el sentido de responsabilidad se elevarán dramáticamente como resultado. Y Misión Global: estamos aproximándonos a las 8,000 nuevas congregaciones, la mayoría de ellas establecidas en áreas donde antes no teníamos representación.

De modo que miro hacia atrás y agradezco al Señor. Es como si nos hubiéramos salido del centro de mando y le hubiésemos dejado el control al Espíritu Santo.

Entre los varios puntos que usted mencionó ¿cuál le produce mayor satisfacción?

La convicción de que alrededor del mundo existe una mayor disposición entre el pastorado a enfatizar la belleza del mensaje balanceado de la justificación por la fe. Hay alivio en la cruz. Hay consuelo en la salvación por la cruz. Hay ánimo en la predicación de la cruz. Y hay credibilidad en la vida victoriosa que resulta de la sumisión al Señor de la cruz. Por supuesto, es importante asegurarnos que mientras continuamos levantando la cruz y la justicia por la fe, unamos con todo ello cada uno de los mensajes que nos distinguen como adventistas del séptimo día. Nunca debe plantearse una elección entre la cruz y la verdad presente. Ya sea el santuario, el sábado, el espíritu de profecía, el estado de los muertos, o cualquiera de nuestras doctrinas distintivas, cada una debe ser presentada en el contexto de la cruz. Hacerlo de otra manera, es minar la belleza y el poder de la verdad que contiene.

¿Y su mayor chasco?

Probablemente el mayor chasco sea comprobar que el progreso en algunas áreas que representan desafíos es más lento de lo que yo esperaba. Cualquiera que abrigue la idea de que desde este escritorio irradia autoridad, está equivocado. En el mejor de los casos lo que irradia es influencia; pero ésta es algo tan elusivo y que puede ser rechazada con tanta facilidad, que es muy difícil usarla efectivamente. Es peligrosamente fácil hablar demasiado al tratar de acelerar el cambio. ¡Yo he aprendido – dolorosamente- que hacerlo es contraproducente!

Todavía tengo la fuerte convicción de que falta mucho por mejorar en el proceso de exigir mayor responsabilidad en nuestras instituciones. Deberíamos continuar alentando la implementación de medios de evaluación para que cada institución sea juzgada por la contribución que hace al cumplimiento de la misión así como por una dedicación demostrable a la promoción de nuestro mensaje.

Usted ha viajado extensamente y predicado muchos centenares de veces. ¿Qué lo sostiene? ¿Cómo se rejuvenece?

Pues, francamente, estos han sido ¡os cinco años más agotadores de toda mi vida. Paso lejos de mi hogar el 70 o 75 por ciento del tiempo cada año, y predico anualmente de 125 a 150 veces o más. La gran necesidad de escribir y predicar, y las presiones propias de la comunicación en general (como mi boletín semanal de noticias), sin mencionar siquiera las reuniones administrativas y el planteamiento del curso a seguir en el futuro; todo esto me ha hecho sentir a veces que estoy cerca del colapso total. Ha sido necesario tomar algunos momentos de relajamiento. He desarrollado la habilidad de pasar de la velocidad hipersónica al alto total en un instante. Siento que durante esos días de descanso Dios me devuelve las fuerzas y hace que me sienta renovado. Además, programo tiempo de quietud (por lo general planeado con años de anticipación) con Anita y luego protejo este tiempo celosamente.

Por ejemplo, con años de anticipación hago planes para que inmediatamente después del Concilio Anual y de la reunión de primavera de la Junta de la Asociación General (u ocasiones similares) pueda tomar mi equipo de acampar y mi esposa y yo nos dirigimos a las montañas. A veces derivo tanto descanso sólo con pensar en que ese día llegará pronto del que obtengo cuando llega en realidad. Trato de hacer esto al menos dos o tres veces al año, aunque sólo sea durante dos o tres días, sin preocuparme por ninguna otra cosa, sino por tener paz y quietud con una hamaca y un libro, y algunos momentos de tranquila caminata por las montañas.

¿Cómo se siente en relación con el Congreso de la Asociación General?

Estoy emocionado por todo lo ocurrido durante el congreso en Utrecht. No por el resultado de una votación sobre algún asunto, sino porque tuvimos una agenda extremadamente compleja, de proporciones históricas. Hubo una inmensa variedad de asuntos, cualquiera de los cuales pudo haber sido causa de división. Vi aproximarse el congreso con temor y temblor, y junto con muchos otros, lo hicimos motivo de oración para que el Espíritu de Dios dirigiera el curso de acción. Pero estoy emocionado porque el Espíritu se manifestó en una forma tan marcada. No dejó que nos hundiéramos.

Tuvimos un maravilloso congreso. Créame, la cuidadosa administración, no importa cuán sabia fuera, no podría haber realizado sola lo que logramos en el congreso. Aunque los asuntos eran difíciles, fueron debatidos con decoro, con espíritu de justicia, franqueza y compasión. Se notó una clara ausencia de lenguaje inflamatorio, incluso en aquellos asuntos en que muchos estaban tan apasionadamente en favor como en contra.

Ahora, mirando hacia el futuro, ¿qué cambiará y qué permanecerá igual?

Creo que necesitamos el enfoque de un editor que escribe una columna cada día. “Señor, ¿qué quieres que escriba en esta hoja de papel o en esta pantalla de computadora?” No estoy hablando de revisar la estructura de la iglesia. Lo que estoy diciendo es que necesitamos estar dispuestos a evaluar constantemente el estado de nuestra iglesia. Deberíamos estar conscientes de las áreas en que estamos fortaleciéndonos o debilitándonos.

No estamos en el reino de Dios. Nuestra misión no ha terminado. Por lo tanto, Misión Global debe seguir siendo el objetivo prioritario. El mensaje de la cruz no ha cambiado, de modo que el énfasis en la seguridad de la victoria en Cristo no puede cambiar. Nuestra necesidad de estar “unánimes”, para participar en la experiencia del Aposento Alto de manera, que la lluvia tardía pueda ser derramada sobre cada uno de nosotros, requiere que “nos unamos”. La única forma en que esta unidad se producirá alrededor del mundo es mediante la comunicación que deberíamos continuar enfatizando. Puedo verme dando pasos más eficaces en nuestro programa de comunicación con el fin de mantener mejor informados a nuestros miembros alrededor del mundo. Y por supuesto, debemos encontrar medios para utilizar mejor la energía y la visión de nuestros jóvenes.

Pero hay otros dos o tres asuntos que probablemente tengamos que afrontar. El primero es una evaluación de nuestro mensaje. Hay áreas que parecen estar perdiéndose de vista. Si es así, ¿cuáles son y cómo deberíamos manejarlas? ¿Estamos satisfechos con el progreso de nuestra misión? ¿Hay oportunidades para iniciativas que deberíamos tomar hoy, que no eran claras ayer? Así como durante el quinquenio pasado tuvimos una Comisión Sobre la Organización de la Iglesia Mundial, en el actual hemos formado una comisión similar sobre Mensaje y Misión con participación mundial. Esta comisión determinará qué temas son vitales para nuestra identidad, mensaje, y misión, y los que posiblemente necesiten destacarse en el contexto del evangelio.

Estamos planeando lanzar las comisiones de Mensaje y Misión con una reestructuración radical del Concilio Anual. Dedicaremos los dos primeros días completos, más la noche de apertura, tratando una selección especial de temas espirituales. Durante el Concilio Anual de 1995 diversos oradores se referirán a los elementos que tienden a aislamos de la voz de Dios en la sociedad moderna y secularizada, así como las manifestaciones y consecuencias de dichas presiones en la Iglesia Adventista del Séptimo Día en la actualidad. Exploraremos también posibles soluciones mientras escuchamos la voz de Dios y le permitimos que imprima sus valores celestiales en nosotros. El programa del Concilio Anual será transmitido en vivo vía satélite a la División Norteamericana donde pastores, estudiantes de teología y demás líderes podrán participar interactivamente. Esperamos que estos temas, seleccionados por las comisiones de Mensaje y Misión y lanzados por cada Concilio Anual con creciente participación interactiva, guiarán nuestra predicación y nuestras publicaciones durante los años por venir.

Durante los últimos cinco años diversas comisiones realizaron un trabajo muy útil. Del Concilio Anual celebrado en Bangalore surgieron seis temas fundamentales. De la Comisión de Comunicación surgió el énfasis en la esperanza y la calidad de la vida. Tuvimos también seis grupos de discusión en Utrecht Alguien podría preguntar ¿cuál es en realidad la esencia o el meollo de todos estos diferentes puntos? ¿Hay algo que pueda considerarse el punto focal?

Seis iniciativas estratégicas surgieron en Bangalore: Cómo edificar la vida cristiana, comunicación, desarrollo del liderazgo, misión global, mayordomía y educación. Sin embargo, la frase clave de Bangalore fue resultados cuantificables. Queremos ver resultados cuantificables en cada una de estas seis áreas.

¿Cómo encaja la misión y el mensaje en todo esto? Pues bien, en el contexto de la temática de 1995, el énfasis en la forma como Dios nos comunica sus valores se convierte en un tema que debiera aplicarse en términos de seis iniciativas propuestas en Bangalore.

Dénos un ejemplo.

En educación la pregunta es ¿cómo poder transmitir el mensaje de escuchar la voz de Dios a fin de que sea el cielo y no la sociedad quien formule nuestros valores en objetivos numéricos cuantificables, respecto de la educación de nuestros jóvenes en todo el mundo?

La misma pregunta se hará a cada una de las otras cinco áreas estratégicas. En mayordomía, por ejemplo, preguntaríamos: “¿qué porcentaje de familias, o unidades financieras, en una congregación dada está fructificando en el apoyo de la iglesia y su misión con sus diezmos y ofrendas? ¿Cuál era el porcentaje hace 10 años? ¿Qué tendencias son evidentes? Siendo que la mayordomía cristiana es, en su misma esencia, un discipulado radical, nos conduce directamente al tema, “¿en qué forma acepto los valores del cielo como dominantes en mi vida?”

¿Cómo funcionará esto en la práctica? ¿Quién hará el seguimiento?

Cada organización, institución y departamento será evaluado en su capacidad para llevar a cabo los objetivos cuantificables en cada una de estas seis iniciativas estratégicas. En las oficinas centrales de la Asociación General, cada iniciativa será supervisada por un equipo dirigido por uno de los vicepresidentes generales.

Yo espero que haya un enfoque similar en cada división. Podría organizarse de muchas formas diferentes, pero el proceso debería ayudamos para hacer progresos mensurables en cada una de estas áreas en el contexto del mensaje y la misión.

Usted no ha dicho nada acerca de estructuras. ¿Considera que las preguntas en este respecto han sido superadas?

Con la ayuda de Dios, sí. Dedicamos una gran parte del quinquenio pasado a tratar muchos asuntos relativos a estructuras muy significativos. Quiero creer que seguiremos puliendo algunos detalles en este sentido, pero no será necesario dedicar otra gran porción de nuestro tiempo a repetir el proceso.

No creo que sea apropiado continuar haciendo de la estructura nuestro énfasis básico. Después de todo, no es posible estructurar nuestro camino hacia el reino. No existe programa místico alguno que nos haga repentinamente más efectivos. La efectividad se produce por un énfasis en el Espíritu Santo, el mensaje evangélico mismo, y nuestro mensaje y nuestro movimiento para el tiempo del fin proféticamente impulsados. En realidad la estructura está diseñada para proveer responsabilidad así como una plataforma de misión.

¿Cuál considera usted que es la mayor necesidad de los adventistas alrededor del mundo? Sólo hay una respuesta a esa pregunta:

Reavivamiento y reforma personal. Nuestros creyentes deben ser totalmente transformados y dotados de poder por el Espíritu Santo. Cada uno debe experimentar un reavivamiento personal. Sus prioridades deben ser establecidas por el cielo y los resultados evidentes en cada vida, en sumisión a Dios, en testificación y en altruismo.

Históricamente le hemos llamado a esto reavivamiento y reforma. Necesitamos orar por esto, escudriñar la Biblia y el espíritu de profecía, a fin de que Dios pueda hablarnos y las verdades que encontremos puedan apelar más que al intelecto, al corazón, produciendo cambios. Esto permitirá al Espíritu Santo transformar nuestros valores y nuestras vidas, y él se manifestará a través de nuestra obediencia. Obedecer no es un recurso para lograr la salvación, sino más bien un testimonio creíble en nuestra experiencia de salvación.

El reavivamiento y la reforma, creo yo, son los resultados de un encuentro con Dios, caer al pie de la cruz y de una búsqueda diaria que promueva una relación creciente con él. Una actitud tal le permitirá a Dios echar a un lado nuestras opiniones y prioridades y reemplazarlas con las suyas. Tenemos la inclinación a decirle a Dios lo que debería hacer y no a preguntarle qué quiere que seamos y hagamos.

¿Y cuál es nuestra mayor amenaza alrededor del mundo?

¡Creo que nuestra mayor amenaza es distraernos con las amenazas! Estas abundan y son de todo tamaño y color. A veces se manifiestan como un énfasis excesivo en algo bueno. Por ejemplo, la conciencia social. Si bien la Escritura hace claro que preocuparnos por los que sufren es la prueba del ácido de nuestra experiencia cristiana, es posible que substituyamos esta evidencia del evangelio por el evangelio mismo. Así, la cruz y la perspectiva del cielo para este planeta rebelde son reemplazadas por un énfasis excesivo en una justicia de factura humana: buenas obras. El efecto no es la relevancia, como algunos quisieran hacernos creer, sino la declinación, como es evidente en las tendencias de muchas denominaciones.

Excesos similares ocurren, al parecer, en el reino de la teología (inspiración verbal de las Escrituras versus usarlas simplemente como literatura devocional y poética), de lo organizacional (apoyo versus ministerios independientes), de lo sociológico (individualismo excesivo o congregacionalismo), y de lo financiero (separar la mayordomía de nuestra relación espiritual con Dios) – por mencionar sólo algunas. Espero que podamos enfatizar lo que somos o debiéramos ser, y no dejar que otros nos tracen nuestra agenda. Si nos bajamos de la muralla, como Nehemías fue tentado a hacer, y comenzamos a declararle la guerra a todo lo que nos distraiga, jamás cumpliremos nuestra misión. Hay muchas amenazas, y es una tentación reaccionar ante ellas. Deberíamos tratarlas a todas de una manera apropiada en base a su importancia, pero no permitir que ninguna, o todas juntas, nos distraigan de nuestra misión.

Y ahora la última pregunta: ¿Piensa seguir viajando tanto como en el quinquenio pasado?

¡Espero que no! Debo encontrar la forma de controlar mi itinerario. Aunque sé que no es fácil, porque a veces pareciera que es un asunto espiritual. Cuando recibo una invitación para ayudaren la solución de un problema o situación, o para asistir a una celebración especial o a alguna reunión administrativa muy importante, es muy fácil decir, ‘si me quedo en casa, es egoísmo”. Me cuesta mucho encontrar el equilibrio. El resultado es inevitablemente viajar más de lo que debería e intentar manejar de lejos los asuntos cotidianos que llegan a mi escritorio.

Muchas gracias por darse a sí mismo y no simplemente dar respuestas como presidente de la Asociación General.

Sobre el autor: William G. Johnsson es director de la Revista Adventista en inglés.