Manifestaba un genuino interés por los niños y los jóvenes, y predicaba con entusiasmo.
Tenía unos 13 años cuando entré por primera vez en una iglesia para participar del culto. Hasta ese momento había asistido solamente a reuniones hogareñas. Pero, ese sábado no solamente entré en un templo por primera vez, sino también experimenté otra “primera cosa”: me encontré con un pastor entrenado. Eso ocurrió más o menos una semana después de que mis padres y yo llegáramos en barco a los Estados Unidos procedentes de Alemania.
El pastor era Stuart R. Jayne. El templo era el de la Primera Iglesia Adventista de Richmond (hoy, la Iglesia de la Avenida Patterson). Como inmigrantes, ni mis padres ni yo hablábamos inglés. Ruth Jayne, la simpática esposa del pastor, nos traducía. Y, aun que oír una traducción no es lo mismo que entender un idioma, y por eso mismo no pude entender un montón de cosas, logré captar, sin embargo, suficientes imágenes acerca de cómo deben ser los pastores, imágenes que nunca me abandonaron. Esto es lo que aprendí:
Los niños son importantes. Manifestaba un genuino interés en los niños y los jóvenes. Cuando contaba una historia para los niños, era un niño más. Ellos se sentían cómodos con él. Por supuesto, también se sentían cómodos con Jesús, de manera que el pastor tenía un muy buen ejemplo al que imitar.
Predicar con entusiasmo. Predicaba sus sermones con entusiasmo y siempre sonreía. Aunque yo entedía poco, me daba cuenta de su entusiasmo. Esperaba con ansias su siguiente sermón. Experimenté algo similar años más tarde, cuando oí un sermón en Mateszalka, Hungría, aunque no entendí una palabra de lo que dijo el predicador.
Visitar a la gente. Varias veces visitó nuestro hogar. Manifestó interés en los esfuerzos que estábamos haciendo para instalarnos en un nuevo país, y esperábamos sus visitas, que nunca nos parecieron largas.
Compasión hacia los enfermos. Algunos meses después de nuestra llegada, mamá se enfermó gravemente. Los médicos no nos daban muchas esperanzas. El pastor fue al hospital y se arrodilló a orar junto a su lecho de enferma. Entendí solo unas pocas palabras de todo lo que dijo, pero sabía que estaba orando por mamá (que, de paso, acaba de cumplir 91 años). Después de orar por ella, las señoras que estaban en las otras camas de la sala le pidieron que orara por ellas también. Terminó orando con casi todas las trece pacientes que había allí.
Estas son solo algunas de las tareas del pastor. Cuando yo mismo llegué a serlo, empecé a aprender cuáles eran las distintas facetas de esta obra.
¿Cómo describiría usted la obra del ministerio? El pastor es predicador, maestro, evangelista, teólogo, experto en escuchar, planificador, y esto es solo parte de la lista. He mencionado unas pocas de las funciones ministeriales que observé en la obra de Stuart R. Jayne, quien espera ahora el cumplimiento de la promesa de la resurrección. No importa qué clase de ministerio es el suyo, sin duda está al tanto de la complejidad, los desafios y las alegrías del ministerio. Con seguridad, usted tiene también algunos ejemplos de un ministerio positivo así como yo lo tuve de Stuart.
El Ministerio tiene una larga tradición en el sentido de encarar los diversos aspectos de la obra de los ministros ya sean pastores, maestros, capellanes o dirigentes de la iglesia. Esta revista ha sido por muchos años una fiel compañera de los ministros y, con la bendición de Dios, lo seguirá siendo. No pretendemos ser mentores; solo deseamos ser compañeros. Consideramos que es un privilegio para nosotros ser socios de ustedes en el ministerio.
Le agradezco a mi amigo y prede cesor, el Dr. Willmore D. Eva, por sus años de servicio en la edición de esta revista, como también a los pastores Zinaldo A. Santos (para las uniones brasileñas) y Carlos A. Steger (hasta el número anterior, para las uniones de habla hispana), que dirigen las versiones de esta revista para los países de la División Sudamericana. Le pido al Señor, en oración, que cada artículo sea una bendición para ustedes.
Sobre el autor: Director de la revista Ministry.