Es tarea de la iglesia preparar un pueblo para la segunda venida de Cristo, basado en principios sólidos y bíblicos. Esto constituye un gran desafío, en vista de que los principios de la sociedad secular tienen como fuente original las ideas y la experiencia humanas. En general, esos principios se contraponen a los de Cristo. Pablo trazó una línea de separación entre los “rudimentos del mundo” y la fe en Cristo (Col. 2:20). La razón parece ser que los rudimentos del mundo son los principios básicos de las creencias paganas (Col. 2:8). Aquí Pablo escribe contra cualquier filosofía de vida basada sólo en ideas y experiencias humanas. No condena la filosofía en sí, sino las enseñanzas centradas en el hombre y no en Cristo. Aun cuando la sociedad secular reconoce la importancia de los principios, su fuente no es la misma que la de los principios cristianos.
Entre las explicaciones más recientes acerca del origen de los principios, se encuentran las ideas de Emmanuel Kant. Básicamente, el propone una deontología (estudio de los deberes), para regular la existencia humana en comunidades. Propone que las acciones resultantes de los deseos no pueden ser libres; que la libertad sólo se encuentra en la acción racional. Esa acción racional no se puede basar en los deseos de una sola persona, sino que debe estar de acuerdo con una ley universal. Kant también dice que nuestras acciones poseen valor o dignidad moral sólo cuando cumplimos el deber por causa de su valor intrínseco.
Los escritos de Kant presentan la propuesta del principio universal de la razón; el individuo sólo debe actuar de acuerdo con lo que ve. La ley moral produce inevitablemente en nosotros un sentimiento de reverencia o temor. Pero, ¿debería ser ese sentimiento la base de la obediencia a los principios? La eficacia de esa ley universal de Kant la desmiente el mundo violento y sin respeto al prójimo en que vivimos. Parece que el hombre necesita de algo más que él mismo y su razón para establecer principios y vivirlos.
En los días de Israel, Dios le proporcionó a su pueblo importantes principios de vida, que le aseguraban una buena relación con él y con el prójimo. En Deuteronomio, desde el capítulo 4:44 hasta el 28:68, encontramos el segundo sermón de Moisés. En él se destacan los siguientes principios para vivir una vida santa:
- Los Diez Mandamientos.
- Amar a Dios.
- Leyes referentes al culto.
- Leyes de gobierno y nacionales.
- Leyes que rigen las relaciones humanas.
- Las consecuencias de la obediencia y la desobediencia.
Con el transcurso del tiempo, Dios amplió su instrucción acerca de los principios. En todos los tiempos le propuso a su pueblo principios e ideales. En los escritos de Elena de White los principios de la vida cristiana tienen su origen en Dios y, por lo general, aparecen relacionados con su reino. Los ideales están vinculados al ministerio de la iglesia, especialmente con la idea de incitar a los jóvenes a progresar en la vida.
Definición
Pero si vamos a hablar de manera concreta, ¿qué son los principios? Según los diccionarios y la opinión de los estudiosos podemos definir los principios de muchas maneras:
- Una regla de acción o de conducta aceptada o profesada.
- Una ley fundamental; un axioma o doctrina.
- Una base de conducta o de administración, personal o específica; adhesión a los principios de alguien.
- Un sentido de dirección dado por los requisitos y las obligaciones de una conducta correcta.
- Una cualidad esencial; determinada característica de algo.
- Instrumento originador o actuante; Dios, que permite el desarrollo en el principio de vida.
Sin duda, varios de estos conceptos se aplican a la existencia y la acción del pastor adventista y de las iglesias a las cuales sirve.
Si se considera que un principio es una conducta que se profesa, una ley fundamental o un sentido de dirección, todas esas acepciones se pueden vincular con el carácter moral de Dios. Hacer algo ajustado a un determinado principio es más que simplemente cumplir un deber; es una decisión o manifestación moral delante de un Dios moral. No es difícil que nuestra deontología (concepto de los deberes) llegue a ser lo que le exigimos a los demás. Pero el Dios de la Biblia trata de que su carácter se reproduzca en sus hijos y nunca les impone un deber sin darles tiempo para cumplirlo. Generalmente, Dios obra a largo plazo. Salomón nos enseña que los principios de Dios para una vida correcta producen una felicidad duradera porque nos guían en una conducta a largo plazo, a pesar de la mutabilidad de nuestros sentimientos (Prov. 10:2).
Los altibajos de la vida cristiana contribuyen a que los principios sean imprescindibles. ¿Estamos sugiriendo que consideremos la vida a través de los principios y las causas? No; pero tampoco podemos vivir sólo por impulsos, por las ideas que están de moda, por las tendencias de la mayoría, etc. Los espíritus más libres pertenecen a hombres y mujeres que construyen conscientemente sus vidas diarias en torno a los principios y las leyes de la Palabra de Dios. ¿Por qué es mala la desobediencia? Porque Dios lo considera así. Sin los principios inmutables basados en una ley más importante sólo nos quedará la mutabilidad de la moda, o de cualquier invención pasajera. Los principios son indicaciones divinas de un carácter moral, que iluminan las decisiones que tomamos todos los días.
La identificación de los principios
Muchos opinan que la Biblia no se ajusta a lo contemporáneo. Según ellos, carece de importancia. Se preguntan qué beneficio se puede obtener de un libro escrito hace más de dos mil años en un oscuro rincón del Medio Oriente. En verdad, la Biblia es a la vez temporal y atemporal. Es temporal porque se refiere a situaciones específicas, porque Dios está personalmente implicado en la vida de su pueblo.
Es temporal porque nos presenta ejemplos concretos, no abstractos. En lugar de proporcionarnos un tratado de teología acerca del dolor y el sufrimiento, nos da el libro de Job. También nos presenta la vida de Abraham para enseñarnos cómo puede crecer nuestra fe.
Pero la naturaleza concreta de la Biblia suscita algunos problemas, porque nuestras situaciones y nuestros conflictos no siempre están directamente relacionados con las situaciones de la Escritura. Por ejemplo, Dios no nos llama a dejar Ur de los Caldeos, ni somos esclavos en Egipto. La destrucción de Jericó no significa que nosotros tenemos que dar siete vueltas alrededor de una ciudad.
Por otro lado, la Palabra de Dios también es atemporal. Así como Dios le habló a la gente de antaño, nos habla a nosotros hoy. Compartimos la misma humanidad y los mismos problemas de los personajes bíblicos. Hoy también existen “Bet-sebas”, donde se lucha contra la lujuria. También hay “Belsasares” que luchan con el orgullo y la arrogancia. No tenemos la misma espina en la carne que tenía Pablo, pero sufrimos dolores e incomodidades, durante los cuales Dios nos dice: “Bástate mi gracia” (2 Cor. 12:9). Todavía se puede aplicar la orden de honrar a los padres (Efe. 6:2), y creemos que el amor es siempre el mejor camino (1 Cor. 13).
Al considerar la importancia de la Biblia, ¿cómo podemos identificar sus principios y de qué manera nos afectan positivamente? Un ejemplo que puede ayudar se encuentra en 2 Corintios 12:9 y 10. Ahí Pablo habla de un “mensajero de Satanás, de una espina en la carne” que lo atormentaba (vers. 7). Se ha especulado mucho acerca de qué era esa “espina”: dolor de cabeza o de oído, problemas de visión, malaria, epilepsia, problemas para expresarse, hipocondría, dolor de muelas y hasta piojos. Sea lo que fuere, a Pablo la situación no le gustaba. Tres veces pidió que le fuera quitada (vers. 8). La “espina” no sólo lo atormentaba, sino que lo mantenía humilde y consciente de su fragilidad. En lugar de quitarla, Dios le dio gracia para soportarla. Usó la “espina” para mostrar su poder.
¿Contiene la respuesta de Dios al problema específico de Pablo un principio más amplio? La respuesta divina va más allá del problema en sí. El Señor no dice: “Mi poder se perfecciona con esa espina”, sino: “Mi poder se perfecciona en la debilidad”. De modo que ya no era importante para Pablo la identificación del problema. La promesa de Dios se aplica a cualquier cosa que nos haga sentir débiles, humildes y dependientes de él.
También está implícito en la experiencia de Pablo lo que todo ser humano debe hacer. El apóstol dice que se alegraba por los insultos, las persecuciones, las necesidades y las flaquezas. Ninguna de esas cosas equivale a su “espina”, pero todas ellas tienen ciertos puntos semejantes relativos a las consecuencias. Pablo sabía que la gracia de Dios era suficiente para soportar todo. Cualquiera que sea nuestro problema o espina personal, podemos descansar en la gracia y en el poder de Cristo.
Desde el punto de vista de la metodología, identificar los principios generales de la Biblia depende de formular las preguntas adecuadas. Hay tres preguntas que se le debe hacer al texto bíblico:
1. ¿Establece el autor un principio general? En 1 Corintios 8:9 Pablo facilita nuestra tarea al declarar explícitamente el principio: nuestra libertad no debe ser un tropiezo para los débiles en la fe. Pero no siempre se facilita la identificación del principio. En Efesios 6:5 Pablo recomienda obediencia a los amos de este mundo. Como la esclavitud ya no existe, la orden parece no tener aplicación en nuestros días. Por lo demás, ése es uno de los tres ejemplos que nos da Pablo en su epístola a los Efesios. Los otros son consejos acerca de la obediencia a los padres (Efe. 6:1) y la sumisión de las esposas a sus maridos (Efe. 5:22). Cada uno de ellos ilustra el principio general que consiste en someterse unos a otros en el temor de Dios (Efe. 5:21).
2. ¿Por qué motivo se dio la instrucción que se está considerando? Que se establezca o no un principio general, por lo común podemos descubrirlo si observamos no sólo el mandamiento en sí sino también la razón por la cual se lo dio. Los mandamientos no se establecen en el aire. En la epístola a los Gálatas Pablo da instrucciones específicas en contra de la circuncisión (Gál. 5:2, 3). Pero, a pesar de la prohibición, muchos la siguieron practicando. ¿Eran desobedientes? La única manera de responder esta pregunta consiste en considerar por qué Pablo hizo esta advertencia. El pasaje no se refiere solamente a una circuncisión carnal o física. En Cristo eso no tiene valor (vers. 6). Pablo no condena el acto físico sino las razones de la gente para practicarlo, o sea, el intento de establecer la propia justicia (vers. 4). El principio general es que no podemos conseguir el favor divino mediante nuestros esfuerzos personales, sino sólo por la fe. En vista de esto, ¿cuáles son los niveles de aplicación de este principio? Los gálatas no debían circuncidarse. ¿Por qué? “Porque nadie puede ser justificado ni perdonado por la obediencia a la Ley”. ¿Por qué? Porque Dios no nos acepta sobre la base de nuestros propios méritos, sino sólo por la fe. El principio general lo encontramos en el segundo nivel. Pero su aplicación era más adecuada a la cultura judía. El principio más amplio se encuentra en el tercer nivel. Es lo suficientemente amplio como para aplicarlo a nuestra situación actual.
3. Un principio general, ¿revela un contexto más amplio? En esta búsqueda de principios es importante considerar tanto el contexto inmediato como el mediato. En 1 Corintios 6:8 el principio se encuentra en el contexto inmediato (vers. 9). En Efesios, en cambio, tuvimos que buscar en los tres párrafos precedentes el texto que se refería a la esclavitud. ¿Qué ejemplos de principios bíblicos podemos citar del Antiguo Testamento? En el contexto de los grandes principios divinos enunciados por Moisés en su segundo sermón, los siguientes puntos parecen poder aplicarse de una manera especial al ministerio adventista de la actualidad.
4. Principios relacionados con el culto. En Números 29:1 aprendemos que las santas reuniones implicaban la suspensión de los trabajos pesados. En la Fiesta de las Trompetas encontramos tres grandes principios que se pueden aplicar al culto de la actualidad. ¿Cuál era la práctica y cuál el principio?
La práctica consistía en que el pueblo se reunía para celebrar y adorar. El principio que hallamos aquí es que hay un beneficio adicional cuando la adoración es colectiva.
La práctica de suspender la rutina diaria al no llevar a cabo trabajos pesados. El principio es que la adoración requiere tiempo, y el hecho de apartar ese tiempo nos ayuda a ajustar nuestras actitudes subsiguientes y proyectar las futuras.
La práctica de sacrificar animales y ofrecer holocaustos (ofrendas consumidas por el fuego). El principio implícito es nuestra consagración a Dios cuando le damos algo de valor. La mejor ofrenda somos nosotros mismos.
Aunque no ofrezcamos animales en el culto, los motivos básicos: el pérdón de los pecados y la gratitud, todavía están en vigencia.
5. Principios referentes a las relaciones humanas. El capítulo 21 de Éxodo nos revela que se dieron esas leyes porque todo lo que hacemos tiene consecuencias. Al relacionarnos con otra gente, deberíamos recordar siempre los principios que emanan de esas leyes, actuando de modo responsable y justo con amigos y enemigos. Salomón enseñó que “al que responde palabra antes de oír, le es fatuidad y oprobio” (Prov. 18:13). El principio que encontramos aquí es que siempre se debe buscar información adicional. La otra alternativa es el prejuicio o juzgar antes de estar en posesión de todos los hechos.
Acerca de la honestidad, en Miqueas 7:1 al 4 se advierte que el modelo de honestidad proviene de Dios y no de la sociedad. Somos honestos porque Dios es la verdad.
6. Principios referentes a Dios y sus mandamientos. De Levítico 8:8 (Urim y Tumim) se desprende que Dios tenía un propósito definido al usar ese método, que era enseñar a la nación los principios que debía seguir. En Josué 20:6 observamos que los levitas estaban a cargo de las ciudades de refugio. Debían asegurarse de que se mantuvieran los principios divinos de justicia y equidad (Núm. 35:6, 11-28).
En Josué 24:31 al 33 aprendemos que el pacto con Dios requiere renunciar a los principios y las prácticas de la cultura que nos rodea, hostiles a los planes del Señor. Basados en Levítico 27:3 al 34, podemos inferir, en cuanto a la devolución del diezmo, que muchos de los principios relacionados con los sacrificios y los diezmos tenían que ver con el desarrollo de actitudes internas y acciones externas. Dios ama al dador alegre y agradecido (2 Cor. 9:7). La discusión actual acerca del diezmo y sobre lo que es “la casa del tesoro” debería considerar que el propósito final de la benevolencia (generosidad) sistemática es la santificación de la vida de la persona que devuelve el diezmo o da la ofrenda.
Podemos citar dos principios bíblicos del Nuevo Testamento. Uno tiene que ver con el primer concilio de la iglesia cristiana. El segundo se refiere a la reverencia y el respeto por la esposa. En Hechos 15:1 al 4 se nos cuenta que Pablo y Bernabé comparecieron ante el Concilio de Jerusalén para explicar lo que habían hecho. El argumento contrario de algunos fariseos aparece en el versículo 5. ¿Por qué debían circuncidarse los gentiles? Porque Moisés lo enseñó así. Los fariseos no estaban citando un principio o una razón. Se limitaban a recordar a Pablo y Bernabé que su obligación era sólo obedecer sin hacer preguntas.
Si Moisés lo ordenó, entonces no debería haber discusión. En la última parte de Hechos 15 encontramos que el Concilio, después de debatir, puso la circuncisión como algo opcional para los cristianos. ¿Reclamaron los tradicionalistas diciendo que la medida anulaba una de las características del movimiento? ¿Sugirieron que la iglesia estaba transigiendo con el mundo?
Después de dos mil años vemos cuán acertada fue esa decisión. En lugar de perder una característica especial, los creyentes buscaron algo más perdurable, no la circuncisión externa de la carne, sino la del corazón, la de una vida transformada. El principio siguió inalterable, pero los tiempos habían cambiado y la aplicación también. Por lo tanto, la conducta de la iglesia frente al principio tuvo que cambiar.
El segundo ejemplo se encuentra en 1 de Corintios 11:2 al 16. Esos pasajes se refieren a las actitudes apropiadas durante el culto. Aunque contienen indicaciones definidas de parte de Pablo con una base moral no permanente o cultural, los principios que se encuentran detrás de la práctica todavía están en vigencia: respeto por la esposa y reverencia en el culto.
Cómo vivir de acuerdo con los principios
Los principios divinos que encontramos en la Biblia se deben vivir y poner en práctica con el fin de preparar un pueblo para su encuentro con Dios. Se debe enseñar los principios bíblicos y no sólo sus aplicaciones. El asunto no es si podemos o no hacer algo. Lo importante es lo que está detrás de nuestra fe. Los seres racionales luchamos, vivimos los principios y hacemos decisiones. Las leyes de Dios se resumen en amor a él y al prójimo. ¿Gobiernan esos dos principios nuestros pensamientos, decisiones y actos? No hacemos algo o dejamos de hacerlo porque estamos en presencia de autoridades, porque se nos amenaza, porque las circunstancias son favorables o desfavorables, porque nos conviene o no, sino porque estamos delante de Dios y de sus principios.
Delante de Dios todo lo hacemos voluntariamente. Nuestras decisiones son personales. Como todo lo que hacemos tiene sus consecuencias, los principios nos ayudan a tomar las mejores decisiones. Dar “recetas” para vivir no es apropiado, porque los principios implican decisiones personales dentro del contexto del bien y del mal.
Tal vez la experiencia de la iglesia primitiva (Hech. 15) sea la que ilustre mejor la diferencia que existe entre los principios y su aplicación. Ésta siempre es un asunto abierto a discusión por causa de factores culturales, temporales y circunstanciales. Hace dos mil años muchos tradicionalistas confundieron la aplicación con el principio. Intentaron poner la aplicación dentro del círculo, junto con los principios, en la creencia de que cada cambio implica compromisos, y que compromete las características especiales de la iglesia. Pero la práctica puede cambiar sin destruir el principio. Nuestras características adventistas se deben fundar sobre principios inmutables y no sobre aplicaciones que pueden cambiar con la cultura, el tiempo y las circunstancias.
Si somos honestos con nosotros mismos, debemos reconocer que muchos de nosotros, los adventistas, hemos hecho lo mismo con Elena de White, al estudiar sus escritos en busca de aplicaciones en lugar de principios. Estamos tentados a generalizar consejos que ella dio para situaciones definidas, aplicándolos indiscriminadamente. Eso no es ser justo con Elena de White.
Si nos interesa saber cuáles son los principios que se encuentran detrás de la evangelización, por ejemplo, Pablo nos ayuda a conocerlos en 1 de Corintios 9:2:
- Debemos encontrar un punto en común con los que pretendemos evangelizar.
- Debemos evitar la actitud del “sabelotodo”.
- Debemos actuar de tal manera que la gente se sienta aceptada.
- Debemos ser sensibles a las necesidades y preocupaciones de la gente.
- Debemos estar atentos a las oportunidades de hablar de Cristo.
Si nuestra preocupación es la benevolencia sistemática, el mismo apóstol nos invita a considerar 2 Corintios 8:10 y siguientes. Allí se nos desafía a actuar de acuerdo con lo que se planificó. Cuatro principios orientan el acto de dar:
- La disposición a dar de todo corazón es más importante que la cantidad que se da.
- El esfuerzo para cumplir las responsabilidades financieras.
- Dar a los necesitados podría ser un acto que implica un retomo de la misma naturaleza y en las mismas condiciones.
- Dar como si fuera a Cristo. La manera como damos pone de manifiesto nuestra devoción a él.
Es importante conversar con otros colegas acerca de la mejor manera de preparar al pueblo de Dios para la segunda venida de Cristo mediante el empleo de principios bíblicos. Primera de Reyes nos dice que Roboam pidió consejo, pero después de recibirlo no lo consideró cuidadosamente. Si lo hubiera hecho, habría verificado que el consejo de los ancianos era más sabio que el de sus amigos jóvenes.
Para evaluar cualquier consejo pregunte si es realista, realizable y si concuerda con los principios bíblicos. Dios nos invita a trabajar sobre la base de principios sólidos. Como resultado de ello, el Espíritu Santo impresionará a muchos para que acepten los principios divinos.
Sobre el autor: Doctor en Ministerio, profesor en el Seminario Latinoamericano de teología, Engenheiro Coelho, Sao Paulo, Brasil.