Muchas parejas de su distrito están seguramente sintiendo la amenaza de los largos dedos del divorcio o la separación. ¿Hay algo realmente efectivo que podamos hacer para ayudarles? ¿Quiénes pueden, y deben, colaborar en esta tarea? ¿De qué manera puede hacerse?

Si usted es un pastor que ha estado en algún distrito por unos pocos años, ya ha visto que algunas de las parejas jóvenes que ha casado en los últimos años están comenzando a mostrar signos de dificultades matrimoniales. Los largos dedos del divorcio han alcanzado probablemente los bancos de su iglesia más de una vez para separar a parejas que nunca hubiera soñado que fueran susceptibles a ello. Usted se siente mal y, al mismo tiempo, indefenso por tales situaciones. “¿Qué puedo hacer realmente?”, se pregunta a sí mismo.

Para comenzar usted puede determinar que cada pareja que planee casarse tenga el beneficio de algún tipo de programa de preparación para el matrimonio. Es el período prematrimonial, al igual que en los primeros meses de la vida juntos, donde se establecen los fundamentos de la relación matrimonial de la pareja. Un programa prematrimonial bien diseñado puede ser una ayuda positiva para que los años de matrimonio comiencen bien.

Sin embargo, los pastores y consejeros que intentan poner en práctica estos programas prematrimoniales se encuentran con varias dificultades. Las parejas prematrimoniales tienden a estar en un estado de “éxtasis”: separados emocionalmente de la realidad y no muy dispuestos a ser enseñados. Muchos vienen de la adolescencia con el sentimiento de que ya han llegado, y que por lo tanto pueden manejar con total competencia cualquier situación que pueda surgir. Una visión irreal del amor y el matrimonio frecuentemente bloquea a la pareja a cualquier discusión que profundice el tema de su relación. Ellos creen que los problemas que puedan encontrar más tarde (o que pueden haber tenido en su vida prematrimonial) seguramente serán superados fácilmente por su amor. En realidad, muchos no desean ser enfrentados con nada que pueda, de algún modo, poner en riesgo su relación y eventual casamiento.

Más aún, las parejas no están dispuestas a acudir a la iglesia o al ministro para este tipo de preparación. Los pastores se quejan frecuentemente: “Las parejas no vienen a nosotros hasta que están listas para que dirijamos su boda”. Muchas parejas simplemente no esperan ni permiten ningún tipo de acercamiento por parte de su pastor en lo que se refiere a su relación matrimonial. Piensan en la iglesia sólo como el lugar para la ceremonia y en el pastor como el que de alguna forma coloca en ese momento el sello divino de aprobación. En algunos casos puede ocurrir que la pareja está deseando recibir tal ayuda pero no de parte del pastor, porque siente que no puede confiarle asuntos tan íntimos. La razón más probable es que los pastores generalmente no han visto la importancia de que la iglesia esté totalmente identificada con la vida familiar privada de su pueblo. Por lo tanto, no nos hemos preparado para ello ni hemos cultivado la actitud de aceptación y aprecio hacia este tipo de ministerio en nuestras congregaciones.

Algunos pastores, sobrecargados de trabajo, han tratado de dirigir algún programa de preparación matrimonial y, al encontrarse con estos obstáculos, se han desanimado. Aun cuando hayan sido capaces de conseguir que la pareja se siente con ellos para algún tipo de trabajo prematrimonial, los resultados de esta tarea no han sido la mayoría de las veces demasiado recompensadores. Aun así, el futuro se muestra promisorio. Estudios actuales y la evidencia que se va acumulando proveen una valiosa información sobre varios enfoques que son efectivos. Además, está surgiendo una imagen más clara del escenario matrimonial; por lo tanto, este tipo de ministerio que necesitan las parejas solteras se está haciendo cada vez más imperativo.

¿Por qué es necesaria la preparación matrimonial

El matrimonio es un punto de transición. Se ha estudiado bastante las fases de la vida y los puntos de cambio que encuentran los individuos a través del transcurso de toda su vida. Los estudiosos de las etapas de estos ciclos vitales han identificado algunas crisis autocontenidas y predecibles que pueden ocurrir, como de hecho sucede.[1]  Casarse constituye uno de estos puntos de transición. Podemos ministrar más efectivamente a las parejas cuando las alertamos respecto de las nuevas experiencias que han de encontrar en sus vidas. Un programa de preparación matrimonial nos ofrece una excelente oportunidad para hacerlo.

El matrimonio está cambiando. Las parejas que actualmente entran en el matrimonio tienen expectativas considerablemente diferentes a las del pasado. El matrimonio está sufriendo un cambio. Desde el estilo tradicional caracterizado por una estructura definida, autoritaria y jerárquica, con deberes y obligaciones específicas, a un estilo conocido como matrimonio de compañerismo, más igualitario, democrático y flexible en lo que respecta a la estructura de sus papeles. Mientras que las presiones sociales externas eran un factor fundamental para mantener unido al matrimonio tradicional, el modelo de compañerismo depende mucho más del amor y el afecto, la comunicación íntima y el interés mutuo por la unidad. El compromiso se ve en forma diferente: se orienta más hacia el otro individuo que hacia la institución del matrimonio en sí. En resumen, uno no se casa y “sienta cabeza”, sino que entra en un esfuerzo vitalicio para lograr una relación armoniosa. La preparación para el matrimonio da a la pareja la oportunidad, en un momento en que todavía no hay problemas, de considerar cuidadosamente el modelo que ha de seguir su matrimonio.

El matrimonio requiere pericia. Aprender cómo ser esposo y esposa y cómo manejar una relación tan íntima como el matrimonio requiere pericia en lo que se ha dado en llamar habilidad interpersonal. Esto es: destreza especial para lograr el crecimiento de la relación, la comunicación profunda y la solución de conflictos. Es mucho más necesario en el matrimonio actual que nunca antes. Y no viene naturalmente a nosotros, debe ser aprendida. Si las parejas no la han adquirido antes de su compromiso, por lo menos debe dárseles la oportunidad de que les sean expuestos estos principios para desarrollar tanta pericia como sea posible antes del matrimonio.

El matrimonio cristiano se está desvaneciendo. En muchas mentes el cristiano está aliado con el modelo tradicional y jerárquico del matrimonio. De allí entonces que, con los cambios en los esquemas de matrimonio, las parejas contemporáneas no se sienten dirigidas hacia la iglesia como fuente de orientación y autenticidad para su matrimonio. El desafío para la iglesia es demostrar que los conceptos bíblicos del matrimonio como pacto, una carne, sumisión mutua, sujeción a la cabeza, amor incondicional, dones espirituales en la familia, perdón y reconciliación no están pasados de moda ni son arcaicos sino que en realidad son las claves reales para formar matrimonios satisfechos y duraderos. Si el matrimonio ha de mantener sus características cristianas distintivas, nosotros en la iglesia debemos hacer el esfuerzo para dar a estos principios evangélicos una expresión contemporánea, ayudar a las parejas a entender su significado, y dar instrucciones prácticas de la forma como éstos deben ser integrados a la vida personal.

Tres enfoques básicos

Los esfuerzos hechos en el campo de la preparación prematrimonial, y los estudios conducidos en la última década, nos ayudan a comprender que el formato que se sigue en la orientación prematrimonial tiene mucho que ver con el éxito que obtengamos. David Mace destaca tres enfoques básicos de la tarea.[2]  Con el primero de ellos, los “hechos de la vida”, todos estamos familiarizados. El piensa que la necesidad primaria de la pareja es de información acerca de los variados aspectos de la vida matrimonial y que la mejor forma de comunicarlos es mediante una buena serie de consejos, en sesiones donde se comparta información de un tipo u otro. Esto se realiza usualmente en una o dos sesiones con el pastor y la pareja a solas.

Este fue el procedimiento estándar que seguí al comienzo de mi ministerio. Sin tener entrenamiento en esta área y ningún modelo para seguir, y teniendo mis prioridades un poco dispersas, dedicaba unas dos horas a cada pareja una semana antes de la boda, elaborando los detalles de la ceremonia, y entonces, en el tiempo que nos quedaba, aprovechaba a compartir mi filosofía y puntos de vista en asuntos tales como el culto familiar, la relación de la pareja con la iglesia, las finanzas y las relaciones con los suegros. No tenía mucho para decir en cuanto al tema de la comunicación. Intencionalmente evitaba hablar de los conflictos (y todo aquello que pudiera llevarlos a conflictos en mi presencia en ese preciso momento). ¡Y esperaba que no introdujeran el tema del sexo!

Hay ocasiones cuando un pastor puede reunir a más de una pareja. Es una versión más elaborada. La serie de conferencias prematrimoniales ha sido el estilo usado frecuentemente. En cuanto a esto, David H. Olson declara que, aunque sea bien concebido y bien presentado este estilo produce muy poco en términos de cambio de actitudes. Un aspecto negativo tradicional de este estilo es que las parejas se ven frecuentemente decepcionadas antes que entusiasmadas respecto de la necesidad y del valor del enriquecimiento y asesoramiento matrimonial futuro.[3]

Otros, dice Mace, realizan asesoramiento prematrimonial referido a las dificultades específicas para las cuales la pareja ha pedido ayuda. Aunque este término ha sido usado libremente para todo tipo de enfoques, estrictamente hablando connota la necesidad de algún tipo de terapia o cuasi-terapia para fortalecer las actitudes y el pensamiento de las parejas. Como tal lleva sobre sí un cierto estigma que repele a muchas parejas en lugar de animarlas a participar de la preparación prematrimonial.

El tercer enfoque sugerido por Mace (y que él considera más efectivo) es ayudar a la pareja a hacer una cuidadosa evaluación de sí mismos, el uno del otro, y de su relación. Algunos aspectos educativos pueden enriquecer esto y algún tipo de asesoramiento puede surgir de ello, pero el trabajo central es un descubrimiento de sí mismos por parte de la pareja. Esta forma de tratar con la pareja se basa en la disposición a invertir esfuerzos en la comprensión y enriquecimiento de la relación que actualmente están disfrutando, cuyos dividendos, por supuesto, han de llevar consigo al matrimonio. Puede hacerse en forma tal que las parejas, que tan a menudo se resisten a cualquier tipo de ayuda durante los días previos a la boda, descubran por sí mismos las áreas en las cuales son ignorantes, o no están preparados, o necesitan consejo o asesoramiento. Pueden ser estimuladas a considerar los aspectos profundos de su relación y desarrollar una sed de conocimientos y destrezas que satisfarán sus necesidades.

Felizmente existen ahora una gran cantidad de buenos libros, casetes, manuales y otros materiales a los cuales el pastor local puede acudir para llevar a una pareja a este tipo de exploración prematrimonial. Entre estos recursos hay varios buenos inventarios que llevan a la pareja a una evaluación de sí mismos, el uno del otro y de su relación. Aunque los inventarios o encuestas difieren en su estilo y alcance, el formato básico es un cuestionario que puede ofrecer una variedad de métodos de respuesta (respuestas breves escritas, elección múltiple, de acuerdo/desacuerdo, promedio) a una serie de preguntas y/o declaraciones. Los temas incluyen generalmente: el concepto de uno mismo, el amor, la comunicación, las expectativas religiosas, el sexo, las finanzas, los suegros, la ira y los conflictos, la planificación familiar, y los valores e ideales. El inventario puede ser usado sin ayuda externa o en sesiones con un pastor/consejero. Un instrumento tal frecuentemente abre el camino a una disposición espontánea, a abrirse por parte de los futuros esposo y esposa, y los lleva a una profundización (o en algún caso a una terminación) de su relación.

Las parejas comprometidas también muestran disposición a aprender de sus ¡guales. Por lo tanto, es de gran ayuda aprovechar las oportunidades de reunirse con otras parejas en un grupo a fin de compartir experiencias. Mace, Olson y otros también informan que las parejas prematrimoniales pueden ser entrenadas en la habilidad de la comunicación, la solución de problemas y conflictos, y los resultados de un entrenamiento tales se llevan al matrimonio.[4] Ed Bader (profesor asistente de Medicina Familiar y Comunitaria en la Universidad de Toronto) y sus colegas llevan a cabo un programa semejante. Su curso: “Aprendamos a vivir juntos”, capitaliza el hecho de que los recién casados son más receptivos y educables que los solteros. Bader divide el programa en dos partes: la primera parte (que cubre comunicación, trasfondo familiar, finanzas y sexualidad) se ofrece antes del matrimonio. La última parte (papeles cambiantes en el matrimonio, solución de conflictos, cómo edificar una mejor relación) se ofrece de seis meses a un año después de la boda. El formato es el de una discusión en un grupo pequeño basado en videotapes.[5]

¿Qué puede hacer usted?

¿Qué puede hacerse para interesar a las parejas y elevar la preparación prematrimonial como un ítem de prioridad? Los pastores pueden establecer un clima más receptivo en la iglesia a través de la predicación, la visitación y la conversación informal. Pueden animar la tarea prematrimonial para que sea hecha en clases de jóvenes. Algo positivo puede hacerse aun en las clases de niños para ayudar a formar el ambiente adecuado para una mayor preparación en los años de la adolescencia. Debe hacerse más en los hogares de los mismos jóvenes. Los padres pueden necesitar clases sobre la forma de preparar a sus hijos y jóvenes para el matrimonio. Los pastores ocupados y recargados de trabajo pueden utilizar los dones espirituales y el entrenamiento profesional de algunos miembros de iglesia que pueden tomar el liderazgo en la preparación matrimonial de las parejas comprometidas. Los pastores con los que he hablado también sienten que necesitan tener relaciones más estrechas con los adolescentes y los jóvenes adultos de sus congregaciones, para que cuando estos jóvenes y señoritas consideren el matrimonio, haya una tendencia natural a mirar al pastor como el que puede brindar orientación.

Todo esto sugiere que un pastor puede orientar la actitud de su congregación no sólo hacia la preparación prematrimonial, sino hacia todo el tema de las relaciones en la familia así como en la iglesia. ¿Es cálido y amigable? ¿Es una persona reservada a la cual uno puede confiar los delicados asuntos del alma -sus felicidades y gozos, al igual que sus dudas, conflictos y quizás emociones negativas? Si la gente siente que puede confiar en él vendrán por asuntos tales como orientación y preparación prematrimonial; en caso contrario seguirán su propio criterio en el desarrollo y el mantenimiento de las relaciones en sus hogares y en el matrimonio.

El pastor que es amigable y abierto ofrece una buena oportunidad de dirigir a las parejas prematrimoniales en el tipo de experiencias necesarias para que se lancen al matrimonio desde una plataforma sólida. Por medio de esta disposición a ser abierto, a amar y aceptar incondicionalmente al prójimo, el pastor da un cierto permiso a la pareja para hacer lo mismo uno con otro. Habiendo creado en la pareja un clima tal antes de su matrimonio, el pastor prepara el camino a una relación de confianza entre la pareja y la iglesia que demostrará ser de inestimable valor para sostener su matrimonio en los días venideros.

Sobre el autor: Ron Flowers es director asistente del Servicio Hogar y Familia de la Asociación General.


Referencias

[1] David Mace, Getting Ready for Marriage, Nashville, Tenn., Abingdon, 1972, pág. 7.

[2] Ibíd., págs. 9, 10.

[3] David H. Olson, How Effective Is Marriage Preparation?, documento presentado en la Toward Family Wellness Conference, Milwaukee, Wisconsin, el 18 de octubre de 1981, págs. 5, 6.

[4] Mace, “The Critical First Year”, Marriage Enrichment-The Newsletter of the Association of Couples for Marriage Enrichment, Winston-Salem, North Carolina, Noviembre-Diciembre, 1978, y Olson, op. cit., pág. 7.

[5] Edward Bader, Robert Riddle, and Carole Sinclair, Do Marriage Preparation Program Realty Help? A Five-Year Study, informe inédito presentado a la reunión anual del National Council on Family Relations, Milwaukee, Wisconsin, el 16 de octubre de 1981.