Un liderazgo firme y comunicativo es garantía de éxito
Como ser social, el hombre no puede vivir en soledad. Necesita vivir en comunidad, orientado hacia una vida activa y útil. Necesita relacionarse con otras personas, en una sociedad compuesta por individuos que piensan en forma diferente y cuyas personalidades son distintas. Dentro de esa comunidad, debe haber orden y dirección, para que su estructura y su funcionalidad puedan perdurar a pesar del pluralismo. Necesita también de una cabeza que le indique el camino correcto, un líder cuyas actitudes y lenguaje comuniquen al grupo su identidad, y que ejerza una influencia positiva al relacionarse con los demás. Para alcanzar este tipo de liderazgo, es necesario que esté acompañado de aserción. Ser asertivo en el ejercicio del liderazgo es muy importante, porque la aserción es la llave maestra que puede abrir cualquier puerta y permite entrar en cualquier lugar.
Según el diccionario, la palabra “aserción” denota la acción y el efecto de afirmar algo. Una persona “asertiva” sería alguien que se expresa y actúa positivamente, con seguridad, sencillez y fuerza. Otro autor define la aserción como una clase de conducta en la que el individuo manifiesta en forma directa sus sentimientos, preferencias, necesidades y opiniones, pero sin forzar a nadie ni despreciarlo. Hay quienes opinan que la aserción es la habilidad de comunicar pensamientos y emociones con confianza, pero con tacto.
Podemos resumir todo esto diciendo que la aserción es la habilidad de alguien para expresar sus sentimientos, pensamientos y percepciones con equilibrio, asumiendo acritudes y escogiendo palabras que contribuyan a defender y apoyar con claridad sus ideas, pero de manera inofensiva. Equivale a una conducta capaz de expresar correctamente cualquier emoción. Si cuenta con estas características, el liderazgo se convierte en el arte de relacionarse con los dirigidos para alcanzar cierta intimidad con ellos.
Comunicación positiva
La aserción es la llave del éxito en la conducción de un grupo. Es la habilidad de expresar y presentar ideas, y defender derechos, sin atropellar las ideas ni los derechos de los demás. El líder que se destaca tiene que ser asertivo; debe desarrollar las habilidades necesarias para conducir resueltamente, con tenacidad y determinación, pero sin ser agresivo ni ofensivo. Reconocerá y respetará las habilidades y las emociones ajenas. Su objetivo no es convencer por la fuerza a alguien, sino exteriorizar sus sentimientos con dignidad, imparcialidad y con un toque humano: eso es aserción cristiana. En las grandes empresas e instituciones, en las organizaciones eclesiásticas y en las iglesias, el liderazgo, al parecer, está cuestionado y sospechado de por sí. La falta de aserción sería uno de los factores causantes del problema. Existen malos hábitos en el liderazgo, que contaminan el ambiente y envenenan la atmósfera, perjudicando a los dirigidos.
Como líderes, necesitamos reeducamos, para recuperar la habilidad de comunicar correctamente nuestras convicciones, ya que eso nos permitirá concretar uno de los más bellos aspectos de la vida. Debemos ser honestos al evaluar nuestros sentimientos, emociones y actitudes. Tenemos que estar seguros de que comunicamos adecuadamente nuestras ideas, sin agredir ni ofender a nadie. Los dirigentes deben ser capaces de expresar con claridad lo que creen. Sólo así tendrán respeto propio y una personalidad bien establecida. Observemos nuestras actitudes, porque ellas revelan mucho. Paul J. Meyer, un gran motivador, señala que “las actitudes no son otra cosa que las maneras habituales de pensar”. Todos tenemos pensamientos que dominan nuestra mente; si son negativos, las actitudes también lo serán.
Elena de White escribió: “El tratar con las mentes humanas es la mayor obra jamás confiada al hombre; y el que quiera obtener acceso a los corazones debe acatar la recomendación: ‘Sed… compasivos, corteses’ (1 Ped. 3:8, Versión Moderna)” (Obreros evangélicos, p. 127).
Falta de aserción
Todo ser humano puede manifestar varios niveles de aserción en su comportamiento; es decir, puede mostrarse pasivo, con falta de aserción; o agresivo, con exceso de aserción; o sencillamente con aserción verdadera. La pasividad, la falta de aserción, consiste en no comunicar lo que se espera o desea, o de hacerlo débil y tímidamente, o disimulando el verdadero pensamiento. Eso implica debilidad, y muchos tratarán de aprovecharse de esa persona. Ese líder generalmente está a la defensiva; no escucha; siente la necesidad de controlar; y cae derrotado fácilmente. Juzga a los demás y los responsabiliza por sus propios errores. No acepta ni reconoce los derechos ajenos; siempre está criticando. La gente huye del tal. Sonríe cuando está en su presencia, pero lo odia por detrás.
W. W. Ziege dice que “nada en el mundo puede ayudar a un hombre que tiene una actitud mental equivocada”. El líder agresivo no es asertivo; trata de mantener el control a cualquier costo. Su relación con los demás es destructiva; genera hostilidad. Siempre quiere ejecutar su propia voluntad y ganar, no importa de qué manera. Es obstinado y constantemente trata de dominar, humillar, mostrar quién es él, y gobierna autoritariamente. Salomón, el sabio, dijo que ese tipo de liderazgo es impío y opresor. Dice: “Cuando los impíos son levantados, se esconde el hombre” (Prov. 28:28). “Cuando domina el impío, el pueblo gime” (Prov. 29:2). “Vi […] las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consolase” (Ecl. 4:1).
Ese líder causa sufrimiento; menosprecia a los demás y menoscaba su valor. Cree que se lo puso en el cargo con el fin de dominar, mandonear y subyugar a los que lo rodean. Desgraciadamente, el liderazgo ha sido mal aplicado porque se lo ha entendido mal. Jesús dijo: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad” (Mat. 20:25). La falta de verdadera aserción en el liderazgo ha llevado al fracaso a muchos dirigentes, y ni aun así han reconocido sus limitaciones. El líder agresivo no es asertivo: es neurótico. Siempre está molesto. Asusta a la gente y la amenaza. Oprime a sus compañeros de trabajo.
La actitud correcta
Todo líder de éxito posee el atributo de la aserción. Es capaz de luchar honestamente consigo mismo. A ese tipo de conductor se lo busca, se lo admira, se lo respeta y se lo ama. Se comunica fácilmente con todos. Reconoce, respeta y acepta los derechos de los demás. Reconoce y alaba el trabajo de sus colegas. Acepta los elogios con humildad, y es pródigo en brindarlos. Expresa con respeto sus opiniones, sin descalificar ni ofender. Comunica sus ideas directa, honesta y habilidosamente, sin perturbar a nadie.
El líder asertivo es un buen comunicador; infunde respeto mutuo y es flexible. Acepta las críticas, las analiza con calma y reconoce sus errores. Evita actitudes que causen temor. No es ambiguo cuando tiene que decir “sí” o “no”. Es firme. Pero no se detiene a considerar lo negativo. Cuando debe oponerse a algo, presenta con claridad las consecuencias de lo que critica, tanto para sí mismo como para los demás, y encuentra el momento oportuno para expresarse. Evita la manipulación de cualquier clase. De acuerdo con Ziege: “Nadie puede detener al hombre que tiene la actitud mental correcta”.
Como lideres dotados de aserción, tratemos de cambiar nuestras actitudes y nuestros sentimientos, especialmente cuando nos analizamos a nosotros mismos. Si lo hacemos, llegaremos a ser genuinos. Aldous Huxley dijo una vez: “Si hay un rincón del universo que con toda seguridad usted puede mejorar, ese rincón es usted mismo”. La aserción es un profundo compromiso con el cambio, que desarrollará todo nuestro potencial y nos convertirá en líderes excelentes, apreciados y respetados.
Sobre el autor: Director asociado de Publicaciones de la División Sudamericana.