Una invitación a la vigilancia constante

Una palabra esencial en la vida de un pastor es “vigilancia”, que significa “prestar atención, estar despierto, estar alerta en todo momento”. Es una cualidad indispensable de los “heraldos” de Dios, los ministros que deben “sonar la trompeta y advertir al pueblo” cuando se acerca el enemigo (Eze. 33:3). Adormecerse en el puesto de deber es no cumplir la misión. De hecho, Ezequiel lo denunció como un asunto de vida o muerte (Eze. 33:4).

Jesús habló a menudo sobre la necesidad de la vigilancia. En el huerto de Getsemaní, el que guarda a Israel les dijo a los dormidos discípulos: “Velen y oren, para que no entren en tentación” (Mat. 26:41). Este fue el encarecido pedido del Siervo sufriente en su última vigilia antes de morir. El hecho de poner ambas palabras yuxtapuestas (velar/orar) indica la importancia de permanecer alerta ante nuestros “calvarios”. En otras palabras, velar es tan necesario como orar (ver Luc. 21:36). Elena de White escribió: “Las más valiosas conquistas cristianas pueden obtenerse solamente mediante mucha oración y constante vigilancia”.[1]

Jesús destacó el deber de la vigilancia en al menos seis parábolas: la del portero (Mar. 13:34-37); la del padre de familia (vers. 43, 44); la de los dos siervos (vers. 45-51); la de las diez vírgenes (Mat. 25:1-13); la de los talentos (vers. 14-30); y la de las ovejas y los cabritos (vers. 31-46). En la parábola de las diez vírgenes, por ejemplo, el énfasis está en la preparación. Aunque todas las vírgenes se habían dormido por la tardanza del esposo, cinco de ellas habían provisto aceite, lo que les garantizaba la entrada a la boda. Jesús, entonces, aconsejó: “Velen, pues, porque no saben el día ni la hora” (Mat. 25:13).

En la parábola de los dos siervos, Jesús contrastó el comportamiento del buen siervo que, en ausencia de su amo, trató de hacer todo lo que se le había mandado, mientras que el mal siervo vivía como si su amo no fuera a volver jamás. El énfasis, en este contexto, está en el servicio, un ingrediente indispensable para los ministros reflexivos. Por lo tanto, así quiere el Señor encontrar a sus “centinelas”: consagrados y activos. Elena de White comenta: “Los que velan esperando la venida de su Señor no aguardan en ociosa expectativa […]. Combinan la vigilia atenta con el trabajo ferviente”.[2]

La vigilancia y el Santuario

Al menos dos elementos del Santuario mosaico hacen referencia a la idea de vigilancia: el candelabro y la vara de Aarón. Es interesante notar que ambos se basan en elementos de la naturaleza y, por lo tanto, parecen aludir al jardín del Edén, el primer Santuario en la Tierra. Richard Davidson establece el siguiente paralelo: “Los términos ‘lumbrera mayor’ y ‘lumbrera menor’ usados para describir el Sol y la Luna en Génesis 1:14 al 16 se mencionan en otra parte del Pentateuco solo para la luz de la menorá en el Lugar Santo del Santuario (Éxo. 25:6; 35:14; 39:27). En ambos santuarios [el de Moisés y el de Salomón], el candelero era un almendro estilizado (Éxo. 25:31-40; 1 Rey. 7:49). También había otros elementos edénicos tallados en la fuente, o lavacro, y en los muros que rodeaban el Templo: bueyes, leones, lirios y palmeras. Estas representaciones artísticas de la naturaleza parecen remontarse al Edén, el Santuario original de la Tierra”.[3]

El candelabro estaba frente a la mesa del pan, tenía la forma de un almendro y estaba destinado no solo a iluminar el Tabernáculo, sino también a “simbolizar el árbol de la vida”.[4] Con sus siete lámparas, la menorá estaba hecha de oro macizo, elaborada de una sola pieza. Las lámparas eran tratadas con especias y los sacerdotes tenían que limpiarlas todas las mañanas. La luz emitida debía ser constante. Así lo resaltaba Elena de White: “Como no había ventanas en el Tabernáculo, las lámparas nunca se extinguían todas al mismo tiempo, sino que ardían día y noche”.[5] La luz continua del candelabro simbolizaba la vigilancia constante del Protector de Israel, aquel que no duerme (Sal. 121:4; Juan 8:12; Apoc. 22:5).

Llama la atención que el candelabro tenga la apariencia de un almendro, pues en el idioma hebreo la palabra “almendra” (shaqed) tiene la misma raíz que el término “vigilante” (shoqed – verbo “velar”). Incluso, algunos lugares recibieron el nombre de los árboles que prevalecían en esos ambientes. El lugar que Jacob nombró Betel, por ejemplo, antes se llamaba Luz, un nombre basado en una rara palabra hebrea para almendro (lûz), pero que aparece comúnmente en arameo/siríaco (Gén. 28:19).[6] Y, más allá de esta curiosidad etimológica, podemos agregar alguna relación con la botánica del almendro. Este árbol es el primero entre los árboles que despierta del “sueño invernal”. Tras afrontar un largo periodo de frío, el almendro es el primer árbol en florecer, como si estuviera viendo la llegada de la primavera. Florece en Palestina a principios de enero y se considera un árbol “apresurado”. Y esta misma ilustración es la que usó Dios al llamar a Jeremías al ministerio profético, para fortalecer la fe del profeta inseguro y para indicarle la urgencia de su obra: “El Señor me preguntó: ‘¿Qué ves, Jeremías?’ Respondí: ‘Veo una rama de almendro’. Me dijo el Señor: ‘Bien has visto. Porque yo apresuro mi palabra para cumplirla’ ” (Jer. 1:11, 12). Es importante mencionar que Jeremías también era sacerdote, proveniente de Anatot, una de las cuatro ciudades asignadas a los descendientes de Aarón (ver Jos. 21:17, 18). Dios quería usarlo para despertar a su pueblo. Después de todo, “Judá estaba actuando como si Dios estuviera durmiendo y no supiera acerca de su pecado”.[7] Este mismo llamado fue dado a otro líder de Israel muchos siglos antes, y tiene que ver con el segundo elemento del Santuario: la vara de Aarón.

La vara de Aarón

Al igual que el maná (Éxo. 16), este objeto del Arca de la Alianza también fue otorgado por Dios en un contexto de murmuración del pueblo de Israel. Fue dada para confirmar el ministerio sacerdotal y realzar la vigilancia de los siervos de Dios. En Números 16, Moisés describe la rebelión provocada por un descendiente de Leví llamado Coré y sus cómplices, Datán y Abiram (que eran de la tribu de Rubén). Aunque Coré era levita y ya tenía funciones en el Santuario, quería más: asumir la posición de liderazgo de Moisés y el sacerdocio de Aarón. Motivados por el orgullo y la envidia, Coré y sus seguidores tramaron una conspiración premeditada contra los líderes designados por Dios, una disputa que tenía el mismo “espíritu que llevó a Satanás a rebelarse en el Cielo”.[8]

En respuesta a la disidencia declarada, Moisés propuso una prueba: “Tomen los incensarios de Coré y de todo su séquito, y mañana pongan en ellos fuego e incienso ante el Señor. Y el varón a quien el Señor elija, ese será el santo” (Núm. 16:5-7). Al día siguiente, descendió fuego del Señor y consumió a los 250 hombres que ofrecían incienso extraño. Además, la tierra se tragó a todos los partidarios de Coré, y una plaga mató a 14.700 de los murmuradores de Israel. El daño no fue mayor debido solo a la intercesión de Aarón, que hizo que cesara la plaga.

Para confirmar el sacerdocio aarónico ante el pueblo, se trajeron doce varas al Tabernáculo de Reunión; una para cada tribu de Israel. La vara que floreciera indicaría la elección divina. La Biblia dice: “Al día siguiente, cuando Moisés vino a la tienda de reunión, vio que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido y echado flores, había arrojado renuevos y producido almendras” (Núm. 17:8). El hecho de que la vara de Aarón floreciera no solo indicaba la elección divina, sino también señalaba la necesidad de vigilancia por parte del pastor de Israel.

A lo largo de las Escrituras se destaca esta cualidad de siervos de Dios, especialmente en los días previos al regreso de Jesús: “Velen, estén firmes en la fe. Pórtense varonilmente y esfuércense” (1 Cor. 16:13); “Y hagan esto conociendo el tiempo, que ya es hora de levantarnos del sueño; pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando creímos” (Rom. 13:11). Pero ¿en qué aspectos debe vigilar un pastor? Ahora veremos tres puntos clave.

Pecados sexuales

El pastor David cometió adulterio con Betsabé por relajar su vigilancia (ver 2 Sam. 11:1-5). En la época en que los reyes solían ir a la guerra, David holgazaneaba en una tarde palaciega y se entregaba a placeres ilícitos. Como las vírgenes insensatas, el rey de Israel se quedó dormido y se despertó “sin aceite en la reserva”. Se quedó donde no debía estar, miró donde no debía mirar y codició lo que no debía codiciar. Lugar equivocado, momento equivocado, persona equivocada, acto equivocado. El “vigilante” de Israel bajó su guardia espiritual y perdió en la batalla de la “terraza”.

¡Cuidado con ese modo “terraza”! Cuidado con las vacaciones, los días libres, el tiempo libre, los momentos a solas en Internet, los consejos en lugares inadecuados, los días de paz y tranquilidad tras una semana de oración o un día de intensa actividad. ¡Cuidado con el éxito y los aplausos! El frescor de la terraza te puede llevar a las sábanas del pecado. Craig Groeschel escribió: “Siempre esté atento. […] La tentación tiene la manía de encontrar a las personas que están en los lugares equivocados. Así que, la mejor defensa contra ella es evitar cualquier tipo de situación de riesgo”.[9]

El apóstol Pedro escribió: “Sean sobrios y velen; porque su adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Ped. 5:8). Es interesante observar que algunos animales, como los caballos, las cebras y las jirafas, pueden dormir de pie. Así, siempre están dispuestos a huir de los leones y otros depredadores que suelen atacar de noche. Asimismo, un ministro del evangelio debe permanecer en constante vigilancia contra las artimañas de Satanás. Es con los ojos cerrados –en constante oración– que un pastor se mantiene despierto contra los ataques del enemigo (Efe. 6:18).

Un hecho sorprendente llama nuestra atención y debe llevarnos a una vigilancia más intensa. Según una investigación publicada en la revista Ministry, el 64 % de los hombres cristianos y el 15 % de las mujeres cristianas ven pornografía al menos una vez al mes (comparado con el 65 % de los hombres no cristianos y el 30 % de las mujeres no cristianas); el 33 % de los ministros dicen que visitaron un sitio web sexualmente explícito; y el 21 % de los pastores de jóvenes y el 14 % de los pastores admiten que actualmente luchan con la pornografía.[10] Ciertamente, las mayores tragedias del ministerio pastoral surgen de esta nefasta práctica. Por lo tanto, aumenta tu vigilancia contra este enemigo mordedor. ¡Escápate de la terraza!

Dinero

Otro factor para la vigilancia está relacionado con el uso del dinero. La falta de equilibrio económico, la ostentación, la acumulación de deudas y las negociaciones ilícitas han destruido el ministerio de algunos pastores. Elena de White exhortó: “El ministro necesita todas sus energías para su alta vocación. Sus mejores facultades pertenecen a Dios. No debe envolverse en especulaciones ni en ningún otro negocio que pueda apartarlo de su gran obra. ‘Ninguno que milita –declaró Pablo– se embaraza en los negocios de la vida; con el fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado’ (2 Tim. 2:4). Así recalcó el apóstol la necesidad del ministro de consagrarse sin reserva al servicio del Señor”.[11]

La vigilancia financiera implica estricta fidelidad a lo que es del Señor, equilibrio en los gastos, contentamiento con lo que se tiene (Fil. 4:12) y sabiduría en el manejo de los gastos personales. ¿Cómo has estado lidiando con estos problemas? Recuerda que las esposas de oro son mucho peores que las de hierro. El encanto de las riquezas es una espina que ahoga la Palabra, alimenta el egoísmo y destruye la alegría de servir. El sabio Salomón exhortaba: “El que ama el dinero nunca se sacia con él” (Ecl. 5:10). Si corres insaciablemente tras los recursos financieros, el lujo y las vanidades, es hora de revisar tus prioridades, o más bien, revisar dónde está tu amor.

Palabras

El último aspecto tiene que ver con las palabras, no solo las que pronunciamos verbalmente, sino las que publicamos en las redes sociales. Las críticas, los chismes, los ataques personales, la exposición de los errores de los demás y las malas palabras no deben formar parte del vocabulario de un pastor. Recordemos las palabras de Jesús: “Os digo que en el día del juicio los hombres darán cuenta de toda palabra ociosa que pronuncien; porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mat. 12:36, 37). Dios ha dado el don del habla a los ministros para que sean una fuente de bendición, no de maldición. A su regreso, Jesús pedirá cuentas por la utilización de este talento (Mat. 25:14-30).

Elena de White advirtió: “Se niega a Cristo de muchas maneras. Podemos negarlo hablando de una manera contraria a la verdad, hablando mal de otros, conversando insensatamente o bromeando, o mediante palabras ociosas. En estas cosas manifestamos poca perspicacia o prudencia. Nos debilitamos a nosotros mismos; nuestros esfuerzos son débiles para resistir a nuestro gran enemigo, y somos vencidos. ‘De la abundancia del corazón habla la boca’ (Mat. 12:34). Y, por nuestra falta de vigilancia, confesamos que Cristo no está en nosotros”.[12]

Conclusión

El almendro nos enseña la poderosa lección de la vigilancia. Como ministros de Dios, debemos permanecer despiertos mientras se acerca la primavera de la Redención. El apóstol Pablo escribió: “Por tanto, no durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios; porque los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan” (1 Tes. 5:6, 7). Si estás bajando la guardia en algún modo, despierta. No vale la pena cambiar el ministerio y el Cielo por un minuto de “sueño”.

Sobre el autor: editor asociado de la revista Ministerio, edición de la CPB.


Referencias

[1] Elena de White, Los hechos de los apóstoles (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009), p. 253.

[2] White, El Deseado de todas las gentes (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2008), p. 588.

[3] Richard Davidson, “Back to The Beginning: Genesis 1–3 and The Theological Center of Scripture”, en Christ, Salvation, and the Eschaton: Essays in Honor of Hans K. LaRondelle, ed. por Jiří Moskala, Peter M. van Bemmelen y Daniel Heinz (Berrien Springs, MI: Old Testament Publications, 2009), p. 17.

[4] Douglas K. Stuart, The New American Commentary (Nashville, TN: Broadman & Holman, 2006), t. 2, p. 577.

[5] White, Patriarcas y profetas (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), p. 359.

[6] Willem A. VanGemeren (ed.), Novo Dicionário Internacional de Teologia e Exegese do Antigo Testamento (São Paulo, SP: Editora Cultura Cristã, 2011), pp. 479, 480.

[7] Ross E. Price; C. Paul Gray, J. Kenneth Grider, Roy E. Swin, Comentário Bíblico Beacon (Rio de Janeiro, RJ: CPAD, 2005), p. 263.

[8] White, Patriarcas y profetas, p. 427.

[9] Craig Groeschel, Confissões de um Pastor (São Paulo, SP: Editora Mundo Cristão, 2007), p. 47.

[10] Claudio Consuegra y Pamela Consuegra, “Dangerous Kissing Cousins –Pornography and intimate partner violence”, Ministry (noviembre de 2019), p. 19.

[11] White, Los hechos de los apóstoles, p. 301.

[12] Testimonios para la iglesia (Miami, FL.: Asociación Publicadora Interamericana, 2003), t. 1, p. 361.