“Cristo es el protagonista del pastorado. Él ‘es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos’”.

El pastor José Irajá da Costa e Silva nació en Fortaleza, capital de Ceará, Rep. del Brasil, hace 73 años. Teniendo a su padre como maestro, hizo el antiguo curso primario en la Escuela Adventista de Caruaru, Pernambuco, donde también cursó el secundario en el Instituto Bautista. Cursó el bachillerato (científico) en Fortaleza, y la Facultad de Teología en el desaparecido Educandário Nordestino Adventista, ENA, en Belém de Maria, Pernambuco. Obtuvo créditos de maestría en Arqueología en Jerusalén, Israel, y en la UNASP, campus de San Pablo, además de su formación en Artes Plásticas y Comunicación. Su hoja de servicios prestados a la causa de Dios incluye el pastorado de iglesias en el nordeste brasileño (João Pessoa y Campina Grande, en Paraíba; y Recife, Pernambuco); Maringá, Paraná; Brooklin, en la capital de San Pablo; central de Curitiba, Paraná; iglesia lusobrasileña de Nueva York; director del departamento de Jóvenes Adventistas de Paraná; director-productor del programa Encuentro con la Vida y director de Comunicación de la División Sudamericana.

 De su casamiento con Itacy Bessa, nacieron tres hijos: Ináyra (psicopedagoga, casada con César Camacho, pastor en San Pablo), Irlacy (administradora, casada con Gerson Rodrigues, profesor de Teología en el IAENE) e Irlan, fallecido en los Estados Unidos.

 En esta entrevista, él habla de su rica experiencia pastoral.

  M: ¿Cuándo y cómo tomó la decisión de seguir la carrera pastoral?

  Irajá: Desde la adolescencia, mi objetivo era ser médico. Al terminar la enseñanza media, rendí el examen de ingreso, pero fui reprobado. Ese hecho y el estímulo de mi hermano (también pastor) me hicieron entender que Dios tenía otros planes para mí. Entonces, fui a la Facultad de Teología en el antiguo ENA, en Pernambuco.

  M: Usted también desarrolló dones artísticos, como el dibujo, la pintura, la escenografía y la fotografía, entre otros. ¿De qué manera los empleó en el ministerio?

  Irajá: El don de la pintura fue un legado de mi madre. Durante el tiempo de mi pastorado activo, siempre fui invitado a pintar bautisterios y montar escenarios para congresos. Trabajé durante tres años en el Centro Educacional Ilustrado, cuando hice el curso en la Escuela Panamericana de Artes y recibí una invitación para ser profesor. Obviamente, rechacé. Tuve la oportunidad de diseñar las diapositivas de los cursos evangelizadores proféticos Seminario de Apocalipsis y Encuentro con la Vida, además de historias bíblicas infantiles sobre José, Daniel y Ester, Milagros de la Fe, para el evangelismo de Semana Santa, entre otros trabajos. Monté innumerables escenarios y destaco el escenario del lugar donde el pastor Bullón realizó su campaña de evangelización en Nueva York, el famoso Madison Square Garden, y también el del Concilio Ministerial de la Asociación General en Toronto, Canadá; paneles de la venida de Jesús en fachadas de las iglesias lusobrasileña de Queens e hispana de Corona, ambas en Nueva York.

  M: Fueron casi quince años de pastorado en aquella metrópoli. ¿Qué significó eso para usted?

  Irajá: Los dirigentes de la Iglesia Adventista en los Estados Unidos suelen llamar pastores para trabajar entre las comunidades étnicas específicas. En la región de Nueva York, cuando llegamos allá, había iglesias de 19 idiomas diferentes. Fuimos llamados para dirigir la iglesia lusobrasileña. Posteriormente, fueron formadas dos congregaciones más. Allá, si existe afinidad interactiva entre el pastor y la iglesia, el pastor puede permanecer muchos años en la misma iglesia. Quedé hasta completar catorce años de trabajo, porque con cuarenta años de ministerio precisábamos regresar al Brasil, para que pudiésemos cuidar de los padres de mi esposa (el pastor José Bessa y su esposa). Vivir en los Estados Unidos, para cuidar de una iglesia de mi nacionalidad, en la “capital del mundo”, fue una experiencia singular. Para mi familia, no hubo grandes dificultades de adaptación. Mi esposa trabajaba como niñera, pero también se dedicaba intensamente a la iglesia. Los dos hijos que nos acompañaron (la primogénita, Ináyra, quedó en el Brasil) estaban en el nivel superior de educación y se desarrollaron muy bien: fueron activos en la iglesia y se realizaron profesionalmente.

  M: ¿Qué nos puede decir de la acción misionera de la iglesia en Nueva York?

  Irajá: El mayor incentivo es para hacer contactos personales. Los brasileños y los portugueses que viven en aquella ciudad valoran mucho los encuentros sociales, con lo que superan la nostalgia de la patria de origen. Nuestros miembros acuden de otros dos Estados vecinos: Nueva Jersey y Connecticut. Para ellos, la iglesia es como un oasis en la aridez de una tierra extraña. Realizábamos el almuerzo comunitario cada sábado, con una gran mesa identificada con el cartel “mesa misionera”, alrededor de la cual se reunían visitas e interesados. Después del almuerzo, teníamos entonces la clase bautismal. La programación evangelizadora del año incluía eventos y cultos en fechas especiales. Por ejemplo, había un té conmemorativo de algún bebé que estaba por nacer, realizado especialmente para madres no adventistas. El 7 de septiembre participábamos con un puesto en la fiesta del Brasil, poníamos a disposición del público la camioneta médico-misionera de la Asociación y aprovechábamos para distribuir publicaciones.

  M: Hay un gran interés en conquistar las populosas metrópolis aquí en América del Sur. ¿Qué sugerencia nos daría en ese sentido?

  Irajá: Nuestras iglesias están creciendo y se están multiplicando en las grandes ciudades. Esto es notable. Pero creo que el mejor método evangelizador para alcanzar a esas comunidades es el trabajo personal; es la estrategia que más suma. Innegablemente, el mundo cambió. Estamos en la era de Internet, de la información velocísima, instantánea. El evangelio eterno está, literalmente, volando en medio del cielo, pero nunca debemos minimizar el trabajo personal. Refiriéndose al trabajo que el pastor debe realizar en las grandes ciudades, Elena de White declaró: “En las ciudades de la actualidad, donde existen tantas cosas que atraen y que agradan, no puede lograrse interesar a la gente por los esfuerzos comunes. Pastores señalados por Dios hallarán que es necesario poner a contribución esfuerzos extraordinarios a fin de cautivar la atención de las multitudes. Y, cuando tengan éxito en reunir a una gran cantidad de público, deben presentar mensajes de un carácter tan ajeno a lo acostumbrado que la gente despierte y se sienta amonestada. Deben usar todos los medios que sea posible ingeniar para presentar la verdad en forma clara y distinta. El mensaje de prueba para este tiempo ha de ser dado en forma tan sencilla y decidida que sobrecoja a los oyentes y los induzca a desear el estudio de las Escrituras” (El evangelismo, p. 34). Así, existen otros métodos eficaces para la evangelización, y esos son los que exigen esfuerzos no apenas simples sino “extraordinarios” para predicar, con innovación, las buenas nuevas de salvación por la fe en Cristo Jesús.

  M: ¿Cómo fueron sus días de pionero en la comunicación adventista en el Brasil?

  Irajá: En el comienzo de 1981, por iniciativa del pastor João Wolff, entonces presidente de la División Sudamericana, se realizó en Curitiba, Paraná, una reunión con un grupo de personas, incluyendo comunicadores experimentados, para estudiar la creación de un programa nacional de televisión. En aquella ocasión, yo era pastor de la iglesia central y estudiaba Comunicación en la Universidad Federal de Paraná. Se sugirió mi nombre para ser el director-productor del programa. Inicialmente, rechacé la invitación. Empero, meses después, el llamado fue reafirmado y decidí aceptar con la condición de que el programa fuese producido en Curitiba, para que pudiera contar con la consagración, la experiencia y la técnica de un avezado comunicador, el hermano Elon Garcia. Era un programa de cinco minutos, para ser transmitido diariamente, presentado por diversos oradores que abordaban temas de salud, familia, educación y bíblicos. Al final, una parte musical y el ofrecimiento de un curso bíblico con el nombre del programa. Con el transcurso del tiempo, se vio que era más conveniente la utilización de un solo orador, Roberto Conrad Filho, que también era el orador de La Voz de la Profecía. Los programas eran grabados en los estudios de la antigua Rede Manchete, bajo la dirección de Elon Garcia. Después, adquirimos una cámara y adaptamos la sala de nuestra casa como estudio. Más adelante se montó un estudio propio y se adquirieron equipos en los Estados Unidos, con la ayuda del Dr. Milton Afonso. Teníamos dos cámaras y un telepronter. Fue el primer estudio de televisión adventista en el Brasil y la inauguración contó con la presencia del pastor Neal Wilson, entonces presidente mundial de la iglesia. Durante algunos años, el programa fue transmitido vía satélite, en red nacional, por la Rede Bandeirantes y también por la Rede Globo en los tres Estados del sur del Brasil. Para las otras regiones, enviábamos copias de los programas. Formaban parte del equipo la secretaria Itacy (mi esposa); los técnicos Osny Albanus, camarógrafo independiente, Alexandre Ostrovski, que vino de la red Globo, Irlan (mi hijo) y Rodrigo Henrique en la edición y dirección técnica del estudio. Posteriormente llamamos a Jonatan Conceicao, para ser asistente de Producción, que más tarde trabajó en nuestra TV Novo Tempo y actualmente es el gerente de Producción de Hope Channel [Canal Esperanza] en Ucrania. Hacíamos muchos reportajes externos y grabábamos programas en tierras bíblicas, como Israel, Egipto y la isla de Patmos. Los programas Fe para Hoy, con el pastor Alcides Campolongo; Gotas de Fe, con el pastor Anísio Chagas; además de varios otros documentales, también fueron producidos en aquel estudio. Fue un gran privilegio trabajar nueve años (1981-1990) en ese ministerio. De Curitiba, el estudio se trasladó a Nova Friburgo, Rio de Janeiro. Hoy tenemos la gran TV Novo Tempo instalada en Jacareí, San Pablo, y también hay un centro de producción en la República de Bolivia.

  M: De todas las actividades que realizó, ¿cuáles fueron las que le dieron mayor sentido de realización personal?

  Irajá: Indudablemente, las multifacéticas actividades del pastorado distrital. Es algo simplemente incomparable trabajar con el rebaño compuesto por familias, niños, jóvenes, adultos y ancianos, todos con la misión de transformarse en un pueblo preparado para la cercana segunda venida del Salvador. En términos del desafío relacionado con el establecimiento de una iglesia, cito la construcción del templo lusobrasileño de Nueva York. Cuando llegamos a aquella ciudad, el presidente de la Asociación me dijo: “Irajá, sé que a ustedes, los brasileños, les gusta construir iglesias, pero aquí en Nueva York eso no es posible. Desista, porque no existen más terrenos”. Sin embargo, Dios nos mostró un terreno óptimo, que fue adquirido también con la ayuda del Dr. Milton Afonso. Después, ese terreno fue vendido a una señora china que nos ofreció un óptimo precio, lo que nos dio una ganancia de trescientos mil dólares. Se adquirió otro terreno y en él se construyó un lindo templo para quinientas personas. Dejamos la construcción en la etapa de conclusión; y el pastor Cláudio Vilela, nuestro sustituto, lo inauguró. Hacía treinta años que no se construía un templo en Nueva York.

  M: ¿Cómo se siente, estando jubilado?

  Irajá: La jubilación es parte de la vida y del ministerio. Gracias a Dios, continúo ministerialmente activo. Pero ahora tengo más tiempo para dedicarme a la pintura artística. Recientemente, a los 72 años, pinté al óleo el Mural de la Esperanza, escena de la venida de Jesús (12 m x 10 m), en cuarenta días, subiendo y descendiendo varias veces al día 51 peldaños de andamios en la iglesia central de Curitiba. Continúo recibiendo encargos para pintar murales en diversas iglesias. También hago un doctorado en “Abuelología”, dedicando más tiempo a los cinco nietos que Dios nos dio.

  M: Un consejo para el pastor del siglo XXI.

  Irajá: Hacer de Cristo el protagonista del pastorado. Él “es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb.13:8). Predicar sermones bien preparados, bajo la inspiración del Espíritu Santo; hacer de la iglesia un lugar de reuniones bien organizadas, atractivas, con la participación de niños y jóvenes; mostrar la belleza de la vida cristiana. Mostrar que existe algo mejor que la búsqueda del secularismo, que vale la pena adorar y servir al Dios que nos ama, y que pronto se manifestará para buscar a su pueblo.