El ambiente hospitalario puede no ser muy atractivo, pero es una rica fuente de aprendizaje.
Un miembro de su iglesia acaba de ser internado en el hospital, después de sufrir un ataque cardíaco. La noticia le llega a las 15:30 de un viernes, por medio de una llamada telefónica de la esposa de él que, desesperada, le pide que lo visite. Por otro lado, usted todavía no terminó de preparar el sermón del sábado y prometió a su esposa que la ayudaría a arreglar la casa. Pero el deber lo llama, y corre hacia el hospital.
En el camino, mientras conduce el automóvil, recuerda con poco placer la última visita que hizo a un hospital. Una enfermera lo invitó a dejar el lugar, porque no era horario de visitas. Terminó siendo más insistente de lo que le hubiera gustado, con el fin de tener una oportunidad de visitar al hermano enfermo.
Muchos pastores se sienten fuera de lugar en un hospital. El ambiente puede parecer poco agradable y menos aún atractivo, el equipo algunas veces parece estar demasiado ocupado como para prestar auxilio y los pacientes están, a veces, tan doloridos que no tiene la certeza de que su visita importe.
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Pero, puede hacer algo para lograr que la visitación hospitalaria resulte más benéfica para todos los que, de alguna manera, son impactados por ella, incluso usted mismo.
Identifíquese. Tan pronto llegue a la Recepción, identifíquese como pastor y pregunte a alguien del equipo de enfermería si ese es un bueno momento para hacer visitas. Por muchas razones, los pastores llegan fuera del horario de visitas. Muchos hospitales permiten que los pastores visiten en cualquier horario, especialmente si el paciente o sus familiares solicitaron su presencia. El pastor siempre debe tener a mano su credencial. Esa identificación ministerial es reconocida por el equipo del hospital como legítima, y permite el acceso del pastor al paciente en cualquier horario.
- Sea discreto. No sea entrometido; no pida a los enfermeros un informe de las condiciones del paciente. Debido a las leyes de la privacidad, el equipo médico no puede dar a conocer cualquier información sobre el estado clínico, a menos que el paciente haya dado un consentimiento específico para que le sea transmitida a usted.
- Conozca las reglas sanitarias. Si el paciente está aislado, aun así lo puede visitar, pero asegúrese de que conoce las precauciones que se necesitan tomar. El aislamiento del paciente con problemas respiratorios, por ejemplo, puede requerir que usted use un barbijo. Hay casos en que tendrá que utilizar guantes y delantal. Estas precauciones existen para su seguridad y la del paciente.
Antes de entrar en el cuarto o tocar al paciente, lave bien sus manos. Los gérmenes son transmitidos frecuentemente a través del contacto manual, y usted puede ayudar a prevenir futuras infecciones. Lave sus manos nuevamente al momento de salir.
- No abuse. Aun cuando su visita haya sido solicitada, recuerde que cuando alguien está enfermo, su capacidad de atención se ve reducida. Si el paciente quiere que permanezca más tiempo con él, ciertamente se lo hará saber. Pero, aun cuando sea así, demorarse en el cuarto puede no ser la mejor elección. En esas situaciones puede, con mucho tacto, decir algo como: “Realmente me gustaría quedarme más tiempo aquí, con usted, pero pienso que será mejor que emplee sus energías en la recuperación de su salud. Prometo seguir en contacto con usted”.
- Cuidado espiritual. Aun cuando ministrar el cuidado espiritual es una especialidad del pastor, por alguna razón esto muchas veces parece más difícil en un ambiente médico. Por eso, es necesario tener en mente algunas cosas:
* El ministerio hospitalario es un viaje. El cuidado espiritual no es algo como un paquete perfectamente envuelto que alguien lleva a una pobre alma que se encuentra en sufrimiento. Puede ser más benéfico pensar en términos de un viaje espiritual. Está en este viaje, al igual que la persona visitada. La manera en que escucha, y a través de las palabras que comparte, proveen algo que ayudará al paciente en su trayectoria espiritual. Y él, a su vez, posiblemente también querrá decir algo que lo ayudará a usted en su viaje. El hecho de ver esta experiencia como una instancia mutua, lo liberará de la presión de encontrar algo perfecto para decir.
* Sea comprensivo. Intente entender la situación. Procure comprender los sentimientos físicos y emocionales del paciente. Nadie puede pretender que una persona, a la espera del resultado de una biopsia, esté tranquila. Puede estar preocupada, llena de ira, con sentimientos de culpa o muy triste.
* Escuche. La sociedad occidental tiende a incomodarse con el silencio. Deténgase y observe lo que paciente está diciendo, sin creer que debe responder o interrumpirlo. Cualquier persona puede escuchar palabras y repetirlas. Pero es necesario tener discernimiento para leer entre líneas, interpretar el lenguaje corporal y descubrir el mensaje real.
No crea que tiene que responder verbalmente a todo. Algunas veces, la respuesta más poderosa es la siguiente: “Estoy realmente triste por lo que acabo de escuchar. No tengo palabras apropiadas, pero quiero que sepa que realmente me importa su situación”.
* Esto puede no ayudar. ¿Recuerda los días escolares, cuando rendía un examen muy difícil? Entonces, dejaba el aula preguntándose: “¿Habré fallado? ¿Pude llegar a la nota necesaria? ¿Seré aprobado?” Al volver a casa, exponía sus preocupaciones a sus familiares. ¿Cuál era la respuesta? “Oh, no seas ridículo. Es claro que pasarás”. Acaso, ¿esto cambiaba la situación? ¿Se sentía mejor con esta respuesta? Probablemente, no. De la misma forma, si un paciente le habla de su preocupación con respecto al futuro, tal vez no sea provechoso decir: “Quédese tranquilo, todo terminará bien”.
* Comprenda el sufrimiento. Hace algunos años, mientras me preparaba para la cena, mis hijos estaban jugando en el patio. Una de mis hijas se cayó, se hirió en su rodilla y vino llorando, pidiendo que la curara. Como no vi sangre, le dije que todo estaba bien, y que volviese a jugar. Minutos después, mi corazón de madre fue apuñalado por una sollozante niña sentada en el sofá. Lavé mis manos, le hice una curación, me senté a su lado y le dije a mi hija:
-Lo siento mucho. También me he golpeado, y sé que puede doler mucho, aun cuando no sangre
Enseguida le apliqué un remedio, y ella inmediatamente fue curada. Ese remedio fue un poderoso indicador de que yo había comprendido su dolor. Y no es diferente con el corazón de las personas. Necesitan que alguien solo les diga: “Eso debe ser muy difícil para usted; lo siento mucho”.
* No centralice. Necesitamos enfrentar esta cuestión. A los pastores les gusta, generalmente, asumir todo solos. Es una actitud comprensible, porque a todos nos gusta sentirnos útiles. Pero no es raro que nos metamos en dificultades por inmiscuirnos en terrenos que no manejamos, sin permitir que las personas encuentren sus propias soluciones.
Cierto día, volvía a casa después del trabajo y, al llegar, encontré al hijo de mi vecino junto a nuestro portón. Lo saludé y le pregunté qué estaba haciendo.
-Recién llegamos de la sala de primeros auxilios -respondió.
Su hermana menor se había caído esa mañana y se había quebrado el brazo. Habían pasado unas ocho horas en el hospital. Al escuchar el problema, y sabiendo que mi vecina tenía cinco niños y era la hora de la cena, pensé que podría asumir el problema. Le sugerí al niño que le dijera a su madre que yo prepararía la cena. El me respondió que no era necesario, pero yo insistí; él volvió a rechazar el ofrecimiento.
Intentando imponer mi autoridad de adulta, le hablé firmemente:
-Donald, tu madre siempre me ayuda y, ahora, quiero hacer algo por ella. Ve a decirle que yo prepararé la cena.
Con voz seria, me informó:
-Sra. McMillan, mis abuelos vinieron y se están ocupando de eso.
Aprendí la lección de no querer tomar todas las riendas en mis manos. Cuando permitimos que los pacientes resuelvan sus propios problemas, las soluciones serán más apropiadas y más fáciles.
* Comunicación no verbal. Sin decir nada, puede transmitir al paciente mensajes poderosos, mientras permanece junto a la cama. Aun cuando el tiempo sea corto, puede dispensarle toda la atención a través del contacto visual, sentándose cerca de él, hablándole suavemente. La oración no debe ser usada para distraer a la persona de situaciones difíciles. Al comienzo de mi carrera, trabajé en una unidad oncológica en la que había un pastor que siempre visitaba a sus fieles. Parecía que, ante la expresión de cualquier duda, temor o ira por parte del paciente, el pastor sugería: “Vamos a orar”. Aun cuando sus intenciones fueran buenas, eso efectivamente cortaba el diálogo, al no permitir que los enfermos hablaran de sus sentimientos, incluso cuando fueran negativos.
Si bien la mayoría de las personas espera que el pastor ore con ellas, también desean conversar. Algunas veces, hasta puede ser que ni siquiera estén preparadas para orar. Una declaración sencilla, como la siguiente, puede facilitar la situación: “Cuando siento miedo, una de las cosas que realmente me ayuda es orar. ¿Le gustaría orar?” Pregunte al paciente si hay un motivo específico por el que debe orar. Es fácil imaginar que alguien que recibió un diagnóstico terminal desee ser curado; pero puede pedirle que ore por aceptación, paz o perdón.
Bien, la jornada hospitalaria llega a su fin; aproximadamente a las 17 deja el hospital. Sorprendentemente, percibe que el sermón inacabado encontró, en esa visita, ayudas que lo harán mucho más relevante.
Sobre la autora: Enfermera del Centro Médico de la Universidad de Loma Linda, Estados Unidos.