Spangler: Entiendo que Ud. trabajó una vez como analista de armas nucleares en la industria de la defensa. ¿Cómo llegó a interesarse en la edad de la tierra?

Gentry: Todos experimentamos nuevas percepciones al releer material conocido. Hace unos veinte años vi por primera vez que el cuarto mandamiento declaraba muy claramente que la tierra y todo lo que hay en ella fueron creados en seis días literales que. de acuerdo con la cronología bíblica, me parecía haber ocurrido hacía solo pocos miles de años atrás. El punto de vista de la ciencia moderna, de que la tierra ha evolucionado lentamente a través de miles de millones de años, lo había aprendido en el colegio, y había logrado anular mi creencia en el Génesis. Pero ahora, cuando encontré que el Génesis estaba repetido en el cuarto mandamiento, el asunto entró en un contexto moral que hasta entonces no había tomado en consideración.

S: Así que Ud. se embarcó en una investigación privada con el intento de resolver el problema por sí mismo. ¿Dónde comenzó?

G: En ciencias, la edad de diversas rocas se calcula por técnicas radioactivas sobre la suposición básica de que el “elemento A” cambia o se desintegra para formar el elemento B a una velocidad uniforme. Hace muchas décadas los hombres de ciencia estudiaron los halos radioactivos (radiohalos). que son microscópicos anillos coloreados en las rocas, debido a que se los consideraba pruebas de una desintegración uniforme. No me convencieron estos estudios como concluyentes, así que comencé a estudiar los radiohalos por mí mismo. Después de unos pocos años encontré algunas cosas interesantes que pensé presentar ante una reunión nacional de la Unión Geofísica Americana y también publicar en una revista científica bien conocida.

S: ¿Por qué no lo publicó en una revista religiosa en lugar de hacerlo en una científica?

G: Pensé que sería sólo normal que mis resultados estuvieran sujetos al escrutinio científico más crítico antes de publicarlos en otras partes.

S: Yo sé que algunos de sus estudios más recientes tratan del registro fósil y el diluvio de Noé, pero en esta breve entrevista, ¿podría Ud. decirme qué encontró que tenga relación con la creación misma?

G: Bien, encontré que los radiohalos en general no pueden usarse para demostrar la velocidad uniforme de la desintegración radioactiva, debido a que la suposición básica es en realidad imposible de comprobar. Este resultado por sí mismo habría retribuido ricamente todos los años de trabajo de microscopio que fueron necesarios para encontrar los radiohalos necesarios. Pero experimente una satisfacción mucho mayor cuando se me ocurrió un día que cierta clase de radiohalos de polonio, que investigadores anteriores creyeron que eran de poca significación, parecían dar evidencias de que una porción muy grande de las rocas del basamento cristalino, los así llamados granitos precámbricos, se habían formado muy rápidamente.[1]

S: Más tarde me tendrá que explicar un poco más acerca de los “granitos precámbricos”, pero me parece que lo que Ud. Está diciendo tiene implicaciones enormes. ¿Cómo reaccionaron los demás científicos ante sus resultados?

G: En 1973 dos físicos y un geólogo publicaron un informe científico, más bien hostil, en el que trataron de desacreditar mi trabajo, pues en él yo señalaba que la existencia de ciertos radiohalos del polonio en los granitos causarían problemas geológicos aparentemente insuperables para la teoría de que la tierra se había desarrollado a través de miles de millones de años.[2]

S: El informe de ellos debe de haber producido una cantidad de preguntas acerca de su trabajo.

G: En realidad fue una de las mejores cosas que me pudieron ocurrir. Mostró que otros científicos también se daban cuenta de que la aparición de radiohalos de polonio en tales rocas no encuadraba en el marco evolucionista de la historia de la tierra hasta ahora aceptado; de aquí su conclusión de que simplemente no podían existir. Su informe me permitió más tarde publicar evidencias nuevas y más convincentes para apoyar mis deducciones previas.[3]

S: Antes de que sigamos, dígame algo acerca de cómo considera la ciencia moderna la historia de la tierra, para que pueda comprender el significado de las rocas precámbricas y por qué la formación rápida de estas rocas estaría en contra de la geología convencional.

G: Muy bien. Brevemente, se considera a la tierra como una pequeñísima parte de la evolución del universo, que la ciencia moderna postula que comenzó en el así llamado “Big Bang”, una explosión hipotética y gigantesca que supuestamente ocurrió hace unos 17 mil millones de años. En otras palabras, para comenzar las cosas, los hombres de ciencia han tenido que suspender la relación muy fundamental de causa y efecto que subyace en toda la ciencia moderna, porque su teoría no ofrece una causa para el Big Bang, ni una explicación del origen del material básico. Se supone, sin embargo, que el Big Bang proveyó la materia para formar las estrellas, y ciertas estrellas, cuando éstas hicieron explosión más tarde como supernovas, proveyeron los materiales para que se formara la tierra.

S: Deténgase allí un momento. Yo no soy hombre de ciencia, pero el sentido común me dice que la materia no se condensa sencillamente a partir de una explosión corriente. De modo que, ¿cómo podría esta gigantesca explosión que Ud. describió haber producido las sólidas estrellas? Y continuando con el pensamiento, ¿cómo podría el gas en expansión de las supernovas alguna vez volver a acumularse para formar los planetas? ¿Y qué acerca de las galaxias, cómo se las aplica y por qué ocurren en configuraciones tan diferentes entre sí?

G: La verdad es que, a pesar de los años de estudio de muchos hombres de ciencia muy competentes, no hay todavía explicaciones científicamente defendibles a las preguntas que Ud. ha hecho. A este respecto dos astrónomos bien conocidos han dicho: “Si las estrellas no existieran sería muy fácil demostrar que esto es lo que podía esperarse”,[4] y, “no tenemos una teoría adecuada para la formación de las estrellas (algunas personas hasta dicen que no tenemos ninguna), pero podemos aprender mucho simplemente mirándolas”.[5]

S: Así que los hombres de ciencia aparentemente creen que si sencillamente miran, todas las monumentales dificultades asociadas con la explicación del origen de las estrellas, las galaxias y los planetas en términos de la teoría del Big Bang eventualmente se resolverán. Pero dígame, ¿no se ha explicado el sistema solar?

G: Un recuento muy competente de las teorías planetarias recientemente publicado concluye que “la ciencia no está ni siquiera cerca de una explicación satisfactoria de nuestro sistema planetario”. Y dentro del libro mismo hay citas de un astrónomo distinguido quien, después de tres décadas de estudio, declaró: “Casi en cualquier dirección que miremos en el sistema solar encontramos problemas no resueltos… Si tuviéramos una teoría confiable del origen de los planetas, si supiéramos de algún mecanismo consecuente con las leyes de la física, de modo que pudiéramos comprender cómo se formaron los planetas, entonces podríamos claramente usarlo para estimar la probabilidad de que otras estrellas tengan planetas que los circundan”.[6]

S: Todo esto me deja con la impresión de que uno tiene que tener fe para creer que las cosas comenzaron con el Big Bang, que las estrellas se formaron por casualidad, que las galaxias evolucionaron por accidente, y que el sistema solar simplemente evolucionó de alguna manera. En cualquier caso, avancemos hasta el supuesto momento en que la tierra aparece en el cuadro. Recuerde que todavía quiero que me explique de qué manera los radiohalos de polonio en los granitos precámbricos constituyen un problema para la geología convencional.

G: De acuerdo a un punto de vista popular, se condensó primero una “prototierra” a partir de los gases de una nebulosa solar, y posteriormente se calentó hasta una condición casi líquida hace unos cuatro mil quinientos millones de años por la contracción gravitatoria y la radioactividad. En este escenario, se presume que diferentes tipos de rocas de la corteza lentamente cristalizaron mientras la tierra gradualmente se enfriaba a lo largo de vastos períodos. Supuestamente, las altas temperaturas asociadas con la formación de estas rocas fueron suficientes para destruir el registro fósil de cualquier vida embrionaria que pudiera haber comenzado a evolucionar durante este período precámbrico.

S: Ahora puedo ver un poco mejor las implicaciones de su investigación. Si comprendo lo que Ud. me dice, los evolucionistas aceptarían que los granitos precámbricos se formaron a través de centenares de millones de años mientras la corteza terrestre se enfriaba, mientras que la evidencia de ciertos radiohalos de polonio sugiere que esas mismas rocas cristalizaron o se formaron muy rápidamente, apenas en unos pocos minutos. No es extraño que algunos de los hombres de ciencia difícilmente puedan creer en las evidencias que Ud. presenta. Dígame, ¿ha presentado estos hallazgos en reuniones científicas?, y si así fuera, ¿cuál fue la respuesta?

G: En 1978 fui uno de los cinco oradores invitados para el “Simposio acerca del tiempo y edad de la Tierra” realizado en la Universidad del Estado de Louisiana. El presidente de ese Simposio, el Dr. Ray Kazmann, posteriormente publicó un informe de las reuniones en el número de septiembre de 1979 de Geotimes y en el número del 9 de enero de 1979 de EOS, Actas de la Unión Geofísica Americana. Ambas revistas tienen amplia circulación entre los geólogos, geoquímicos y geofísicos. Un prominente hombre de ciencia escribió posteriormente una carta en el número del 29 de mayo de 1979 de EOS declarando que mis resultados implicaban que la tierra se había formado en unas pocas horas, lo cual, en su opinión, era completamente absurdo.

S: Así que no hay ninguna duda de que los hombres de ciencia otra vez comprendieron las implicaciones de sus resultados. ¿Tuvo alguna oportunidad de responder a esa carta?

G: Sí, en el mismo número de EOS contesté que mis resultados eran una evidencia de que las rocas precámbricas habían sido crea das por una creación instantánea, lo que es simplemente decir de otra manera que los miles de millones de años que exigen el modelo del Big Bang podrían ser reemplazados por unos pocos minutos de creación divina.

S: ¿Terminó allí la cuestión?

G: De ninguna manera. Otro bien conocido hombre de ciencia publicó una crítica de mi trabajo en el número del 14 de agosto de 1979 de EOS sin informarme que estaba atacando mi investigación. La presentación de mi trabajo tuvo diversas fallas. Afortunadamente, más tarde se me dio la oportunidad de corregir los errores. Mi respuesta se publicó el 1o de julio de 1980 en EOS, pero solamente después de vencer las objeciones de varios hombres de ciencia en la comunidad geológica.

S: Yo pensaba que los científicos eran abiertos y objetivos en su análisis de los datos.

G: Yo creo que generalmente lo son, pero en mi caso particular los que revisan los trabajos en ciencia geológica intentaron suprimir o censurar en varias ocasiones las publicaciones de las evidencias que ponen en duda el escenario del Big Bang.

S: Simplemente como un pensamiento lateral, yo sé que muchos de nuestros lectores quisieran saber si esta evidencia en favor de la creación tiene algún significado con respecto a la edad de la tierra y la Teoría de la Brecha. ¿Podría Ud. darnos su impresión?

G: Esta es una cuestión muy importante y, en mi opinión, debemos permitir que tanto la ciencia como las Escrituras, se complementen mutuamente para llegar a una respuesta consecuente.

Primero, necesitamos darnos cuenta de que, históricamente, la motivación primaria para proponer las versiones más antiguas de la Teoría de la Brecha fue un deseo de armonizar el Génesis con los grandes períodos que exige la geología uniformista. Así como la ciencia ha cambiado su concepto del cosmos en el último siglo, también lo ha hecho la Teoría de la Brecha (Gap Theory) con sus numerosas variaciones, para incorporar estos cambios. Todas estas teorías tienen una cosa en común: no quieren estar solas. Esencialmente parasitan en la visión uniformista prevaleciente del cosmos (en el momento actual, la teoría del Big Bang), y de aquí que casi continuamente tengan que modificarse para armonizar con ese punto de vista. Esto significa que todas estas teorías son semejantes al indicar que los granitos precámbricos se formaron por lentos procesos evolutivos a través de enormes extensiones de tiempo. Así que, si se concede que los radiohalos de polonio contradicen el escenario del Big Bang de una tierra lentamente enfriada al proveer evidencias de una creación instantánea de esos granitos, la misma evidencia también debe contradecir todas las otras teorías que se basan sobre la misma premisa.

Además, si las rocas precámbricas son, en realidad, rocas que fueron creadas más bien que rocas que evolucionaron, entonces la época en que fueron creadas está, en mi opinión, claramente especificada en Exodo 20:11 como dentro del período de seis días cuando Dios hizo la tierra y todo lo que hay en ella. (Véase también Gén. 2:1,4.) Cuánto tiempo atrás ocurrió ese período de seis días, creo que se puede determinar solamente por la cronología de la Escritura.

S: Usted no ha publicado estas ideas en la prensa religiosa. ¿Por qué decidió finalmente dar esta entrevista a el MINISTERIO?

G: Hasta el momento había evitado cuidadosamente los medios masivos de comunicación para no perjudicar indebidamente a mis colegas científicos en su evaluación de mis informes científicos. Parece, sin embargo, que quince años es tiempo suficientemente largo antes de dar los primeros pasos que llevarían la evidencia ante una audiencia más amplia, especialmente en vista del creciente interés en el creacionismo que se observa aquí en los Estados Unidos.

S: Hemos cubierto mucho territorio, y algunos de nuestros lectores tal vez no comprendieron el significado de cada detalle. ¿Tiene Ud. alguna palabra adicional para clarificar este problema?

G: Bien, sus lectores debieran comprender que esta entrevista contiene apenas un muy breve bosquejo del fenómeno que veo como una evidencia científica de que Dios dejó sus huellas en las rocas primitivas de la tierra, cuando durante la semana de la creación habló y trajo a la existencia el planeta Tierra a partir de la nada. (Véase Gén. 1:1, 2; Exo. 20:11; Sal. 33:6, 9; Heb. 11:3.)


Referencias

[1] Robert V. Gentry, Science 160, 1228 (1968); ibid. 173, 727 (1971).

[2] C. Moazed et al., Science 180, 1272 (1973).

[3] Robert V. Gentry, Science 184, 62 (1974); Nature 252, 564 (1974); Science 194, 315 (1976).

[4] Citado en L. H. Aller y D. B. McLaughlin, Stellar Structure, The University of Chicago Press, Chicago, Illinois, pág. 577 (1965).

[5] Virginia Trimble.  American Scientist 65, 79 (1977).

[6]  Stanley L. Jaki, Planets and Planetarians: A History of Theories of the Origin of the Planetary Systems, Halsted, Wiley, New York, (1978). Véase la sobrecubierta para la primera cita, y la página 246 para las otras dos citas.