Saber gastar es más importante que saber ganar.
Uno de los factores decisivos del éxito del pastor es su estabilidad financiera. Vivimos en medio de una sociedad que experimenta graves problemas económicos, y eso ha afectado negativamente la situación financiera de las familias. Las dificultades financieras producen endeudamiento. Como consecuencia, el crédito personal, los servicios y los productos se vuelven más caros, y se reduce la calidad de vida de la población en general
Ya está probado que la inestabilidad financiera afecta otras áreas de la vida también, como las relaciones interpersonales con los miembros de la familia y con los de afuera, perjudicando asimismo la salud y la productividad en el trabajo, y contribuyendo al aumento de los riesgos de accidentes, con lo que se perjudican los empleadores y las finanzas públicas. Por eso, el Ministerio de Educación (del Brasil) está haciendo planes de incluir, entre los temas de estudio de la enseñanza media, una materia acerca de finanzas domésticas. El objetivo es preparar a los jóvenes para que puedan enfrentar el desafío de una vida financiera equilibrada en el seno de una sociedad tan competitiva como la nuestra.
Como pastores, no estamos libres de tener problemas financieros. Por eso, tenemos que tener en cuenta todos los requisitos que contribuyen a una vida financiera estable, que dé seguridad y relativa tranquilidad material, y que le dé gloria a Dios, felicidad a los miembros de la familia y sostén a la iglesia.
Peligros en el camino
Antes de presentar los pasos que se deben dar para lograr una verdadera estabilidad financiera, necesitamos advertir acerca de una de las enfermedades de este mundo posmoderno que ha alcanzado a muchas familias. Me refiero al consumismo. Formamos parte de una sociedad capitalista e industrializada, ampliamente desarrollada. Cada día aparecen nuevos productos, cuya existencia difunden los medios en forma muy atrayente por medio de campañas publicitarias carísimas, con el fin de convencer a la gente para que los consuma. La mayor parte de esos productos son innecesarios y superfinos, perjudiciales para la salud, y muchos de ellos no están de acuerdo con los principios establecidos por Dios para la vida de sus hijos.
Lina de las pruebas de que las estrategias del marketing han dado resultados y han conseguido que haya altos índices de consumo, es el hecho de que buena parte de la población está en bancarrota. Cuando analizamos la lista de los “quebrados”, encontramos que la mayoría son empleados que disponen de un sueldo razonable, pero que se dejaron contaminar por el consumismo. A propósito, es bueno recordar que el consumista no se define por la cantidad de cuentas bancadas que posee ni por el dinero que tiene depositado en ellas, ni por la cantidad de tarjetas de crédito que maneja, sino por su “actitud materialista”, y por la prioridad que le da en su vida a lo material. Entendido así, un pobre puede ser más consumista que un rico.
Necesitamos verificar si no hemos sido contaminados por ese mal, y si tenemos control absoluto de nuestras cuentas. El primer paso que debemos dar para resolver este problema es reconocerlo, y tener la humildad necesaria para aceptarlo y hacer los cambios que hagan falta. La vida es un constante aprendizaje, y no es diferente cuando se trata de las finanzas.
La palabra clave, para tener éxito en las finanzas domésticas, es compartir. El que comparte, colabora. Este principio es sencillo y se resume en el hecho de que quien ayuda a ganar tiene derecho a ayudar a gastar, y quien ayuda a gastar tiene el deber de ajustarse a lo que se gana. Si no puede ayudar a ganar, debe ayudar a economizar. Un niño puede contribuir al equilibrio financiero si ayuda a economizar. Pero, para que eso suceda, los niños deben participar sabiendo hasta dónde pueden llegar. Así entenderán cuando los padres les dicen “no” si piden algo, y no se sentirán menospreciados ni disminuidos.
Si uno de los cónyuges es más hábil que el otro para manejar el dinero, eso no le da derecho a ser “dueño y señor”, y a gastar como le plazca. El pastor y su esposa deben trabajar juntos para lograr la estabilidad financiera. La esposa debe estar al tanto de todas las entradas de su esposo, y de los gastos en que incurre para ejercer su ministerio y mantener la familia.
Planificación
El primer paso que se debe dar para lograr la estabilidad financiera es la planificación. Mediante ella se establecen las estrategias para lograr los objetivos de una empresa, ya sea grande o pequeña. En la vida personal no es diferente. Tenemos que administrar el hogar como si fuera una pequeña empresa; por consiguiente, necesitamos planificar. Y esa planificación se puede dividir en tres etapas: corto, mediano y largo plazo. La diferencia básica entre ellas es la cantidad que se desea invertir y los gastos que se quieren hacer. Por ejemplo, una planificación de corto plazo abarca el pago de los impuestos, la compra de muebles, las vacaciones anuales. En el mediano plazo, la compra o el cambio de un auto. En el largo plazo, la adquisición de la casa propia.
En todos los casos es necesario disponer de un fondo de reserva, de un ahorro. A nadie le sirve de nada planificar la compra de un terreno que cuesta cincuenta mil pesos (por decir una cifra), en cinco años, si no puede economizar novecientos pesos mensuales a partir de ahora mismo.
Presupuesto
Una empresa que trabaja sin un presupuesto está caminando en medio de las tinieblas, con los ojos vendados y al borde del abismo. El presupuesto es la principal herramienta de la administración financiera; es el instrumento que indica cuánto desembolsar, gastar e invertir. Toda empresa debe gastar, no guiándose por el saldo de la cuenta que tiene en el banco, sino por lo que está previsto en el presupuesto. De la misma manera, debemos tener nuestro presupuesto personal para que nos indique si podemos gastar o no, y en qué proporción podemos hacerlo
Cuando hablamos de un presupuesto personal, tenemos que trabajar con datos mensuales, fáciles de conseguir y controlar. Para hacer un presupuesto doméstico solo necesitamos un lápiz, una goma de borrar, una hoja de papel y una calculadora. En esta era de la informática, podemos usar una planilla electrónica, como es el programa Excel, disponible en cualquier computadora. No es recomendable comprar o recurrir a los programas que están disponibles en Internet. Por más sencillos que sean, no son necesarios para las actividades y el tipo de vida pastoral.
A continuación, presentamos un presupuesto sugerente, compatible con la remuneración de un pastor. Divida por doce las entradas y las salidas del año.
El saldo entre las entradas y las salidas siempre debe ser positivo; es decir, nunca debemos gastar todo lo que ganamos. El saldo positivo mensual debe contribuir a la formación de un fondo de reserva.
Control de los gastos
De nada vale planificar y hacer un presupuesto si no se controlan los gastos. Mediante la anotación de lo que gastamos podemos evaluar nuestra situación financiera personal. Al controlar los gastos, verificaremos si estamos cumpliendo o no con lo que se estableció en el presupuesto.
Sugerimos que, para control las finanzas personales, se disponga de dos libretas. Una debe estar con el pastor y la otra con su esposa, y siempre deben estar a mano. En cada una de ellas tracen tres columnas. La primera es para la fecha, la segunda para la descripción de los gastos y la tercera para indicar el valor de cada gasto. A partir del primer día del mes, todos los gastos, grandes y pequeños, se deben anotar. Cuando se está en casa es fácil descubrir una canilla (llave del agua, grifo) abierta, para cerrarla. Pero los chorros y las goteras pasan inadvertidos, y al final producen grandes pérdidas. Podemos descuidar el control de los gastos chicos; pero, cuando los sumamos, descubrimos que son una cantidad grande que gravita pesadamente sobre los gastos mensuales.
A fin de mes se debe hacer un resumen de todos los gastos anotados en las libretas, agrupándolos de acuerdo con el presupuesto, incluyendo los débitos automáticos del banco. El siguiente paso consiste en comparar el total de gastos del mes con lo que fue establecido en el presupuesto. Allí descubriremos los desvíos y los excesos, y se podrán tomar las medidas necesarias para hacer los ajustes que hagan falta.
Otro aspecto importante de la aplicación de un sistema de control es la permanente posibilidad de observar el desarrollo de la inflación, al comparar el total de gastos de un período con el anterior o con el de un año atrás. Aunque no haya habido ningún gasto adicional, se puede verificar si hubo o no inflación.
Cada mes recibimos informes acerca de los índices de inflación del país. Esos índices se calculan tomando en cuenta el precio de una serie de productos previamente determinados, que por cierto difieren de los que nosotros consumimos. Por eso, nuestro índice de inflación personal siempre será diferente del oficial. En muchos casos, el ajuste al presupuesto mensual implica cambios en la manera de vivir. De paso, por este motivo mucha gente nunca se puede recuperar financieramente. Poner las finanzas al día requiere humildad para reconocer la necesidad de cambiar ciertos hábitos, como comer fuera de casa, gastos innecesarios de ropa, el cambio frecuente del auto, el alquiler de cintas de vídeo, de DVDs, etc.
El control que sugerimos aquí no es necesario que se realice todos los meses. Se lo debe hacer cuando hay dificultades financieras. En caso de equilibrio, el control se puede hacer con mayor elasticidad, cada seis meses, por ejemplo.
Fondo de reserva
Para saber si una familia tiene una situación financiera equilibrada, basta con hacer una pregunta: ¿Hay reservas? ¿Hay una cuenta de ahorro? Si así fuere, el equilibrio existe, aunque esto no sea garantía de que seguirá siendo así en el futuro, especialmente si la cuenta de ahorro se reduce cada mes. Si la respuesta es negativa, hay grave riesgo de que se produzcan problemas en el corto plazo. Después de todo, ¿quién no está sujeto a imprevistos?
Los que buscan ayuda para solucionar sus problemas financieros tienen algo en común: gastan todo lo que ganan y siempre viven al límite. Entonces, cuando se producen los imprevistos, surge el desequilibrio que lleva al uso de cheques con fecha de cobro diferida, préstamos con intereses usurarios, aumento de los gastos y finalmente la tragedia financiera.
El fondo de reserva no garantiza la estabilidad únicamente por cubrir los imprevistos. También genera una mejor calidad de vida. Quien tiene reservas financieras, paga puntualmente sus impuestos y aprovecha los descuentos que se conceden a los que lo hacen. Además, tiene capacidad de negociar para hacer compras y conseguir un precio mejor. De esta manera, “estira” un poco más su salario.
De todo lo que hemos dicho hasta aquí, podemos destacar tres pilares que aseguran la estabilidad financiera a largo plazo: no se debe gastar todo lo que se gana; no hay que gastar antes de ganar; hay que tener una reserva financiera.
El camino a la estabilidad
Ya se fue el tiempo cuando el precio de los productos lo determinaban los costos. Para que una empresa sobreviva ahora, al margen de su actividad específica, sus productos y sus servicios necesitan tener precios viables, compatibles con las realidades del mercado y con el patrón de vida de los consumidores. Solamente sobrevivirán las empresas que consigan ajustar sus costos a sus entradas.
De la misma manera, en el ámbito de lo personal, la calidad de vida no tiene nada que ver con el monto de la renta familiar, sino con la manera en que se gasta lo que se gana. Hay algunas razones básicas que explican por qué algunos pastores tienen un nivel de vida más alto que otros: la cantidad de hijos, el sueldo de la esposa, una herencia o ayuda recibida de los padres. Pero, la causa principal de esa diferencia de nivel es la forma en que se gasta lo que se gana, determinada por la forma en que se consume y por cómo se controlan las finanzas personales.
A continuación, presentamos algunos consejos que nos pueden orientar para consumir, y que pueden contribuir a la buena administración financiera de la familia:
- Compre solo al contado. Es la mejor manera de comprar. No se deje engañar con ofertas como esta: “Si usted compra a plazos, es lo mismo que si comprara al contado”.
- Recorra el mercado antes de comprar, y trate siempre de conseguir un precio menor.
- Verifique la calidad de lo que está comprando. Un par de zapatos de cien pesos, que dura dos años, es más barato que otro de cincuenta pesos, que dura ocho meses.
- Cuando compre alimentos, compre productos de la estación: son más baratos.
- Examine el valor alimentario de los productos que está comprando. Nunca compre productos alimenticios de inferior calidad. Cuando usted compra muchas frutas, verduras y cereales, está economizando en medicinas.
- Si encuentra por un buen precio un producto no perecedero, compre lo suficiente para almacenar.
- No se deje impresionar por el aspecto del embalaje.
- Jamás compre bajo la impresión de la propaganda.
- Cuando vaya al mercado, lleve una lista de lo que va a comprar. Si no lo hace, corre el riesgo de llevar algo que no necesita y de olvidarse de algo necesario, con lo que tendrá que volver, gastando mas tiempo y dinero.
- Evite comprar alimentos cuando tiene hambre.
- No vaya con los chicos al mercado. Los productos destinados a los niños, tentadores, siempre están en la parte más baja de las góndolas, y cerca de la caja, donde por lo común permanecemos más tiempo esperando en la fila o pagando lo que compramos.
- Cuando compre ropa, aproveche las promociones de fin de estación.
- Al administrar el fondo de reserva, haga gastos seguros, y guarde sus economías en un banco de confianza. Recomendamos que los gastos cargados a esta cuenta sean inversiones. Los bancos nos ofrecen en este sentido todas las informaciones que nos hacen falta. Otra buena sugerencia es hacer inversiones directas, con lo que se reducen las tasas que cobran las instituciones financieras.
- Evite los cheques con fechas de cobro diferidas. Es una de las principales causas del descontrol financiero.
- Tenga cuidado con la tarjeta de crédito. Es una buena alternativa siempre que se la use con prudencia. Recuerde que las empresas suelen cobrar a los comercios un porcentaje que varía según el caso, y que los negocios se lo cargan a usted. Por lo tanto, es posible conseguir productos más baratos en los comercios que no operan con tarjetas de crédito.
- Tenga cuidado con el uso del teléfono celular. Muchas cosas modernas facilitan la vida, pero también aumentan los gastos. Una de ellas es el celular.
- No acepte ofertas como esta. “Compre ahora y pague dentro de tres meses”. Esas ofertas implican un costo invisible pero real, y los que se dejan engatusar pagan más caro por los productos.
- Tenga cuidado con las “tarjetas de compra”. Su objetivo es fomentar el consumo. Como lo son también las “ventajas” de las compras a plazos y “sin intereses”. Siempre se compra más de lo necesario. Normalmente, las cobranzas correspondientes vendrán a través de su cuenta en el banco. Pero, en caso de que haya un problema con el pago de la deuda, la que entra en escena para resolver el problema es una empresa especializada en cobranzas, socia de la tienda o del comercio donde se compró el producto, y en ese caso la relación de usted con ellos no será amistosa.
Comunión con Dios
No servirá de nada que pongamos en práctica todos estos consejos técnicos acerca de la administración financiera personal si no vivimos la experiencia de una dependencia total de Dios. Por medio de esa comunión íntima y personal con él, obtendremos la sabiduría y la fuerza necesarias para organizar nuestra vida de acuerdo con los principios que acabamos de enumerar, experimentaremos la unción del Espíritu Santo y, por medio de él, produciremos uno de los frutos que necesitamos si buscamos la estabilidad financiera: el dominio propio.
En el contexto del tema de este artículo, la bendición de Dios solo se logrará mediante la oración y la comunión con su Palabra sumadas a una total fidelidad en el manejo de los bienes que nos confió. Tenemos el privilegio de recibir nuestro salario directamente de la “casa del tesoro” divino, donde también depositamos las primicias de las bendiciones de Dios, a saber, los diezmos. Pero la gran manifestación de nuestra relación con él, con respecto a la cuestión financiera, son las ofrendas. Por eso, el Señor nos dio libertad en este sentido. Por medio de las ofrendas demostramos nuestra disposición a renunciar a las cosas materiales en beneficio de su causa. Así, manifestamos cuánto lo amamos y cuán agradecidos estamos por sus bendiciones.
Se nos enseña a dar ofrendas en proporción a nuestras entradas (Deut. 6:17). La mejor proporción es un porcentaje. Por eso, debemos tener nuestro plan financiero personal con un pacto proporcional a nuestras entradas, lo que también servirá de ejemplo a nuestros hijos y a los miembros de nuestras iglesias.
Todavía hay algo de suma importancia que debemos tener en cuenta al administrar nuestra vida financiera, el gran mandamiento que nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Si estamos dispuestos a poner en práctica esta enseñanza, no podemos ser insensibles a las necesidades de los menos favorecidos que nos rodean, algunos de los cuales pueden ser incluso miembros de nuestras iglesias. Siempre hay alguien que vive en peores condiciones que nosotros, razón por la cual debemos incluir en nuestro plan financiero una ayuda a los pobres. Eso se puede hacer mediante donaciones de dinero
medicamentos, alimentos y ropas.
No podríamos terminar estas consideraciones sin recordar la responsabilidad que tenemos de educar a nuestros hijos, y eso en relación con nuestras finanzas personales. En primer lugar debemos ser ejemplos de lo que enseñamos. Educamos principalmente a nuestros hijos por lo que somos y 1° que hacemos. Si los hijos crecen en un hogar en el que hay discusiones y discordias por cuestiones financieras, sin duda van a llegar a la conclusión de que el dinero es una maldición. Pero debemos demostrarles que es una bendición cuando se lo usa de acuerdo con las orientaciones divinas.
Creo que la mejor manera de educar a los hijos con respecto a las finanzas es darles una pequeña mesada y, junto con ella, un sobre de diezmo. De esta manera les estaremos dando una de las lecciones más importantes de la vida en lo que tiene que ver con su relación con Dios. Además, aprenderán a mantener se dentro de los límites y a administra1 sabiamente lo que reciben.
Como pastores, tenemos una gran responsabilidad delante de Dios de nuestras familias y de las iglesias que están a nuestro cuidado. Si administramos con sabiduría nuestras finanzas, el rebaño tendrá confianza en nosotros, crearemos un clima de bienestar y felicidad para nuestros la miliares, y tendremos la oportunidad de aliviar el sufrimiento de los menos favorecidos. También estaremos ayudando a la causa de Dios al predicar, al cuidar a las iglesias que servimos.
Sobre el autor: Director administrativo de la Casa Publicadora Brasileña (CPB).