Reflexiones acerca de la debida articulación entre los aspectos prácticos y teológicos de la formación pastoral.

Recuerdo bien que, en una reunión de pastores, uno de mis colegas me preguntó, en tono de broma cómo es “vivir en la isla de los santos” Evidentemente, se estaba refiriendo a la facultad de teología donde me encontraba trabajando como profesor, y quería expresar que, en su opinión, el seminario teológico no tenía ninguna relación con la realidad de su trabajo como pastor de iglesia. De vez en cuando me he reencontrado con el mismo pensamiento. Pareciera que, para algunos, los profesores de Teología no tienen parte en la misión de la iglesia.

¿Son los seminarios teológicos realmente “islas de los santos”, alejadas del continente eclesiástico donde se produce el crecimiento de la iglesia? ¿Están los académicos preocupados por investigaciones teológicas en la estratosfera, en vez de responder a los desafíos que presenta una iglesia en explosión de crecimiento numérico?

Históricamente, se ha observado en otras denominaciones que cuando los seminarios teológicos se distancian de sus cuerpos constitutivos, pierden su sentido de misión y se vuelven centros de formación academicista que ni siquiera preservan la más mínima orientación religiosa.[1] Aunque este peligro parece ser algo remoto para nuestra realidad en Sudamérica, cualquier brecha que se pueda abrir entre la iglesia y sus centros de formación teológica necesita atención inmediata. En las siguientes líneas, quiero destacar brevemente algunos puntos de contacto entre el seminario teológico y la iglesia, que demuestran cuán esencial es una colaboración armoniosa entre las dos entidades, para terminar la obra de Dios en la tierra.

Estudiar teología

En su filosofía, el Seminario Adventista Latinoamericano de Teología (SALT) siempre se ha orientado hacia la iglesia, destacando el concepto de seminario en misión y el compromiso de formar dirigentes eclesiásticos preparados para afrontar las necesidades de la iglesia.[2] Los desafíos cambiantes del siglo XXI requieren una retroalimentación permanente entre pastores, administradores eclesiásticos y profesores de Teología en la adaptación del plan de estudios a las necesidades actuales.

En su libro The Ideal Seminary [El seminario ideal], Carnegie Calian, presidente de un seminario evangélico conservador de los Estados Unidos, propone un plan de estudios basado en el concepto del perdón, enfatizando la necesidad urgente de formar a los futuros pastores tanto espiritual como académicamente.[3]

Tal desafío se encuentra de alguna manera, también, en las palabras de amonestación del Pr. Jan Paulsen dirigidas a profesores de Teología en una reunión mundial en 2003: “Su iglesia les dice: Ellos [los estudiantes] son nuestros jóvenes antes de que lleguen a ustedes. No los conviertan en extranjeros antes de devolvérnoslos”.[4] Se están modificando los planes de estudio en esa dirección, y se ven propuestas de asignaturas con nombres tales como “Formación Espiritual”, “Ministerio de Oración” o “Discipulado”. Estas nuevas asignaturas contribuyen, junto con las asignaturas tradicionales, a la formación integral de los futuros pastores, que salen de los seminarios con amor hacia los pecadores, porque tienen un conocimiento experimental del perdón de Cristo en sus propias vidas.

Enseñar teología

Lina de las presuposiciones de la observación que me hizo mi amigo pastor ya mencionado, es que los profesores de Teología se han desconecta do de la realidad del distrito pastoral y desconocen las verdaderas necesidades de la iglesia. Sin embargo, el profesor de Teología, en primer lugar, es y debe ser un pastor; cualquier título académico adquirido después de su formación pastoral solamente sirve para prepararlo mejor en función de su ministerio de la enseñanza, que es uno de los ministerios pastorales (Efe. 4:11, 12). No es un pastor de segunda línea o de calidad inferior, sino que está ocupado en un aspecto importante del avance de la obra, que le fue confiado por la administración de la iglesia: la formación de los futuros ministros. Entonces, está tan involucrado en la obra como el evangelista que dedica una buena parte de su tiempo a las campañas de evangelización, o el administrador que está ocupado en dirigir y planificar el avance de la iglesia o el director de un departamento que promociona los programas de la iglesia, o el pastor de distrito que predica, evangeliza, enseña y administra en sus iglesias.

El profesor de Teología ejerce su ministerio porque la iglesia ha reconocido en él un don especial para la comunicación del conocimiento y, en muchos casos, es la misma iglesia la que financió su formación académica de posgrado.

Existe una preocupación en el ámbito mundial, especialmente en otras latitudes, en el sentido de que el aula se usa como plataforma para presentar inquietudes doctrinales personales del profesor, ignorando los procedimientos y los organismos o los espacios establecidos por la iglesia para la discusión y el estudio de sus creencias. Estas tendencias han creado una cierta desconfianza entre la administración de la iglesia y los seminarios, y aunque no tengamos este tipo de problemas doctrinales en los seminarios de nuestras latitudes más conservadoras, éste es el momento para pensar en la prevención de semejantes situaciones. Una de las maneras más efectivas es el cultivo de nexos importantes entre la administración eclesiástica y los profesores de Teología. Esto puede darse por medio de la participación frecuente de los profesores en el proceso eclesiástico, en la forma de campañas de evangelización, Revives, seminarios de capacitación pastoral y para miembros de iglesia. Por otro lado, se recomendaría la participación de los administradores en los procedimientos de las facultades de Teología, a través de seminarios dictados a los alumnos de Teología, revisiones de planes de estudio, evaluaciones de alumnos a lo largo de la carrera.

Investigar teología

Un presidente de una Asociación metropolitana que está en rápido crecimiento manifestó, poco tiempo atrás, que siente la necesidad de una inmersión más profunda de sus pastores en el campo de investigación. Por eso, los suscribió a una revista erudita publicada por una de nuestras facultades de Teología; un paso muy positivo, porque se enteró de que la investigación teológica realmente debería constituir el respaldo y el apoyo teórico del trabajo pastoral, la munición que alimenta las armas de quienes están en la primera línea del gran conflicto por las almas.

Para muchos pastores, el tema de la investigación no trae buenos recuerdos, y la descartan como un requisito incómodo de sus días pasados de estudio, olvidándose de que un pastor que no investiga está destinado al estancamiento profesional y espiritual. Sin embargo, la investigación teológica no es un ejercicio académico realizado por algunos eruditos desconectados, entre libros empolvados, en una torre de marfil, sino la búsqueda de respuestas a preguntas actuales, problemas urgentes, e inquietudes que surgen y amenazan el avance de la obra. Se necesita que alguien se formule estas preguntas, y debería ser la iglesia en todos sus niveles la que se vuelque al seminario como a una consultora, encargando y sugiriendo líneas de investigación que tengan que ser respondidas por las facultades de Teología.

Como las necesidades son múltiples, se requieren especialistas en todas las áreas de la investigación teológica (bíblica, sistemática, histórica, aplicada), que aprendan a trabajar de manera multidisciplinaria en los seminarios, para satisfacer las inquietudes de la iglesia y para difundir los resultados entre su feligresía.

Al presentar un tema acerca de hermenéutica e interpretación bíblica en un congreso de ancianos, recuerdo bien el hambre intelectual con que los hermanos devoraron la información presentada, y su agradecimiento profundo por cada material publicado al respecto, que pudieron llevar consigo a sus iglesias para enriquecer su ministerio allí. La investigación no publicada se vuelve realmente un ejercicio heurístico, y debemos promover la publicación y la difusión de los materiales de investigación.

Lamentablemente, se ha creado una falsa dicotomía entre la investigación teológica y la misión de la iglesia, que se ha extendido a una tensión entre la teología bíblica-sistemática y la teología aplicada. Las dos son relevantes e indispensables: mientras una crea el fundamento seguro de nuestra fe, la otra construye el edificio sobre ese fundamento, añadiendo piedras vivientes con cada persona bautizada en Cristo.

Por la gracia de Dios, la consagración de los dirigentes y la dedicación de los miembros, la iglesia de Sudamérica ha contribuido al crecimiento de la obra en el ámbito mundial con un incremento estadístico impresionante, y seguimos con el mismo entusiasmo misionero que ha caracterizado esta parte de la viña del Señor. Pero también existe una necesidad urgente de escuchar también una voz teológica conservadora desde América Latina, para contribuir a enfrentar los desafíos doctrinales que están afectando a nuestra iglesia en otras partes del mundo. El crecimiento numérico tiene que estar acompañado por una profundización en la preparación teológica de la iglesia. El concepto de que la investigación teológica es opcional, un lujo presupuestario o un desvío de la misión de la iglesia no responde a la realidad que estamos viviendo, como iglesia, al final de los tiempos.

Predicar teología

Se podría afirmar que, efectivamente, la teología se estudia, se enseña y se investiga; pero que no se predica. Sin embargo, si volvemos al sentido original del término compuesto “teología”, que es “palabra o estudio acerca de Dios”, no queda otra opción que predicarla. La facultad de Teología tiene que participar activamente -no sólo de manera indirecta a través de la formación de los futuros ministros- en la misión de la iglesia, que es predicar el evangelio para la salvación de las personas: eso posiblemente sea la prevención más efectiva de un alejamiento entre el seminario y la iglesia. Una de las fortalezas más grandes de los seminarios adventistas de Sudamérica es el énfasis en el aspecto práctico de la formación pastoral; es decir, la inmersión de los estudiantes desde el primer momento en el trabajo pastoral, durante el fin de semana y en el tiempo fuera de las clases, a través de residencias pastorales, evangelización y venta de publicaciones.

En una de las facultades de Teología donde tuve el privilegio de trabajar, se hizo un seguimiento estadístico de las actividades pastorales realizadas por los estudiantes durante un año, y se comprobó que habían participado directa o indirectamente en la ganancia de 836 personas bautizadas en la IASD durante ese periodo.

Las facultades de Teología pueden y deben ser un instrumento poderoso de la misión en las manos de la administración de la iglesia, apoyando a lo largo del año y en momentos clave con todos sus recursos humanos -profesores y estudiantes- los programas evangelizadores de la iglesia. Además, podrían funcionar como campos misioneros, sirviendo a las comunidades eclesiásticas alrededor de ellas, donde se desarrollan, implementan y prueban nuevos programas de evangelización.

“Avanzad unidos”

En varias oportunidades, Elena de White reiteró un mensaje que había escuchado repetidamente de labios de su ángel acompañante. Es un mensaje de unidad, para trabajar de manera unánime en todos los niveles de la obra. Ese es también el mensaje que procura transmitir el presente artículo.

En ocasión del congreso de la Asociación General de 1901, que introdujo cambios de suma importancia en la estructura eclesiástica de nuestra iglesia, Elena de White se dirigió a los delegados en los siguientes términos: “Cuando acudimos al Señor con una mente humilde, y buscamos unimos tan estrechamente y tan rápidamente como podemos, el Dios del cielo coloca su aprobación sobre nuestra obra”. Y remarcó: “Parece que en esta reunión hay un esfuerzo por avanzar en forma armónica. Éste es el mensaje que en los últimos cincuenta años he escuchado de las huestes angélicas: Avanzad unidos, avanzad unidos’. Tratemos de hacer esto. Cuando en el espíritu de Jesús procuremos avanzar unidos, dejando de lado nuestro yo, descubriremos que entrará el Espíritu Santo y la bendición de Dios descenderá sobre nosotros”.[5]

Sobre el autor: Doctor en Teología y profesor de Antiguo Testamento en la Universidad Adventista del Plata. Se le puede escribir a: mklingbeil@lsmartin.com.ar


Referencias

[1] La mayoría de las grandes universidades de los Estados Unidos fueron originalmente establecidas como seminarios teológicos. La declaración original de la Universidad de Harvard incluye las siguientes palabras: “Para ser instruido plenamente y comprender bien que el propósito principal de tu vida y formación es conocer a Dios y a Jesucristo*. Actualmente, se orienta hacia la excelencia académica, la realización personal y el avance del conocimiento. Véase: http://www.harvard.edu/siteguide/ faqs/faqllO.html; accedido 12/02/2004.

[2] El Reglamento Interno del SALT resume la misión de las Facultades de Teología de manera excelente: “La filosofía del SALT, especificada como Filosofía de Seminario en Misión, propicia la enseñanza de Teología basándose en las Sagradas Escrituras, las que conducirán al educando al ejercicio y la práctica del liderazgo eclesiástico, a la difusión del conocimiento bíblico, a la investigación personal, al enriquecimiento cultural y a la participación en los planes de evangelización de su sustentadora, la IASD” (Seminario Adventista Latinoamericano de Teología, Reglamento Interno, 4 a edición (Brasilia: División Sudamericana, 1988), p. 2).

[3] Carnegie Samuel Calian, The Ideal Seminary (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2002), pp. 45-47.

[4] Véase: http://www.adventist.org/news/da- ta/2003/06/1058270156/index.html.e n; accedido 12/02/2004.

[5] Elena G. de White, General Conference Bulletin (10 de abril de 1901), p. 182.