“Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23, 24).

 La adoración es uno de los ejercicios más importantes que todo cristiano puede realizar. Esta es la razón por la cual nació.

 Entonces, si la adoración es tan importante, la pregunta crucial sigue siendo: ¿Cómo aprendo a hacerlo correctamente, a adorar al Señor “en espíritu y en verdad”?

APRECIO

 Apreciar a Dios es el primer prerrequisito para una adoración que glorifique a Dios. David demostró un aprecio tal cuando escribió: “Mi Dios eres tú, y te alabaré; Dios mío, te exaltaré. Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia” (Sal. 118:28, 29).

 Apreciar quién es Dios, qué ha hecho por nosotros y qué está haciendo por nosotros: esta es la primera parte de la verdadera adoración. ¡La adoración no trata acerca de ti o de mí! La adoración trata acerca de Dios. La adoración tampoco consiste en entretenerse o sentirse bien. La adoración se refiere a Dios y a sus grandes actos por nosotros. Por consiguiente, el Señor, y nadie más, debe ser el centro de nuestra adoración. Hasta que entendamos este concepto, no entenderemos la adoración ni lo adoraremos apropiadamente.

ENTREGA INCONDICIONAL

 La adoración no debería ser considerada un acontecimiento para espectadores. Algunos van a la iglesia para probar música o degustar un sermón. Eso difícilmente podría ser definido como adoración. La adoración no consiste apenas en apreciar a Dios, sino en entregarnos a él. Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mat. 16:24). Él nos llama a dejar todas las cosas para adorarlo y servirlo. La adoración que glorifica a Dios reclama una entrega incondicional del yo, y de nuestros propios deseos, a fin de hallar al Cristo viviente.

 Cuando vas a la iglesia, ¿está buscando una relación más profunda con él o estás pensando en la semana que tienes por delante? La verdadera adoración requiere que abandonemos nuestras propias preferencias y agendas, para que podamos alinearnos con la voluntad del Señor.

ADORACIÓN CONTEMPORÁNEA

 “Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra” (Hab. 2:20).

 La razón por la cual la Tierra debería estar en silencio es para poder escuchar lo que dice Dios. La adoración que glorifica a Dios, por lo tanto, consiste en prestar atención a la voz de Dios en vez de vocalizar nuestras opiniones. En este preciso punto, existe una gran confusión sobre la cuestión de la adoración.

 La adoración que glorifica a Dios siempre es contemporánea. La palabra contemporáneo ingresó en nuestra lengua en el siglo XVII y la esencia de esta expresión significa “del momento”. Por ende, contemporánea se centra no tanto en el estilo de la música como en la santa presencia de Dios. Es posible cantar los más recientes cantos de alabanza y no ser contemporáneo; también es posible cantar himnos que la iglesia ha estado cantando por más de cien años y ser muy contemporáneo.

 La cuestión no se centra en cuándo fue compuesta nuestra música y por quién, sino en saber si estamos cantando para Dios en ese momento. En su esencia, la adoración que glorifica a Dios tiene que ver con el corazón humano que se extiende para servir y amar a Dios el Padre, en el nombre de su Hijo y con el poder de Dios el Espíritu Santo.

¿A QUIÉN ADORAMOS?

 “¿A quién adoramos?” El Dios de la Biblia es indivisible, divino, esencialmente incognoscible, y nunca puede ser plenamente definido con frases meramente humanas. Sin embargo en la propia Palabra de Dios, la Biblia, él se ha revelado a sí mismo, de manera que podemos llegar a conocerlo mejor. Las siguientes son seis formas en que se describe a sí mismo en su Palabra:

 Primera, Dios es luz. Nosotros, por causa de nuestra naturaleza pecaminosa, somos cerrados y reservados. Como Judas y el Sanedrín, a veces nos encontramos en lugares oscuros para tramar nuestras acciones sucias, pero “éste es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5).

 Segunda, Dios es vida. “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7). Teniendo vida en sí mismo, él nos dio esta vida a nosotros. Cuando llegaron a la tumba vacía para ungir el cuerpo de Jesús, se les dijo a las mujeres: “No está aquí, pues ha resucitado, como dijo” (Mat. 28:6). En el libro de Apocalipsis, él se presenta a Juan en Patmos: “No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; más he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (Apoc. 1:17, 18). Este Dios que adoramos vive hoy. Lo que hace que la adoración sea “contemporánea” no es lo que nosotros llevamos a ella, sino su presencia viviente. Si Dios no está presente, no es adoración.

 Tercera, Dios es amor. La Biblia no deja lugar a tergiversaciones: “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Por eso, en la adoración que se centra en la glorificación, “nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). ¿La razón? De acuerdo con la Biblia, la verdadera adoración no se inicia con nuestro amor a Dios, sino en su amor por nosotros. Es nuestra respuesta a su amor. “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Mar. 12:30). Así que, glorificamos a Dios en adoración porque Dios es luz, vida y amor.

 Cuarta, adoramos a Dios porque tiene el título de Creador. “La tierra estaba desordenaday vacía” (Gén. 1:2). Entonces,Dios habló, y creó nuestro mundo. El universofue formado “por la palabra de Dios,de modo que lo que se ve fue hecho de loque no se veía” (Heb. 11:3). El evangelionos recuerda que este Dios puede tambiéntomar a un pecador centrado en sí mismoy crear un santo centrado en Cristo. “Sialguno está en Cristo, nueva criatura es;las cosas viejas pasaron; he aquí todas sonhechas nuevas” (2 Cor. 5:17). Haber sidohechos nuevos solamente por su graciaes, por sí misma, razón suficiente paraadorarlo “en espíritu y en verdad”.

 Quinta, Dios merece nuestra adoración porque ha hecho un pacto soberano que nos pone en sociedad con él. La palabrasoberano significa que un poder mayor seextiende generosamente a un poder menor.¿No es lo que sucede cuando el granDios de la creación nos invita a unirnos aél? Por supuesto que sí.

 El pacto consiste en ser escogidos por medio de la gracia. “Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deut. 7:9). El pacto también incluye ser impuesto con la responsabilidad de “amarlo y guardar sus mandamientos”.

 La sexta razón por la que adoramos a Dios es por causa del Calvario. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16). El Calvario continúa siendo la principal evidencia de cuán seriamente considera Dios las promesas de su pacto. Cuando contemplamos la cruz sobre la cual murió el Príncipe de gloria, no podemos hacer menos que postrarnos delante de él en adoración que lo glorifique.

¿CÓMO HEMOS DE ADORAR?

 Escuché a un predicador rural exclamar que más “santo desatino” se ha escrito y hablado acerca de la adoración cristiana en los últimos diez o veinte años que en los veinte siglos anteriores. Aunque podría no haber escogido sus palabras, me identifico con su sentimiento. Esa es la razón por la que deberíamos reconocer la importancia de retornar a la Biblia para recibir instrucción acerca de la adoración. La adoración que no se centra en la Biblia no glorifica a Dios y, por consiguiente, no puede definirse como adoración.

 En uno de sus encuentros más reveladores, Jesús conversaba con una mujer samaritana que suscitó el tema de la adoración: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:20-24).

 Esta era una mujer cuyo entendimiento acerca de la adoración se reducía a referirse al lugar: “Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros judíos pretendéis que el lugar donde debemos adorar es Jerusalén”. Jesús le dijo que la adoración no se centra en el sitio sino en el espíritu: “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. La adoración no tiene que ver con la ubicación sino con el Señorío.

 Amós fue otro predicador rural y un orador realmente directo: “No me complaceré en vuestras asambleas […]. Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos” (Amós 5:21, 23). Su adoración sin corazón, vacía, centrada en sí mismos se agotaba meramente en los actos, y Dios habló por medio de Amós para amonestarlos acerca de esta clase de adoración. De un modo similar, en la actualidad muchas personas asocian la adoración primordialmente con asistir a la iglesia, así como muchos judíos lo hacían cuando iban a Jerusalén. Sin embargo, Jesús dijo que la adoración trasciende cualquier tiempo o espacios específicos. Somos llamados a adorar al Padre 24 horas al día santificando cada actividad, palabra y pensamiento como una expresión de nuestro amor a Dios.

ADORAR EN ESPÍRITU Y EN VERDAD

 Cada mes, el intendente de Augusta, Georgia, Deke Copenhaver, dirige un desayuno de oración en el cual la gente se reúne para orar por él y por la ciudad. Cualquiera puede asistir. Después de una de estas reuniones de oración, un hombre le preguntó a otro: “¿Dónde asisten a la iglesia?” La respuesta del hombre captura la atención: “No lo hacemos –dijo, tomando la mano de su esposa–. Nuestra vida es nuestra iglesia”.

 “Bueno –replicó el que le preguntaba–, siempre pueden comenzar a ir a la iglesia”.

 En este punto, intervino la esposa del segundo hombre: “Solíamos asistir a la iglesia, pero ¿cuántas veces tienes que ser lastimado?”

 Siguió el silencio; pero aquí había una pareja que, por alguna razón, se había retirado de la iglesia organizada. ¿Conoces tal vez a alguien que puede identificarse con la experiencia de esta pareja? La realidad es que Dios puede ser adorado tanto dentro de la iglesia como fuera de ella. Podemos estar en los servicios de la iglesia cada semana y desagradar a Dios por poner la forma por encima del foco en nuestra adoración. La adoración no consiste en el dónde sino en el cómo.

  Además, Dios no puede ser burlado. La persona que piensa que arregla cuentas con Dios con sesenta minutos de asistencia a la iglesia cada semana es tan necia como la que cree que enviando el diezmo a la iglesia cumple con todo lo que Dios espera. Amós dice que Dios no se compra con compromisos formales baratos. ¿Qué significa eso? Significa que alguien puede ir regularmente a las reuniones de iglesia, pero si no perdona a otros sus ofensas Dios no aceptará su adoración. La adoración que honra a Dios llega a ser una experiencia de cada día, de todo el día. “Corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo” (Amós 5:24). Tan seguramente como un arroyo impetuoso nunca deja de correr, así la adoración gloriosa existe como una aventura ininterrumpida.

 “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:1, 2). Para el apóstol Pablo, la adoración abarca la mente: “Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”.

 ¿En qué has estado pensando últimamente? ¿Has llevado “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”? ¿Qué has estado mirando en la televisión? ¿Qué has leído recientemente que no ha glorificado a Dios? ¿Hasta dónde has navegado en Internet? Un Dios santo no tolerará la contradicción moral de adoración el fin de semana e indecencia o conducta limítrofe con el pecado en mitad de semana.

 ¿Espera Dios de mí que lo adore en la iglesia? Sí. ¿Espera Dios de mí que lo adore fuera de la iglesia? Sí. Él espera que lo adore en la forma en que encaro mis estudios. En la forma en que cumplo con mi trabajo. En la forma en que trato a mis empleados. En todas las cosas, en todo momento, he de adorar al Señor de la cruz.

CONCLUSIÓN

 Los dos pequeños hijos de un pastor corrieron hasta su escritorio para decirle que el desayuno estaba listo. Su hijo llegó al escritorio primero y rápidamente saltó sobre el regazo del padre, desparramándose de tal manera que parecía no haber más lugar. La hijita del pastor llegó después. El hermano le dijo: “¡Llegaste demasiado tarde! Yo agarré todo lo que hay de papi hoy”.

 El pastor fue hábil. Extendió su brazo y rodeó con un gran abrazo a su niñita. Ella le respondió a su hermano: “Tú puedes tener todo lo que hay de papi, ¡pero papi me tiene toda a mí!”

 Cuando acudimos al Señor en completa entrega, él tendrá todo de nosotros, y de eso brotará una verdadera adoración, un verdadero servicio, “y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá” (Isa. 40:5).

Sobre el autor: Doctor en Ministerio, es profesor de Adoración y Predicación en el Seminario Teológico Erskine, Due West, South Carolina, Estados Unidos.